Francisco está celebrando en el cielo

La elección de León XIV es una gran alegría para todos los humanistas cristianos. También para las mujeres y hombres de buena voluntad en todo el mundo. Desde la elección de su nombre, que tiene múltiples referencias, hasta su trayectoria como obispo de los pobres, pasando por su relación con Francisco y los comentarios de algunos amigos en la Santa Sede, fortalecen mi convicción de que nuestro hermano Francisco está celebrando en el cielo.
Escuché su nombre por primera vez durante los meses de la represión del gobierno ilegítimo de Dina Boluarte en Perú. Junto a un grupo de compañeros estábamos participando de la Misión de Solidaridad y Derechos Humanos en ese país. Fue a inicios de 2023, la situación era crítica: un golpe de Estado, protestas masivas, miles de heridos, más de 40 muertos, conculcación de las garantías básicas.

Francisco ya había llamado a Prevost para que asumiera en el Dicasterio para los Obispos, pero el obispo de Chiclayo no quiso abandonar al pueblo que estaba sufriendo la represión. Este gesto de coraje, sin lugar a dudas, reforzó el aprecio de Francisco por el obispo peruano-norteamericano hoy entronizado como pastor universal de la Iglesia.
Sobre su nombre, algunos comentarios. En los últimos años del siglo XIX, con el ascenso de la llamada segunda revolución industrial, se produjo un exponencial crecimiento económico sobre la base de una tremenda explotación del proletariado. Fue entonces cuando León XIII hizo un fuerte llamamiento a terminar con esa explotación y garantizar una justa distribución de la riqueza en la primera encíclica social de la iglesia, Rerum Novarum.
En ese documento, abogó por los derechos de los trabajadores, la función social de la propiedad privada y las desigualdades extremas. Afirmaba que “un número sumamente pequeño de ricos y opulentos han impuesto un yugo poco menos que de esclavitud a una multitid infinita de proletarios”.
Leon XIII era muy claro sobre el rol protectorio del Estado para garantizar la equidad, algo que contrasta con el perverso pensamiento de que la justicia social es una aberración, el “derecho a morirse de hambre” o que “la explotación laboral no existe; los trabajadores le están comprando dinero a los empresarios” (Javier Milei en la 11° edición de Latam Economic Forum 2025 en Parque Norte).
Otro aspecto menos señalado pero igual de importante en la elección del nombre es la historia de otro León, Fray León, el hermano Léon, el amigo de San Francisco de Asís que lo acompañó en sus últimos días y preservó sus enseñanzas. Fray León fue de alguna manera sucesor y continuador del legado franciscano. Esto no es casualidad.
Por otro lado, el recién electo pontífice señaló su pertenencia a los agustinianos. Soy un hijo de Agustín, dijo. Como ávido de San Agustín, particularmente de sus Confesiones y la Ciudad de Dios, me permito citar uno de sus famosos aforismos sobre el buen gobierno: Remota iustitia, quid sunt regna, nisi magna latrocinia? (“Sin justicia ¿qué son los reinos si no una gran robadera?”).
Agustín, como nosotros, siguiendo la tradición aristotélica, señala que la felicidad es el fin último del ser humano. Desde luego, basa en la búsqueda de Dios la forma definitiva de felicidad que se consuma en la Ciudad Celestial, pero no desprecia la importancia de los bienes terrenos en esa felicidad incompleta que puede gozarse en este mundo: “No despreciamos los bienes temporales, pues también son obra de Dios, pero sabemos que hay otros mejores”.
Para nosotros, crear las mejores condiciones materiales y culturales para que cada persona pueda buscar la felicidad, aunque sea siempre parcial e imperfecta, es el fin último de la política. Esto implica eliminar las barreras del hambre, el hacinamiento y todas las formas de exclusión que atentan contra el derecho fundamental a vivir libremente en esa búsqueda.
Agustín no era un moralista mojigato sino que, como Jesús, ponía el amor como la más grandes de las virtudes (yo quiero amor y no sacrificios). Así, Agustín nos indicaba un camino: “Ama y haz lo que quieras. Si callas, calla por amor; si hablas, habla por amor; si corriges, corrige por amor; si perdonas, perdona por amor. Ten dentro de ti la raíz del amor, porque de esta raíz no puede salir sino el bien.”
La trayectoria del nuevo papa, la elección del nombre, su formación agustiniana son signos muy potentes. Creo que hay otro igual de importante: la gratitud. Leon XIV agradeció vivamente a Francisco y lo mencionó tres veces en sus breves palabras de asunción ante el pueblo. Todo ello, sumado al indeleble legado de la doctrina social y ambiental de Francisco que dejó muy alta la vara en la Iglesia augura una continuidad de la línea que el más grande entre nuestros compatriotas trazó.
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