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COLUMNA NÓMADE Opinión

Spinoza a examen

Una escultura del filósofo Spinoza, en Ámsterdam

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Nunca se va a poder fumar por spotify. Los fumadores necesitan el placer táctil de tocar el paquete de cigarrillos. De la misma manera que a mí me gusta mucho tocar las tapas de los cds y en otra época la de los vinilos. Me gustaba pasar tiempo mirando las tapas de los discos. Las tapas de los discos me decían muchas cosas, eran como un prólogo antes de entrar a escucharlos. Me acuerdo la de Génesis de Vendiendo a Inglaterra por una libra. Spotify te propone escuchar música mientras hacés de todo, es necesario hacer múltiples cosas en un día para poder aturdirte y terminar liquidado. Porque, si no, tenés que pensar en algunas cosas, como por ejemplo: ¿Dios existe? ¿La religión es un consuelo? ¿La Cafia sube y la Bayia baja? ¿Los sacerdotes y los políticos son seres impotentes que utilizan la tristeza de la gente? ¿Estoy siendo realmente implacable con lo que pienso? ¿Obro de acuerdo a lo que predico? ¿Aún con mis cadenas puestas puedo ayudar a otros a liberarse? 

Está lloviendo profusamente afuera del dojo. Adentro estamos con Charly San tirados en el piso charlando antes de entrar en la clase. Le cuento que la semana pasada hicimo el kata Enpi -que siginifica vuelo de la golondrina- y que me pareció un kata muy largo y difícil, pero que era hermoso. Charly se para y me muestra movimientos de la Enpi. “Tiene  movimientos suaves y después explosivos”, me dice. “Es como una canción de Nirvana”, le digo. Le pregunto cómo poner la mano en tal o cual posición del Enpi, si el pie y la rodilla están bien. Le muestro los movimientos. Charly me corrige pero me aclara “todo lo que yo te diga después chequealo con sensei Salvemini”. Me gusta que alguien enseñe algo que no sabe. Pienso esto porque estoy leyendo hace una semana, sin parar, un libro extraordinario sobre el Baruch de Spinoza de Marilena Chaui, La nervadura de lo real. La autora cita a Spinoza diciendo: “No conozco la mejor filosofía, sino la verdadera”. Sólo de un convencimiento tan fuerte puede manar una filosofía tan radical.  

Spinoza fue perseguido por los poderes de turno porque escribía textos racionales que explicaban al mundo dentro de la pura inmanencia y lo alejaban de las supersticiones que en realidad, decía Spinoza, son formas de la tristeza que es  utilizada para dominar  a la gente. Chaui es spinoziana porque utiliza un método implacable –como el que usa Spinoza para estudiar las Sagradas escrituras– para leer de nuevo a Spinoza. No hay pregunta que Marilena Chaui no se haga. ¿Es Spinoza un místico?¿ Está Spinoza pasado de rosca?  

Es común que las personas aplacemos cosas, no nos hagamos preguntas por temor a que las respuestas sean devastadoras. Spinoza nunca hacía eso. Escarbaba hasta el final las derivas de un concepto. Chaui también. Es particularmente hermoso el pasaje del libro donde utiliza los nuevos conceptos ópticos de Kepler para explicar la idea de substancia en Spinoza. “De hecho desde los griegos hasta el siglo X había prevalecido la teoría de la visión fundada en la idea del rayo visual emitido por el ojo, que iba junto con él hasta las cosas, las palpaba y las traía hacia sí para conducirlas al alma (…) Kepler, al contrario, demuestra que la refacción interna es la causa de la visión normal o correcta y, por tratar al ojo como dispositivo óptico, puede alterar el modo de considerar las lentes. Estas dejan de ser productoras de ilusiones y se convierten en elementos físicos para mejorar y corregir la visión”.  

Spinoza pulía lentes, ese era su oficio para parar la olla. Por eso, tomando estas ideas de Kepler, a la particularidad del conocimiento profético, imaginativo y pasivo, le contrapone la universalidad del conocimiento racional activo, que es lo mismo en lo infinito y lo finito.  

Spinoza escribe en una época en que la teología es muy potente. El Dios antropomórfico, histérico, que le dice a su siervo que mate a su hijo para después detenerlo diciéndole que era una broma para Videomatch, es una estupidez engendrada por la gente que quiere hacer las cosas no utilizando la potencia de su naturaleza, sino el miedo y el temor, buscando la salvación en la vida eterna, algún consuelo. Cuando Spinoza mandaba correspondencia –se carteaba con la gente que se le plantaba de mano y lo cuestionaba– solía poner un sello lacrado en el sobre que decía: Cuidado. Por sus ideas lo habían echado de la Sinagoga, lo habían excomulgado, lo habían maldecido y lo habían perseguido hasta abajo de la cama. ¿Qué era lo que decía que causaba tanto revuelo? Básicamente que los fanáticos son seres que dudan de lo que creen. Que los teólogos y los políticos enseñan el terror para poder dominarte. “Leí en las escrituras que Dios encarnó en un ser humano…la verdad no sé qué quieren decir con eso”, escribió.  

Somos paquetes de potencia, pareciera decir Spinoza en su ética, que es en realidad una ontología. Las pasiones alegres nos vuelven justos y dueños de nuestra virtud. El resentimiento, el odio y la venganza son pasiones tristes que nos debilitan. En el templo de las pasiones, podemos ser la señora o el señor de la casa, pero deberíamos indagar en lo que nos mueve a obrar, porque la mayoría de la veces lo hacemos sin saber por qué. Así como la piedra que es arrojada al vacío piensa –si pudiera hacerlo– que se mueve por su propia voluntad.  

 

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