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Fernández cambia a Sigman por Figueiras y se reordena el tablero de los laboratorios aliados al Gobierno

El empresario Figueiras con la ministra Vizzotti y la asesora Nicolini.

Diego Genoud

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La noticia llegó justo para intervenir en el cuadro de alarma que generan el crecimiento acelerado de los contagios en el AMBA, la amenaza de la falta de camas y las dificultades para acceder, en el fin del mundo, a la vacuna que fabrican las grandes potencias. También para sacar al gobierno de Alberto Fernández del encierro y abrirle al menos un horizonte de esperanza, justo cuando se incrementaban los cuestionamientos a Hugo Sigman y se extendía la frustración por la demora sin fecha de las dosis de AstraZeneca que se fabrican en la planta de Garín del laboratorio mAbxience. Aunque el anuncio que se hizo desde Moscú lo encontró en un acto en el Museo del Bicentenario de la Casa Rosada, Fernández estaba enterado de los avances que había logrado el empresario Marcelo Figueiras con el Instituto Gamaleya. Más aún, la posibilidad de empezar a envasar el principio activo de la Sputnik V en Argentina se exploró a partir de un pedido del Presidente, según aseguran en Casa Rosada los que conocen el detalle de la negociación con Rusia. 

Fue Cecilia Nicolini la encargada de hablar con el dueño del laboratorio Richmond y con las autoridades rusas para ver si era posible cambiar de estrategia y acortar plazos. De hecho, unos días antes de viajar a Rusia, la asesora presidencial visitó la planta de Pilar junto a la ministra de Salud, Carla Vizzotti, para verificar el estado de la producción de las primeras 21 mil dosis que fueron aprobadas ahora por Gamaleya. Así fue que aceleró el proceso que redundará en un millón de dosis para la Argentina a partir de junio, según la información que se promocionó desde la empresa. 

Lo que se hizo fue buscar un nuevo tipo de acuerdo con el Fondo Soberano de Inversión Rusa. Si antes se pensaba iniciar el proceso con la construcción de una nueva planta para fabricar la Sputnik V íntegramente en el país, ahora se decidió saltear una instancia para envasar el principio activo que llegará desde Moscú, al menos en una primera etapa. El entendimiento inicial seguirá adelante pero antes Richmond adaptará sus instalaciones para tener listo el proceso de fraccionar y envasar la vacuna rusa en poco más de un mes. “Son dos cosas distintas. Terminar con el ciclo completo de la fabricación local de la vacuna va a demandar entre 12 y 18 meses. Lo que hicimos ahora fue empezar por el final y adaptar una planta de Richmond para envasar acá y tener la vacuna antes”, le dijo Nicolini a elDiarioAr desde Amsterdam, donde su avión hacía escala para llegar al país este viernes. Será una manera de evitar el gran cuello de botella que se forma en torno a la fase final de la fabricación de vacunas. Una variante que servirá para hacer frente a la gran demanda que desborda las posibilidades del país que gobierna Vladimir Putin.

Antes de emprender su regreso, Figueiras le dijo a este diario desde Moscù que están tratando de adelantar la fase final de producción para junio y aseguró que él llegó a negociación gracias a la sociedad que mantiene con el laboratorio indio Hetero desde hace 25 años. Pero sus detractores afirman que lo hizo gracias a su contacto con el Presidente y con empresarios amigos del gobierno. En una entrevista con la TV Pública el ministro de Salud bonaerense Daniel Gollán explicó el mecanismo en relación al gobierno de la provincia de Buenos Aires: “Veníamos trabajando desde el primer día con Figueiras: le dimos el dato de que laboratorios argentinos podían producir la Sputnik y se fue rápidamente a Moscú. Vamos a estar produciendo desde la provincia de Buenos Aires vacunas para todo el país”.

Según informan desde Richmond, el aporte de los indios de Hetero será clave: son los encargados de hacer toda la transferencia de tecnología necesaria para que la empresa argentina pueda envasar el principio activo de la Sputnik V. “Ellos te envían todo. Acá se filtra, se envasa y se rotula”, explican. De hecho, el socio indio de Figueiras ya cumplió ese rol de transferir tecnología para la fabricación de medicamentos contra el VIH. 

Pese a que desde distintos sectores se habla de la articulación imprescindible, en Argentina la relación entre el sector privado y el sector público está siempre bajo el manto de sospecha. En la industria farmacéutica local, citan como ejemplos a seguir el apoyo de Donald Trump a Pfizer y Moderna, el de Angela Merkel a Biontech y el de Suiza a la multinacional Johnson & Johnson. 

Según dicen desde Richmond, el acercamiento entre la Argentina, Rusia e India se aceleró en los últimos meses y hubo comunicaciones constantes entre los equipos técnicos del laboratorio de Figueiras y el departamento de asuntos jurídicos que dirige el abogado Patricio Carballés. En Buenos Aires, aseguran que el anuncio de la gran novedad no se iba a comunicar pero el Fondo Ruso de Inversión Directa decidió difundir la noticia como parte de su campaña de promoción en la carrera global contra el virus.  

Como sea, el farmacéutico que fue accionista del fenecido diario “Crítica de la Argentina” -la última aventura editorial de Jorge Lanata- asume ahora el rol de salvador que, en el origen de la saga del COVID 19, había sido asignado a Sigman por Fernández y su ex ministro de Salud, Ginés González García. Figueiras no sólo aparece como el actor que puede lograr lo que el dueño del Grupo Insud no ha sido capaz de asegurar hasta hoy sino que llevará adelante en Argentina lo que, según decían los defensores de Sigman, no era posible: el proceso de filtrado y envasado del principio activo en el país.

Las acciones de Richmond volvieron a volar en la Bolsa de Comercio, igual que en febrero pasado. Tal como contó elDiarioAR, sobran inversores en la plaza para financiar la nueva planta de Figueiras que demandará un capital de unos 85 millones de dólares. El acuerdo convierte a Richmond en la nueva estrella del negocio farmacéutico y contrasta con el presente del Grupo Insud. Aunque en la industria se habla de rivalidad entre Sigman y Figueiras, a un lado y al otro niegan diferencias y sostienen que hay más complementariedad que competencia. 

Según se afirma entre los especialistas, la dimensión de la estructura de Insud, con una pata fuerte en el área de la biotecnología, es muy superior a la de Richmond. Además, Argentina necesita 60 millones de dosis para inmunizar a su población y -aunque Figueiras cumpla con los plazos- todavía está muy lejos de ese objetivo.  

En la industria local, se dividen entre los que se alegran por Figueiras y los que miran con escepticismo los anuncios que acaban de hacerse en el marco de la pura incertidumbre. Quienes promueven las bondades de Sigman recuerdan que tardó tres años para construir las dos plantas que tiene en Garín, mAbxience y Sinergium Biotech. En la residencia de Olivos no quieren generar falsas expectativas y afirman que la pandemia arrasó con cualquier tipo de garantías. Todo es potencial.

Ganadores permanentes que no padecen la polarización, los laboratorios nacionales obtuvieron en los últimos años un protagonismo inédito. Pese a que emblemas de la industria como la familia Roemmers y Daniel Sielecki -socio de Sigman en Elea Phoenix- eran de lo más cercanos a Mauricio Macri y Nicolás Caputo, chocaron con el gobierno amarillo durante el periodo en que brilló la estrella del creador de Farmacity Mario Quintana. Blanco de los ataques de sectores de Cambiemos, Sigman apostó a partir de 2018 al peronismo no kirchnerista que impulsaban Juan Manzur y Héctor Daer y después jugó a fondo por la candidatura de Fernández. Caídos en desgracia los amigos de Macri, el dueño de Capital Intelectual se encontró rápido con la oportunidad de conducir CILFA a través de sus hombres y funcionar como nexo con el gobierno.

Con juego propio y sin enemigos de peso, Figueiras se paró a una distancia prudencial y aportó también para la campaña de recaudación que llevaba adelante el asesor albertista Juan Manuel Olmos. Si el primer año de gobierno del Presidente derrumbó todas las fantasías emancipatorias que propiciaban los sectores de la industria que apostaban -desde adentro- por un Alberto desligado de Cristina, la pandemia elevó a los laboratorios a un rol estratégico y agigantó en 2020 los niveles fabulosos de ganancia que son propios del negocio farmacéutico. Eso provocó la queja de los prestadores de salud que denuncian los aumentos abusivos de los medicamentos, que no reconocen ningún control de precios.  

Detrás de escena, la poderosa CILFA libra una batalla sorda con el grupo de laboratorios extranjeros nucleados en la Cámara de Especialidades Medicinales (Caeme), cuyo capacidad de lobby respira a través de múltiples vías, en especial la de los voceros de la Embajada de los Estados Unidos y la Cámara de Comercio Argentino Estadounidense (Amcham). Quienes conocen el mercado afirman que en pocos lugares de América Latina existe una rivalidad tan potente. La presencia de laboratorios argentinos como Roemmers y Bagó se extiende desde Argentina hasta México, mientras el Grupo Insud tiene cuatro fábricas en Italia, ocho en España y dos en China. Previa a la irrupción del COVID 19, esa disputa también se está librando en medio de la carrera global por acceder a la vacuna. 

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