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La vía chilena a la mano más dura

Personas caminan por la calle en Santiago de Chile. La epidemia del dengue crece, pero el gobierno prefiere esperar antes de suspender clases o avanzar con medidas. Si el recuerdo de la pandemia resulta ahora más borroso, está lejos de haberse borrado.

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La semana que empezó el domingo 7 de mayo con la masiva y violenta derrota del gobierno de izquierda chileno en la elección de convencionales llega a su fin con el violento y masivo ingreso de migrrantes que cruzan la frontera sur de EEUU y sin autorización ingresan desde México. De Bolivia y Paraguay a Colombia y Guatemala pasando por Ecuador y Brasil, la corrupción se esfuma de las demandas de las clases medias sustituida por una exigencia transversal a la sociedad de ley, orden y algo de progreso.

Chile votó orden ahora, progreso después

En el actual proceso constituyente chileno, una Convención Constitucional de composición mixta decidirá cómo será la Ley Suprema del país. Según un calendario electoral acordado, si el texto propuesto es plebiscitado favorablemente el 17 de diciembre, la nueva Constitución sustituirá a la actualmente en vigencia, plebiscitada en 1981 por el capitán general Augusto Pinochet.

Dos grupos de convencionales -diferentes entre sí en origen, en cualidades y en funciones- actuarán en Convención encargada de redactar y de ofrecer a la ciudadanía una futura propuesta de texto constitucional. Los expertos, designados por el poder político, social, cultural establecido, tienen a su cargo la redacción del borrador. Que después discutirán con 51 consejeros, única voz de la soberanía popular en la decisión 2023 de cuál será la Constitución que a fin de año plebiscitará Chile. Estas únicas bancas votadas entre las que componen la Convencíón fueron elegidas el 7 de mayo. El domingo pasado Chile celebró la segunda votación con más bajo ausentismo en toda la historia de su vida democrática. Sobre el total de bancas disputadas, 23 fueron ganadas por el Partido Republicano. Es la formación política que conduce José Antonio Kast, el ex candidato derechista que en últimas elecciones presidenciales chilenas ganó la primera vuelta. El ganador de la primera vuelta de 2021 fue el perdedor de la segunda: lo había sido vencido el candidato izquierdista de la coalición Apruebo Dignidad. Si el actual presidente chileno Gabriel Boric ganó el balotaje, en primera vuelta sólo había reunido 1 de cada 4 votos emitidos.

Con la elección del domingo 7, el 66% de las bancas de la asamblea constituyente paritaria que resolverá qué texto de Constitución política del Esado plebiscitará Chile en diciembre, son bancas republicanas. ¿Esto significa que con este giro el 66% de Chile se ha vuelto de ultraderechista? El 66% del electorado, el de menor educación formal, el de mayor pobreza y mayores carencias, ¿es de extrema derecha?

La Caída del Muro de Texas y el trumpismo realmente existente

El gobierno de Joe Biden declaró el fin de la era de de la pandemia. Lo accesorio, decía desde la Antigüedad euroasiática clásica el Derecho Romano, sigue la suerte de lo principal. Este triunfo de la ciencia (demócrata) que vacuna contra el oscurantismo (republicano) que inyecta lavandina puso fin al Covid-19. Con este desenlace victorioso operado por el progresismo humanitario también llegan a su fin las inhumanas medidas represivas, el notorious 'Título 42', que por necesidad y urgencia había decretado el anterior inquilino de la Casa Blanca. Como ya no se presupone, sin admitir prueba en contrario, que cada solicitante de asilo es portador insano del 'virus chino' del Covid-19. Y con ella desde la frontera sur y un robustecimiento de la candidatura del republicano Donald Trump. Los adversarios de las elecciones de 2020 volverán a competir por la presidencia en 2024. Sólo moderadamente logró Biden promover la agenda de promoción social cuyo objetivo es mitigar la desigualdad y legislar para establecer normas dirigidas a construir una cancha con mayor igualdad de oportunidades. Se vieron frustradas las clases medias por jugar cumpliendo las reglas del juego, y ver que ganaban más los que acumulaban privilegios previos.

Tanto en Chile como en EEUU, y en otros países americanos (como Perú, Guatemala, Paraguay, la Argentina, pero también el Brasil), los electorados parecen ver mezquinos los logros de la izquierda en lo que la izquierda sabe hacer; redistribuir. Y ven crecer aquellos problemas, como el crimen organizado, el narcotráfico, la tasa cotidiana de homicidios, los robos y e intrusiones en la propiedad privada, la migración, la protesta mapuche en Chile.

Materias represivas que consideran (junto con la doma de la inflación) probada especialidad de las derechas. A veces no hay tiempo para aguardar a la próxima elección.

Destituido Pedro Castillo en el Perú, asumió en el Ejecutivo su vicepresidenta. Promovida y apoyada por la ex oposición (la mayoría derechista en el Congreso unicameral) y por la Policía y las FFAA, Dina Boluarte tiene las manos más duras, y menos campesinas, para la determinante mirada de los limeños.

En Ecuador, el Congreso unicameral, de mayoría opositora, inició un juicio político contra Guilermo Lasso. El proceso fue abierto con el fin de lograr la destitución del millonario ex banquero que es el actual presidente ecuatoriano. La aprobación o neutralidad ciudadana ante el impeachment, que sigue avanzando sin trabas según la prescrita vía de su procedimiento, no exuda nostalgias del correísmo. Converge en una interpelación de las ineficacias o impotencias del gobierno de centro derecha y un reclamo ante la retirada del Estado frente al delito común a mano armada, el crimen bien organizado, las cuevas del narcotráfico internacional, las mafias locales, regionales, hemisféricas o transatlánticas y albanesas.

Todo cambia, menos las cosas más malas

Consumados con el fin del siglo XX los derrumbes del Muro de Berlín y del Partido Comunista de Moscú, en América y Europa los electorados más pobres y menos educados orientaron su caudal de voto hacia frentes, coaliciones, partidos o singulares candidaturas políticas que las élites sociales y culturales de la próspera centroizquierda estatizada y con plaza en el gobieno definen cada vez con mayor desenvoltura como de ultraderechismo. Si esto luce irreflexivo o insuficiente, extender las consecuencias del trámite sumario hasta confundir, más que un parejo odio, en un superior desdén menospreciativo a los votantes con los beneficiarios de los votos es una mala idea. Sólo contribuye, y en mucho, a aumentar y acendrar la repulsa del electorado contra toda casta privilegiada y aleccionadora.

Una extrema derecha nueva, sin unidades básicas ni comités, sin sedes respetables ni logias bien establecidas como cuarteles generales o estudios centrales de los desconocidos de siempre, los 'poderes fácticos'. Sin verticalismo ni escalafones, fastidiosamente prescindente -hasta llegar a aduñarse del poder-, o de verticalismo o de escalafones o de estos dos rasgos a la vez. 'No se puede hablar, ni hay ni son interlocutores', es una conclusión que ya se ha convertido en la premisa para determinar qué curso de acción tomar antre ellas. Definida por y en el más ultramoderno de los escenarios trasnacionales, la red de redes. Ilimitado horizonte abierto para la acción en todas direcciones, estentóre pero sigilosa, paciente pero a la vez tan veloz 'como el pensamiento', según un símil del antiguo Homero.

Una extrema derecha novedosa a la cual, sin embargo, ha parecido prudente y conveniente retacearle todo estatuto de novedad radica. El giro copernicano es la internet, nunca sus habilidosos, antidemocráticos okupas. Contra los quienes los Congresos, en EEUU y la UE, sancionan con impedimentos y penalizan con desahucios infalibles en llegar tarde y en tener gusto a poco. Si tan rupturista o misteriosa fuera la amenazante ultraderecha de vencedores de recientes balotajes presidenciales como Trump o Bolsonaro, de vencedores de primeras vueltas como Kast, de rivales en segunda vuelta como el colombiano Hernández, con precursores recientes en vigencia o fenecidos, como Berlusconi en Italia y Marine Le Pen en Francia, y aun como Collor de Melo en Brasil o Bucaram en Ecuador, sería engorroso.

¿Por qué seremos tan hermosas?

Desde la democrática década de 1980, el Establishment se ha visto, cada año, más satisfecho, más seguro, más digno, menos merecedor de faltas de respeto. Se mira en el espejo, nunca deformante, o nunca decepcionante, que le devuelve el perfl dispendioso o vigilante que dibuja un sentido común progresista. Los electorados ha seguido otra senda. Se apartan de la clase política y de las élites pensantes de la nación, porque dudan del valor intelectual de tales pensamientos subsidiados. Nada los hace dudar, en cambio, de que esas élites, al enfrentara cada problema en cada encrucijada, siguen un misma, descansada pendiente, que las transporta hacia iluminaciones donde brilla la luz perpetua de toda democracia científica: la convicción de que el cerebro del país está en buenas manos.

Si tan tan nueva fuera la derecha, no podría seguir siendo tan inmóvil, tan idéntica a sí misma, tan incorregible. Tan dictatorial, tan golpista, tan reaccionaria, tan nostálgica del terrorismo de Estado, tan golpista y golpeadora de las puertas de los cuarteles. Si es neo, es neoconservadora, neoliberal. O neo-nazi, neo-fascista.

Para que las masas empobrecidas, que deben saber esperar porque el futuro es de ellas ('Todavía un esfuerzo más, compañeres'), colaboren con la victoria del Bien sobre el Mal por un mandato más, a las mayorías no indigna que constafemos el ecocidio y la transfobia y ni siquiera la misoginia o el racismo de los líderes de esta derecha sin adjetivos restrictivos que desplazó a las centro derechas. Hay que volver a la conflagración planetaria, a la Segunda Guerra Mundial. O a la resistencia contra las crueles, catastróficas e ilegítimas dictaduras cívico-militares sudamericanas de la década de 1970. Son los mismos de antes, son los mismos de siempre. El Mal es el Mal es el Mal absoluto.

Hasta las eternidades de la teología se desgastan con el uso. Y algunos gobiernos son impenetrables por ese abuso, como el oficialista Partido Colorado en Paraguay, baluarte del Ñande Reko, arrollador y victorioso con la elección del futuro inquilino colorado del Palacio López. “Éramos felices, y no lo sabíamos”, reconocen pintadas en Asunción, que evocaban los largos años de las reiteradas, sucesivas presidencias de Alfredo Stroessner, sólo interrumpidas una vez, en febrero de 1989, en la noche de la Candelaria, pero esa vez para siempre. Los años que en el recuerdo son aquellos días felices, cuando las puertas nunca se cerraban con llave.

AGB

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