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2023, el año de Lula 3

El 1° de enero de 2023, primer día de su tercera presidencia, Luiz Inácio Lula da Silva mira por el hueco de la diadema de plumas de pájaros amazónicos de líder indígena que lo acompañó en su jura en Brasilia.

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El 1° de enero, casi un año atrás, Luiz Inácio Lula da Silva juró por tercera vez como presidente. Su antecesor en Brasilia no estaba en el país para transferirle en persona el mando. Con1,8 puntos porcentuales de ventaja en el balotaje de noviembre, el Partido de los Trabajadores (PT) y sus aliados habían frustrado la reelección de Jair Messias Bolsonaro. Días antes de la asunción de Lula, pedida la debida licencia, el rival vencido había volado a EEUU. El presidente que por todo un mandato sufrió de insomnio todas las noches y de agorafobia todos los días había decidido tomarse vacaciones. Antes de la victoria argentina de Javier Milei, el estado de Florida era el parque de diversiones favorito de toda derecha que espera su hora.

El aluvión de críticas a Bolsonaro por desentenderse de los ritos de la democracia y por ser el primer presidente brasileño que eludía transferir el poder fue extenso, e intenso. En ese coro condenatorio del candidato perdedor (aunque ganador de 60 millones de votos en segunda vuelta), la voz de Lula faltó. El 1° de enero la izquierda que lidera el PT tuvo para sí, otra vez, a la capital brasileña. La ceremonia no fue deficiente en democracia por el mutis de Bolsonaro. Acaso mejor así, aseguran fuentes que conocen a quienes conocen a Lula. El enfrentamiento cara a cara habría retrotraído las crispaciones de una campaña enojosa y virulenta como ninguna anterior. Habría obligado a sobreactuaciones a las que sin embargo las bases más irreductibles de uno y otro presidente habrían encontrado el desabrido gusto de lo escaso. Como la ausencia de Lula en Buenos Aires el 10 de diciembre, cuando Bolsonaro estuvo tan omnipresente y tan ladero a Milei, que los restantes presidentes latinoamericanos tuvieron que pedirse que se corriera a un lado cuando los fotografiaron en ritual retrato de grupo. Que no correspondía, que que ahora ya no era presidente. s

La inhibición, forma legal de la proscripción

Quienes apartaron a Bolsonaro de la oportunidad fotográfica no añadieron, aunque podrían haberlo hecho, que no sólo ya no era presidente sino que tampoco puede volver a serlo hasta por lo menos la cuarta década del siglo XXI. Porque el Supremo Tribunal Electoral (STE) brasileño inhabilitó su candidatura hasta entonces, como sanción por su presunta incitación y aun colaboración en el asalto a Brasilia del 8 enero, una semana después del domingo de la asunción del petista, cuando masas de opositores llegados en caravanas de ómnibus a la capital federal y armados con piedras y palos irrumpieron en las sedes de los tres Poderes del Estado y derribaron las paredes de vidrio de la arquitectura del comunista Niemeyer.

En la penúltima semana de diciembre, la Corte Suprema de Colorado, en EEUU, aplicó el mismo castigo al ex presidente Donald Trump. Inhibieron al precandidato favorito para ganar las primarias republicanas de 2023 (y favorito para ganar nuevamente la presidencia en 2024) de presentarse en ese estado del centro de EEUU, en sanción por su presunta incitación al asalto al Capitolio de Washington del miércoles 6 de enero de 2021, cuando partidarios suyos irrumpieron en el Congreso cuando la Asamblea Legislativa estaba convalidando la victoria del rival demócrata Joe Biden. La longevidad de la dividida sentencia de la máxima autoridad judicial del estado de las pistas de esquí habrá de verse. En EEUU la Corte Suprema es menos proclive que el STE brasileño a condenar fundándose en presunciones.

En EEUU los medios y militantes demócratas defienden en estos días al presidente octogenario Joe Biden, que aspira a ganar las próximas elecciones y permanecer un período más en la Casa Blanca. “Los ochenta son los nuevos cuarenta”, y con este slogan sobre los progresos de la salud y la longevidad saludable hacen a un lado las dudas y sospechas republicanas o independientes por la avanzada edad del candidato-presidente y su idoneidad para desempeñar el cargo por cuatro nuevos años a partir de 2025.

El adversario republicano de Biden en noviembre de 2024 será el mismo que enfrentó en noviembre de 2020, el septuagenario avanzado Donald Trump. Rabiosamente demócrata hoy, el semanario The New Republic editorializa: “¿Qué prefieren, un señor octogenario o un payaso venal, corrupto y mentiroso?”.

Federalismo, la forma de Estado mayor

En el mundo, poco más del 10% de los países han adoptado en sus Constituciones la forma de Estado federal. En general, son países de grandes superficies. En el siglo XXI, en los estados federales, aunque esto quede por fuera de la normativa constitucional, la gerontocracia ocupa el poder. En EEUU el presidente es octogenario, en Brasil el presidente lo será cuando oficie en Amazonia de anfitrión de la COP 30. Uno y otro buscarán renovar sus actuales mandatos: un segundo período presidencial para el demócrata, un cuarto para el petista. En México, la popularidad del presidente Andrés Manuel López Obrador es tan elevada como estable.

En las restantes naciones de América, las últimas elecciones presidenciales, además de confirmar la mecánica victoria de las oposiciones, marcaron un recambio generacional en las dirigencias. Y una promoción de la juventud. Chile y Ecuador tienen en Gabriel Boric y Daniel Noboa a los presidentes más jóvenes de la entera historia nacional. Muy joven es también todavía el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, también el más popular de la historia en su país, y de la más alta popularidad hemisférica. En EEUU la impopularidad de Biden es un récord histórico, pero no produce alarmas, al no generar sorpresa.

En la Federación Rusa, Putin ha gobernado todo el siglo XXI y todo invita a creer que será reelegido al frente del Kremlin hasta 2030. En la India y la China, esas otras dos letras del BRICS, sus líderes, avanzados septuagenarios, no ven un futuro que prescinda de su superior idoneidad para ejercer el poder Ejecutivo. 

La Habana, ciudad santa de dos religiones

Tratamiento cordial de un acreedor de declamados ideales comunes, una cordialidad comprensiva espera el deudor gobierno cubano del brasileño. Así va a decírselo a Lula, de visita en La Habana en viaje a Nueva York para la apertura anual de la Asamblea General de la ONU, a la que están invitados los jefes de Estado y Gobierno de los países miembros. Cuba no tiene divisas para pagar, espera una mora consentida, flexible, de Brasil. La deuda, de 538 millones de dólares, corresponde en su mayoría a la financiación del proyecto del puerto de Mariel, 40 km al este de La Habana. Los recursos provinieron del BNDES (Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social), una de las instituciones predilectas del PT (Partido de los Trabajadores) durante las administraciones anteriores de Dilma Rousseff y sobre todo del mismo Lula para la promoción de sus programas de promoción social. 

Lula critica en público en La Habana al gobierno de Washington por el embargo cubano, al que el presidente petista responsabilizará de que Brasil no pueda cobrar su deuda cubana. China es el mayor importador de petróleo de Venezuela. Pero Pekín es también el mayor acreedor de la República Bolivariana, a la que desde 2007 ha prestado un total de 60 mil millones de dólares. Del parteneriato estratégico Maduro espera recibir el bálsamo de una amistad sin severidades, una comprensión más profunda de la crisis económica y social venezolana. En los últimos diez años el PBI venezolano perdió el 80% de su volumen, a causa de las sanciones internacionales orquestadas por EEUU y de las consecuentes dificultades del gobierno chavista para la gestión.

Entre Niemayer y Bernini

El Cura y el Obrero, el Pontífice y el Político, la Iglesia y el Sindicalismo, el Papa y el Presidente: hay equipo. La cumbre bilateral y a solas de Jorge Mario Bergoglio y Luiz Inácio 'Lula' da Silva fue el miércoles 21 de junio en Ciudad del Vaticano. Eran los dos mejores enemigos de la guerra de Ucrania. Y ahora son los mejores amigos de la paz en la Franja de Gaza.

En 2016, después de más de 900 años sin hablarse, la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa Rusa decidieron reanudar los contactos. Para el primer reencuentro cara a cara, la ciudad elegida por el pontífice romano Francisco y por el patriarca moscovita Cirilo fue la capital cubana de La Habana.

En 2018, cuando Luiz Inácio 'Lula' da Silva fue encarcelado y su candidatura presidencial proscrita para favorecer en octubre el triunfo de Jair Bolsonaro, el Papa envió un nuncio a la penitenciaría de la ciudad de Curitiba (en el próspero y sureño estado agroindustrial de Paraná), quien le dió en mano una carta personal y manuscrita donde Bergoglio le expresaba su solidaridad a quien hoy es por tercera vez presidente de Brasil. Antes de que saliera a la luz el orgulloso desprecio moralista de Sérgio Moro por toda ley o justicia sagrada o profana, antes de que se anularan la causas judiciales abiertas por el juez federal, cuando todavía esperaban a Lula muchos años y años a la sombra, sentenciado por el cruzado del Lava Jato, el Papa daba esperanzas al político petista retornado al poder: “Quiero expresarte -se lee en la epístola papal- toda la cercanía espiritual que siento contigo, y quiero pedirte que no abandones al desaliento, porque confío en Dios”. 

Cuba y otras noches

En Vermelho, una página de la izquierda brasileña, podemos leer que los presidentes de Cuba y de Brasil tienen sólidos motivos aun para alardear, si fueran jactanciosos, de un vínculo de confianza invisible e invencible, que une al dirigente comunista heredero de la Revolución y al líder del Partido de los Trabajadores (PT) con el sucesor apostólico de San Pedro. El diario Folha de S. Paulo lo expresa con menor veladura: “La visita a Roma de Lula es una movida ganadora más del ajedrez que juega el papa Francisco para ganar la paz en Ucrania”. Según el análisis de Michele Oliveira, la 'asociación lícita' del Vaticano con Brasilia y La Habana estaría por detrás de los contactos de los presidentes Lula y Miguel Díaz-Canel con su par ruso Putin para calificar a Bergoglio como voz e interlocutor del plan de mediación que busca acordar cuanto antes una solución diplomática al conflicto bélico ucraniano. 

En abril, Lula y Díaz-Canel recibieron en las capitales brasileña y cubana al canciller ruso, ministro de Relaciones Exteriores y autoridad suprema encargada en el Gabinete de Putin de conducir la diplomacia del Kremlin. Cinco días después de concluida, para satisfacción del argentino y del brasileño, la estadía de Serguei Lavrov en Brasilia, se llamaron y siguieron conversando por teléfono Lula y Francisco. Ya le habían puesto fecha a la cumbre bilateral privada que el miércoles 21 de junio mantuvieron en la auletta Paulo VI del Vaticano. 

Entre Volodimir y Vladimir

Con anteojeras para no distraerse, ni el Papa ni el Presidente brasileño le hicieron caso a Volodímir Zelenski. Porque entretanto, el presidente ucraniano había volado desde la capital Kiev para aterrizar en Roma y ser recibido después en el Estado Vaticano. Al Jefe de una religión que no es la suya, le dijo: “Con todo el respeto del mundo por Su Santidad, no necesitamos ninguna mediación, lo único que queremos es una paz justa”. 

Cuando en el vuelo nocturno rumbo a Washington después de la asunción presidencial en Buenos Aires el 10 de diciembre su avión aterrizó en Brasilia para cargar combustible, el presidente ucraniano le pidió una audiencia a Lula. No hubo tal audiencia.

Es cierto que Lula sería el mejor mediador, aceptado por todas las partes. Pero esa entrevista con Zelenski, pedida así de improviso, así aceptada de inmediato, en las sombras de la noche, jugada al azar, habría resultado muy poco propicia para las tratativas que querían encomendarle ante Moscú. A los ojos de Putin, Lula luciría ahora un tanto borroso, si hubiera aceptado ese encuentro forzado, entre una visita de Estado del Zelenski a Milei y una visita a Joe Biden. Dos presidentes que llaman ‘tirano’ a su par ruso, que estas semanas está en campaña para las elecciones en las que disputará y ganará un nuevo mandato.

Para un peronista no hay nada mejor que otro petista

Tanto 'Francisco' como 'Lula' son dos alias. El Papa peronista y el Presidente petista comparten dos convicciones que ni son, ni tienen por qué ser, las de toda la Iglesia Católica o de todo el Partido de los Trabajadores (PT). En este Mundial no hay clásicos ni rivalidad clásica sudamericana. Porque el argentino y el brasileño patean los dos contra el mismo arco. La Habana y Brasilia están mediando ante Moscú para abrir un diálogo directo entre Bergoglio, el ex provincial jesuita de la Argentina hoy en la Santa Sede y Vladimir Putin, el ex agente de la soviética KGB, ex supervisor en la Alemania comunista y hoy en el Kremlin. Una mediación papal podría acercar la fecha de un alto el fuego en suelo de la ex república socialista soviética de Ucrania (independiente desde 1992). Esto distanciaría la quimera de la victoria occidental sobre Rusia. Como un alto el fuego en Gaza significaría hoy distanciar el extermino total de Hamas al que apiran Tel Aviv y Washington.

La primera vehemencia en común es doméstica. Es un énfasis nacionalista. No siempre persuaden, pero el primer papa latinoamericano, hijo de empobrecido inmigrante piamontés a la Argentina, y el primer presidente obrero brasileño, él mismo miserable migrante interno nordestino llegado a San Pablo desde Pernambuco, están persuadidos de que una sociedad más pobre pero más igualitaria siempre es preferible, y es moralmente superior, a una sociedad más rica pero más desigual.

La otra convicción es internacionalista. Fue esta la que hegemonizó el encuentro de junio del brasileño y del argentino. En el límite, esta preferencia les resulta, incluso, temperamental. Una guía realista que es también orientación moral cada vez que se deba elegir una de dos opciones que solicitan simultáneas nuestra decisión y respuesta. En su “Canción del estornudo” (1963), María Elena Walsh ofreció un expresión elocuente, válida como máxima de la esta acción de elegir entre alternativas que no difieren en grado sino que se distinguen por su índole: “Es mejor la paz resfriada que la guerra con salud”. Así en Ucrania como en Gaza. Y desde luego, en el conflicto de la República venezolana con Guyana por el Eldorado petrolero de la reclamada región de Esequibo, esas Malvinas venezolanas. 

AGB

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