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Hace un año que hablamos de Coronavirus, pero no siempre hablamos igual

Covid-19.

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Es probable que la percepción del tiempo esté alterada después de un 2020 inédito, pero aunque a algunos pueda sorprenderles, ya se va a cumplir un año de aquella declaración de Ginés González García en la que establecía un ranking de inquietudes sanitarias diciendo que le preocupaba más el dengue que el coronavirus. En ese momento, eran varios los funcionarios, comunicadores y usuarios del tetris conversacional en las redes sociales que interpretaban el binomio dengue-coronavirus en clave sustitución de importaciones: el dengue era lo local, el coronavirus lo extranjero. El antagonismo entre ambas enfermedades brindó una temprana y efímera politización de la agenda del coronavirus en ese sentido: compre local, hable de dengue. 

Sin embargo, hacia el 12 de marzo, cuando se firmó el primer decreto de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio, los discursos se alinearon incluso con algo de sobreactuación. El 18 de marzo todas las tapas de los diarios imprimieron las mismas letras: “Al virus lo frenamos entre todos”. El 5 de abril, todos los canales de televisión continuaron con el gesto mancomunado, con una teletón transmitida en simultáneo por el 13, el 11, Canal 9, Net, América TV y TV Pública que buscaba tanto juntar fondos para la Cruz Roja como mostrar que, a diferencia de la polarización mediática que había caracterizado las épocas anteriores de la opinión pública, y a diferencia especialmente del gobierno peronista inmediatamente anterior que mantenía una enemistad expresa con determinados grupos mediáticos, lo que bajaba del flamante gobierno de Alberto Fernández era, también en esto, la unidad. Por eso fue la Secretaría de Medios y Comunicación Pública de la Nación la que empujó la iniciativa de las tapas replicadas; por eso fue Fabiola Yañez, primera dama, la cara que se asoció al teletón.

Ese voluntarismo político de instalar a la pandemia como la redención que nos llevaría a un escenario de pospolarización, sumado a la penetración del virus en el Hemisferio Norte y a su habitual influencia en el derrame hacia las agendas locales y a la expectativa lógica ante la inminencia del Covid en Argentina, instaló una paradoja en el frente mediático: pocos casos de coronavirus en Argentina, mucha cobertura en los medios. Si en un principio hubo quienes advertían una nueva versión de imperialismo temático, el abrazo al deme dos de la pandemia como noticia fue unánime. Se entienden los motivos: el tema -que excede cantidad de infectados- copaba la conversación planetaria, el Estado tenía que reorganizar la vida cotidiana de las personas y la suya propia y diseñar decretos impensados. Pero incluso después del primer acomodamiento a la nueva realidad, no fue fácil escaparle, en lo que quedaba del año, a esta dinámica que alejaba la curva de los casos y las muertes de la curva de la cobertura mediática, que más que una curva es un tobogán con algunos picos inconstantes que empieza a repuntar en el último diciembre, con la danza de las vacunas. Eso muestra el estudio detallado que hizo el Observatorio de Cuyo, dirigido por el investigador Esteban Zunino. Todos los días, él y su equipo catalogaban de qué hablaban Clarín, La Nación, Infobae y Página/12 en sus webs, un relevamiento que empezó en marzo y terminó en diciembre y que arroja este dibujo para el tema Covid-19:

Para Zunino, investigador del Conicet que estudia la agenda de los medios por medio del análisis cuantitativo -o sea, del recuento de la cantidad de notas publicadas sobre determinados temas-, “se ve un primer momento de sobreinformación, caracterizado por la discusión netamente epidemiológica, con cierto acuerdo ecuménico de las fuerzas políticas”. Ese primer momento incluía también información técnica cotidiana sobre ATP, IFE, y otros elementos de la actividad económica y previsional. “Eso se corta en el tercer mes de la pandemia, porque empieza a resurgir fuertemente la polarización política. Primero por temas asociados a la pandemia -como las excarcelaciones de presos- y luego por temas extra pandemia, de las que el primer gran hito fue Vicentín”, continúa. “Y llegamos a un tercer momento de invisibilización de la pandemia, alrededor de septiembre y octubre, con un cambio de agenda pública”. Esta ausencia de cobertura en el pico de casos y muertes es uno de los datos más sugerentes del año mediático pandémico. Coincide, por un lado, con el mismo relajamiento de la cuarentena y con la acumulación de excepciones al ASPO. Por otro, es un dato llamativo, especialmente retomando el primerísimo momento de cierta lectura nacionalista de la enfermedad que venía de Wuhan y colapsaba hospitales en Europa: por variadas causas, entre las que se incluye el desinterés y hastío de las audiencias, la aparición de otros temas -deportes, espectáculos, política, economía-, pero también la recuperación de la polarización como organizador temático, según este monitoreo los medios masivos nacionales hablaron menos de la pandemia cuando más impactaba en el país. 

En distintos países del mundo la pandemia se cruzó con la coyuntura local en una conversación pública electrificada que logró, incluso, convertir al barbijo en una insignia ideológica. Estudios de agenda durante el Covid en la prensa española señalan una tensión en un encuadre sanitarista ligado al cuidado y las medidas de protección y otro vinculado a la debacle económica y sus posibles atenuantes. En cuanto a las redes sociales, en una investigación reciente, Natalia Aruguete y Ernesto Calvo experimentan con pares de tuits -que van variando- para indagar cómo se transmiten los mensajes sobre el Covid-19. Con el experimento, los investigadores muestran varias cosas, por ejemplo, que las preferencias políticas inciden en la percepción de riesgo sanitario y riesgo laboral (pro-gobierno, más percepción de riesgo sanitario y menos de riesgo laboral) y que los encuestados prefieren propagar mensajes que “cierren la grieta” en lugar de mensajes polarizantes.

En Estados Unidos, una encuesta de Pew Research también relacionó identificación partidaria y medio consumido al tiempo que cada uno le dedica a hablar sobre la pandemia en su vida cotidiana. Si sos demócrata o simpatizante demócrata, es 11% más probable que hables de la pandemia todo o casi todo el tiempo.

Los mensajes de los medios se cruzan con las identidades políticas y con el cumplimiento de determinadas recomendaciones, aunque al menos por lo visto en 2020 no responden de un modo directo al aumento de contagios y muertes que vinieron con la enfermedad. “Mediáticamente hace tiempo que estamos instalados en un escenario pospandemia”, concluye Zunino mirando sus números, y con una pregunta abierta sobre lo que deparará este segundo año de Coronavirus y de agendas.  

NS

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