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El andar liviano de una coalición que se exime de rendir cuentas y explicar el futuro: ¿Qué puede salir mal?

De izquierda a derecha, Patricia Bullrich, Diego Santilli, Horacio Rodríguez Larreta, Federico Angelini, Mauricio Macri, Fernando de Andreis, Cristian Ritondo y Marían Eugenia Vidal, participantes de una cumbre del PRO en la casa de Jorge Triaca en San Isidro, el 28 de abril de 2023

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Habían pasado un año de la salida de Cambiemos del Gobierno y nueve meses desde el comienzo de la pandemia cuando tuiteros orgánicos comenzaron a hacer circular la gracia “Ah, pero Macri...”. Fue la forma en que el macrismo se dio por eximido de brindar explicaciones sobre el legado con el que terminó su primera experiencia en la Casa Rosada. Ya los meses previos, cuando arreciaba el coronavirus en un país hiperendeudado y empobrecido, las espadas más aguerridas de la alianza de derecha habían recentrado el debate en lo importante: combatir a la infectadura y oponerse a medidas “populistas” como el impuesto extraordinario a las grandes fortunas.

En Argentina, como en todo el mundo, hay medios embarcados en proyectos políticos. Aquí se da la particularidad de que esa carga militante vinculada al macrismo es asumida por los dos principales grupos de comunicación; uno de ellos, Clarín, con presencia dominante. El kirchnerismo opone lo suyo, con menor poder de fuego. Entonces, la ocurrencia del “Ah, pero Macri´...” escaló. Editoriales, columnas, tuits, títulos, zócalos y entrevistas hicieron propia esa forma de desmerecer alusiones a la presidencia 2015-2019. Martín Tetaz, en plena transición desde el periodismo y la consultoría a la política partidaria, transformó la frase en remera durante un debate en TN. “Qué genio. Fuerte y al medio”, celebró la irrupción María Eugenia Vidal, en su año moderado.

Tiempo propio

El macrismo se da a sí mismo un calendario singular. No responde al orden gregoriano que rige en gran parte del mundo hace cuatro siglos, ni a ciclos lunares, ni a fechas institucionales, ni a cronogramas electorales, ni al horóscopo chino. El calendario obedece al libre albedrío de sus líderes. Así fue como Macri se permitió establecer en septiembre de 2016, con diez meses en la Casa Rosada, que aceptaba que juzgaran su legado recién a partir de entonces. Por mero acto declamativo, se desentendió de los efectos de la primera devaluación y el desfinanciamiento del Estado vía baja de retenciones instrumentados por su Gobierno, con el consecuente aumento de la pobreza y la inflación.

Si ese comienzo tardío del Gobierno de Macri ya resultaba curioso, Cambiemos no se inhibió para rebanarse unos meses al final. La alianza de derecha ofrece dos versiones. O bien el verdadero ciclo de Cambiemos terminó en abril de 2018, después de “las 14 toneladas de piedras” —otro lema de propaganda que el mainstream mediático hizo zócalo—, cuando el país se encontró con que la montaña de deuda acumulada los dos años previos se transformaba en carga muerta, o a las 9 de la noche del 11 de agosto de 2019, al conocerse la derrota en las PASO ante el Frente de Todos, capricho de las urnas que —en el relato del macrismo— frustró la recuperación genuina de la economía. En un caso o en otro —abril de 2018 o agosto de 2019—, el verdadero responsable de que la nave económica se desconectara de la cabina de control fue el temor de los inversores al populismo kirchnerista, explican.

Punto y aparte

Gobierno corto, sin rendición de cuentas. Otro tema.

Ese andar liviano por la vida política tiene dos pilares fundamentales. El primero, el citado de los medios dominantes. No cualquier proyecto político goza de una paleta de entusiastas de derecha light a ultraderecha insultante dispuesta a sostener la gesta cada mañana, tarde y noche por televisión y radio. Sin problemas en ese frente, Comodoro Py se encarga del resto. Cualquier cabo suelto (y quedaron varios) de cuentas en el exterior, espías ilegales y contratos concedidos a empresas asociadas, los jueces y fiscales federales asentados en Retiro se encargan de absorberlo, plancharlo y cajonearlo.

Juntos por el Cambio (JxC) ve el regreso a la Casa Rosada al alcance de la mano. La explicación autoindulgente sobre el Primer Tiempo debería encender luces de alerta, no sólo porque se trata de un ciclo con consecuencias directas en el presente, sino por lo que anticipa.

Una de las pocas críticas esbozadas por los responsables del macrismo es que el ajuste de Cambiemos se quedó corto, debió ir a fondo de entrada, nada de gradualismo. JxC, con el peso de la experiencia y ante un pueblo que recapacitó sobre el pecado del populismo, llegó para reparar ese error. Viene la era del “cueste lo que costare”, “las 100 horas” a cara o ceca, “cárcel o bala”, “Ejército en las calles”, “política de shock”, cirugía mayor sin anestesia.

Esta semana, un exfuncionario del FMI tomó la posta de la defensa del mayor préstamo de la historia del organismo y apuntó toda la responsabilidad en el Gobierno de Alberto Fernández. Nacido en Argentina, ciudadano de México, donde vivió desde pequeño, ex subsecretario de Hacienda de Felipe Calderón —presidente recordado por sus compatriotas— y gestor del crédito por US$ 44.500 millones, Alejandro Werner argumentó con una enjundia tal que parecía integrante de de la mesa chica de JxC. Le dijo a María 0’Donnell que el préstamo fue utilizado para pagar deudas y “obras de infraestructura” (sic), y lo pasado, pisado. Como Fernández renegoció el programa hace un año, debe asumir la totalidad del peso de “tener que andar mendigando dólares por el mundo”. Fuerte y al medio, diría Vidal.

Juntos por el Cambio (JxC) llegó para reparar el error del gradualismo. Viene la era del “cueste lo que costare”, “las 100 horas” a cara o seca, “cárcel o bala”, “Ejército en las calles”, “política de shock”, cirugía mayor sin anestesia.

Los precandidatos presidenciales de JxC se resisten a aportar precisiones sobre las medidas por venir. Sugieren que habrá devaluación, pero no aceptan preguntas sobre porcentajes, tiempos ni consecuencias. No terminan de aclarar si creen, como en 2016, que una depreciación de 40% no tendrá efectos inflacionarios, “porque los precios ya están al blue”. E insisten: hay que bajar impuestos a los ricos y retenciones al agronegocio, no hay peso depreciado ni buenas cotizaciones internacionales de los cultivos que resistan ese dogma. Acusan: “Se robaron un PBI”, “se fumaron US$ 35.000 millones de exportaciones por el precio de la soja”, “dilapidaron reservas”, “multiplicaron la deuda”. No hubo pandemia, ni guerra de Ucrania, ni sequía, ni negociación con la soga al cuello para postergar vencimientos con el FMI por US$ 19.000 millones en 2022 y US$ 20.000 milllones en 2023; sólo latrocinio e impericia peronistas.

“De Macri se pueden decir muchas cosas, pero boludo no es”. La frase dicha a elDiarioAR por una persona de diálogo habitual con Horacio Rodríguez Larreta sostiene la intuición de que el expresidente terminará acordando con el jefe de Gobierno, pese a los ruidos en torno a la candidatura en la Ciudad y el armado de listas. Esa convivencia soportó acechanzas en el pasado y demostró ser de beneficio mutuo. Macri necesita certezas para el Segundo Tiempo; Larreta debe contar con el liderazgo del exmandatario para frenar la ira de Javier Milei y los suyos. La voz repasa los riesgos que significaría para Macri quedar atado a la aventura belicista de Bullrich y cita ese video reciente que se viralizó, con los whatsapps del PRO a la cabeza, en el que la precandidata presidencial, en su quinta década de militancia política, se mete en un berenjenal y confunde recesión con deflación.

La matriz de Larreta

La administración de la devaluación tras un año de deterioro de los ingresos y el PBI como promete ser 2023, y de los dólares que aportarán Vaca Muerta y el agronegocio desde el año que viene pondrán al próximo Gobierno ante decisiones cruciales. Errores primitivos para desequilibrar la balanza a favor de los sectores privilegiados como en 2016 pueden costar caro. A falta de certezas, cabe evaluar a Rodríguez Larreta a la luz de lo actuado en la Ciudad para comprender la matriz de gestión del Estado del principal candidato presidencial de JxC.

Las prioridades del jefe de Gobierno sobre el espacio público, los servicios, salud, educación, vivienda, el peso de la narrativa y la brutalidad policial están a la vista. Criticables desde ya, está demostrado que sintonizan con la mitad de los porteños. El siguiente renglón sobre la administración de los recursos y la forma de relacionarse con los actores económicos resulta menos visible para el gran público.

Uno de los mayores contratos bajo la órbita del Ejecutivo porteño es el subte, en manos del Grupo Roggio desde 1994. Desde 2013, primero Macri y luego Larreta extendieron la concesión de facto, sin llamado a licitación, hasta que en 2020 el Gobierno de CABA adjudicó la operación en una compulsa con un único oferente: Roggio. Que su principal accionista, Aldo Roggio, admitiera haber pagado coimas a Ricardo Jaime durante años, cuando el subte estaba bajo la jurisdicción de Nación, no fue impedimento para dar continuidad a esa política de Estado que fue del menemismo al macrismo, pasando por el kirchnerismo. Tampoco lo fue la pésima calidad del servicio.

Trazos por el estilo se constatan en la principal obra de infraestructura de los ocho años de Larreta, el Paseo del Bajo, obra cuyo tramo más lucrativo quedó, como si hubiera mediado el prestidigitador Tusam, en manos de Ángelo Calcaterra, primo del expresidente. La denuncia parecía seria, pero Claudio Bonadio y los camaristas trasladados a dedo por Macri cerraron la causa. Qué decir de la concesión de los comedores escolares, desde hace décadas en las mismas manos.

O de Marcelo Violante, dueño de uno de los negocios de las grúas por el que pagaba un canon ridículo de $55.000 mensuales y autor de mensajes de Telegram muy cordialmente recibidos por el exministro de Justicia y Seguridad Marcelo D’Alessandro para que le arreglara licitaciones. Son mensajes filtrados que ninguno de los intervinientes se animó a desmentir con precisión. Violante le pidió disculpas al funcionario porque no pudo “juntar todo, ahora tengo 60 verdes”, “Y te traje los 50 de Claudio q hace rato no te mandaba”. “Son dos sobres abiertos de 30 verdes cada uno, y las 50 lucas están descubiertas. Se las doy así?”

“Dáselo”, escribió D’Alessandro.

La historia terminó con el ministro afuera del Gobierno de la Ciudad para —según dijo— dedicarse a descubrir quién le hackeó el celular. La prensa aliada puso el foco en el hacker de su huesped en Lago Escondido y se olvidó de los sobres abiertos. Comodoro Py y los jueces de CABA harán lo propio.

Larreta ya avisó sobre el destino de su fiel funcionario. “No tengo más que palabras de agradecimiento para todo el trabajo de Marcelo y su equipo en estos años. De acá en adelante, va a ser parte fundamental de los equipos técnicos que están diseñando el plan nacional de seguridad”.

¿Qué puede salir mal?

SL

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