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Jorge Thefs, autor de la obra Carne de consumo personal: “Siempre me encantaron mis curvas; soy barroco, cargado, renacentista”

Jorge Thefs en una escena de su espectáculo

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¿Cuánto pesan los recuerdos? ¿en cuántos GB cabe mi historia?, se preguntó Jorge Thefs al revisitar un archivo virtual propio que contenía fotos, videos, dibujos, desgrabaciones de VHS, textos sueltos y películas suyas. La respuesta le llegó por el lado de la experimentación artística, cuando con esos materiales empezó a escribir el espectáculo performático Carne De Consumo Personal, CDCP. Entonces, este actor comprendió que la relación entre su cuerpo y la comida es inseparable y mucho más que un desafío de conocimiento teórico, informático o matemático. 

Thefs nació en General Roca, Río Negro, y vivió corriendo por la meseta patagónica. Como tantas otras, en su familia lo culinario y nutricio fue una propuesta recurrente sin importar el evento ni la emoción que despertaban. “En los cumpleaños, Navidad, Año Nuevo, velorios, casamientos la comida ocupaba el centro de interés”, cuenta a elDiarioAR

Las biografías no siempre ofrecen explicaciones unidireccionales de las producciones artísticas, pero a veces sí. Tácita o explícitamente. No hay dudas de que en el caso de este creador la relación entre su identidad gorda y su espectáculo es directa. La primera es causa de la obra. El mismo lo cuenta.  

“El trabajo artístico comenzó hace tres años. Saber cuánto peso, compararme con un ternero, tentar mi valor en el mercado y si valgo más vivo o muerto”, le permitió indagar en los recovecos de una vida gorda, la suya, y convertir algunos retazos de su investigación en una ficción dramatúrgica. “Fueron preguntas que me guiaron y el resultado, CDCP, en el Centro Cultural Haroldo Conti, parece una distopía cercana debido al avance político de la derecha y algo tan insoportable como escuchar hablar de la venta de órganos”.

Jorge acaba de regresar de sus vacaciones y cuenta que habita su cuerpo con placer. “Me gusta, siempre me encantaron mis curvas, soy barroco, cargado, renacentista. Nunca me vi mal, sin embargo, el afuera creía necesario que yo cambiara. De niñe era un espécimen raro, gordo pero muy flexible y con una gran resistencia física. De grande, me dijeron que ser obeso y saludable no iban de la mano. Por suerte, hoy los paradigmas se van moviendo, aunque falta mucho para el cambio: todavía escucho hablar del 'casete' de queso descremado y de la gelatina espumada con yogur. En mi infancia hice dietas variadas e insostenibles con la doctora Cascarón que me llenaba de productos light, bajos en calorías, hasta el de nombre parecido a la marca de flan Ravana (Si se mueve, si se mueve), al que espero que Dios tenga en la gloria y no lo suelte, porque me hacía comer 600 calorías diarias en pleno crecimiento y siempre me sentía al borde del desmayo”.

“Me amigué con las variaciones de mi cuerpo según lo que va pasando en mi vida, como si me estreso por el laburo; no tengo culpa ni me castigo si entreno más o menos. Me rodeo de algunas ideas y sensaciones generales de bienestar”, cuenta. 

Decir su peso superior a 100 kilos es una forma de empoderarse con relación a lo desmesura, registrarse a través del tiempo, observar sus movimientos. “Cada vez que estoy por hacer la obra, me peso y actualizo el texto. ¿Es válido decirlo en un consultorio, escribirlo en la planilla de un casting o en una app para citas, pero no en el espacio escénico? No me parece una disrupción, trabajo con lo documental y la medición es parte de mi testimonio”.

Así, a los 23 años escribía y pesaba 114 kilos; el año pasado eran 116 kilos y hoy, a los 26, pesa 117 kilos. “No sé si valgo más vivo o muerto. ¿Cuántos kilos de nalga, matambre, lomo y entraña guardo en mí?”, pregunta, consciente de que algunas personas empatizan, se enternecen y hacen una catarsis aristotélica con su propuesta, mientras otras se mofan de un teatro fragmentado que habla de él y en un gesto político lo desnuda. “Supongo que si fuera flaco y cisgénero estaría todo bien. Los médicos prescriben hipótesis, en una sola consulta dicen tener la verdad. Pasé por tantos profesionales que me generan desconfianza, lejanía y a los que podría hablarles por horas sobre suplementos vitamínicos y hábitos alimenticios. Hay un gran estereotipo sobre gordura y pereza o quietud. Estoy en el polo opuesto: me muevo, hago lo que quiero y mis curvas despiertan interés. Pero no soy un fetiche, no alimento el morbo, ni soy propiedad de nadie”.

Se considera bastante workaholic, le cuesta el descanso. Reir, coger, tomar mate, lavar, secar y guardar los platos le dan placer. Se inició en el mundo del espectáculo a los 16 años, cuando al ver “a un niñe gordite y ansiose en casa, mis xadres me mandaron a una clase de salsa”. Tiene una formación variada, cursa una maestría en teatro y artes performáticas, coordina una sala de ensayos, escribe, dirige, diseña luces y coreografías, “sin romanticismo multitasking, multiplicado en roles para sobrevivir y adaptarme a la precarización. Intento generar prácticas de investigación y producción artística, desligadas de la violencia heredada de generaciones anteriores”.

Dice que Carne de consumo personal ya superó las cuarenta funciones. “Me permití trabajar con el formato clásico de biodrama, creado por Vivi Tellas, en busca de una autoficción al estilo de la bailarina Marina Otero (Andrea, Recordar 30 años para vivir 65 minutos y Fuck me) y del teatro documental de la actriz y directora Maruja Bustamante”. El cúmulo de canciones, sonidos, notas, objetos, genealogías, mitos, chistes propios fue el punto de partida de la obra que se actualiza al dejar que la realidad cambiante la permee. 

Para producir arte, asegura que Buenos Aires es incomparable, aunque cree en la necesidad de federalizar los materiales. “Las artes escénicas son una dulce condena diaria con la que soy vapuleado, violentado, desvalorizado y desmonetizado. Pero continúo. La cerámica es un hobbie nuevo que me obliga a trabajar sobre la paciencia y la frustración”, advierte.

La belleza de la pieza de barro agrietada lo alucina, como el cuerpo y su color en el escenario. “Es como tener en la mano una pulsión de muerte y otra de vida”.

LH/DTC

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