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Entrevista

Olaf Scholz, el favorito en las elecciones alemanas: “Es importante tener un salario mínimo más alto”

Olaf Scholz, candidato del SPD a canciller y ministro de Finanzas alemán.

Philip Oltermann

Gotinga (Alemania)/The Guardian —

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Olaf Scholz se dice capaz de sacar a la centroizquierda europea de su letargo de una década. Para lograrlo, el nuevo favorito en las elecciones generales de finales de mes en Alemania habla de una doble promesa: garantizar el triunfo económico sostenido de su país y, al mismo tiempo, acabar con el mito de que siempre se llega al éxito individual por méritos propios.

El actual ministro de Hacienda y vicecanciller del Gobierno alemán dio la sorpresa en los sondeos colocando al Partido Socialdemócrata (SPD) por encima a la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Angela Merkel en gran parte debido a una reputación de prudencia fiscal y de racionalidad en la toma de decisiones que recuerda a la de la canciller saliente.

Repensar el mérito

En una extensa entrevista con The Guardian antes de un mitin en la ciudad universitaria de Gotinga (Baja Sajonia), Scholz dice que aprovechará la victoria política aparentemente a su alcance para reiniciar el debate sobre cómo redefinir el mérito profesional y social. “¿Por qué votó Reino Unido a favor del Brexit si iba en contra de sus propios intereses? ¿Por qué Estados Unidos votó a Trump? Creo que es porque la gente padece profundas inseguridades sociales y siente que no se valora lo que hace”.

“Vemos la misma insatisfacción e inseguridad no solo en EEUU o en Reino Unido, sino también en Holanda, Suecia, Dinamarca, Finlandia, Noruega, Austria o Alemania, países que vistos desde fuera pueden parecer que no tienen ningún problema. En ciertas clases profesionales, la euforia meritocrática ha llevado a muchos a creer que su éxito depende sólo de sí mismos. Como resultado, los que realmente mantienen todo funcionando no reciben el respeto que merecen. Eso tiene que cambiar”, dice el candidato socialdemócrata, de 63 años.

La campaña de Scholz se centra en la palabra “respeto” y está inspirada en los últimos escritos sobre “la tiranía del mérito” del filósofo de Harvard Michael Sandel. En declaraciones a The Guardian, Scholz dice que se quedó “conmocionado” con el libro del sociólogo británico Michael Young The Rise of Meritocracy (El auge de la meritocracia), publicado en 1958. “Young describía el auge de la meritocracia como una sátira distópica del año 2034, pero ha terminado convirtiéndose en una descripción casi profética de las tendencias de nuestro tiempo”.

Pensadores como Sandel y como Daniel Markovits sostienen que la meritocracia –un sistema político que pretende recompensar a los individuos en función de su talento, su esfuerzo y sus logros– pasó a estar gobernada por trabajadores del conocimiento con formación, que definen el mérito solo en función de sus propios valores y se olvidan de reconocer los trabajos más físicos.

“No hay nada de malo en el mérito como tal”, dice Scholz. “Pero es algo que no debe limitarse únicamente a los que más ganan y a los que tienen títulos universitarios. Un guardia de seguridad también tiene mérito. Los trabajadores manuales no merecen menos respeto que los universitarios”.

Que el posible próximo líder de la principal economía europea adopte estos argumentos es significativo. Pero en el caso de Scholz, también puede ser arriesgado: en su día, la tercera vía de la izquierda europea y estadounidense defendió sin ambages la meritocracia y Scholz, como secretario general del SPD durante los años de Gerhard Schröder, jugó más que un pequeño papel.

Tampoco está claro cómo se podrá convertir ese “respeto” en una política coherente, además de un eslogan. “Tenemos dos tareas”, dice Scholz. “Reconocer esos otros tipos de mérito, por un lado, y subir los salarios de los que no están debidamente retribuidos, por otro. Es importante tener un salario mínimo más alto, como lo es mejorar el salario de los cuidadores y de los trabajadores cualificados”.

Su modelo: los socialdemócratas escandinavos

Algunas de las promesas de campaña de Scholz son socialdemocracia a la vieja usanza: aumentar el salario mínimo hasta 12 euros la hora, recuperar el impuesto sobre el patrimonio y construir 400.000 nuevas viviendas al año. El SPD también quiere sustituir el Hartz IV (una prestación por desempleo ligada a sanciones que el último Gobierno de centroizquierda implantó de forma polémica) para imponer un nuevo programa de asistencia social menos “desconfiado” llamado “dinero de los ciudadanos”.

“Es posible que los partidos progresistas de Europa y de Estados Unidos hayan descuidado durante demasiado tiempo estos grandes desafíos”, dice Scholz. Entre sus modelos para renovar la izquierda no está el Partido Demócrata del presidente de EEUU, Joe Biden, sino los partidos socialdemócratas de Suecia, Dinamarca y Finlandia.

Al igual que sus homólogos de Escandinavia, el SPD es una sombra de lo que fue, incluso después del último ascenso: los sondeos muestran que los socialdemócratas lideran la carrera electoral con un porcentaje de entre el 23% y el 25% de los votos. La última vez que el partido ganó unas elecciones federales, con Schröder en 2002, obtuvo el 38%.

¿Y la crisis climática?

El proyecto de Scholz para revitalizar la centroizquierda alemana es una prueba de equilibrismo: su mensaje de campaña se aleja de la retórica de la tercera vía, al menos parcialmente, y a la vez pretende arrebatar la corona a la formación de centroderecha CDU como el partido más competente en lo económico.

“Alemania sigue teniendo una industria muy potente”, dice Scholz. “Es una industria con empresas competitivas a nivel mundial, algunas de las cuales son empresas medianas con entre 300 y 2.000 empleados. Muy pocos países del mundo tienen esta tradición tan afianzada. Seguimos siendo buenos fabricando coches, aviones o satélites”.

Cuando habla sobre la tarea de hacer más verde la industria alemana, con una necesidad voraz de energía, Scholz suena más como Armin Laschet, su rival de centroderecha, que como Annalena Baerbock, la candidata de los Verdes. “Nuestro gran desafío es seguir siendo un país de industria automovilística que consiga pasarse a los vehículos eléctricos, que nuestra industria fabrique acero, cemento o productos químicos sin poner en peligro nuestros objetivos de protección del clima, y que lo consigamos en apenas 25 años”.

Scholz argumenta que la iniciativa privada ya está impulsando la transición hacia los vehículos eléctricos en la industria automovilística alemana. La tarea para su futuro gobierno sería ampliar la infraestructura que permita su uso. “No va a faltar capital para invertir en este nuevo comienzo; pero tendrá que haber un punto de carga en cada estación de servicio”.

El candidato del SPD insiste en que los países no deben conformarse con mitigar los efectos del calentamiento global, sino que deben “tomar medidas significativas para contener el cambio climático”.

Dice que su gobierno podrá hacerlo sin romper con la cultura fiscal de un país como Alemania, reacia a la deuda. “El freno de la deuda está en nuestra Constitución, y cualquier modificación necesitaría una mayoría de dos tercios en nuestros parlamentos. Teniendo en cuenta lo firme que es la postura de la CDU y del FDP [liberales] en este tema, nadie debería diseñar sus políticas sobre la posibilidad de un cambio sustancial en el freno de la deuda”.

Una UE con recursos propios

Helmut Schmidt, canciller socialdemócrata entre 1974 y 1982, es un modelo claro para Scholz. Uno de los anuncios de su campaña televisiva comienza con el sonido del discurso de investidura de su difunto paisano de Hamburgo, y las imágenes de Scholz avanzando a grandes zancadas hacia el Bundestag.

“Los políticos que tienen visiones deberían ir al médico”. La frase suele atribuirse a Schmidt, una cita que según Scholz es tan apócrifa como injusta. “Después de todo, [Schmidt] fue el arquitecto del G6 y el G7: tras el colapso del sistema financiero en su época era necesario coordinar la política económica de las mayores naciones industriales. Lo mismo ocurre hoy: debemos dar una respuesta conjunta a los desafíos actuales”.

El compromiso de Scholz con la soberanía compartida de Europa está redactado de forma más apasionada que el de Merkel. Aunque la canciller saliente era la que defendía una mayor integración económica dentro de su partido, Scholz señala una posible vía para profundizar en la unión de los Estados. “A mediados de este siglo, el mundo tendrá 10.000 millones de habitantes, y en ese momento, la UE seguirá teniendo solo 400 millones”, dice. “Si queremos preservar las cosas que nos importan en Europa, la democracia, el Estado de derecho, las libertades individuales, la economía de mercado, el estado de bienestar, vamos a tener que trabajar juntos”.

“Por eso creo que en este momento el progreso de la Unión Europea debe ser la misión más urgente de Alemania. Más aún tras la triste salida de Reino Unido”, dice.

El Ministerio de Hacienda de Scholz impulsó el paquete de recuperación de apoyo a los Estados miembros afectados por la pandemia de COVID-19 desafiando a los anteriores aliados frugales de la Unión. Los conservadores alemanes no lo consideran un paso hacia una “unión de transferencias”, sino un instrumento temporal que se agotará en 2027. Sin embargo, Scholz cree que su legado será duradero.

“La UE, como unión, está contrayendo préstamos conjuntos para ayudar a los Estados a superar esta crisis. Hemos acordado que estas obligaciones acabarán siendo reembolsadas. Aquí es donde llega lo nuevo: estas deudas no se reembolsarán con contribuciones nacionales basadas en el PIB de cada Estado miembro, sino con nuevos recursos propios europeos. Esto supondrá una gran diferencia para el desarrollo futuro de Europa”, dice.

Traducido por Francisco de Zárate

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