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Análisis

Kicillof recupera la centralidad y entra en la campaña con el apoyo renovado de Cristina

El gobernador bonaerense y la vicepresidenta, el mes pasado en La Plata.

Diego Genoud

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La apertura de la inscripción para vacunar a los adolescentes de entre 13 y 17 años con comorbilidades fue la muestra más reciente, aunque no la única. Con la vacunación en provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof recuperó el aire que le había faltado durante su primer año largo de gobierno. El gobernador bonaerense será el primero en inmunizar a esa franja que venía relegada y es probable que lo haga con las dosis del laboratorio norteamericano Moderna que acaban de llegar a la Argentina. A cargo del territorio madre de todas las batallas, donde vota casi el 40% del padrón nacional, Kicillof tiene prioridad en el gobierno de los Fernández, un rasgo que lo distingue de antecesores suyos -Daniel Scioli, sin ir más lejos- que penaban para conseguir la ayuda del gobierno nacional. La morfología del Frente de Todos, vertebrado desde el conurbano bonaerense en torno a la figura de Cristina Fernandez de Kirchner, es la que lo explica. 

En el primer año de gestión, Kicillof enfrentó una crisis múltiple, que combinaba la pesada herencia de recesión y deuda en dólares con la pandemia y las dificultades de un economista que estaba aprendiendo a gobernar un territorio desconocido y no contaba con aliados suficientes. Incluso dentro de la alianza panperonista, el gobernador recibía entonces críticas por moverse con un grupo reducido de colaboradores y no abrirse al diálogo y los reclamos de los intendentes, La Cámpora y los movimientos sociales. La desaparición y muerte de Facundo Astudillo Castro, la crisis con la policía bonaerense -que llegó a provocar el cerco de los sublevados a la gobernación en una madrugada de septiembre- y el desalojo con represión de un predio en Guernica encadenaron meses de enormes dificultades para el gobernador y su equipo.   

Hoy, cuando la campaña electoral acelera, la realidad parece ser bastante distinta y Kicillof viene ganando una centralidad que excede lo sanitario. Siempre al lado de Cristina en los actos en la provincia, es el interlocutor predilecto de la vicepresidenta para la discusión económica con Martín Guzmán y busca asegurarse lugares en las listas para ampliar el espacio cerrado del kicillofismo. Como contó Pablo Ibañez en elDiarioAR, la mecánica para el armado de las listas será una mesa de cuatro: Máximo, Cafiero, Massa y Kicillof. Los Fernández, en la instancia última, validarán ese proceso que avanzará en el dibujo general.

De acuerdo a los números oficiales, Buenos Aires encadena la octava semana consecutiva de caída de casos en, con un promedio diario de 4.477 contagios: -5% respecto a la semana anterior y -63% respecto del pico de la segunda ola. Según el reporte difundido el sábado último por el ministerio de Salud, 8.316.917 bonaerenses ya recibieron la primera dosis de la vacuna contra el COVID, 1.958.975 ya tuvieron las dos aplicaciones y están inmunizados el 96,67% de los mayores de 60 años, 2.597.770 personas. Para el oficialismo, la vacunación es el principal argumento de campaña en el marco de una caída sostenida de los ingresos, que provocó el aumento de la pobreza y la indigencia. Según los últimos números del INDEC, hacia fines del año pasado, el 51% de la población de los partidos del Gran Buenos Aires eran considerados pobres y el 15%, indigente.

Kicillof ya no es el nombre de la ilusión que era cuando gobernaba María Eugenia Vidal, el macrismo se desangraba en su impotencia y el Renault Clío de Carlos “Carli” Bianco surcaba las rutas bonaerenses. Sin embargo, hay municipios del conurbano donde mide mejor que Alberto Fernández y otros del interior donde su imagen no genera tanto rechazo como la propia Cristina. Después de pasar 2020 tomado por la pandemia y ausente de la discusión política que animaban Máximo Kirchner y Sergio Massa junto a los Fernández, 2021 le devolvió al gobernador un protagonismo indudable. Así como se declaró prescindente en la pelea del líder de La Cámpora por asumir la jefatura del PJ bonaerense ahora en el oficialismo trascienden sus pedidos para que gente propia vaya a defender su gestión en la Cámara de Diputados, el reino de Massa y Máximo donde poco se sabe del kicillofismo. Montada en La Plata, la escena de la mesa de los lunes lo tiene sentado en la cabecera imaginaria de las decisiones. Hacia allí, peregrinan de manera alternativa Máximo, Massa, Gabriel Katopodis, Santiago Cafiero, Jorge Ferraresi y Eduardo De Pedro.   

El gobernador no tiene la estructura política que exhibe la agrupación del hijo de la vicepresidenta ni opera al nivel del establishment como lo hace Massa, pero dispone de su propio aparato publicitario y del blindaje permanente que le garantiza CFK. En los primeros cinco meses de 2021, la provincia que gobierna Kicillof recibió del tesoro nacional $45.844 millones de transferencias discrecionales, un porcentaje que hasta abril era el 33% del total de giros realizados por los Fernández a las provincias y la CABA. Aunque en 2020, las transferencias habían sido todavía más altas, la partida volverá a crecer hasta noviembre. De ahí también, el respaldo del gobernador a un Presidente que, en el plena crisis con La Bonaerense, salió a auxiliar a Kicillof y ejecutó el recorte de fondos de coparticipación a Horacio Rodríguez Larreta para dárselo a la provincia con apoyo de los mandatarios provinciales del PJ.  

Bajo el liderazgo de Cristina, la relación de Kicillof y Máximo es materia de observación permanente porque quieran o no compiten por el madrinazgo de la vicepresidenta. A diferencia de su madre, que tiene asistencia perfecta a los actos del gobernador, el líder de La Cámpora suele estar ausente cada vez que hay un montaje de Kicillof. En el camporismo hay quienes todavía recelan de  Axel como un intelectual que se benefició en 2019 de la estructura de la organización en provincia de Buenos Aires. Sin embargo, el dialogo es permanente y se allana por el rol que juega Andrés “Cuervo” Larroque, el ministro de Desarrollo Social bonaerense que además es secretario general de La Cámpora. La posibilidad de que Nicolás Kreplack, el ministro de Salud que reconoce una filiación camporista, se convierta en candidato en provincia sería para sus promotores una manera de afianzar la unidad. Quienes conocen al jefe de a bancada de Diputados del Frente de Todos afirman que apuesta a una construcción de mediano plazo y no se desespera por el rol que juega Kicillof. “Lo fundamental es generar condiciones para seguir creciendo y no poner en riesgo la unidad”, sostienen desde la agrupación, que es la viga de la estructura cristinista.

Que el gobernador bonaerense diga presente en la campaña y se involucre en la discusión política es lógico y habla de su centralidad dentro del esquema de poder del Frente de Todos. Más sorprendente es que sea el encargado de sostener la esgrima con Guzmán por la orientación económica del gobierno. No sólo porque su gestión como ministro fue accidentada, incluyó la devaluación de 2014 y no pudo resolver el regreso a los mercados que pretendía Cristina con acuerdos como el del Club de París que ahora cuesta caro, sino sobre todo porque tiene la monumental tarea de salir airoso en la misión de gestionar la provincia de Buenos Aires, una silla eléctrica que se llevó puestas en tiempo récord las aspiraciones de los últimos gobernadores. De regreso a la zona franca del macrismo, María Eugenia Vidal puede dar fe de eso. 

En abril pasado, cuando Guzmán pretendió echar a Federico Basualdo, Kicillof salió a reivindicar al subsecretario de Energía Eléctrica como un “excelente funcionario” que había trabajado con él. Después, en encuentros privados de los que dio cuenta elDiarioAR, continuó la discusión con el discípulo de Joseph Stiglitz. El debate es conocido: mientras Guzmán pretende reducir subsidios y viene de ejecutar un fuerte ajuste silencioso durante el primer semestre del año -vía recorte del gasto Covid y licuación de jubilaciones y sueldos estatales-, Kicillof sostiene que es necesario volver una masa adicional de recursos en los sectores más vulnerables, que sufren la caída de ingresos desde hace tres años y medio. Mientras el ministro reclama al peronismo en público ser “autocríticos” (con respecto a la gestión Kicillof) y pone como prioridad la estabilidad macro, el cristinismo pide inyectar una dosis extra de paliativos, antes de ir a votar. 

Junto al gobernador bonaerense en los actos de campaña, Cristina da signos de estar iniciando un camino que va más allá de noviembre y tiene como horizonte las presidenciales de 2023. Axel no solo expresa con claridad la mayor parte de las consignas del cristinismo y construyó una relación de confianza absoluta con la vicepresidenta. Además, cuenta con una característica que CFK destaca de manera especial: la honestidad a prueba de balas, una condición que le reconocen hasta en el macrismo y en el establishment. Después de padecer la larga saga de la corrupción kirchnerista, Cristina considera ese punto un elemento central de su candidato. 

De confirmarse lo que sugieren las apariciones públicas y confirman desde el cristinismo en privado, Kicillof le permitiría a la dueña de los votos lo que no pudo hacer ni en 2015 con Scioli, ni en 2019 con Fernández: designar un candidato propio, a su imagen y semejanza. Falta una eternidad y al proyecto AK demandará, primero, llegar con aire a las próximas presidenciales y después, sumar, el plus que representó Alberto en el último turno electoral. En ese esquema, Kicillof dejaría la provincia para pelear las presidenciales y reincidiría en lo que, según creen algunos en el peronismo, es una constante de su carrera: quemar etapas, como lo hizo cuando fue ministro de Economía y  como lo hace ahora, a cargo de la gobernación en la inmensidad bonaerense.

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