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#Peronismos

Multiplicar a Macri para achicar a JxC, la riesgosa matemática de Fernández

Alberto Fernández en Olivos junto a Juan Pablo Biondi

Pablo Ibáñez

1 de marzo de 2021 19:34 h

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El 22 de agosto Martín Lousteau estuvo en la Quinta de Olivos: sin pompa ni foto, el senador apareció en la quinta presidencial para charlar con Alberto Fernández junto a Enrique “Coti” Nosiglia, el hacedor de la política del ex ministro que quiere ser jefe de Gobierno y que, con énfasis siempre relativo, sugiere dejar atrás a Mauricio Macri. Charla abierta: de la pandemia a Daniel Rafecas, el candidato a Procurador que todavía espera.

El diálogo, reservado pero no secreto, estuvo a punto de evolucionar a otra dimensión el 9 de septiembre cuando policías de la Bonaerense, retirados y en funciones, rodearon la Quinta de Olivos. Esa tarde, Lousteau acordó una nota con el canal TN para, desde su casa, repudiar la protesta. Pero en medio ocurrió algo: Fernández anunció que por decreto le sacaba un punto de coparticipación a CABA para fondear un aumento salarial de los efectivos de la provincia. Lousteau se enteró y, en el aire, cambió todo: del prometido gesto de apoyo democrático viró a una crítica descarnada.

Fue, quizá, uno de los últimos puentes sólidos que Fernández tenía con el archipiélago opositor y se rompió en el mismo momento que el presidente enterró la convivencia de desiguales beneficios mutuos que tenia con Horacio Rodríguez Larreta. A la distancia, más allá de la urgencia por atender la crisis de Axel Kicillof con la Bonaerense, Fernández precipitó ese día un desencuentro que confirmó irreversible luego de una charla, mano a mano, con Larreta en la quinta de Olivos a mediados de agosto.

- Mauricio está preocupado por las causas. Según él, vos le dijiste que se quede tranquilo -, le dijo el jefe de Gobierno.

- Él puede estar tranquilo de que yo no voy a agarrar el teléfono para llamar a ningún juez ni fiscal para que lo persigan. Pero si hizo las cosas mal, lo que tiene que hacer es buscarse un buen abogado -respondió el presidente, según reconstruyó eldiarioAR.

La conversación, que en ese capítulo fue breve pero intensa, operó en Fernández como una certeza política: que Larreta era, más allá de matices y perfiles, un delegado de Macri. De mínima, como tal se movió en aquel encuentro. Hubo otra charla posterior, en septiembre, para despejar dudas y luego vino la rebelión policial y la pelea por los fondos.

Desencuentros

El sábado pasado, Fernández temió que la movilización por los vacunados de privilegio fuera masiva e imponente. No lo fue y la performance temeraria de las bolsas mortuorias le dibujaron otro escenario: interpretó el protagonismo opositor, de figuras como Lousteau o Mario Negri, con quien solía cruzar mensajes, como una señal de que el diálogo con Juntos por el Cambio (JxC) será sino imposible, improbable en este tiempo.

La reacción de Fernández es lineal: sin teléfono rojo posible con los “moderados” de JxC, más allá del institucional con gobernadores como el jujeño Gerardo Morales y el correntino Gustavo Valdés, se enfoca en una decisión que nunca fue su primera opción: subir al ring a Mauricio Macri, la figura de primera línea con peor imagen del universo opositor.

Escarba, con eso, en otro fenómeno: el bloque opositor se mueve como un scrum cerrado para criticar al gobierno pero esa unicidad se resquebraja cuando se trata de defender a Macri. Los motivos son varios. Uno es el pragmatismo: el nivel de rechazo a Macri y a su gestión. El segundo es político: el posicionamiento ideológico del expresidente. El tercer motivo roza lo personal: el mal trato que varios de los referentes opositores recibieron cuando estaba en Olivos.

Por eso, Fernández ensaya una matemática política simple. darle centralidad a Macri, apuntar a la médula de su gobierno, subirlo al ring para potenciar la identidad macrista de JxC. Como según su criterio la oposición es más que Macri, darle juego al ex presidente tendría como efecto inevitable achicar a la oposición.

En el gobierno invocan una metáfora salvaje sobre la decisión de tensar con JxC. “Cuando un perro baja la cabeza porque asumió su derrota, el otro deja de atacarlo: con la oposición eso no pasa: admitimos un error, y ellos quieren más sangre. ¿Hasta cuándo te seguís bancando eso?”, apuntó un habitante del primer anillo presidencial.

Permeó, además, el martilleo de Cristina Kirchner sobre la calma que en términos judiciales tuvo, hasta acá, el ex presidente. Por eso, Fernández elige del menú de flancos que le ofrece la figura de Macri la que advierte más hiriente: deuda millonaria, regreso al FMI, tema transversal que involucra a varios funcionarios y que le permite correrse de un renglón incómodo como la corrupción individual, un rubro donde al peronismo le suelen entrar las balas.

Como en toda táctica política, se combinan dosis de estadística y de deseo: que entre vacunas y economía, el gobierno recupere aire y pueda encarar mejor el año de votación, y que en el reparto electoral, con una fuga hacia votos libertarios, JxC esté más cerca del 31,8% nacional de las PASO del 2018 que del 40,3 de la general. Puede fallar y la historia reciente lo demuestra: Macri decidió polarizar con Cristina en 2017 y dos años después, perdió con ella.

PI

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