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Agility, el deporte que fortalece los lazos de los humanos con los perros

Nicky Manes y sus perros exhiben orgullosos los trofeos alcanzados en torneos de agility

Pablo Riggio

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Podría decirse que la educación de Nicky Manes tuvo dos pilares fundamentales: por un lado está la tradicional, y por el otro, la autodidacta. Cuando volvía del colegio, a pesar de que sus amigas sintonizaban Cartoon Network u otro de los canales infantiles -al igual que la mayoría de los niños en edad escolar-, ella prefería ir un poco más lejos en la grilla hasta llegar a Animal Planet. Los programas y los documentales de animales, principalmente perros, le dieron algunas de las herramientas que le permitieron convertirse en una joven promesa del agility. Hoy en día, a los 28 años, es un emblema a nivel nacional de esta disciplina, que fortalece los lazos de las personas con los canes, y una de las deportistas más destacadas a nivel internacional. 

Los inicios del agility se remontan a mediados de la década de 1970 en Inglaterra, cuando el adiestrador Peter Meanwell montó una presentación durante el show canino Crufts para entretener a los visitantes. La aceptación del público fue tan positiva que unos meses después se hizo la primera presentación formal de la disciplina y no tardó en formarse una organización.

Se trataba de una competencia de estructura y belleza, en la que básicamente se presentaban perros como parte de un espectáculo, pero año tras año se fue perfeccionando y se le sumaron obstáculos para estimular la destreza y la agilidad de los animales. En 1980, el agility fue reconocido oficialmente como deporte canino por el Kennel Club del Reino Unido.

En esta disciplina participan los humanos con sus perros, que tienen que sortear un circuito de obstáculos cumpliendo una serie de requisitos y en el menor tiempo posible. Cada pista tiene entre 20 y 22 obstáculos, que pueden consistir en saltos de altura o de longitud, túneles, pasarelas, sube y baja, rampas y slalom, entre otros. En los torneos, los participantes no saben con anticipación cuáles son los obstáculos que los perros deberán sortear ni el orden en el que deberán hacerlo, sino que cuentan con unos minutos antes del comienzo del concurso para conocer la pista y analizar la táctica mejor se adapta a la competencia.

Luego, llega el momento de la verdad: los fieles compañeros de cuatro patas tienen que demostrar su destreza física y su capacidad mental para seguir las instrucciones de sus colegas humanos y atravesar la pista. El juez calificará a los participantes basándose en el tiempo que demoraron en llevarla a cabo (se calcula que demanda alrededor de 40 segundos) y las infracciones que cometieron (si no pisan la “zona de contacto” en los extremos del sube y baja, especialmente pintada para que los perros apoyen sus patas, o si tocan las varas en el slalom, entre otras cuestiones). 

Asimismo, hay varios motivos para que un participante quede descalificado. Por ejemplo, los perros no pueden saltear obstáculos ni modificar el orden en el que deben atravesarlos, no está permitido maltrato alguno contra los animales (aunque sea verbal), no se puede tocar al perro durante el circuito y los canes no pueden detenerse hasta que finalice la prueba.

“Siento que estoy bailando con mi perra”

Nicky Manes tiene 28 años, es dueña de una veterinaria junto a su hermano y siente una fascinación inexplicable por los perros desde que tiene uso de la memoria.

Tenía unos diez años cuando se enteró de que había una exposición canina en Costa Salguero e insistió a su tía para que la llevara. Allí se encontró con que había una exposición de agility, el deporte que podía pasar horas viendo en la pantalla de Animal Planet. 

Podrá el lector o la lectora imaginarse la adrenalina que sintió cuando anunciaron en el evento que elegirían un niño del público para hacer una demostración en vivo. Como no la eligieron, volvió al día siguiente con su tía. Y el siguiente. Y el siguiente. Hasta que finalmente fue seleccionada y realizó una demostración que llamó la atención hasta de los propios organizadores del evento. Fue el primer paso en el mundo del agility para Nicky.

- A mi perra de aquel entonces, Kiara, la entrenaba en un circuito que improvisaba en la casa de la pareja de mi mamá, con dos sillas de plástico y un palo de escoba. Le comenté eso a la entrenadora de la exposición y no lo podía creer. Así fue que me llevó a entrenar a una escuela y nunca paré, fue un viaje de ida. Yo era chica, me acuerdo que mis amigas se juntaban a jugar al hockey los fines de semana y yo me iba a entrenar agility.

- ¿Con tu perra Kiara empezaste a competir?

- Sí, era de raza bretón, que son perros de caza, entonces al principio yo renegaba bastante porque se me iba de pista a atrapar pajaritos. Después aprendí a motivar a los perros: hay que generar mucho vínculo y buscar qué estrategia le sirve a cada uno. Después competí con otra perra que encontré en la calle y a los 15 años me regalaron mi primer border collie, Roy. Luego vino Brahma, con la que gané un torneo internacional en 2014 en Italia y al año siguiente salimos novenas en el Mundial. Finalmente vino Toffee, que es hija de un perro reproductor muy famoso en Europa, a quien han cruzado muchas veces y todos sus hijos salieron excelentes perros de agility. Toffee es una border collie de seis años y competimos juntas hoy en día.

- ¿Cualquier perro puede entrenar agility?

- En el reglamento no hay nada que diga que un perro no puede entrenar en la Argentina, pero se recomienda evitar perros con sobrepeso o demasiado pesados, de más de 30 kgs., porque por el entrenamiento pueden desarrollar problemas articulares. Si rescatás un perro mestizo de la calle también lo podés llevar a entrenar. En los torneos internacionales, ahí sí, se exige que sea de raza y tenga pedigree.

- ¿A los perros les gusta entrenar y competir este deporte?

- Sí, les encanta. Se fomenta mucho el vínculo entre la persona, que en general es el dueño, y el perro. Por supuesto que hay perros que tienen una predisposición natural a ser dóciles para el entrenamiento, como los border collie, porque son muy inteligentes y ágiles. Pero a todos les gusta. Mis perros se desesperan por entrar a la pista.

- ¿Tiene beneficios para su salud?

- Todo depende de la prudencia que tenga la persona para entrenarlo. Si no entrenaste al perro por varios meses y lo llevás de golpe a una pista, se va a lesionar. Hoy se sabe que los tenés que hacer entrar en calor y elongar, ¡yo siempre elongo a mis perros después de correr! También van a una veterinaria que hace osteopatía y, además de practicar en la pista, los llevo a hacer actividad física. 

- ¿Y por qué les gusta tanto practicar el deporte?

- El entrenamiento se basa en refuerzos positivos, como una recompensa, que pueden ser juguetes o comida, nunca se los castiga ni se los exige. Llega un punto en que se vuelve como autorreforzante o reconfortante. Para ellos es un juego: entran a la pista y se ponen a jugar con vos. Y siempre quieren seguir jugando, aunque estén cansados.

- ¿Qué te genera practicar este deporte?

- Se me para el mundo cuando entro a la pista con mi perra, son 40 segundos de una adrenalina impresionante y si las cosas salen como las planifico es súper gratificante porque hay mucho laburo. Cuando todo fluye es como estar bailando con mi perra.

- ¿Por qué le recomendarías a otra persona que empiece a practicar agility con su mascota?

- Porque si te gusta la actividad física y los perros, este es el deporte indicado. El deporte no es solo para el perro, sino para los dos, porque corrés a fondo, cambiás de dirección constantemente y, como si fuese poco, lo hacés mientras hablás. La manera de indicarle al perro es, por un lado, con el gesto físico, pero también se usan comandos de voz que tienen un significado. Eso es lo que tiene de complejo este deporte: el perro tiene que saber qué tiene que hacer pero también desarrollar ciertas habilidades porque las pistas son complejas y no conoce el orden de los obstáculos que tiene que superar. 

 

Una oportunidad desperdiciada

La Federación Cinológica Internacional es la encargada de organizar los mundiales, que se llevan a cabo en Europa, el epicentro del furor por este deporte. Se compite en tres categorías (mini, medianos y largo), y los participantes se pueden presentar tanto de manera individual como por grupos, que están constituidos por cuatro perros cada uno. 

El 2015 fue un año inolvidable para la Argentina, ya que presentó nueve perros. Nicky compitió con dos y quedó novena en el ranking mundial en la categoría mini con su perro Brahma, y una compañera santafesina salió en segundo puesto. “Fue un logro gigante para nosotros porque Argentina nunca se había subido al podio y a pesar de que estamos a años luz de Europa nos fue muy bien”, recuerda, con orgullo.

Con una performance tan buena del seleccionado nacional, todo parecía indicar que el camino estaba despejado para que el deporte lograra instalarse y popularizarse. Sin embargo, nada de eso sucedió. Nancy Centurión, directora junto a Pablo Behrendt de la Dirección Nacional de Agility, perteneciente a la Federación Cinológica Argentina, explica que las dificultades que enfrenta la disciplina para crecer se deben, en parte, a los obstáculos que imponen las asociaciones protectoras de animales.

“En los flyers de los torneos no podemos poner la palabra ‘competencia’ ni pedir plata para la inscripción a la jornada. En las exhibiciones se nos aparecen y nos insultan porque los perros en un momento se van a descansar a las cajas transportadoras de animales, diciendo que es un castigo para ellos. Pero el perro tiene un reflejo condicionado toda su vida: si la caja le trae buenos recuerdos porque lo llevó a lindos lugares y la pasó bien, para ellos es un lugar de diversión y de descanso”, explica Nancy.

“Otro de los grandes problemas fue que cuando estábamos tratando de juntar fondos y conseguir sponsors, la pandemia nos hizo estragos. Los perros no pudieron hacer actividades durante dos años y ahora son más viejos, entonces hay que empezar nuevas para que empiecen a competir. La Comisión está trabajando para conseguir auspiciantes para el agility en general, y no para las escuelas en particular, como se suele hacer. Es difícil”, asegura. 

En mayo se va a disputar el próximo Mundial de agility, que en un principio iba a realizarse en Rusia, pero por la guerra se mudó a los Países Bajos. Nicky lamenta no contar con apoyo económico estatal ni privado para participar de la competencia; se conformará con disputar el Sudamericano en San Pablo, donde se perfila como una de las principales aspirantes al título. Allí volverá a conectar su mundo con el de la pequeña Toffee y le darán vida a una nueva pieza de baile.

PB

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