Sergio Toribio, activista de la Flotilla de Gaza: “Llevar a Greta Thunberg y a Rima Hassan fue la mayor garantía de protección”

Logroño, en España, celebra este miércoles el día de su patrón, San Bernabé. Pero en pleno centro de la ciudad, en el Paseo del Espolón, un grupo de personas viven al margen de la fiesta. Son los activistas de la Acampada por Palestina a los que acaba de unirse ahora Sergio Toribio (San Sebastián, 1975), convertido en una especie de héroe local tras acompañar a la Flotilla de la Libertad y ser deportado por Israel tras el asalto del barco en el que viajaba rumbo a Gaza con otros activistas como Greta Thunberg con ayuda humanitaria.
Toribio resta importancia a lo que muchos consideran una hazaña y explica a todo el que quiere escucharle que lo único importante es seguir manteniendo el foco en las atrocidades que Israel está cometiendo en Gaza y que suman más de 55.000 muertos.
–¿Cómo se encuentra? ¿Cómo ha sido la vuelta a casa?
–Bien. Todavía estoy cansado y todavía con el chute de adrenalina porque quiero ir a Egipto, seguir, pero no sé si será posible porque soy estudiante. Aunque soy mecánico naval, sigo estudiando. Desembarqué en octubre, pero lo poquito que había ahorrado se ha ido ya y el viaje de la Flotilla me lo han pagado ellos. Tengo que ver si puede encajar todo para salir este mismo jueves por la noche, pero los vuelos aquí en España se han disparado por el tema de la Marcha Global a Gaza, así que el asunto es ver si hay financiación y es posible y si no puedo, mi madre se pondría contenta.
Anímicamente estoy bien. No ha habido daños personales y tengo claro que la próxima vez que tenga oportunidad, voy a volver a unirme. Eso está claro.
–¿En qué momento se produjo el asalto y qué es lo que pasó en ese primer momento?
–Llevábamos desde el domingo anterior, una semana, y aquella noche del asalto yo estaba de guardia en cubierta y el oficial estaba en el puente. Otro de los chicos, el turco, estaba haciendo entrevistas. Era en torno a la una de la madrugada. En un primer momento, vi luces con los prismáticos y me pareció que eran azules, lo que en el mar significa que son militares o guardacostas. Avisé para que me lo confirmasen y fue entonces cuando dimos la voz de alarma. Enseguida pasaron dos barcos rozándonos, uno a cada lado. Uno de ellos prácticamente nos tocó.
Puedo asegurar que yo no oí nada en la radio y si me lo preguntan ante un jurado diré que no oí nada. Nuestro oficial, que era francés, cada vez que escuchaba algo nos llamaba y nos poníamos a la escucha para tratar de obtener información, pero esa noche no se oyó nada.
Nos juntamos todos en el punto de encuentro, en la cabina, ya teníamos posiciones designadas para proteger sobre todo a las personas más vulnerables. Las dudas iniciales sobre si era un ataque se disiparon rápido porque apareció un dron que se intentó meter entre los mástiles y se fue al agua al toparse contra un cable. Ahí vimos claro que era un ataque, porque el dron intentó incluso meterse en la cabina. En menos de dos minutos teníamos otros dos encima, uno el doble de grande y otro más todavía. Uno tenía un foco que lo iluminaba todo, y otro comenzó a rociarnos con un producto hasta dejar todo el barco cubierto.
En ese momento se acercaron dos lanchas rápidas, una por cada lado, y la que estaba en estribor comenzó a lanzar un mensaje en inglés por los altavoces diciéndonos que nos iban a abordar, que íbamos a ser interceptados, que mantuviéramos la calma, que levantásemos las manos, que no nos iban a hacer daño. En cuanto las dos naves se pegaron a la nuestra, empezaron a desembarcar; yo llegué a contar a 12 soldados, pero con la luz del día vi que eran muchos más. De hecho, al alba vimos que había un buque de guerra enorme, como un acorazado, otros dos un poco más pequeños, tres lanchas patrulleras de gran tamaño y como media docena de lanchas neumáticas.

–¿En qué punto exacto estaba la embarcación? Se ha dicho que estaban en zona peligrosa, ¿qué hay de cierto en ello?
–Estábamos a unas 100 millas de la costa, en aguas internacionales entre Egipto y Palestina. Nos fueron moviendo uno a uno a la cubierta de proa, nos identificaron, nos vaciaron los bolsillos, vino un médico de combate, nos ofreció agua y comida. Para ser una unidad especial del Ejército de Israel, que sabemos cómo se ha comportado otras veces, llegando incluso a asesinar activistas, hemos tenido mucha suerte porque nos preguntaron varias veces si estábamos bien, si necesitábamos algo. Se han portado bastante bien.
El tema es que bajo cubierta estábamos más protegidos pero también más acorralados. Allí estuvimos otras 15 horas, en total estuvimos unas 25 desde el abordaje hasta llegar a tierra en el puerto de Tel Aviv. Nos interceptaron con la excusa de que entrábamos en una zona militar israelí, pero no puede haber una zona militar a cien millas náuticas de tierra, nadie tiene una zona militar ahí.
En ningún momento queríamos entrar a Israel, no era nuestro destino. Han sido ellos quienes nos han llevado a la fuerza porque todo deja claro que nosotros no queríamos ir allí. De hecho, comunicamos el abordaje a través del canal 016, el de emergencias marinas, y dimos las coordenadas. No sé quién tendrá ahora las coordenadas aparte del GPS y el AIS que se lo han quedado porque no lo quisimos tirar, es lo que demuestra cuál era nuestra ruta. Ahora podrán hacer o decir lo que quieran, pero la información está ahí y el mensaje al 016 con las coordenadas de dónde nos encontrábamos, también.
Nos interceptaron con la excusa de que entrábamos en una zona militar israelí, pero no puede haber una zona militar a cien millas náuticas de tierra, nadie tiene una zona militar ahí
–¿Habíais sentido antes, a lo largo de la semana anterior de travesía, alguna otra amenaza?
–Más que amenaza, intimidación. Ha habido drones sobrevolándonos constantemente desde que entramos en la zona de Grecia. Hubo al menos tres drones griegos observándonos. El primer día nos acompañó un dron de hélices durante 45 minutos, como a 200 metros del barco, yendo y viniendo. Los otros eran drones militares de los que Israel vendió a Grecia, que se utilizan para el control de fronteras y para pasar información a quien quiera. No voy a acusar a nadie porque no tengo pruebas.
–Viendo otros episodios que han sucedido y la suerte que han tenido otros activistas, ¿sintió miedo?
–Sí. Sabemos que es una unidad especial bastante violenta, preparara para este tipo de situaciones pero en combate, no contra activistas no violentos. Se ha oído que ha habido malos tratos, o lo que pasó en 2010, o el asesinato de siete trabajadores de World Kitchen Center en tres ataques seguidos después de que se había coordinado la entrega de víveres con el Ejército de Israel.
–¿Cómo se sucedieron los hechos una vez que llegasteis a tierra? ¿Se sintió apoyado desde el consulado de España?
–Al llegar a puerto en Tel Aviv nos entregaron a la policía. Uno a uno nos pasaron por los perros, nos cachearon y nos registraron todas las pertenencias que nos dejaron llevarnos del barco: efectos personales y algunas herramientas que nos habíamos llevado. Nos interceptaron algunas tonterías como unas agujas de cabotaje para hacer cuerda y arreglar velas que llevaba yo. Han confiscado algún teléfono, algún ordenador... Lo que han podido, lo que no han podido está allí donde nos interceptaron, en el fondo del mar. Porque todo lo que pudimos lo tiramos por la borda.
Nos dieron a firmar varios papeles que no quisimos firmar y de ahí nos trasladaron en dos furgones, separados en una especie de cabinas, al aeropuerto, que es la comisaría de inmigración, y allí estaban el cónsul y la vicecónsul española. Fernando es una pasada, le tengo ya en el corazón para el resto de mi vida. He hablado con él esta misma mañana, es muy buena gente. Estaban también allí el francés y el brasileño y nuestras abogadas. Ahí decidimos firmar la deportación, que es lo único que he firmado. Porque si no me permiten volver a entrar al país como turista me importa poco, yo ni siquiera quería ir a Israel, me llevaron ellos a la fuerza.
–¿Ha tenido noticias de todos los miembros de esta expedición? Porque no todos decidieron firmar la salida del país...
–Hay ocho personas que todavía siguen allí. Se ha puesto en contacto conmigo la mujer de Baptiste, que es el médico y estamos en contacto para ver qué sabemos unos y otros. De momento hemos salido cuatro porque, en mi caso por ejemplo, creía que lo importante era salir ya y darle visibilidad y voz a esto, no me servía de nada quedarme allí tres o cuatro días más para que me acabaran deportando igual aun sin firmar la orden, porque no se los van a quedar de recuerdo.
Hay ocho personas que todavía siguen allí; de momento, hemos salido cuatro porque, por ejemplo, en mi caso, creía que lo importante era salir ya y darle visibilidad y voz a esto
–El objetivo era llegar pero, a pesar de no haber podido hacerlo, ¿se sienten satisfechos por su acción tras conseguir poner el foco en los abusos que se están dando en Gaza?
–Yo creo que sí. Los medios os habéis movido muchísimo, lo habéis contado desde el primer momento y eso es importante, dar visibilidad y que la gente vea de verdad lo que está pasando, aunque con ver un poco las noticias ya se ve, porque ayer mismo nos atacaron otra vez a través de Médicos del Mundo.
Que se vea también cómo actúan con campañas de desprestigio, de burla, de mofa, llamándonos el 'yate de los selfies'. Se equivocan porque en todo caso seríamos el 'yate del streaming' ya que desde el primer momento todo el mundo ha podido ver lo que hacíamos a través de Greta, de Said, de Thiago, Omar de Al Jazeera... Hemos publicado nuestro día a día de la forma más transparente.
El hecho de que tras abordarnos nos ofrezcan comida y bebida también es parte de sus campañas porque si te sacan comiendo o bebiendo ya estás dando pie a que la gente piense que no es un secuestro porque te están tratando bien.
–Ha sido activista en causas medioambientales, crisis migratorias... ¿Por qué decide embarcarse en esta expedición rumbo a Gaza?
–Porque merece la pena. Siempre me ha gustado ayudar a los más débiles. He tenido oportunidad de hacerlo antes en el Mediterráneo o incluso aquí con los toros. Ahora estaba cursando un Grado en el Blas Cerezo de Pasajes (Gipuzkoa) y cuando vi en el grupo de mecánicos que colaboramos en ONGs el anuncio de que se necesitaba a un mecánico naval, que no era necesario tener licencia porque era un barco pequeño de 18 metros, intenté cuadrarlo aunque parecía complicado por fecha. Por suerte, hubo dos profesores que me adelantaron los exámenes y pude unirme. El anuncio en el grupo de WhatsApp lo puso un compañero americano y yo casi ni me lo pensé.
–Que Greta Thunberg estuviera en este proyecto ha hecho que se posara sobre vosotros el foco mediático. ¿Cómo ha sido el trato con ella y cómo valoras su activismo?
–Siempre he simpatizado con ella, pero no la seguía. Después de compartir estos días con ella estoy impresionado, es una pasada. Podrán decir que tiene un lenguaje particular, que a mí ya me gustaría tener, pero es un tesoro, me ha gustado muchísimo verla en todo momento tan tranquila. 22 añitos y ahí la tienes delante de doce militares sin pestañear. Entiendo que ha pasado por mucho, que a mí me han podido encarcelar una vez, en una cárcel casi de lujo en las Feroe, pero ella lleva mucho recorrido.
Ella aporta visibilidad y protección. Llevarla en el equipo, igual que llevar a Rima (Rima Hassan, eurodiputada franco-palestina del partido La Francia Insumisa), ha sido una suerte y una garantía de protección. Nos hubiera gustado que hubiera venido un inglés para poder haber metido a Inglaterra en el juego, ya que el barco está abanderado allí y han sido ellos quienes nos dieron el permiso para hacerlo.
Después de compartir estos días con Greta Thunberg estoy impresionado, es una pasada: 22 años y ahí la tienes delante de doce militares sin pestañear
–¿Os amenazaron con encerraros y poneros vídeos del ataque de Hamás a Israel el 7 de octubre como ha dicho el ministro?
–A mí, no. Lo he oído y no sé si es verdad que les hayan amenazado a los que se han quedado, que probablemente sea verdad porque es la manera que tienen de presionarlos.
–¿Qué decían los documentos que os querían hacer firmar?
–El único documento que yo firmé es el que decía que estoy de acuerdo con que me deporten. Tengo fotos de todos los documentos y los tiene mi abogado, Jaume Asens, porque vamos a poner una querella a estos desgraciados en la Audiencia Nacional.
Los documentos que no quise firmar son los que decíamos que habíamos entrado en terreno militar y todas esas justificaciones falsas que tratan de hacer legal la ilegalidad que han cometido.
–Nos encontramos en un punto de protesta permanente que la Acampada por Palestina en Logroño ha montado en pleno centro de la ciudad, pero, más allá de estas acciones concretas, ¿cree que la sociedad se está movilizando lo suficiente ante las atrocidades que está cometiendo Israel en Palestina?
–Creo que sí. No lo suficiente, pero sí se está empezando a mover y quiero pensar que cada vez, con toda esta visibilidad que vamos dando desde diferentes frentes, se irá movilizando cada vez más.
–Por último, ¿qué opinión tiene de todas esas voces que justifican la actuación del Gobierno de Israel y que no quieren ver lo que está pasando en Gaza?
–Que no tienen alma ni corazón. Y el problema es que hay muchos. Pero también es superbonito, como ya me ha pasado otras veces, ver como, incluso dentro de la comisaría de Policía, había algunos que te miraban con buena cara, como aceptando lo que estamos haciendo, que es lo correcto. Y eso te da energía y fuerza. Incluso la abogada casi se pone a llorar. Lo importante es que hemos llegado hasta donde nos han permitido, que todos estamos bien y que vamos a seguir.
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