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CRÓNICA

El “piensaydice” de Cristina en campaña perfora el techo del rating

CFK en C5N

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Un mes llevaba la producción de Duro de Domar trabajando en sentar a Cristina Fernández de Kirchner frente a Pablo Duggan, el conductor del ciclo. Por eso, cuando un rato antes de las 21 cruzó la puerta de Olleros 3551 algo se completó, y entonces hubo un pequeño grupo de personas que se miró a la cara sin necesitar decirse nada. La mujer que organiza el centro espinal del sistema político argentino ya estaba ahí. La presencia como hecho indeclinable. Esa sensación flotante de gracia que el productor de raza expresa con un posesivo duro: la tenemos. Así que decirse qué: al sosiego de dar por conseguidas ciertas entrevistas le sobran las palabras.

Hubo algunas decisiones previas que tomar. Uno, la entrevista era sin panel. Dos, el panel de todas formas tenía que estar listo. Revisemos ambas.

El sujeto coral que conocemos como “panel de televisión”, que ha crecido junto con la descalcificación presupuestaria de los programas y la he dado solución al armado de un incontable historial de envíos, es un criatura hecha con la naturaleza de la ansiedad. Voces superpuestas que amplifican ruido antes que sonido y que le permiten a un conductor repartir juego como un crupier de la palabra. Cris Morena ejecutando a Carlos Polimeni en el panel de Mauro Viale es, probablemente, el highlight histórico que mejor rankea. E Intratables es el programa que ha llevado la greña de la inflamación panelista más lejos que nadie.

Un panel ordenado y bien conducido viste, completa y enriquece, pero como criatura mixta, policéfala, en su naturaleza habita la colisión. Para que pudiera hablar con tranquilidad, y encontrar las palabras que le permitieran construir sin intervenciones el enunciado, la producción decidió entonces que panel, en la entrevista con la vicepresidenta de la Nación, mejor no.

Sin embargo, estaban todos microfoneados.

¿Qué pasa si Cristina les da juego? ¿Qué pasa si de golpe le habla a Carlos Maslatón? ¿O a Cynthia García?

En 2009 trabajé, junto a otros periodistas, guionistas y productores, en el programa Un tiempo después, conducido por Soledad Silveyra. Cuando supimos que teníamos a CFK para el primer envío nos sentamos a elaborar un paquete de preguntas que Solita pudiera ejecutar con orden y precisión. En 30 años de periodismo no debo haber armado un cuestionario más al pedo. Cristina la hizo flamear a una velocidad insondable. Una era el cometa de la que la otra era, apenas, su estela.Todo ocurrió en su despacho de Casa Rosada. Yo estaba de pie en la espalda de la actriz, de frente a la Presidenta. Pude atestiguar, sin que me la contara nadie, la velocidad con la que Cristina piensa y dice. 

Piensaydice.

Vi: la aceleración que imprime sobre la autopista que va desde la concepción de una idea hasta la procuración de su enunciado. En general, toda su nomenclatura sale ya lista para, eventualmente, ser embestida. Sus pronunciamientos vienen enchapados de fábrica, matrizados en la necesidad suficiente de una investidura: la del argumento. Quizá todo cuadro que habla, en realidad no habla: contesta. Esa condición, bien advertida, fue lo que hizo alistar a los panelistas en esta oportunidad. Por las dudas, por si las moscas. Si Cristina volantea no tenés tiempo de llevarle un micrófono a nadie. Vos estás subiendo a la autopista a La Plata y cuando ella está en Chapadmalal. 

Finalmente, no lo hizo. Y el panel completo de Duro de Domar debió permanecer en el cono de silencio rigurosamente ordenado por los jefes de piso.

Durante el día, como jabalinas, fueron y vinieron los mensajes entre productores y periodistas que querían hacerse un lugar en el plató. Ni viejos conocidos, ni amigos de los amigos: las puertas de C5N quedaron cerradas incluso para personal del canal. Hay algo en la figura pública de Cristina que excede la tramitación política. Algo que, por vía del amor o de la ofuscación, la condensa en un sitio a donde no puede hacerse acompañar. Será el despliegue de una condición histórica que no necesita de la Historia para corroborarse: no es un sujeto del presente ocurriendo hoy, sino uno que ha entrado en los libros y sin embargo acá está, en franco presente. “La figura política más importante desde Perón”, dirá Maslatón cuando salga del programa. Esa exhalación pudo verificarse sobre el pavimento de la calle Olleros al 3500 donde, entre vallas, la militancia obturó la arteria.

Ahí afuera

Dijo una vez que no, dos veces que no, cien veces lo dijo, pero de todas formas acá están, en fila, petisos como minions morochitos, unos gorros prolijamente ordenados sobre la calle. Los gorros dicen: CFK 2023 y se venden a mil pesitos cada uno, pero los sacás por ochocientos. Ahí atrás, tendidos entre dos postes de luz y sujetados con palitos de la ropa, unos remerones cuelgan de la soga, como si estuvieran secándose al sol de la noche -habría que ver secándose de qué humedad. El más incandescente de todos ellos los tiene al Indio Solari y a Cristina Kirchner juntos, compartiéndose mutuamente sus leyendas bajo el cogote de un cuello redondo.

Como en una propaladora de pueblo, hay audio exterior, y se escucha en todo el largo de la calle, fuerte y claro, lo que Duggan y CFK conversan. Sos militante, fuiste hasta la puerta porque querías escuchar, lo escuhás. Vivís en un cuarto piso justo enfrente, bajás las persianas porque no querés saber nada, lo escuchás también. Cristina es, entre otras cosas, un tema de escala y profusión. Una presencia en ancho, simbólica o física, pero que todavía corta el ticket de las pasiones.

Tener a tu panel microfoneado por si acaso, listo para que desde el control les abran el canal y respondan. O no. Los detalles de imprevisibilidad a los que te obliga un personaje como Cristina van de una fórmula inesperada para competir por el gobierno de la Nación a que te pongas pillo como productor de aire por si pregunta: por si Ella pregunta.

Venir a la puerta de un canal de televisión a ver televisión. Si bien hay paneles de audio, los pibes y las pibas quieren ver de qué se trata. Y buscan wifi vecinos o gastan datos para ver el programa sentados en el piso, acodados sobre las vallas, habilitando en sus celulares la opción de girar pantalla para que el cuadro, apaisado, les entregue a la mujer que vinieron a seguir.

De los autores de “Cristina presidenta” y “Cuánto les falta, para entender, que no fue magia nos conduce una mujer”, llega una nueva rima, compuesta en plena calle, hecha de la última circunstancia, con el ladrillo más nuevo del acontecimiento y la noticia: son un puñadito de pibes enroscados entre los cientos que hay, a quienes se los ve probar, repetir, volver a probar hasta que les queda y entonces, lo estrenan. Con la murguita de los huesos de Aramburu y la escalera que baja del cielo, de golpe, queriendo tentar al resto, arrancan a cantar:

Con los fallos de la corte (con los fallos de la corte) / vamo’ a hacer una boleta (vamo´ a hacer un boleta / para que llenen las uuuurnas / con Cristina Presidenta.

Podemos verlo como un estreno recién compuesto, recién salido del horno de la militancia. Si se vuelve a cantar, si alguna vez te toca quedar en el medio de un grupito que lo entona, ya sabés: nació en la noche del jueves 18 de mayo, cerca de las 22, frente al edificio de C5N.

Van cuarenta minutos de entrevista y alguien esparce el rumor, siempre a confirmar, de que Duro de Domar perforó el techo de los 11 puntos de rating. Que le está ganando a Telefé, que le está ganando a Canal 13. Entonces los cantitos cambian de rumbo y ahora son para Magnetto, son para Clarín. 

Algo se enardece, gana temperatura. Al tipo de Big Pizza no le dan las manos y los pibes lo carajean porque no les toma el pago con QR. El de los remerones, conforme pasa el programa, va bajando los precios. Más cantitos, y más datos yéndose en más pantallitas encendidas. Hay un momento en el que dejás de saber qué es militancia y qué, feligresía.

Infobae transmitió en vivo el programa y el canal de YouTube de C5N va a alcanzar las casi 200 mil vistas en las próximas 24 horas.

¿Se escucha algo desde adentro? La fuente que tengo al otro lado del teléfono me deja saber: no es que lleguen hasta el estudio los cantitos y el griterío, no. Es, más bien, que de alguna manera todos sabemos que la militancia está ahí afuera, del mismo modo que los jugadores durante el mundial sabían, desde la distancia de Qatar, que en Buenos Aires algo latía. En su escala, salvando las distancia, o justamente, haciendo de la distancia una idea de cercanía, dentro del estudio el calor de ese momento, de gente que estaba afuera con sus banderas, se hacía, también, sentir.

La última ficha

Cuando el programa termina, lo que se enciende es la última ficha de la noche: Cristina saliendo, Cristina acercándose, Cristina saludando a la gente que está acá, celebrándola. Van pasando los minutos y el entusiasmo se renueva. Ya no hay chicos metiendo la cara en una pantalla compartida, ni se escucha más nada por los altavoces. Me dicen que el panel está en su lugar, que está repitiendo los recortes, a nadie le importa ya más nada el programa porque el programa es ahora verla a ella salir.

El ancho portón del edificio se levanta con el suspenso justo y Cristina Fernández de Kirchner emerge ahí adelante, en el esplendor de su figura que de golpe es simbólica y física a la vez. Se agacha un poquito, como queriendo saludar por debajo, pero el portón sigue subiendo y ella sube con él. La tenemos entonces al otro lado de la calle y ¿Cuánto mide el ancho de dos veredas y una franja de pavimento bruto que las corta? ¿30 metros? ¿Menos? ¿Un poco más? Se demora unos segundos en estirar el brazo y darle efusividad a la mano con la que nos saluda. Después se sube al auto y se va.

La vimos. La noche termina justo después de que la vimos.

AS

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