Terapia en la peluquería: las estilistas que combaten el estigma de la salud mental en África Occidental
Yopougon es la mayor de las 13 comunas de Abiyán, la ciudad más poblada de Costa de Marfil. Con una población de 1,5 millones de habitantes, el distrito es conocido por su espíritu emprendedor, su animada vida nocturna y, en la cultura popular, por ser el lugar de nacimiento del personaje Aya de Yopougon, la protagonista de una serie de cómics muy conocida en el África francófona ambientada en el país. Una joven que retrata la vida cotidiana, los sueños y los desafíos de la juventud africana de los años setenta.
Bajo el bullicio, la comuna también es el hogar de una mujer pionera en romper tabúes: Adjoua Catherine Tano, una peluquera de 49 años que desde hace dos décadas ofrece asesoramiento sobre salud mental o, simplemente, escucha en silencio a sus clientas mientras las peina.
Tano abandonó los estudios y probó suerte como cajera de banco antes de pasarse a la peluquería. Su capacidad de adaptación le fue de gran ayuda para aconsejar a una adolescente que estaba preocupada por haber suspendido los exámenes. “Le dije: 'No pienses en negativo”, cuenta. “Aunque suspendas, ¿por qué esto te lleva a pensar que has fracasado en la vida?”, le aconsejó.
En la mayor parte de África, la salud mental sigue siendo un tema tabú, a pesar de que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 116 millones de personas tienen problemas de esta índole en el continente. Es extremadamente infrecuente hacer terapia; el país cuenta con 1,4 trabajadores de salud mental por cada 100.000 personas.
Más de 400 estilistas han recibido formación en los últimos dos años para actuar como primeros intervinientes terapéuticos o “embajadores de la salud mental” ante más de 100.000 mujeres
En las comunidades negras, las peluquerías se han convertido en un espacio seguro, especialmente en aquellas comunidades con poco o ningún acceso a la atención de la salud mental o a una atención sanitaria de calidad.
La Fundación Bluemind, una organización sin ánimo de lucro que trabaja en Camerún, Costa de Marfil y Togo, ha partido de la relación de confianza entre peluqueras y clientas para impulsar la iniciativa 'Heal by Hair' ('Curar con el cabello'). Según su fundadora, la activista franco-camerunesa Marie-Alix de Putter, más de 400 estilistas, entre ellas Tano, han recibido formación en los últimos dos años para actuar como primeros intervinientes terapéuticos o “embajadores de la salud mental” ante más de 100.000 mujeres. Para 2030, De Putter espera formar a más de 1.000 peluqueras de 20 países.
Una relación de confianza
Todo comenzó con una historia de amor que terminó en tragedia. En 2012, mientras Marie-Alix de Putter y su marido se encontraban de viaje en su Camerún natal, él fue asesinado. Ella estaba embarazada de cuatro meses. Han pasado 13 años y el crimen no se ha resuelto.
“Pasé mi primera noche como viuda con mi peluquera”, explica. “Esa noche era la persona en quien más confiaba, porque estás rodeada de gente y no sabía quién podía haberlo hecho… teníamos una relación [estrecha] y cada semana venía a casa, me peinaba y me escuchaba”.
Inspirada por su historia personal, la fundación llevó a cabo un estudio en 2021 en siete países francófonos. El 77% de las encuestadas reconoció que en alguna ocasión había confiado y compartido su intimidad con sus estilistas, y más del 90% de las peluqueras afirmó que sus clientes les habían pedido consejo en alguna ocasión.
“Simplemente, conectamos la confianza que las mujeres ya depositan en sus peluqueras con herramientas [para darles un mayor apoyo]”, indica. La primera actividad de formación tuvo lugar en abril de 2022.
El programa se estructura en torno a una formación intensiva y gratuita de tres días con psiquiatras y expertos en salud mental que forman a las mujeres sobre la escucha activa, la violencia de género y los signos de depresión, así como teorías psicológicas. Tras una evaluación, reciben un certificado.
“La formación fue muy bien... Obtuve mi diploma y este libro”, relata otra peluquera, Thérèse Gueu, mientras coge un tomo de psicología de una estantería de su establecimiento, situado en el barrio obrero de Abobo.
Las alumnas reciben apoyo durante seis meses a través de grupos de compañeras, así como acceso a un sistema de derivación psicológica. Cuando una clienta comparte problemas más graves, las peluqueras la refieren a psicólogos profesionales o, en casos de violencia doméstica, a la policía. Muchas siguen mostrándose reacias a la idea por los costes económicos y sociales que supone en una región conservadora donde una de cada tres personas vive en la pobreza extrema.
La financiación del programa procedía inicialmente en su mayor parte de los ahorros de De Putter, pero ahora también contribuyen donantes privados y organismos como el Fondo de Innovación para el Desarrollo de Francia. No obstante, los recursos siguen siendo escasos para la cantidad de trabajo que debe realizar el reducido equipo de la fundación, integrada por 17 empleados remunerados y unos 100 voluntarios.
A través de su labor, la fundación ya ha tenido casos de éxito y recuperación: una peluquera de Togo que recibió la formación contrató a una mujer que había estado en un hospital psiquiátrico, lo que le permitió rehabilitarse socialmente. “A menudo, si eres una persona que ha estado enferma y has estado ingresada, la gente piensa que estás loca”, afirma De Putter. “Así que, si tienes un trabajo y alguien que acepta formarte, rompes ese estigma”.
[Cuando] la gente viene a explicarme sus problemas, me siento orgullosa porque saben que sé escuchar
Una peluquera abandonó su hogar porque era víctima de violencia, pero ahora ayuda a otras personas. En algunas comunidades, las trabajadoras cuentan que algunos hombres también han empezado a acudir en busca de consejo.
Entre las peluqueras hay una sensación general de satisfacción por ser percibidas como una figura de apoyo emocional en sus comunidades. “[Cuando] la gente viene a explicarme sus problemas, me siento orgullosa porque que saben que sé escuchar”, cuenta Gueu. “Me digo a mí misma que todos necesitamos a alguien que nos preste atención”.
“Para muchas de estas mujeres, es el primer reconocimiento como líderes en su comunidad y como protectoras”, afirma De Putter. “Estas mujeres nos dicen: ”Antes solo peinaba, ahora curo“, celebra.
Traducción de Emma Reverter
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