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QUÉ ESCUCHAR

Sobre el abismo

John Coltrane y Eric Dolphy, 1961
15 de julio de 2023 00:37 h

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El primer registro juntos no sabe exactamente de cuándo es. Si se trata de un ensayo de lo que fue Africa / Brass, es posible que esa grabación, en la que aparecen John Coltrane y Eric Dolphy, sea de mayo de 1961. Algunos estudiosos aventuran que podría, en cambio, tratarse de un demo y que, es ese caso, la datación podría corresponder a casi un año antes. Lo cierto es que ese disco inaugura una de las relaciones más explosivas –y breves– del jazz. Una relación que se prolongó en Ole, grabado casi al mismo tiempo pero para el sello Atlantic, en un segundo volumen de Africa / Brass grabado en junio, en una serie de actuaciones en el Village Vanguard  –incluyendo las que conformaron el disco Impressions–, una gira por París, Copenhagen, Helsinki, Estocolmo, Frankfurt y Baden Baden.

Eso parecía ser todo. Coltrane, el saxofonista que un año antes, como parte del quinteto de Miles Davis, se había asomado al abismo, en sus actuaciones en París y Estocolmo, sin intentar ocultar el vacío, y el flautista, clarinetista y saxofonista que venía de tocar en los grupos de Chico Hamilton y Charles Mingus, pero, sobre todo, el que en diciembre de 1960 había participado, junto con Ornette Coleman, de un disco llamado Free Jazz, un experimento que le dio su nombre a toda una manera de pensar el jazz, sintonizaron de manera similar a los sesenta, la década que recién comenzaba.

El 21 de marzo de 1960, en París, Coltrane había buscado una nota imposible. Había expuesto, en rigor, que era más importante esa búsqueda que el resultado, toda una declaración de principios para el arte. Incidentalmente, el día siguiente, esa nota estaba. Y, no obstante, la tensión, la sensación de riesgo, la idea de que el jazz se trataba de atravesar un terreno nuevo y siempre inseguro, estaba allí para el que quisiera oírla. En los conciertos parisino hubo abucheos y silbidos. Y, también, ovaciones. En Free Jazz el peligro estaba diseñado ya en las condiciones de partida, dos cuartetos, el de Dolphy (con Freddie Hubbard, Scott La Faro y Billy Higgins) y el de Coleman (con Don Cherry, Charlie Haden y Ed Blackwell), sonando al mismo tiempo a partir de un único acuerdo previo: que no hubiera ningún acuerdo.

Pero, como acaba de volver a demostrar Indiana Jones, un hallazgo en el futuro puede cambiar incluso el pasado. En la Biblioteca Nacional de Nueva York apareció una grabación desconocida. Aparentemente una prueba del nuevo equipo de sonido adquirido en el Village Gate, un club de jazz que estuvo activo entre 1958 y 1994 y en el que actuaron desde Dizzy Gillespie, Bill Evans y Nina Simone hasta Jimi Hemdrix. “Vámonos pa'l Village Gate/ Que allí es donde usted va y ve”, cantaban Richie Ray & Bobby Cruz. Y allí es donde tenía su base de operaciones, en 1961, el grupo de Coltrane con McCoy Tyner en piano, Reggie Workman en contrabajo y Evlin Jones en batería, con el agregado de Dolphy en clarinete bajo, flauta y ocasionalmente saxo. El solo de flauta en “My Favorite Things”, la fuerza volcánica de “Impressions” –y no solo de los extraordinarios Trane y Dolphy sino la propulsión de Elvin Jones, el sostén de Workman, el notable solo de Tyner–, la reinvención musical de África en “Africa”, antes “Greensleeves” (lo de Tyner allí es sencillamente descomunal) constituyen una de las más importantes grabaciones en vivo tanto de Coltrane y de un grupo en las puertas del cielo (con el único cambio de Jimmy Garrison por Workman se convertiría en uno de los hitos de la historia del jazz) como de Dolphy.

“¿Qué están tratando de hacer?”, había preguntado Don DeMichael, el editor jefe de la revista especializada en jazz Down Beat, en una entrevista publicada en abril de 1962. Coltrane y Dolphy se miraron e hicieron un largo silencio. Finalmente fue el segundo quien habló: “Es una buena pregunta”, fue su respuesta. DeMichael citaba otro artículo de la misma revista, del 23 de noviembre de 1961, donde el crítico John Tyman había escrito: “Escuché una buena sección rítmica desperdiciada detrás de los ejercicios nihilistas de los dos vientos... Coltrane y Dolphy parecen decididos a destruir deliberadamente el swing... Están empeñados en seguir un rumbo anarquista en su música que no puede sino calificarse de anti -jazz”.  Leonard Feather, otro crítico –y autor de una encomiable enciclopedia del género– se sumó en ese entonces a las críticas –que luego abandonó– y utilizó esa fórmula, la del “anti-jazz” para referirse a esas improvisaciones libres, frecuentemente polirrítmicas y politonales, en las que los armónicos de los saxos asemejaban gritos y se acercaban a lo que Hendrix haría con la guitarra eléctrica unos seis o siete años después.

Hubo cartas de lectores furiosos con quienes escribían en contra y otras que se plegaban a la ola “anti-anti-jazz”. Y Coltrane y Dolphy aceptaron contestar a las críticas. Una de ellas, la más frecuente, hablaba de la extensión de los solos, eso que Tyman había llamado “ejercicios nihilistas”. Los solos eran largos, explicaba Coltrane, “porque todos los solistas intentan explorar todas las vías que ofrece la melodía. Intentan usar todos sus recursos allí. Todo el mundo tiene bastante en lo que trabajar. Como cuando estoy tocando, hay ciertas cosas que trato de hacer y también lo hacen Eric y McCoy Tyner. Para cuando terminamos, la canción se extiende por un tiempo bastante largo. No está planeado de esa manera; solo pasa. Las interpretaciones se hacen cada vez más largas. Es una especie de crecimiento”.

Mucho después, en una visita a Buenos Aires, Tyner me contaba que tocar con Trane –así lo llamaba, como muchos– era, para cada uno de los integrantes del grupo “tener una extrema consciencia de cada tramo de lo que sucedía. Era un viaje del que solo sabíamos, y sólo queríamos saber, el punto de partida. No es que no tuviéramos un camino pero se revelaba en el camino mismo. Uno podía detenerse en un lugar, o tomar un desvío y ver adónde iba, y después volver al rumbo inicial o no. Lo que sucedía en el camino nos iba transformando e iba transformando la música, por supuesto”. En ese sentido, una grabación de Coltrane y Dolphy desconocida hasta ahora no es simplemente una rareza, o una nueva marca para los coleccionistas. Es un nuevo viaje de músicos inspiradísimos sonde cada uno transmuta y es transmutado por los otros y transfigura a la vez el resultado final convirtiéndolo en un hecho único. En todo caso, bienvenidos al “Trane”.

DF

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