Reina de la noche
En 2022 fue nominada a un premio Grammy como mejor artista novel. “Bien; no soy nueva, hace más de quince años que hago música y este es mi tercer disco pero me alegro. Tal vez pueda dejar mi trabajo de oficinista con horario fijo”. Finalmente, Arooj Aftab no se alzó con ese galardón, que fue para Olivia Rodtrigo, pero sí obtuvo el premio a “mejor performance de música global” por “Mohabbat”, una de las canciones del álbum Vulture Prince, publicado en 2021.
Afincada en Nueva York desde 2005, hija de paquistaníes exiliados en Arabia Saudita, donde vivió hasta los 10 años, radicada luego en Lahore, la tierra natal de sus padres, y graduada en producción musical e ingeniería de sonido en la escuela Berklee de Boston, la compositora, cantante y productora puede tanto festejar la irrupción del trap en el multiverso musical por su contribución a la ruptura entre géneros y su efecto globalizante –al revés– en el mercado estadounidense, como cantarle al amor en el exilio en trío con el gran pianista de jazz Vijay Iyer y el artista electrónico Shahzad Ismaily (Love in Exile fue, para elDiarioAr entre muchos otros medios, uno de los mejores discos del año pasado).
Ese disco, que se acerca más al jazz y a lo experimental que al pop –aunque nada de eso es totalmente cierto en el caso de Aftab– fue comentado en la revista especializada Down Beat. Creada en 1935 y con una historia de casi un siglo, la publicación ha tenido, además de aciertos y descubrimientos, algunos históricos errores entre los que no fueron menores la calificación del encuentro de Eric Dolphy con John Coltrane como “ejercicios nihilistas” o la sentencia de que Duke Ellington no hacía jazz a partir del estreno de “Black, Brown & Beige”. Y con Aftab no le fue mejor. El crítico John McDonough quiso, posiblemente, hacerse el gracioso y escribió: “”En consonancia con el espíritu de celebración de la diversidad, tal vez estaría obligado a alabar la ‘belleza eterna’ de estos cánticos en urdu –el idioma en el que ella suele cantar–. Pero en rigor de la franqueza crítica, debo admitir que la música no es un lenguaje universal y advertir sobre su tediosa monotonía“. Y la artista le contestó en un tuit: ”Comentarios racistas escandalosos y sin remordimientos hacia tres músicos de piel oscura que crean en un lenguaje contemporáneo. Esto es lo que está pasando en el periodismo en 2023. Grotesco“.
Lo interesante es que, en rigor, tanto la desacertada reseña del disco como la respuesta de Aftab dicen lo mismo. Que, más allá de las frases hechas, la música, o, mejor, las músicas, están lejos de conformar un lenguaje universal. Más allá de las comprobaciones cotidianas –a casi nadie le gusta la música que escucha su vecino o vecina– las músicas transcurren en el tiempo y la mente humana las percibe como direccionales –aunque la física cuántica diga lo contrario–. Y las ideas de dirección y temporalidad difieren en cada cultura y en cada subcultura. Las ideas de evento y novedad, pluralidad de informaciones y complejidad, asociadas al valor del arte en las culturas que dialogan preeminentemente con las tradiciones europeas, son bastante incompatibles con las de contemplación o inmersión en un mundo sonoro que provienen de tradiciones asiáticas o de las lecturas que de ellas hicieron las vanguardias. Y, obviamente, lo que para algunos resulte valioso, o incluso agradable, para otros será “tediosa monotonía”.
Lo cierto es que después de un disco excelente y muy cercano al rescate de tradiciones folklóricas –Bird Under the Water, de 2014–, de un álbum con piezas electrónicas –Siren Islands, de 2018– que fue encasillado como “música clásica”, del exitosísimo Vulture Prince, que Barack Obama incluyó en su influyente playlist de favoritos veraniegos, y del “tedioso y monótono” –y brillante– Love in Exile, Arooj Aftab acaba de editar un nuevo disco, Night Reign.
Allí está su trabajo con estructuras rítmicas repetitivas, que enlaza con tradiciones indias y paquistaníes pero, también, con lo que en el campo “clásico” identifica como minimalismo, y la recurrencia a antiguos textos en urdu –la letra de dos de las canciones pertenece a Mah Laqa Bai Chanda, una poeta del Siglo XVIII que fue la primera en dar a conocer una colección de escritos en ese idioma– mezclada con un poema publicado en Instagram por una actriz amiga suya, Yasra Rizvi. También aparecen, aquí y allá, los cruces con el uso ambientista –y estático– del sonido, el uso del bastardeado Auto-Tune, y hasta una versión notable, con la voz y los instrumentos yendo en sentidos divergentes, de un clásico del jazz como “Autumn Leaves” –la versión norteamericana de “Les Feuilles Mortes” de Kosma y Prévert–.
Según cuenta, sus influencias tempranas fueron Billie Holiday y el notable flautista Hariprasad Chaurasia, uno de los intérpretes de bansuri más importantes de la historia y excepcional tanto en el campo de la música tradicional como en encuentros como el fantástico Making Music, que grabó en 1986 junto con John McLaughlin en guitarra, Zakir Hussain en percusión y Jan Garbarek en saxo.
Sus inflexiones vocales, esos delicadísimos melismas, las micro desviaciones de las notas de las escalas europeas, el sentido de la frase musical y, claro, la temporalidad, vienen de las raíces paquistaníes. El espíritu improvisatorio llega desde el jazz y el paisaje sonoro ronda en ocasiones por allí y a veces por el pop –Arooj Aftab participó, por ejemplo, en la grabación de la versión extendida de “Antes de que el mundo se acabe”, de Residente–.
El resultado, con un cuidado orfebre en los planos sonoros y en los detalles de orquestación, no se parece nunca a nada –ni siquiera a sus trabajos inmediatamente anteriores–. En Night Reign, además de su voz envolvente y, quizás, enigmática, brillan el arpa de Maeve Gilchrist, el piano de Iyer –en “Saaqui”–, el contrabajo de Linda May Han Oh y el vibráfono de Joel Ross. Y si en las escalas europeas cada sonido es un punto de llegada, certero, aquí se trata de pequeñas piedras arrojadas al agua y desplegadas en ondas incontables. Un reino nocturno con un tiempo propio y tan alejado de los esquematismos del mercado como de los manierismos y lugares comunes de eso que, a falta de expresiones más ajustadas, ahora llaman “música global”.
Diego Fischerman es autor del blog “El sonido de los sueños”: https://xn--sonidodesueos-skb.com/
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