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Opinión

Horrores para los que hay imágenes, pero no palabras

Kibutz Beeri, comunidad en el sur de Israel, donde vivían cerca de 1.000 personas.

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En la historia reciente, puedo haber visto, escuchado y leído sobre múltiples formas de guerra, pero no me siento capacitado para entender cómo, no en un acto aislado consecuencia de un rapto de locura sino en el marco de una acción militar pensada exhaustivamente, alguien es capaz de matar a un bebé.

Desde la cacería a campo abierto de chicas y chicos que estaban participando de una rave, hasta la cara de esa mamá con sus dos hijos en brazos siendo llevados de rehenes a un lugar desconocido, hoy se discute en los medios si las víctimas inocentes se cuentan de a cientos o de a miles, si se deben mostrar o no las imágenes de los episodios que las sembraron. 

Lo aberrante no son las imágenes sino los hechos que las provocan. En muchos casos, los propios responsables de la violencia son la fuente: ellos se filmaron ejecutando o secuestrando personas indefensas. Desprevenido, comencé a ver algunas, pero cuando apareció la de un soldado con un cuerpo de un chico envuelto en unas mantas blancas, no pude continuar.

En pocos días, según lo anticipan todas las advertencias de gobierno israelí, estaremos impactados de dolor por las imágenes de miles de civiles palestinos. Serán imágenes siniestras y dolorosas como las que sufrimos esta semana y nos provocarán el mismo espanto. 

No puedo avanzar en pensar sobre cómo los milicianos terroristas de Hamas se refugian ahora en túneles antimisiles, mientras exponen y usan como escudo a la propia población civil de la Franja de Gaza. No puedo avanzar en pensar sobre el quiebre que existe en la sociedad israelí a favor o en contra de su actual primer ministro, ni sobre cómo esa disputa pudo haber distraído a los responsables de anticipar hechos como lo que ocurrieron.

Y no puedo porque a mi memoria vuelve y vuelve la imagen de Nadia relatando cada minuto del día en que acribillaron a su hija Lamia, una joven de 20 años que tenía un presente pleno de felicidad junto a su novio Romain, también acribillado. Hay horrores que no pueden rodearse, menos justificarse, con palabras.

MS

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