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DESDE LEJOS, CERCA

Por qué los halagos pasan y las críticas quedan

Un mundo solo de halagos podría volverse infernal, pero también necesitamos no enroscarnos con cada comentario negativo.

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Hiciste algo que a todo el mundo le encantó, llueven los elogios, pero por ahí aparece una crítica, y ya está, esa es la que se va a quedar con vos. Y no es que vos seas un imán de negatividad que sólo se queda con lo malo, nos tiende a pasar a todos. Los halagos suelen pasar rápido, nos pueden gustar mucho, pero no generan la misma reacción que las evaluaciones negativas.

El peso que las críticas suelen tener en nuestra cabeza viene de un fenómeno bastante estudiado: el sesgo de negatividad. Nuestro cerebro tiende a darle mayor importancia a las señales negativas que a las positivas, y esto ocurre en muchos ámbitos. Cuando le midieron la actividad cerebral a un grupo de personas mientras les mostraban distintas imágenes, algunas de situaciones buenas y otras amenazantes o negativas, identificaron que las reacciones suelen ser más intensas ante lo negativo.

En la misma línea, somos más rápidos para identificar personas que tienen una emoción negativa en la cara que una positiva. Eso concluyó un estudio en el que le pedían a los participantes que eligieran en una foto a la persona que tenía una actitud diferente al resto. Lo hacían con mayor velocidad cuando esas caras mostraban enojo que cuando mostraban felicidad. Y esta tendencia a desarrollar respuestas más intensas o más rápidas ante lo negativo es algo que desarrollamos desde muy pequeños. Según algunas investigaciones, alrededor de los 12 meses ya tenemos este tipo de respuestas, y hay algunos estudios que muestran que hasta podría ser más temprano.

Puede que haya buenas razones evolutivas para esto: si hay algo dañino o peligroso, necesitamos prestarle más atención que a algo bueno, se trata de una cuestión de supervivencia. Pero eso no lo vuelve agradable ni nos ayuda a disfrutar de las cosas, al contrario, nos lleva a darle un peso desproporcionado a las críticas. Y eso, en un mundo como el de las redes sociales donde las críticas pueden llegar muy fácil, nos puede hacer especialmente vulnerables.

 Por eso, muchas veces tendemos a evitarlas. En un estudio le dieron a un grupo de participantes evaluaciones sobre ellos, y les dijeron que las habían hecho distintas personas, aunque en realidad eran generadas por los investigadores. En algunas de ellas, destacaban de manera positiva ocho aspectos de su personalidad. En otras, destacan siete positivos y uno negativo. Luego les preguntaban a qué “evaluador” preferirían para que esté en su equipo. Los resultados mostraron que una sola crítica, aunque viniese acompañada de siete aspectos positivos, tendía a bajar la afinidad con esa persona. Somos muy sensibles a las críticas.

Muchos de estos estudios se hacen en condiciones poco realistas, en los que se está evaluando a desconocidos. La situación es muy distinta si las críticas vienen de personas que sabemos que lo hacen con buenas intenciones y nuestra receptividad puede depender mucho también del tono y el momento en que recibamos esos comentarios.

Una crítica a nuestra inteligencia probablemente no sea contrarrestada por seis halagos a nuestra caligrafía. El punto es que no pesan igual

Pero como igual necesitamos hacer y recibir críticas, hay investigaciones que han tratado hasta de encontrar una fórmula matemática para contrarrestar el efecto negativo, aunque con datos no tan rigurosos. Es el caso de una investigación que se hizo en el mundo laboral, y cuyo dato es bastante citado, que concluyó que se necesita de seis comentarios positivos para contrarrestar uno negativo. Esto viene de un análisis de diferentes equipos de trabajo, en el que trataron de identificar cuáles tenían mejores rendimientos, en base a la proporción de críticas vs. halagos. Claramente no es una cuestión de números. Una crítica a nuestra inteligencia probablemente no sea contrarrestada por seis halagos a nuestra caligrafía. El punto es que no pesan igual.

La buena noticia es que este sesgo de negatividad parece disminuir con la edad. En estudios que han hecho con personas de distintos momentos de la vida, ven que quienes tienen más de 65 años no muestran la misma tendencia a enfocarse y recordar las imágenes negativas como los más jóvenes.

Necesitamos poder recibir buenas críticas en nuestra vida, un mundo solo de halagos podría volverse infernal. Pero también necesitamos no enroscarnos con cada comentario negativo que nos llegue, ni dejar que eso opaque todos los positivos. Hay personas más y menos sensibles a esto, pero nuestro cerebro tiene una tendencia a enfocarse en lo negativo que necesitamos contrarrestar. En algunos casos eso implicará filtrar los comentarios que nos llegan, en otros será hacer un esfuerzo más consciente para enfocarse en los positivos. Pero no reconocer que lo negativo afecta más puede dejarnos más vulnerables a su impacto. 

OS/MF

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