Una semana casi fluvial
Lluvia torrencial todos los días y tormentas eléctricas en el cielo por la noche. A veces, la tarde se volvía negra y empezaba la percusión de la lluvia y los truenos. En la pileta de natación que está enfrente de mi casa, se veía a los nadadores y nadadoras salir del agua de golpe porque empezaban los rayos y si caía uno en el agua, estabas frito. La tormenta venía una y otra vez día tras día, como si fuera un dolor de cabeza. El agua se acumulaba en los cuencos, en los platos debajo de las macetas, en cualquier recipiente que pudiera contenerla. En algunas casas y algunos departamentos empezaban a sudar las paredes por la humedad y la lluvia persistente. Y te llegaba la noticia de que alguien cercano tenía dengue.
Hay un libro que reúne la poesía completa de Francisco Madariaga que se llama Un tren casi fluvial. Siempre el título me pareció extraordinario. Y los poemas de Madariaga, superiores. Esa forma de escribir en un castellano antiguo, cruzada con el habla criolla y el surrealismo de los esteros correntinos, esos versos me venían a la cabeza cuando veía caer la lluvia que hacía que el día, el color del día se pareciera a una radiografía pulmonar: “Recorro un poco ya el país/ de los amigos muertos./ Las horas más veloces van pasando/y no tengo acuerdo con las horas/ ni he pactado con el calvo/ diablo, con el manquillo de sombrero/ de rosas encendidas (…) El agua crece/ el agua abre sus puertas/ marrones al diablo/ el agua pacta con las sombras / pero le abre el paso a mi/ caballo”.
Borges decía que la lluvia era un fenómeno que sucedía en el pasado. Los autos atascados en un río inundado en el que se convirtió una avenida anegada. ¿Quién piensa en el futuro en esta noche bíblica en la que el cielo se cae a pedazos? El futuro es pasado en mal estado.
Una de esas tardes oscuras, veo una película que tiene un título en español muy malo y que en inglés se llama White Boy Rick, “Blanquito Rick” en mi traducción. Pocas veces me pasa terminar una película y volver a verla enseguida. Hay algo en la película que es hospitalario, que me va a ayudar a pasar la tarde. La película sucede en Detroit. Me acuerdo del disco de Kiss que tenía mi hermano Gaby en su pieza. Detroit Ciudad del Rock, con una tapa en la que los Kiss parecían volar en pedazos, una tapa ilustrada y con ese himno de Kiss (Detroit Rock City) que estuvo en películas de zombies y en videojuegos, la canción que narraba el accidente de auto fatal de un fan de Kiss que iba, acelerado, a un concierto de Kiss.
La película, dije, sucede en Detroit, una ciudad donde hubo revueltas urbanas y donde la industria automovilística colapsó y la gentrificación parece una civilización abandona, con terrenos baldíos, casas derruidas y sillones abandonados en la calle, cruces de avenidas mal trazados e iluminados con encendedores Zippo, poca luz, nada al final del túnel. Según escribió Michael Cooper en el Village Voice en el 69: “Según estimaciones oficiales hay dos armas por persona en el área metropolitana de Detroit, asesinaron a 56 adolescentes a lo largo del año y 300 fueron heridos. Detroit es una ciudad en la que el horror alcanza proporciones cinematográficas. Los niños de Detroit sufren una enfermedad tan nueva, poderosa y letal que todavía no tiene nombre”.
La película narra la vida de un padre que trata de sobrellevar la vida que tiene cuidando, con mucho cariño e impericia, la de sus dos hijos, una joven y un adolescente de 14 años. El padre vende armas en las ferias de armas de Detroit o parando en la calle y simplemente abriendo el baúl del auto. El chico, Rick , que se va a convertir cuando sea un juguete rabioso en Blanquito Rick, dejó el colegio y no hace nada, sólo seguir a su padre. La hermana mayor, Dawn, es adicta al crack. Estamos en los ochenta, gobierna Reagan, el crack es un influencer. El chico le pregunta al padre al comienzo del film mientras viajan en un auto grande y destartalado: ¿Por qué no nos vamos de Detroit? El padre le contesta:Porque somos dos leones y los leones no abandonan el Serengeti. El padre le dice que lo que acaba de decir es una metáfora. El chico le pregunta qué es una metáfora. El padre le dice, fijate atrás, en el asiento. ¿Qué ves? Un reproductor de video, dice el chico. No, dice el padre, ves el futuro, vamos a poner uno, dos, tres video clubes; eso es una metáfora.
Más adelante, va a haber otro diálogo importante entre padre e hijo. Acaban de desbarrancar el auto. El hijo está convaleciente de una herida de bala en el estómago. Cuando logran salir del auto, el padre le dice que tienen suerte, que se salvaron. El hijo le dice: Papá, yo cago en una bolsa y mi hermana es adicta ¿qué es la suerte para vos? El padre dice: Será que siempre miro el vaso medio lleno.
Lo que sostiene la película es la historia de redención que busca ese padre con sus dos hijos. Lo que sostiene la película son las escenas parasitarias que parecen escaparse de la trama pero funcionan para mostrar la vida en todo su esplendor chirle, como cuando el abuelo de Blanquito Rick hace panqueques y nadie los quiere comer.
Le dicen Blanquito Rick porque el chico de 14 años es obligado por el FBI a infiltrarse en una banda de negros. Los negros le dicen blanquito. A los 14 años Rick es un informante de la policía y va a ser usado por la cana para sus fines y después es abandonado a su suerte. Que es mala. Pasará en la cárcel muchos años. Lo condenan a cadena perpetua por traficar a los 16 años. Es una historia real. Blanquito Rick es interpretado de manera genial por Richie Merrit, que hasta ese momento no había actuado nunca. El papá es Matthew McConaughey, que esta vez actúa de manera sobria como si estuviera al servicio del lucimiento del actor más joven. El director de la película es Yan Demange que era un director promisorio cuando hizo este film. El abuelo que hace los panqueques es Bruce Dern, un gran actor, papá de Laura Dern. La película recibió críticas desastrosas.
FC/DTC
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