Santoro, la apuesta de un peronismo que se ilusiona con gobernar la Ciudad en 2027

Leandro Santoro es la cara de una campaña de tono local, despegada de los principales referentes nacionales del kirchnerismo. En una ciudad esquiva al PJ, el laboratorio electoral de Juan Manuel Olmos –prinicipal operador del peronismo porteño– eligió a un exradical, buen orador, dispuesto a tender puentes con otros sectores. Aunque no fueron solamente esas condiciones las que lo catapultaron, sino la credencial de ser el que mejor mide en un espacio político que durante años naturalizó “jugar a perder” en el distrito. Entre una oferta inundada de candidatos, Santoro se destaca como el posible ganador y se ilusiona con abrirse paso de cara a 2027.
A contramano de sus principales adversarios, el actual diputado decidió despegarse de la conducción nacional de su partido. Abandonó el clásico azul del kirchnerismo y tiñó su campaña de verde –en un guiño al feminismo y al ambientalismo–, alejándose de la interna tóxica entre Axel Kicillof y Cristina Fernández de Kirchner. Una estrategia diferente a la de Manuel Adorni, que decidió pegarse a Milei, y la de Silvia Lospennato, que recorrió la Ciudad de la mano de Mauricio Macri.
Santoro hoy se define como un político “no binario” por ser “un poco peronista y un poco radical
Politólogo, docente, diputado nacional desde 2021, Santoro se jacta de haber caminado en el último año a los 48 barrios porteños. En su entorno definen a su candidatura como una construcción “natural” que no se detuvo y celebran que su imagen positiva supera a la negativa, una condición de la que gozan pocos políticos. También subrayan que el cierre de listas del peronismo porteño dejó pocos heridos, ya que la lista de “Es Ahora Buenos Aires” logró reunir a la mayoría de los espacios progresistas y del campo popular, aunque hubo dos excepciones: Juan Manuel Abal Medina y el morenista Alejandro Kim, que se presentan por afuera como las verdaderas opciones peronistas. En el comando de Santoro minimizan el daño electoral que le harán esos sectores y elogian a una boleta “equilibrada”, pensada para ganar.

Un candidato “no binario”
Santoro nació y creció en el barrio porteño de Caballito. Tuvo dos fanatismos: San Lorenzo y Raúl Alfonsín. Empezó a militar en la UCR a los 13 años, en el comité de la calle Formosa, y más tarde fundó la agrupación “Los Irrompibles”. En 1999, cuando el expresidente al que admiraba estuvo internado en el Hospital Italiano, él y sus compañeros de militancia hicieron una vigilia de 20 noches. Esa anécdota los marcó, porque cuando Alfonsín se recuperó empezaron a forjar una amistad con él.

Su alejamiento de la UCR comenzó con la creación de Cambiemos, disconforme por el giro a la derecha que implicaba la alianza con el PRO y la Coalición Cívica. Su “conversión” al kirchnerismo le costaría un poco más que los cuestionamientos al partido centenario, ya que había sido un crítico furioso de Néstor y Cristina. Según relata, su primer acercamiento se dio en 2009 y de modo azaroso, cuando hizo un test de perfilamiento ideológico que le llevó una amiga. “Me acuerdo que me dio kirchnerista y yo no lo podía creer. Yo detestaba al kirchnerismo. Imaginate que tu adversario hace lo que querés hacer vos, no te cae simpático”, relató en una entrevista. La mamá de Santoro, influyente en su vida, empezó a simpatizar con Cristina cuando logró jubilarse en su gobierno. Ella y su exsuegro, el radical Leopoldo Moreau –fue pareja de Cecilia Moreau con quien tiene una hija–, fueron dos figuras que colaboraron en su acercamiento sentimental al kirchnerismo.
La primera alianza concreta fue en 2015, cuando compitió como compañero de fórmula del camporista Mariano Recalde en la elección a jefe de Gobierno porteño. En 2017 entró como legislador y desde 2021 es diputado nacional. Salió segundo en las elecciones a jefe de Gobierno en 2023, el momento en que empezó a instalarse como referente en la Ciudad. A raíz de esos años de transición, Santoro hoy se define como un político “no binario” por ser “un poco peronista y un poco radical”.

En medio de su recorrido, se hizo amigo de Alberto Fernández a través de Twitter, cuando el expresidente todavía estaba peleado con Cristina. Cuando fue elegido como candidato, Santoro lo apoyó activamente en la campaña del Frente de Todos (FDT). Hoy es uno de los vínculos que más incomoda entre los suyos, donde sostienen que fue una relación de amistad personal y que Santoro “nunca fue funcionario de Alberto”. También insisten en que nunca formó parte del Consejo de Asesores ad honorem que armó el expresidente, contra lo que circuló en su momento, cuando se lo mencionaba entre los elegidos.
El largo camino hacia 2027
Hacia el tramo final de la campaña, Santoro hizo un guiño al modelo del cordobés de Juan Schiaretti. Los elogios no son casuales, ya que en su búnker miran con atención la experiencia del peronismo cordobés, que se sostiene y gana elecciones en una provincia refractaria al kirchnerismo, que comparte algunas características con la ciudad de Buenos Aires.
En el laboratorio de Olmos desde hace un tiempo admiten que no descartan un diálogo con el espacio de Horacio Rodríguez Larreta y de Martín Lousteau luego de esta elección. Están convencidos de que la instancia del 18 de mayo servirá para “medir fuerzas”, pero que el escenario cambiará en 2027, cuando podría concretarse un “frente anti-Milei” un poco tardío, con espacios políticos que en otro momento hubiera sido impensado ver unidos. Por eso no pasó desapercibida la elección de Claudia Negri como segunda en la lista de Es Ahora Buenos Aires. La vicedecana de la Facultad de Medicina, que en 2023 hizo campaña por Lousteau, tiene un vínculo directo con el vicerrector de la UBA, Emiliano Yacobitti.
Los resultados de los comicios locales no sólo serán un termómetro para la eventual candidatura de Santoro en 2027, sino que también resultarán claves para determinar la viabilidad de algunas alianzas. Las miradas se concentran en el número que obtengan Larreta y Lula Leavy, la candidata de Evolución, para evaluar cuán favorecidos o debilitados quedarán ambos espacios a la hora de negociar. En el comando peronista incluyen hasta a la Coalición Cívica en sus proyecciones: “En asta elección cada fuerza se va a medir, pero en un gran frente antifascista deberían estar todos”, afirman.

Si bien públicamente sostienen que será una elección “muy pareja”, por lo bajo en el peronismo porteño hablan de una diferencia de entre 6 y 10 puntos respecto a Adorni. Según los datos que manejan, Santoro podría superar los 28 puntos, el candidato de Milei rondar los 21, y la macrista Silvia Lospennato quedar cerca de los 19. En ese sentido, el esfuerzo está puesto en polarizar tanto con el oficialismo local como el nacional y sugieren “no subestimar al PRO, porque la marca todavía influye entre los porteños”.
Santoro cree que su hit de campaña fue haber logrado instalar que hay un “abandono” y una “crueldad” en la forma de gobernar la Ciudad y la Nación. Sin embargo, pide concentrarse en la “vuelta de página” y mirar hacia el futuro. Cree que la sensación de “fin de ciclo” del macrismo le abre una chance. Cuánto habrá de mérito propio y cuánto de suerte a raíz de la híper fragmentación de las propuestas de centro-derecha, será una discusión saldable a partir de la contundencia del resultado en las urnas. Por primera vez en años, en un contexto de fractura nacional, el peronismo se ilusiona con dejar de naturalizar las derrotas en la Ciudad e instalar una propuesta competitiva de cara a 2027.
LA/MG
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