Los libaneses están robando sus bancos para recuperar su propio dinero a punta de pistola

Javier Biosca Azcoiti

0

Aquel día, Bassam Sheikh Hussein iba en chanclas, pantalón corto y cara descubierta. En una mano llevaba una escopeta y en la otra, un bidón de gasolina. Cruzó la calle, entró de un portazo en la sucursal del Federal Bank de Beirut. “A quien se mueva, lo mato”. Entonces empezó a vaciar el bidón de gasolina sobre el mostrador, el suelo y los ordenadores, cuenta a elDiario.es. Agarró al director y le pidió el dinero. Su dinero.

“Las negociaciones fueron difíciles y duraron mucho, desde las 9 de la mañana hasta las 7 de la tarde. Había 10 empleados y tres clientes dentro del banco”, cuenta Sheikh Hussein. Tenía más de 200.000 dólares en el banco y la toma de rehenes acabó con un acuerdo: “Me llevé 35.000 en efectivo”. Fuera, se habían agolpado decenas de personas durante horas y fue recibido como un héroe con gritos de apoyo. “Planeé la misión unas semanas antes. Iba al banco y estudiaba a qué hora llegaba el director, dónde ponía las llaves, dónde estaba la caja fuerte y me fijé que solo tenía una puerta de salida. Todo se desarrolló con éxito”. 

Sheikh Hussein fue uno de los primeros, pero no ha sido el único. En el último año se han producido unos 20 incidentes en los que depositantes han acudido al banco a recuperar su dinero por la fuerza, según cuenta a este diario Rami Ollaik, abogado de muchos de ellos. Ollaik es el cerebro detrás de varias de estas operaciones y suele acompañar a sus clientes en los asaltos. “Uno va al banco porque es el sitio más seguro para poner tu dinero, pero ahora es el peor. La corrupción ha saqueado el Estado hasta que se ha quedado sin fondos y entonces han forzado a los bancos a bloquear el dinero de los depositantes”, denuncia. 

Líbano vive probablemente una de las tres peores crisis económicas mundiales desde 1850, según el Banco Mundial. “Los depósitos, unos 100.000 millones de dólares, están bloqueados en bancos que, en el mejor de los casos, no tienen liquidez y que, más probablemente, están en bancarrota”, dice a elDiario.es Ishac Diwan, investigador del Issam Fares Institute for Public Policy and International Affairs de la American University de Beirut. “La principal razón es que tienen la mayor parte de sus bienes en deuda del Gobierno o Banco Central y ambos están en suspensión de pagos. Hasta ahora no ha habido ninguna ley para gestionar la situación y los bancos han sido libres de permitir o no la retirada de dinero de sus clientes. Una ley de control de capitales lleva tiempo gestándose y podría estar cerca de aprobarse”, añade.

Sheikh Hussein, actualmente en paro, pidió a Ollaik como abogado. El abogado denuncia que los agentes le pegaron en comisaría cuando trataba de lograr la liberación de su cliente. “Emitimos un ultimátum y dijimos que íbamos a usar la fuerza si no era absuelto. Bloqueamos la calle de acceso al Palacio de la Justicia. Estábamos preparados para una confrontación”, cuenta. Finalmente, el banco retiró los cargos y fue liberado cinco días después. Ahora es el propio Sheikh Hussein el que ha denunciado al banco para recuperar su dinero. “Si los tribunales no me garantizan mi derecho, volveré y repetiré lo que hice. No tengo miedo. Si lo tuviera, no lo habría hecho”, advierte.

Una de las últimas grandes operaciones fue la de Ali al Sahili en un pueblo a unos 50 kilómetros de Beirut en octubre. Al Sahili entró a la sucursal con un cóctel molotov y una pistola. Iba acompañado de Ollaik, vestido con camisa, gorra y gafas de sol. “Es un explosivo. Si alguien se muere, se muere. Me da igual. Os mostraré que estoy listo para usar este mechero”, gritó Sahili con el suelo lleno de gasolina. “Ali, no incendies nada, cálmate. Estamos hablando con el director”, le contesta Ollaik, que negocia mientras tanto en una sala del banco con los empleados. Vice News grabó la operación desde dentro. El abogado cuenta a elDiario.es que el asalto y las negociaciones duraron 17 horas. Al Sahili consiguió el dinero, lo metieron en bolsas de plástico y fueron inmediatamente detenidos al salir de la sucursal. Los dos fueron liberados días después (y tras declararse en huelga de hambre).

“Algunos bancos en esta crisis han hecho beneficios récord mientras los depositantes con ahorros de toda su vida no pueden acceder a su dinero y sus familiares se mueren en la puerta de los hospitales”, dice Ollaik. “Si discutes con ellos, te mandan a la mierda y te dicen que vayas a los tribunales porque saben que el poder judicial está anulado. Hemos gastado todas las opciones y posibilidades en los tribunales, por eso ahora promovemos estas operaciones de liberación de depósitos alegando defensa propia”, añade.

“En este caso, el recurso al uso de la fuerza es legítimo. El principal objetivo es presionar a la justicia para que retome sus funciones”, dice el abogado. “Si habrá más o no, depende del poder judicial. Si vemos sentencias justas, la situación en las calles se relajará. Si no lo vemos, y consideramos que este es el caso ahora mismo, estas operaciones aumentarán e irán a un nivel más alto. Hasta ahora no ha habido derramamiento de sangre y, si ocurre, el judicial será el principal responsable”, añade.

Incluso una diputada nacional, Cynthia Zarazir, se sumó a estas operaciones, aunque de forma pacífica. La diputada entró a principios de octubre desarmada junto a sus abogados en su sucursal bancaria e hizo una sentada durante cuatro horas hasta conseguir el dinero que necesitaba para una operación. “He pasado días yendo y viniendo del banco y he traído mis informes médicos y no me hacen caso. No puedo retrasarlo más. He venido a coger mi dinero”, dijo Zarazir. La primera operación de “liberación de depósitos”, como lo llama Ollaik, fue similar a la de la diputada, aunque tuvo un resultado diferente. Ocurrió cuando una mujer de 80 años entró con un grupo de activistas a su banco e hicieron una sentada hasta que la mujer consiguiera sus 27.000 dólares. La policía antidisturbios entró en la sucursal y fueron expulsados sin lograr su objetivo. “No estábamos preparados”, recuerda Ollaik.

Más turbulento fue el asalto de septiembre de Sali Hafez, diseñadora de interiores de 28 años, que entró junto a Ollaik y un grupo de activistas, irrumpió con una pistola falsa para recuperar su dinero y pagar el tratamiento a su hermana, enferma de cáncer. Algunos bloqueaban la puerta, Ollaik se fue directamente al despacho del director, ella amenazaba a gritos con el arma y otros grababan la operación y lo emitían en directo. El director abrió la caja fuerte, los colegas de la joven se pusieron a contar el dinero sobre el mostrador y Hafez salió rompiendo un cristal en la parte de atrás con 13.000 dólares.

Hace unos días, Ollaik celebró en su casa una reunión a puerta cerrada con unas 25 personas, sobre todo clientes de bancos con sus fondos bloqueados. “Tiene que ser una reunión privada, no puede entrar cualquiera. Ellos decidieron dar un paso más y atacar a los banqueros y sus familias”, dice. “Después ha habido otras sobre los detalles de esas operaciones y no se ha anunciado porque pondrían en peligro los planes. Son operaciones con más riesgo y tienen que llevarse a cabo con mucho cuidado. Esto se hace para presionar más al poder judicial y que falle a favor de los depositantes”.

Preguntado si no teme que las cosas se vayan fuera de control, el abogado responde: “Sería daño colateral. Los primeros a los que hay que culpar son los responsables: los banqueros que tomaron como rehén el dinero de los depositantes. Ha habido gente que ha muerto por no acceder a los fondos. Aunque se dé el caso de una muerte, los culpables son ellos”.  “Planificamos cada detalle y pedimos a la gente que coordine estas acciones con nosotros para que algunas operaciones no se vayan de las manos”.

Este mes, otro cliente desesperado intentó entrar en el banco a punta de pistola, pero no pudo y disparó directamente contra el cristal cuando había una persona detrás.

“Una parte importante de los ahorros de la gente en depósitos de bancos comerciales han sido malgastados en los últimos 30 años”, señalaba el Banco Mundial en un informe de julio de 2022. La institución financiera califica la situación del país como una “crisis deliberada”. “La depresión ha sido autoinfligida, o más precisamente, infligida sobre la población general por la élite que lleva gobernando mucho tiempo el país y que ha capturado el Estado y sus rentas económicas asociadas”, sostiene el Banco Mundial.

El PIB de Líbano ha caído de 55.000 millones de dólares en 2018 a 20.500 millones de dólares en 2021. La libra libanesa ha perdido alrededor del 95% de su valor. Según cifras de la ONU, el 80% de la población es pobre. El sueldo de un soldado, por ejemplo, antes era el equivalente a 900 dólares y actualmente supone menos de 50 dólares, según la agencia Reuters.

Con su movimiento, Ollaik pretende crear la “revolución de los depositantes”. “El dinero no tiene confesión y es el mejor elemento para unir a los libaneses alrededor de la causa y crear un levantamiento total y lograr lo que la revolución de octubre no logró”, concluye.