Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
SOY GORDA (ESEGÉ)

Rara, como encendida

Aurora Venturini

0

Yuna soy yo es la versión teatral de la novela de Aurora Venturini Las primas. Se hace carne en el cuerpo y la voz de la actriz Marcela Ferradás, quien compone a una criatura tierna, torcida y con dificultades en el habla.

 Criaturas que tuercen la norma y que la sociedad rechaza. Cuerpos y mentes frágiles, debilitados, necesitados, que son burlados e incomprendidos por la equívoca suficiencia de les otres. Límites extremos que no se soportan.

Así son los personajes literarios de Venturini, habitantes de una obra desviada del canon. La escritora empezó a ser reconocida cuando supera los ochenta años. A los ochenta y cinco gana el premio de novela Página 12.

A una de esas criaturas, Yuna, se la puede ver en el unipersonal que crea Ferradás, con quien estuvimos conversando sobre la puesta teatral que puede verse en el espacio Itaca. La actriz lo protagoniza con la dirección de su compañero en la vida, Horacio Peña.

En Yuna soy yo, los recuerdos asaltan y envuelven a la artista plástica Yuna Riglos, rara, como encendida. Ella está allí, inaugurando la retrospectiva que consagra su obra.

La protagonista es la heredera de una familia degenerada y maltrecha y cuenta su visión de un mundo tortuoso desde la perspectiva de la integrante de una familia disfuncional de clase media baja de La Plata. Los mitos locales, la sexualidad y la movilidad social a través de la práctica de las Bellas Artes surgen en la voz de la narradora. La mirada de Yuna es salvaje, inocente, brutal, atrevida e íntima. Cuenta poniendo en riesgo los presupuestos del lenguaje literario.

Yuna delira, es extrema, desconcierta y moviliza al espectador. Y Venturini se percibe como “una entidad rara que lo único que quiere es escribir”, una minusválida de libro. Sus textos acometen el espacio liminar entre la ficción, su autobiografía y el amasado testimonial de ese material. Aunque esa voz tan particular se da a conocer de grande, ella escribió siempre, casi oculta.

Cuenta Marcela: “Mientras yo hacía la primera adaptación de la novela, allá por el 2009, la visitaba a menudo en su casa de La Plata. Siempre estaba peinada de peluquería, con sus uñas largas rojísimas y maquillada. Reía poco. Tenía un humor ácido, mordaz, agudísimo. Te amaba o te odiaba, no tenía medias tintas. Trabajaba con rigor, por la mañana y por la tarde, tecleando en su máquina Olivetti eléctrica color verde. No se adaptó a la computadora. Se compró una, pero no la usó. Más adelante, cuando la enfermedad le impidió escribir, comenzó a dictar”.

“Es imposible autentificar muchas de las anécdotas que me contó sobre su vida porque las versionaba. Pero en Las primas hay muchas autobiográficas, a tal punto que cada vez que nos encontrábamos para hablar sobre su texto y mi decodificación de él, me decía:

Pero Nena [así me llamaba], Yuna soy yo.

“En ocasión del estreno en gira nacional de mi primera versión de la novela, en el Dardo Rocha de la ciudad de La Plata, subió al escenario para saludar, me abrazó fuerte y, al oído, me dijo: Ahora Yuna sos vos. Y a partir de ese momento, cada vez que hablábamos por teléfono, me dedicaba un libro o me escribía un e-mail, me llamaba Yuna”.

“En 2022 me invitaron a participar de un homenaje a Aurora por los 100 años de su nacimiento (ella murió en 2015)”, recuerda. “Querían que volviera a hacer aquella versión, en cambio propuse probar en formato monólogo una adaptación de Las primas. Quise retornar a esa primera persona de la novela, a esa voz feroz y tierna de la protagonista. El título Yuna soy yo se me impuso y yo lo siento como un legado de Aurora”.

-Te dedicó algunas frases que son pequeños tesoros…

- Te las comparto:

Nena, ¿vos no harás nada en tu casa, no? Ni cocinar, ni lavar platos, ni nada… Vos sos una artista.

Nosotras nos tenemos que ocupar de nosotras.

A mis maridos los maté siempre yo, que acompañaba de una carcajada…

Además, Aurora y Marcela compartieron una relación por e-mail.

Le escribió la autora de Las amigas y Nosotros, los Caserta a la actriz que protagonizó Fedra, en el Teatro San Martín:

“Y yo sé que usted va a ser yo con suerte porque va a dejar de ser yo cuando termine el teatro y yo volveré a sumergirme en las sombras y bueno...así son las cosas y yo le presto mi ánima a fin de que usted saque a relucir sus talentos y de paso a mí”.

“Yuna es tuya. Cuidala porque es buena. Te la regalo con amor”, le ofrendó. “Estoy escribiendo otra novela titulada El bosque. La terminaré. Está dedicada a mi querida ciudad de La Plata. Cómo desearía estar con ustedes… pero hay que prevenir daños mayores. Cómo desearía ir a París, mi patria del alma… Seré paciente. No… no es el fin del mundo porque en el mundo estás vos con Yuna y es mi mundo. Gracias por haber nacido, Marcelita. Y por ser un espíritu de teatro.”

 “Yuna es tuya para siempre, hoy y cuando yo no esté así mismo. Cuando vuelva te avisaré. Acaso mis vías respiratorias me respondan”.

La voz de Yuna López, alias Yuna Riglos, es rara. Yuna padece dislalia, tiene dificultades en el habla. Es hija de la rígida maestra Cleia, hermana de Betina, prima de Carina, que tiene seis dedos en cada pie, y Petra, liliputiense que se dedica a la prostitución menciona a otras mujeres del clan, como tía Ingrazia y tía Nené. El padre de Yuna está ausente: se fue cuando ella era una nena y no supo más de él. Conoce a su maestro, José Camaleón, en el Colegio de Bellas Artes. El ingresa al hogar como una figura paterna, aunque luego las cosas cambian.

 Yuna llega desde el margen e inquieta al formular un agradecimiento durante la inauguración de su exposición retrospectiva, discurso que lleva al espectador del asombro a la risa, pasando por el horror y la desgracia. Ferradás la encarna con equilibrio y entrega, sin exageraciones caricaturescas, dejándose llevar por su maestro. Le resulta difícil expresarse mediante el lenguaje y tiene una incapacidad general para las cuestiones prácticas. Su actividad se reduce al arte, con el que se consagra: “Yo sólo vivía para sentarme y pintar y el mundo circundante desaparecía dejándome en una preciosa isla de tonalidades”.

Habla sin puntuación, de un modo extraño, grotesco, distanciado del resto de los personajes, intentando trascender frente a la falta de entendimiento del mundo que la rodea. La escritura de Venturini brota desde el lodo, transformada de la mano de Ferradás, y florece.

LH/MF

Etiquetas
stats