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Casta, deuda y estanflación: la ruta de Milei para consagrar a los argentinos de bien

Nicolás Posse, Luis "Toto" Caputo y Javier Milei

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Una lógica de pensamiento en ciertos círculos macristas y libertarios —no todos— concibe que la consumación del endeudamiento externo es un signo de fortaleza y sanidad económica. Para obtener crédito, el país debe ganar la confianza del prestamista y ello se logra con buenos fundamentals.

El ejemplo emblemático es que el expresidente Mauricio Macri y gran parte de sus exfuncionarios no consideran que el préstamo de US$ 44.500 millones (sobre US$ 57.000 acordados) concedido a las apuradas por el Fondo Monetario Internacional a mediados de 2018 haya significado una irresponsable dilapidación del futuro de un país, sino un paso sensato por la “confianza” que generaba el gobierno de Cambiemos.

La narrativa indica que la comunidad internacional, con Donald Trump como líder de las fuerzas del cielo, vio la oportunidad de fortalecer un plan serio e integrado al mundo. La historia se completa con que la amenaza populista conspiró contra el despegue del país y, así, se frustró tan virtuoso camino.

¿Por qué el mercado internacional cerró el grifo a comienzos de 2018 si Cambiemos había ganado las elecciones legislativas un par de meses antes y muchos apuntaban a quince años de gobiernos de ese signo? Obviamente, por los 500.000 millones de toneladas de piedras contra la reforma previsional, dijo la televisión.

Recuerdos del Primer Tiempo

La montaña de dólares del FMI se usó para saldar cuentas con los bonistas que habían llegado en 2016 y salieron despavoridos ante la hipótesis de que el kirchnerismo volviera a la Casa Rosada. Una vez más, un estadista —Macri—, que en aras de preservar la credibilidad de un país, fue capaz de entregar el sacrificio de los argentinos por décadas y de aceptar la tutela trimestral de los técnicos del FMI. Hay incluso gráficos tuiteados por exfuncionarios de ese gobierno que muestran cómo los dólares del Fondo fueron utilizados en gran medida para reemplazar deuda y, con ello, se felicitan.

Podría ser una historia vieja, pero no. Es el paradigma que consagra a Luis Caputo como un genio y lo coloca a las puertas del Palacio de Hacienda.

Una vez más, un estadista —Macri—, que en aras de preservar la credibilidad de un país, fue capaz de entregar el sacrificio de los argentinos por décadas y de aceptar la tutela trimestral de los técnicos del FMI

“¿Cash?”, preguntó incrédulo el mediador Daniel Pollack designado por el juez de Manhattan cuando la delegación encabezada por Caputo informó que abonaría en un solo pago los US$9.352 millones que reclamaban los holdouts de las reestructuraciones de 2005 y 2010. Era febrero de 2016. La anécdota fue contada con orgullo tras el encuentro en el 245 de Park Avenue, Nueva York. Ese arreglo relámpago con los denominados “buitres” fue celebrado días después en un brindis en un estudio jurídico de Buenos Aires especializado en armados financieros. La responsabilidad y la audacia del economista debían ser reconocidas. Arreglar con los hedge funds marcaría la campana de largada para lo que vendría.

En ese mundo, no hay un debate sobre si orquestar el endeudamiento de un país conlleva un conflicto de intereses cuando los encargados de ejecutarlo transitaron toda su vida laboral del otro lado del mostrador. La respuesta no existe, porque, simplemente, la pregunta no se concibe. Es más, el salto a la silla estatal es enaltecido como “amor a la patria”. Un buen ejemplo es el de Milei, que pasó de cobrar decenas de miles de dólares por charlas ante inversores hasta semanas antes de las primarias de agosto, a aceptar un sueldo estatal como Presidente. ¿Lo sorteará?

Son dudas que no atraviesan a Milei. Que Gerardo Werthein costee el traslado del presidente electo, Caputo, Karina y otros en avión privado a Estados Unidos, para luego ser designado embajador en el país de destino, y que al regreso, el futuro mandatario sea entrevistado como en casa por la radio FM El Observador, propiedad del mismo hombre de negocios, es una escena cristalina de argentinos de bien.

Como todos los grandes empresarios nacionales, los Werthein han articulado con diversos gobiernos, pero habrá que prestar especial atención en esta oportunidad. Desde hace meses, ese grupo, dueño de Direct TV, negocios inmobiliarios, seguros y agro, es señalado como titular de Radio Rivadavia (de perfil muy familiar a El Observador), Splendid 990, Metro, Rock and Pop y Cerealista de Rosario. La empresa lo niega y sólo admite un vínculo comercial para la transmisión de fútbol en Rivadavia, y deslinda la vocación por los medios de contenido político explosivo, como El Observador, en Gerardo Werthein. Este primo y tío de los actuales directivos del Grupo Werthein es reportado fuera del conglomerado desde hace tres años. Hay fuentes con conocimiento de causa que sostienen que tal división es meramente formal.

Como Messi

En 2015, Caputo, empresario y exejecutivo del JP Morgan y del Deutsche Bank, resignó posiciones privadas de privilegio para encabezar la estrategia de endeudamiento del primer Macri. Dos años consecutivos (2016 y 2017) la Argentina encabezó el ranking de tomadores de deuda en los mercados emergentes. Como ese Messi mágico que rompió las reglas de la física en el pase a Nahuel Molina para quebrar la defensa de Países Bajos en Qatar, Caputo percibió que se cortaba el crédito y ayudó a rumbear el barco hacia el Fondo. Lo inesperado, como Messi. Tres récords al hilo —dos con bonistas privados y el tercero con el prestamista de última instancia— colocan al ministro de Economía elegido por Milei en la cima de la Copa del Mundo de las Finanzas.

El macrismo dejó caer un par de frases sobre los desarreglos que llevaron a crear un problema lacerante que Argentina no tenía: la deuda. La conclusión es unánime en todas las tribus de Juntos por el Cambio. “No fuimos lo suficientemente duros en lo fiscal”. “Los orcos” merecían caña, pero Cambiemos, inocente, no cerró todas las canillas que debía. Fin de las explicaciones.

Tres récords al hilo —dos con bonistas privados y el tercero con el prestamista de última instancia— colocan al ministro de Economía elegido por Javier Milei en la cima de la Copa del Mundo de las Finanzas.

Si había que reducir el déficit ¿por qué bajaron retenciones al mismo tiempo que devaluaron, dando un doble beneficio al agronegocio? Fin de las preguntas, ensobrados. Ahora, con la motosierra, todo será distinto.

Hasta dónde llegará la nueva aventura de deuda es un capítulo abierto. Algunos acreedores ganaron mucho en estos años, pero otros quedaron escaldados y no quieren saber nada con Argentina. Si bien es cierto que las exportaciones agrarias y de petróleo aumentarán sustancialmente el ingreso de dólares en 2024, las tasas internacionales vivieron un proceso al alza en los últimos años, por lo que el atractivo de prestarles a emergentes es más reducido.

El cupo de endeudamiento que Cristina Fernández de Kirchner había dejado vacante fue agotado con creces durante el experimento de Macri. Los cuatro años de Alberto Fernández serán recordados, entre otras cosas, por su incapacidad para superar ese pandemonio, entre condiciones externas adversas y errores propios. La pregunta que orbita en el mundo de las finanzas es qué tasa se le debería cobrar a un país que vive varias veces por año la zozobra de juntar los dólares necesarios para pagar al Fondo y a los bonistas. Si la opción no viene por el lado de la deuda para desarmar las letras de liquidación del Banco Central (leliqs), un extremo criticado como innecesario o fraudulento por ciertos economistas de diferente signo, la otra incógnita es por qué Caputo resultó el elegido para el cargo.

“Dijo lo que iba a hacer”

Milei es señalado por propios y extraños como un candidato que dijo lo que iba a hacer. Un hombre sincero. Bien mirada, la sinceridad lleva asterisco.

La imagen de la motosierra es inequívoca y vale más que mil palabras. Su aliento a que la economía “estalle, sí, sí, que estalle”, la promesa del fin de la obra pública y la comercialización de la educación, la salud, los seres humanos y sus partes fueron elocuentes, de manera que ninguno de los 14.554.560 argentinos que lo votaron tiene demasiado derecho a denunciar traición si el Estado les pide que se arreglen solos de ahora en más.

Hay, sin embargo, nudos del proyecto Milei que encierran un engaño.

El primero es la dolarización, anunciada como piedra basal de su gobierno; un plan del que solo dijo el título, pero que afirmó que sería “innegociable” y comenzaría de inmediato. Antes de asumir, lo negoció y quizás lo enterró para siempre. Cabe suponer que el atractivo electoral de la dolarización, que en sí mismo no despertaba mucho frenesí, era el fin de la inflación. Ahora está avisando que se viene una estampida por devaluación y acomodamiento de precios relativos, y que habrá que esperar 18 a 24 meses para volver a crecer en condiciones normales.

La promesa del fin de la obra pública y la comercialización de la educación, la salud, seres humanos y sus partes fueron elocuentes, de manera que ninguno de los 14.476.462 argentinos que lo votaron tiene demasiado derecho a denunciar traición

En segundo orden, la despedida para siempre de la “casta” es otro compromiso cancelado antes de zarpar. Se supone que para el presidente electo, ese estamento del mal excluía a los ejecutivos y contratados de Corporación América, que son presentados como allegados personales antes que delegados del emporio de Eduardo Eurnekian. Ocuparán sillas Nicolás Posse en jefatura de Gabinete, Guillermo Francos en Interior, Mariano Cúneo Libarona en Justicia y Guillermo Ferraro en Infraestructura, por citar algunos protagonistas con ese origen.

El problema para la promesa anticasta es que el gabinete está repleto de “los mismos de siempre”.

Macri, su candidata Bullrich y su amigo-enemigo Horacio Rodríguez Larreta chocaron con las urnas. Tuvieron todo a su servicio: el amorío de Clarín y La Nación, la Fundación Mediterránea, el obamismo trumpista argentino, las cámaras empresariales, pero el votante eligió otras opciones para el balotaje.

El festival de nombres que suben y bajan en el gabinete de Milei parece conducido por los intentos de detener las ambiciones de Macri y las internas de Juntos por el Cambio. Las escaramuzas en esa coalición son un dato de la realidad, sobran anécdotas al respecto, pero lo cierto, detrás de los intereses enfrentados y los egos que alimentan los whatsapps, es que las facciones del macrismo sienten un inesperado “volver a vivir” mientras se reparten cargos y presupuestos.

No es sólo el desmoronamiento de la impostura republicana que alguna vez esbozó el macrismo, sino una cuestión práctica. Aunque Milei y el grupo “aeropuerto” intenten no ceder posiciones, no tienen con qué completar los casilleros de la administración pública. Tal como están las cosas, el presidente de La Libertad Avanza tendría dificultades para firmar un decreto el 11 de diciembre.

Macri podrá ver frustrado su intento de sentar en el gabinete a Guillermo Dietrich para la obra pública y a Germán Garavano en Justicia, los exministros Caputo y Bullrich podrán ser declarados “líberos” que llegaron al gobierno de Milei a título personal, pero en las segundas y terceras líneas hay vasos comunicantes que borronean las distancias de la superficie.

Con sus acciones, Milei reafirma que su combate real no tenía nada que ver con estructuras tradicionales que succionan al Estado a las que identificó eficazmente como “casta”, sino con un proyecto de recomposición reaccionaria.

El ultraderechista se permite rescatar incluso a figuras que parecían haber agotado su vida pública, hundidos en el mayor desprestigio de la década de 1990. Si la vicepresidenta electa es amiga y socia de los represores, si reina la estigmatización de los pobres por “vagos”, “choriplaneros” y delincuentes, si los promotores de la ultraderecha belicista israelí están enseñoreados, si el “gatillo fácil” se celebra, si algún antisemita se cuela en las filas libertarias y disimula un rato, ¿cuál sería el obstáculo de sumar a un exnazi que le susurró a la DAIA su arrepentimiento como Rodolfo Barra? En todo caso, que esa designación actúe como ayudamemoria para reconocer las aristas del menemismo que pretenden ser lavadas.

El tercer factor de engaño, acaso el más lesivo en términos de gobernabilidad, es que Milei dijo que el ajuste, “por primera vez”, lo pagaría “la política”. Fue elusivo a la hora de los detalles, sus amigos de los medios tampoco intentaron saber un poco más. Echar a un par de ñoquis, cerrar Canal 7, eliminar un programa para prevenir el embarazo adolescente, entregar a la hoguera a un científico del Conicet o hacer un parque de diversiones en un excampo de concentración entretendrá un rato, pero no recuperará los fundamentals para volver a los mercados.

La corrección real llegará mediante la estanflación, que el excel de Milei dice que durará de 18 a 24 meses. Cambia la ecuación. Ya no será la “casta” la que pagará el precio, que en este momento está repartiendo posiciones en el Estado, sino millones de familias con el precio de los alimentos y su propio empleo. De esos millones, muchos votaron a Milei.

Echar un par de ñoquis, cerrar Canal 7, eliminar un programa para prevenir el embarazo adolescente, o entregar a la hoguera a un científico del Conicet entretendrá un rato, pero no recuperará los fundamentals para volver a los mercados

Peronismo, un barco a la deriva

Alberto Fernández deja el gobierno “tranquilo” y piensa en cómo repartirá su próximo año entre las clases en España y la pelea por la reconfiguración de su partido. El presidente saliente se apresta a “confrontar”, sin esbozos de autocrítica sobre sus responsabilidades en estos años.

La moneda de Axel Kicillof y Sergio Massa está en el aire. El gobernador bonaerense se apresta a vivir la novedosa experiencia de administrar sin transferencias especiales desde la Nación que compensen la baja coparticipación de impuestos federales. Tras las sórdidas experiencias Insaurralde y Chocolate Rigau, Kicillof podrá encarar esta etapa con el gabinete bonaerense loteado con La Cámpora y los intendentes del conurbano, o componer nuevas melodías.

De sus múltiples vidas y lealtades, Massa deberá decidir si consolida un perfil centrista, con dogmas económicos puestos en caja y con las conquistas sociales y cívicas del primer kirchnerismo como piso, o si se deja tentar por el individualismo y el oportunismo que nunca parecen soltarlo del todo. El todavía ministro tiene por explicar medidas electoralistas que costaron billones de pesos al Estado, como la eliminación del impuesto a las ganancias para los asalariados con altos ingresos. Qué paradójico resultaría que el gobierno de Milei dé marcha atrás con esa medida nefasta, regresiva e inútil, como, de hecho, están pensando futuros integrantes del Palacio de Hacienda. Para Massa, la tentación de dejarse contratar por fondos de inversión extranjeros podría marcar una despedida de la política por todo lo bajo.

El peligro del ascenso de Milei tiene efectos colaterales muy significativos. Por un lado, lo dicho, la influencia de Macri en las tramas del poder real. Luego, la posibilidad de que Cristina, en el ocaso de su carrera política, encuentre centralidad para encabezar la resistencia.

La vicepresidenta reapareció el jueves en Tik Tok con un mensaje con contenido político, tras meses de silencio. No habló estrictamente de sí misma —su expertise—, aunque dejó una pincelada autorreferencial.

Durante su tránsito por los pasillos del Congreso delante de Cecilia Moreau, Claudia Ledesma y María Luz Alonso, como si fueran un séquito, la vicepresidenta se arrogó haber hablado de estanflación antes que nadie. “¿Estuviste en una charla mía de Río Negro?”. Parece que en esa clase magistral aludió a la amenaza de inflación, deterioro del empleo y recesión. Tristemente, también dijo que el déficit fiscal cubierto por emisión de dinero no genera inflación, pero no lo recordó en la caminata tiktokeada.

La mención a la estanflación rankea en el mismo nivel que otros hitos que Cristina y su mesa chica mencionan como prueba de la sabiduría vicepresidencial: la previsión de que la elección se dirimiría entre tercios y la advertencia de que el crecimiento pospandemia corría el riesgo de ser acaparado por el poder real. Elementalidades narradas como hallazgos de estadista.

La mención a la estanflación rankea en el mismo nivel que otros hitos que Cristina y su mesa chica mencionan como prueba de la sabiduría vicepresidencial

El gobierno de Milei y Macri llega con la trama espuria de los tribunales federales y los espías que conformaron un eje indisociable del primer Macri.

En Comodoro Py reaparecieron caras que se habían guardado durante los últimos años, transmitió días atrás un juez federal a este diario. El compendio de fallos disparados en la última semana que beneficiaron al expresidente conservador y a Clarín, o perjudicaron a Cristina y los suyos anticipan lo que viene.

Como las garantías procesales y la independencia judicial son pilares de la democracia, corresponderá defenderlos y denunciar los abusos, sin que importe quién sea el perjudicado de los sótanos de la democracia.

El derecho ampara, por supuesto, a quien, a partir de su defección histórica como líder política y vicepresidenta, hizo tanto para este retorno reaccionario. 

SL/DTC

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