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Opinión - Panorama de las Américas

Evo Morales aburre

Alfredo Grieco y Bavio Panorama de las Américas rojo

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Es sabido que la bienaventuranza china 'ojalá vivas tiempos interesantes' traviste una maldición. Es sabida la modestia ensayada con que el doctor cordobés Fernando de la Rúa miraba la Casa Rosada y salmodiaba su “Dicen que soy aburrido”. Son sabidos los tiempos interesantes que fermentaron en Argentina una vez que el candidato impostor de aburrimientos llegó a la Presidencia. No es sabido, pero Evo Morales aburre. En una muy bien lograda entrevista en la Televisión Pública argentina del 12 de julio, el ex presidente de Bolivia aburrió. No es sabido, pero esa razonable aproximación a la política como extenuante arte de lo posible sin adorno que el jefe de Gobierno porteño empeñaba en 1999 como prenda del superior mérito de su candidatura aliancista es disposición temperamental genuina en el terco pastor aymara de Oruro y organizado sindicalista cocalero de Cochabamba que hizo suyo el futuro cuando llegó al Palacio Quemado de La Paz a pura prepotencia de trabajo.

El Movimiento al Socialismo (MAS) es el instrumento político de un movimiento social y desde 2005 ganó en primera vuelta todas las elecciones presidenciales a las que se presentó . Ahora gobierna Bolivia un presidente masista, Luis Arce Catacora, un aburrido economista, que desde 1988 hizo carrera en el Banco Central boliviano, un edificio alto, de sobria arquitectura brutalista, que ensombrece el centro de la ciudad sede de gobierno, y vigila desde atrás la Plaza Murillo, a la que miran desde dos de sus lados la neoclásica Catedral católica, el presidencial Palacio Quemado (sobre la prosaica calle Comercio), y la Asamblea legislativa. En 2006, Arce ingresó al gabinete de Morales, y ahí se quedó. Como ministro de la cartera de Hacienda. Denominación más aburrida, más rústica, más pedestre, y aun más mezquina, porque evoca bestias y haciendas, ábacos y cuentaganados, que la voz 'Economía'. griega, científica, higiénica, inodora.

Quienes dicen que la fórmula del binomio presidencial para las elecciones de octubre de 2020 fue un calculado compromiso pergeñado por Morales desde su refugio argentino con el fin de seducir, eufemismo por engañar, a sectores urbanos blancos y desafectos, los que impulsaron y celebraron la renuncia del presidente y del vice Álvaro García Linera en 2019, se han deslizado a un error categorial. Porque Lucho es el MAS sin trampantojo. Quienes lo eligieron, votaron por el recuerdo desengañado, sin ilusoria deformación retroespectiva, de la buena gestión masista que el ex ministro de Hacienda representa desde las entrañas, o la sala de máquinas de década y media de administración. Que la nostalgia del orden y la bonanza fuera un íntimo resorte más determinante para la decisión que la intransigente certidumbre de que por fuera de la democracia no existe salvación para las almas, puede ser decepcionante, sonar despectivo, condescendiente, más todavía, injurioso. Pero es una falsificación también insultante elogiar al electorado boliviano de octubre de 2020 felicitándolo por votar a los golpeados y dar su merecido a los rivales que eran unos golpistas. Quienes votaron al MAS lo hacían para cancelar la muy interesante serie de catástrofes mortíferas sin reposo de los casi 365 días, vividos uno por uno como renovada peripecia de thriller noir, desde que una senadora beniana juró que la línea sucesoria del poder vacante conducía hasta ella, su hija natural. Amazónica, tropical, Jeanine Áñez blandíó su Biblia y ciñó la banda presidencial el 12 de noviembre de 2019, dos días después de consumada la muy poco espontánea renuncia del Ejecutivo elegido el 12 de octubre de 2014 con el 63,36 % de los votos.

Cuando la oposición denunciaba el culto de la personalidad sin vergüenza en las omnipresentes gigantografías que promocionaban en colores e ilustraban con fotografías del presidente rodeado de agradecida grey beneficiada los logros del plan 'Evo cumple', rehusaban legitimidad al sujeto, porque era más difícil refutar la verdad del predicado. La oposición vota en repudio de Evo, con la esperanza de sustituir ese sujeto nominal por el propio nombre propio, o reemplazar a la persona por una noble abstracción al estilo de 'comunidad ciudadana'. Al electorado masista sólo importa que Evo sí 'cumpla' pues. Mejor que decir es hacer, y mejor que prometer es realizar.

Las imágenes de los días feriados plurinacionales, de los 1° de mayo laicos celebrados con nacionalizaciones espectaculares, los religiosos solsticios de 21 de junio consagrados en la Isla del Sol del Lago Titicaca con pompa y circunstancia, las grandes tiradas anti-imperialistas resonantes en esas ocasiones congratulatorias, también pueden aburrir. Son rituales, liturgias. El MAS conoce la fiesta, y mucho menos la mística. La gestión rutinaria no es un resto desgastado por el uso de una mística carismática atribuida a un origen cada vez más antiguo y mitológico. La exaltación viene después, no antes. Y la exaltación es al aire libre y ante las masas, no en un estudio cerrado, ante las cámaras de televisión y en diálogo con el periodismo. En la entrevista de esta semana, Morales dejó ver las razonables entrelíneas de su actualidad política, sus razionables planes para el futuro, en los niveles local, (pluri)nacional, regional, y aun en la especial relación binacional “con el vecino que estará siempre”. La Argentina, donde “me salvaron la vida”, golpeado y desposeído en noviembre de 2019. Agradecido, aludiendo al apoyo del entonces presidente electo Alberto Fernández.

Antes de la entrevista, Morales se había encontrado con Fernández  en el marco del Día de la Confraternidad Argentino Boliviana, fecha en la que ambas naciones conmemoran el natalicio de la generala Juana Azurduy. También participó de actividades en la Universidad de Rosario, en la sede del PJ y en el Instituto Patria. Conversó sobre  los muy próximos 100 años del Mundial de Fútbol, sobre la crasa conveniencia empírica de estrechar vínculos de intercambio con ChinaIndia e Indonesia, países asiáticos cuya demografía suma “el 40% de la población mundial”. Un tema central es el litio, que debe estar bajo control  de los estados. “Bolivia, México y Argentina se convertirían en potencia”.

Los grandes recursos obtenidos a partir de la nacionalización de los hidrocarburos explican según Morales la baja inflación del país. Exportadora de gas y petróleo, Bolivia ha mantenido el precio local del combustible pese a que el valor de la energía se ha disparado a nivel mundial. Cuidadosa de su status de productora de sus alimentos, Bolivia se dotó con el primer gobierno del MAS de una Empresa de Apoyo a la Producción de Alimentos (EMAPA). Creada en 2007, EMAPA colabora con todos y cada uno de los eslabones de la producción primaria, establece precios de referencia y apoya a los pequeños y medianos productores.

Las nacionalizaciones cuentan con antecedentes, recuerda Morales, y el mayor es desde luego el de la Revolución del 52. Con el golpe de Estado de Hugo Banzer en 1971, muchas fueron revertidas. “Los golpes de Estado se producen para seguir robando”. Morales mostró su confianza en los nuevos gobiernos de la región: Pedro Castillo en Perú,  Gabriel Boric en Chile, Gustavo Petro en Colombia, cuya característica común es procurar la “justicia social”. Aventuró que Lula ganará en octubre en Brasil y teniendo en cuenta las elecciones del año próximo en Paraguay afirmó que  “la Patria Grande está en camino” sugiriendo un retorno a la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). Un camino revolucionario: “Hacer la revolución democrática significa hacer revolución con ciencia y voto y no con arma ni bala”.

Es cierto que la utopía de Morales se parece mucho a una ordenada fantasía soviética, a un mundo cuya juventud talentosa, en una sociedad igualitaria con oportunidadades milimétricamente parejas de la cuna a la tumba, sin vestigios de racismos o diferencialismos se dedica con felicidad, en las horas laborales y en las de recreo, a la ciencia y a la técnica, a la utilidad colectiva y al deporte, al stajanovismo y al koljoz, al fútbol y al ajedrez, a la invención productiva y al desarrollo anticíclico. Si en Estocolmo leyeran novelas bolivianas, reconocerían candidaturas al Premio Nobel de Literatura muy creíbles, algunas mejores que otras ya vencedoras. A Morales esa victoria lo dejaría frío, o, incluso, lo irritaría, en lo que, sin antipatía, luce como caricatura de la 'mentalidad' colla del Altiplano: 'Largos habían sido esos libros'. Pero admira sin retaceos las victorias deportivas o e-sportivas, en la Copa FIFA o en la semiprofesional liga paceña del Tejar, en las Olimpíadas de Matemáticas, en las Ferias de Ciencia o en Masterchef. Admite aspiraciones presidencialistas, para dirigir el equivalente boliviano de la AFA.

Admirador de la URSS, enamorado de un ideal que aquel 'socialismo realmente existente' supo transmitir como imagen coherente de sí mismo, por completo trascendente a las interesantes incoherencias de su realidad, Morales reconocer su ófrica fraternidad andina de 3600 msnm en quien hoy desde el Kremlin ejerce con frialdad un poder nostálgico. Con respecto a la guerra de Ucrania, lo que responde Morales puede parecer evasivo, pero es también aburrido nomás. Se desentiende de atribuir culpas, de enarbolar justicias, sólo señala lo muy obvio: que la sangre era evitable, que todo cuanto ha ocurrido era previsible, y que alto el fuego es posible; es mejor una paz resfriada que una guerra con salud.

Una familia que se protege para el progreso común de los pueblos de los países que la integran: “es más barato importar tecnología de China pero preferimos hacerlo con Argentina”, asegura Morales. En momentos que se debate la posibilidad de establecer un “bimonetarismo” en Argentina, Morales recordó el proyecto esbozado una década atrás –en épocas de Hugo Chávez y Néstor Kirchner – para establecer una moneda común en la región. Un Banco Central fuera de la city porteña nos suena, en efecto, muy poco interesante, muy poco osado, sin picardía. Aburrido. Un día de la marmota, donde cada día el dólar, monocromático, siempre verde, valiera siempre lo mismo. Como en Bolivia, donde desde 2011 cada mañana y cada tarde quien quiere comprar un dólar paga 6,9 tediosos pesos bolivianos.  

AGB

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