Nino Bravo, pases de factura y caras largas: crónica de una derrota insospechada en el búnker de Fuerza Patria
Los parlantes del escenario montado en frente al búnker de Fuerza Patria comenzaron a tocar una versión remixada de cumbia de Nino Bravo cuando Guillermo Francos salió a anunciar lo impensable: La Libertad Avanza no solo había arrasado a nivel nacional, sino que había ganado la Provincia de Buenos Aires. Adentro del Hotel Grand Brizo, donde todas las tribus peronistas se habían reunido para celebrar una supuesta victoria, la dirigencia miraba incrédula, horrorizada, la pantalla. Afuera, la militancia esperaba. “Al partir, un beso y una flor”, cantaba Nino.
Las caras de los dirigentes peronistas se fueron transformando a lo largo de la jornada. El búnker de unidad, la base en donde todas las terminales del panperonismo se habían reunido para relanzar al movimiento peronista, se había convertido en un museo de rostros atónitos y espantados. Miraban las pantallas de televisión, chequeaban sus celulares, y se miraban entre sí, incrédulos. Ninguno podía creer que Diego Santilli hubiera triunfado sobre la boleta de Fuerza Patria, encabezada por Jorge Taiana, en Provincia de Buenos Aires.
El peronismo había perdido 300 mil votos de la elección bonaerense a la nacional. El 7 de septiembre había sacado 3,8 millones de votos y, un mes y medio después, pasaron a 3,5 millones. Las hipótesis de la derrota circulaban como dagas. El voto extranjero, los intendentes que no habían jugado, la filtración a terceras fuerzas (como la izquierda, que había aumentado casi 100 mil votos). Y la más repetida de todas, la herida abierta de la interna entre Axel Kicillof y Cristina Fernández de Kirchner: el desdoblamiento de las elecciones.
Algunos, como Mayra Mendoza, fueron pocos sutiles y salieron a tuitear minutos después de que se conociera el resultado electoral. “El conurbano va a salvar a la patria y Cristina Fernández de Kirchner tenía razón”, lanzó la intendenta de Quilmes. En La Cámpora venían preparando la recriminación desde hace un mes y, apenas se conocieron los resultados, aprovecharon para lanzar la munición: CFK había tenido razón cuando le advirtió a Kicillof que no había que desdoblar y la culpa era del gobernador que no había escuchado.
Las elecciones bonaerenses, argumentaban en La Cámpora, habían funcionado como las PASO. Y habían permitido que LLA remontara más de 14 puntos en solo unas semanas. Ni la caída en desgracia de José Luis Espert, ni el descalabro financiero ni la crisis interna del Gobierno habían importado. “Les dimos tiempo a reacomodarse y agitar el miedo de que todo se vaya a la mierda. Y todo por un capricho del gobernador”, mascullaba un dirigente de La Cámpora, mientras se fumaba un cigarrillo antes del acto de cierre.
Para evitar mostrar la fractura expuesta, sin embargo, Kicillof, Máximo Kirchner y Sergio Massa se reunieron durante media hora, a solas, para definir cómo responder. El plan original de la foto de la victoria, con discursos de todas las tribus celebrando el triunfo en Buenos Aires, se había derrumbado. Pero había un escenario y había que salir a decir algo. No solo por el resultado bonaerense, sino por el golpazo que Fuerza Patria había sufrido en todo el país.
Mapa violeta
De fantasear con ganar en 10 provincias, el peronismo había terminado ganando solo Formosa, Tucumán, Catamarca, San Juan, La Pampa y Santa Cruz. Ni Santa Fe ni Tierra del Fuego ni Río Negro ni Chubut ni ninguna de esas provincias que, hasta hace una semana, estaban justas y permitían hacer soñar al peronismo con un gran batacazo: ninguna dio buenas noticias. Todas se terminaron pintando de violeta.
Tarde a la noche, algunos de los estrategas del peronismo intentaron cambiar el eje de la derrota y señalaron que, en porotos, el peronismo logró sostener su fuerza en la Cámara de Diputados. Renovaron las 46 bancas que pusieron en juego y, pese al golpazo, el peronismo todavía puede presumir ser una de las principales fuerzas en el Congreso. Con 97 bancas a partir de diciembre, sin embargo, se arriesga a perder la primera minoría de la Cámara de Diputados. Dependerá de las alianzas que haga el bloque libertario.
El Senado, en cambio, ofrece un escenario distinto. El peronismo continúa ostentando la primera minoría y apenas perdió unas seis bancas: de 34 votos pasará a tener 28. Con una salvedad, LLA saltará de 7 bancas a 20. El clima político cambió, y en Fuerza Patria no terminan de saber cómo impactará en la relación de fuerzas.
La marca de la derrota
Se decidió que solo Kicillof hablara en el acto de cierre. “Se tiene que hacer cargo de la derrota. Fue el único que habló en septiembre, es el único que habla ahora”, deslizaban en La Cámpora.
No subió solo al escenario, sin embargo. Con él se mostraron Máximo, Massa, Verónica Magario y los principales candidatos, como Jorge Taiana, Jimena López y Vanesa Siley. Una foto de familia, pero con caras largas y resignadas. Aplaudieron cuando hubo que aplaudir y, cuando terminó, los autos ya los estaban esperando para emprender la retirada.
“Ni miedo ni tristeza ni resignación. Más trabajo, más militancia, más organización y más fuerza”, exclamó Kicillof, desde el escenario, entre los aplausos de la militancia. El gobernador bonaerense aprovechó, a su vez, para mandarle un mensaje al Presidente: “Se equivoca Milei si festeja ese resultado electoral donde 6 de cada 10 argentinos no está de acuerdo con el modelo que proponen”. En la tribuna se escuchaban chiflidos.
Fue un discurso breve. “Ni resignación ni tristeza. No tenemos derecho. El pueblo sufre y la patria no se vende porque el futuro no es de Milei, el futuro es del pueblo”, insistió Kicillof. Abajo, en un corralito, la dirigencia kicillofista lo escuchaba. Se veían venir los pases de factura y, por ahora, ninguno sabía bien que decir. Todas las líneas discursivas se habían caído.
Se había largado a llover, para colmo.
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