Candidato a diputado por el frente La Libertad Avanza

El fenómeno Milei: inquieta a Larreta y pesca en las radicalizadas aguas que dejó Bullrich

Rolando Graña comienza la presentación del bloque con la imagen en la puerta del canal. El zócalo tiene la palabra “urgente” que late mientras un largo auto negro de los años 60 llega a la puerta de A24. “No es el batimóvil”, adelanta Graña. “Espero que no baje con una capa”, dice uno de los colaboradores. Un chofer sale del auto, da la vuelta, y le abre la puerta. Javier Milei lo abraza como si no viniera con él en el vehículo. Su recorrido hacia el estudio va a ser tomado por distintas cámaras. Milei va de traje, camina lento y mira de frente a la cámara con su carpeta apretada bajo el brazo. Graña relata todo el recorrido. Es una escena casi vintage, que recuerda a las de los pasillos del viejo Canal 11, cuando entraban los luchadores de Titanes en el Ring y se escuchaban las voces de Rodolfo Di Sarli y Jorge Bocacci. Fundido a negro.

La imagen se vuelve a abrir hace una semana en la Plaza Holanda, pegada al Rosedal. Hay un escenario tubular con tres carteles. Uno dice: “Ellos contra nosotros”. En otro está el eslogan de campaña y nombre del frente electoral: “La libertad avanza”, con unas líneas que arman el dibujo de un águila o un halcón, depende cómo se lo quiera mirar. Frente a la estructura hay una decena de estandartes del Partido Libertario y la bandera de Gadsden, con una serpiente y una leyenda en inglés que se traduce “No me pisoteen”. Alrededor hay al menos ocho mil personas, la enorme mayoría de la franja sub-30. Con sus mochilas, capturando la previa y compartiendo en redes. Alguien pasa y tira: “Ya viene”. Un grupo de cinco chicos que está más adelante comienza a saltar. Suben el volumen y unas guitarras muy metálicas tapan la voz del locutor. Javier Milei sube agitando los brazos con los puños cerrados. Se ve su melena, casi Mozart casi Klemm, tiene su campera de cuero negro y una bandera argentina de colgada de capa. Pega dos pasos largos y se abraza con el locutor y con el resto de los candidatos. Todos saltan y se abrazan, con el rocanrol bien fuerte. Abajo, desde el público, su imagen se ve al mismo tiempo en decenas de celulares. Se acerca a una tarima de madera, se saca el barbijo, respira profundo y grita: “¡Viva la libertad, carajo!” 

Milei agradecerá a los que lo siguen por participar “en la reconstrucción de la Argentina”. Bajará el tono y cuando lo suba su voz se volverá cavernosa. En general, esos momentos son los que se los dedica a sus rivales políticos. “Aparecen agresiones, aparece la izquierda que nos acusa de genocidas. Esos asesinos hijos de puta mataron a 150 millones de personas”, grita y la multitud chifla.   

Entre la primera escena en lo de Graña y la de la plaza pasaron tres años. Lo que parecía un personaje destinado a cumplir con la curva del encanto televisivo ahora se volvió una preocupación para ciertos sectores, sobre todo, dentro de la discusión electoral porteña. Su tono bizarro, que algunos creían que lo condenaría si pensaba dar el salto a la política, está resultando uno de sus principales capitales.

Esta semana Milei estuvo en recorridas por Palermo y Chacarita. y tuvo que suspender un tercer encuentro en San Telmo porque se levantó sin voz. A pesar de la pandemia, siempre camina muy acompañado. En la tarde del viernes, frente a la estación Lacroze, los que salen del subte hacen fila para hacerse selfies con él. En el transcurso de una hora le va a poner su cara a no menos de 50 fotos. Una y otra vez. 

Nació en Palermo en 1970, se mudó a Sáenz Peña, en Tres de Febrero, donde a los 11 años, en plena guerra de Malvinas su padre lo molió a patadas porque no compartía su visión sobre el enfrentamiento en la islas y sobre el papel del ejército inglés. El padre de Milei era colectivero y su madre ama de casa. La familia se mudó a Devoto en su adolescencia. Luego, cuando Javier decidió estudiar economía en la Universidad de Belgrano, su padre continuó con las muestras de afecto: “Sos una basura, te vas a morir de hambre, vas a ser un inútil toda la vida”, dice Javier que le dijo. Con esa frase se terminó la relación con él y también con su madre, a quien le reclamó no haber intervenido. Eso estrechó mucho su vínculo con Karina, su hermana menor y “ángel guardián”, según explican desde el entorno del economista.   

Mientras decidía qué hacer, Milei fue arquero de fútbol. Llegó a jugar en Chacarita entre el 85 y el 89. Hay una foto que lo muestra con un corte glam y los brazos cruzados sobre el pecho. Unas semanas después, según recuerda un memorioso del club de San Martín, la Cuarta con Milei bajo los palos, le ganó 2 a 1 a la de River, con dos goles tras saques del actual candidato a diputado. Pero luego, el estudiante se comió al arquero y devino en el rockero. Mientras cursaba, armó Everest, una banda de covers de los Rolling Stones que duró un par de años pero cuando la garganta no le dio más, también terminó esa aventura. 

“Vamos a sacar a los políticos a patadas en el culo”, grita desde el escenario y recibe festejos. Dirá la misma frase tres veces y la respuesta irá aumentando su estruendo. Hay algo de esa energía del exabrupto que parece disfrutar y que puede aparecer de repente en medio de la teoría económica de Adam Smith o mientras homenajea al liberal Alberto Benegas Lynch hijo. “Quiero decirle algo a la casta política hija de puta: ‘Ustedes no son Dios’”, vuelve a insultar. 

“El sabe mostrarse, es un rockstar, puede estar cinco horas con sus seguidores. Hoy es el economista más reconocido fuera del país. Lo llaman de EE.UU. para dar charlas. Pandenomics, su último libro es un éxito. Es un intelectual. Tanto en los medios y en las redes los pasó por encima a todos. Los trending topic que él tiene no los tiene casi ningún político”. El que arranca con esta seguidilla de elogios es Ramiro Marra, broker online, youtuber y primer candidato a legislador porteño por Avanza Libertad. Conoció a Milei hace 15 años, cuando era alumno suyo en la clase de Microeconomía. Lo perdió y lo reencontró hace tres años porque los invitaban a los mismos programas de TV. “Los liberales terminaron siendo elitistas, como López Murphy. Con sus formas Javier levantó el liberalismo. Es un liberal de barrio. Combate en este país donde la palabra neoliberal es sinónimo de algo que está mal”, sostiene y profundiza: “Nosotros somos halcones. Opositores fuertes contra el socialismo cool como Vidal y Lousteau. Les hablamos a los que quedaron desencantados con la salida de Patricia Bullrich”.

Para seducir a esos sectores duros, Milei cuenta con varios candidatos que, incluso en su propio espacio, son difíciles de digerir. La segunda en la lista es la abogada Victoria Villarruel, presidenta del del Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (CELTyV), que en varias ocasiones negó que haya habido terrorismo de Estado durante la última dictadura. La cuarta en la lista es María Fernanda Araujo, de NOS, el partido de Gómez Centurión, defensor de los movimientos carapintadas y ex director de la Aduana del macrismo. Entre sus apoyos en redes aparecen cuentas como la de El Presto, un periodista y tuitero anticuarentena que amenazó de muerte a Cristina Fernández y que terminó denunciado por amenazas.  

El encuentro en Chacarita tarda en arrancar. Hay más de 100 personas rodeando a Milei, que está acompañado por el ex UCeDé Carlos Maslatón. Muchos de los que van llegando son jóvenes. Todo lo que sucede lo registran en sus teléfonos. “¿Vos sos Tootsie24? Le pregunta un joven a una chica. ”Entre que la foto es vieja y el barbijo yo tampoco me hubiera reconocido“, lo excusa ella. Se conocen porque se siguen en redes sociales pero no se habían cruzado en la calle. No son los únicos que adivinan sus identidades y al descubrirse se abrazan. ”Le quiero dar las gracias por darme ganas de quedarme acá“, dice una chica con la enorme mochila de Rappi en la espalda, que en la manija tiene el pañuelo celeste y uno amarillo con la misma serpiente de las banderas del acto. Ella y otra compañera de trabajo acompañarán la caminata en sus bicis, como dos referencias flúo detrás de la cabellera de Milei. 

Javier Milei sube agitando los brazos con los puños cerrados. Se ve su melena, casi Mozart casi Klemm, tiene su campera de cuero negro y una bandera argentina de colgada de capa.

La composición de su tribu de adherentes rompe estereotipos: la mayoría de los que lo acompañan no vinieron de los barrios acomodados de la ciudad. Son más bien clase media y media baja. No debería resultar tan extraño porque ya en unas encuestas de hace dos semanas, en los barrios del centro y del sur, el excéntrico economista llega a medir 14 puntos, mientras que en el norte no pasa de 7. 

Esta semana, Alberto Fernández aprovechó un acto para 20.000 jóvenes vía zoom desde Tecnópolis para pedirles que le “piquen el boleto” a los candidatos liberales“. ”Ese discurso lo conozco bien. “La libertad ésa es libertad para algunos y catástrofe y penurias para otros”. A los pocos minutos, Milei tuiteó: “POBRECITO: @alferdez ¿Querés hacer un debate conmigo y ver quién termina con el boleto picado?” Antes lo había hecho con María Eugenia Vidal, a la que le escribió: “Hola! Ahora aparecés? Pensar que mientras que muchos dábamos la pelea vos estabas escondida debajo de la tierra…”. Dos intentos de subirse a un ring en una pelea de fondo con figuras estelares, que -si se permite el lenguaje pugilístico- deciden no entrar en el clinch

“Es un liberal de recetario televisivo radicalizado muy inteligente en el marco de una personalidad arrebatada que la va a tener que controlar con el tiempo”. Así lo define el escritor, periodista y analista político Jorge Asís. “Es un producto que encandila, pero que se consume rápido. Es mucho más interesante porque tiene un atractivo que es ser audaz. Se podría decir entonces que el voto de derecha ya está perdido para el PRO”, analiza sobre la irrupción de Milei.

Esa mirada que tiene Asís también la comparten varios de los que pasan por las oficinas de Larreta en Parque Patricios. Son los daños colaterales que provocó el alejamiento de Bullrich. Ella pescaba en los mares radicalizados con mucha más pericia que los que quedaron. En las cuentas que hacen, la figura de Milei no les resulta para nada simpática.   

En un intento de entender quién sostiene al candidato, varios de los consultados sugieren mirar hacia la Corporación América para cuyo dueño, Eduardo Eurnekiàn, el economista trabaja. Pero los colaboradores de Milei lo desmienten cada vez que se les pregunta. “El que diga eso es un hijo puta. Javier incluso tiene demandas contra periodistas de América. El trabaja en la empresa de Eurnekiàn pero de ahí a darle dinero hay una distancia enorme. Ni siquiera creo que a Eurnekiàn le simpatice mucho el lanzamiento a la política de Javier”, contesta Marra.

La marcha por Lacroze pasa por la puerta de la pizzería Imperio. Uno de los que arengan a la tropa libertaria lleva un megáfono y hace sonar una sirena. Tiene un corte neopunk, con la cresta azul y con dos palabras tatuadas en cada parietal. De un lado dice “disciplina” y del otro “esfuerzo”. Usa una careta de la película V de Venganza, la que supieron utilizar los hackers de Anonymous y las marchas antisistema globales. Cuando el ritmo decae, se escucha su voz amplificada: “Vamos, cantemos que parecemos todos zurdos”. 

El historiador y periodista Pablo Stefanoni estudia las nuevas derechas desde hace tiempo. En su libro ¿La rebeldía se volvió de derecha?, además de provocar al progresismo analiza el emerger de esos sectores, que empiezan a hacer de la transgresión y de los discursos antisistema un eje de su actividad política, con incidencia en un sector más juvenil. También ex alumno de Milei, sigue atento lo que sucede con él y las perspectivas que pueda tener su incursión en la política. “Encarna un discurso anti progresista con una forma muy particular. El estilo Milei es un libertarismo muy extraño en la Argentina y en el mundo. Y si decís que sos antisistema, te ponés un límite. Si hay un proyecto político para ese tipo de espacio va a ser con Patricia Bullrich no con él. Por ahora lo de Milei aparece como un proyecto personal que solo lo sostiene la estructura del Partido Libertario, no hay otros detrás”. Stefanoni no subestima lo que pueda suceder con Milei en noviembre pero, por ahora le cuesta imaginarlo en otro lugar que no sea el de una oposición provocativa. “Así como está planteado su discurso resulta muy inorgánico para los grupos de poder. No es comprable para los empresarios. No creo que a ellos ese anarcocapitalismo antiestatal les interese. Pasó con Trump, que en un momento no encajó en el sistema. A los que hacen negocios no les entusiasman los que entraron por asalto al Capitolio”, concluye.

AM