Alfredo Casero: “La inteligencia artificial es una amiga tarada”

Alfredo Casero todavía llama a su mamá La Bebi. Bebi era una artista que sacaba del país a gente perseguida por la Triple A hasta que la descubrieron y terminó presa. Alfredo tenía trece años cuando fue a sacarla de la comisaría. La Bebi, ya grande, ya en democracia, se puso en pareja con una mujer. “Una vez fui a un programa de televisión. Había uno que intentaba hacerme quedar como un homofóbico. Pero mi vieja era gay, ¿entendés? Mamá vivía con una mujer horrible; violenta, eh. Pegadora, le pegaba a mi vieja”, cuenta Alfredo en esta confitería recoleta, en la que suena un piano y los mozos se acercan sigilosos como siervos para preguntar en un susurro “¿qué le sirvo, señorita?”.
En 1993, Cha Cha Cha salía en tele de aire. Hecho con una cámara, el vestuario que había y sin ningún tipo de permiso para filmar en la calle. Con dos mangos, un estela que dejó el Parakultural, del que Alfredo formó parte. Ese año, el 93, Casero llenó un Ópera con su banda, la Halibour Fiberglass Sereneiders. “Era la apoteosis de la apoteosis de los de los crotos. Porque éramos crotos ¡y era el Ópera! y llegar a ese teatro para mí…”, sigue Alfredo, humea su taza de té. La Bebi fue a verlo. Entró en el camarín, lo buscó entre los músicos y le dijo que le daba alegría ver tanta gente esperando para verlos. Vuelve Alfredo: “Pero yo le veía los ojos de odio, de bronca, porque ella era una artista. La Bebi me dice: ‘Es muy fuerte esto para mí, pero quería que lo supieras. Tu papá no es tu papá’”. La confesión fue justo antes de que Casero saliera al escenario.
Sonaron los primeros acordes, Alfredo tomó el micrófono… –hace memoria: “Yo pensaba, hija de mil putas, me quisiste abollar la moto. Ahora te la voy a abollar yo a vos”-- , el reflector blanco lo apuntaba como un francotirador, aplausos, gritos hasta que Casero pide que paren, que paren todo. Quiere silencio. Y en ese silencio, habla al público: “Esta noche ha venido mi madre. Les quiero pedir un aplauso para ella, porque me ha dicho, hoy mismo, que mi padre no es mi padre, así que por favor, ¿la aplauden?”. La Bebi se puso de pie, levantó un brazo, agitó la mano como un sonajero, hizo reverencias a izquierda y derecha, y se sentó. Un sorbo de té, Alfredo sonríe y dice: “Una psicópata La Bebi. Pero yo estaba totalmente enamorado de ella”.

Alfredo Casero, nacido en Vicente López, 62 años, tres hijos. Actor, humorista, performer… No. O no del todo. Porque él lo va a resumir así: “Yo soy un playboy internacional, aunque no les guste. Soy un playboy internacional porque hago lo que se me canta el culo”. El playboy, entonces, apareció en la tele con De la cabeza en 1993 y no paró más. Bueno, hubo un intervalo, el intervalo de la cancelación. Ahora, de jueves a domingos, festeja los 32 años de Cha Cha Cha en el Teatro Metropolitan. Sí, incluye la Convención de Batmanes del Mercosur.
–Te referís a Marcelo Tinelli en la obra, en varios tramos, ¿por qué?
–Cuando empezó Tinelli nosotros estábamos en Canal 2, en el 92. Él empezó con VideoMatch en el 90, en Canal 11, con (Claudio) Villarruel. Nos hubiésemos salvado del daño que hizo Tinelli si en lugar de Villarruel se hubiese quedado (Gustavo) Lutteral, un tipo muy culto. Nosotros salíamos una vez por semana y VideoMatch, todos los días. Y nos choreaban. Nosotros hacíamos una cosa con el Mono Rolando y ellos alquilaban el disfraz del mismo Mono Rolando. Llamábamos a un pibe negro, a una señora y a un cosa, y ellos llamaban al pibe negro, a la señora y a la cosa. Querían hacer un Cha Cha Cha pero con Lanchita Bissio, ¿entendés? Pero Cha cha cha siempre fue una cosa diferente, fue un balazo blando en el corazón del que lo quería.
–VideoMatch tuvo una vida larga, del 90 al 2004. Cha Cha Cha, no.
–Porque VideoMatch no era una cosa biológica. Biológico es que nace, se reproduce y muere. Nosotros al principio no teníamos nada, pero si aparecía un almacén, hacíamos algo en el almacén. Íbamos a los barrios, queríamos que la gente nos viera. Le tocábamos el timbre y les decíamos: “Mire, yo no le vengo a vender nada. Queremos que vean el programa, Cha Cha Cha se llama. Oriente, señor, la antena al noroeste, y ahí lo enganchan”. Renacentistas, salíamos a ganarnos espectadores. Tinelli hizo toda su carrera utilizando 70 palabras. 70 palabras. Nada más. Siri, la aplicación, tiene más vocabulario.
–Ah, a todo esto, ¿qué pensás de la inteligencia artificial?
–Las máquinas hacen magia solas ahora. Pero, ¿sabés lo único que no puede hacer la inteligencia artificial? Humor. ¿Y sabés qué no tiene la inteligencia artificial? Swing. No tiene onda. Y eso es lo único, por más que la quieran imponer, que va a hacer la diferencia. La inteligencia artificial es una amiga tarada. Espero que mejore, porque es tarada. Me hace cositas, gracias, bueno, después yo la mejoro.
¿Sabés lo único que no puede hacer la inteligencia artificial? Humor. ¿Y sabés qué no tiene la inteligencia artificial? Swing
–Tengo la sensación de que nos estamos riendo poco, como que perdimos el sentido del humor. ¿Qué decís?
–Pasó una cosa que es muy dolorosa. Si averiguamos cuál es la media del coeficiente intelectual de nuestro pueblo…. El humor y la risa tienen que ver con la inteligencia. Y por otro lado, ¿sabés por qué no se ríe el pueblo? Porque estuvieron del lado del palo, estuvieron del lado que liga. No del lado que pega. A los que estuvieron del lado que pega les fue muy bien. Pero los que estuvieron del otro lado cada vez fueron más. Eso nos dividió. Y al dividirse, se dividió todo. Eso fue lo que quise hacer, juntar. Yo puedo decir lo que quiera, porque me lo perdonan. La gente se olvida. No es “se olvida”: muchas veces me ve y me da un beso por otra cosa. Y por ahí se enoja y me dice, “Eh, Casero, dijiste un boludez.” Y le digo “dame un beso” y todo se olvida.

Todo se olvida, pero todo está en YouTube. En 2018, Alejandro Fantino le preguntó a Alfredo Casero qué opinaba del presidente de entonces, Mauricio Macri. Fue en Animales Sueltos, en un mano a mano. Casero puso un ejemplo, ficticio: a una familia se le quema la casa y en vez de pedir ayuda para reconstruirla, reclama flan. En esa misma entrevista, el actor puso en duda que el último nieto recuperado por Abuelas sea, efectivamente, un nieto recuperado. Eso le valió un comunicado de la Asociación Argentina de Actores, gremio al que pertenece, en el que lo acusaron de negacionista. Cuatro años después, en 2022, Casero discutió con Luis Majul en vivo en LN+. Ida y vuelta, golpe a la mesa y el estallido: “Todos ustedes, todo lo que están haciendo en este país, lo vienen sabiendo los periodistas, los políticos. Se están llevando todo. Y no me tomes por pelotudo porque después te cagás en las patas…”, gritó el actor a Majul y dejó el estudio. Dirá Casero: “Lo de Majul no fue nada. Fue todo lo anterior. Yo empecé en 2010, 2011”.
–Te recuerdo bastante solo en esos años. ¿Por qué le pusiste el cuerpo, la cara y la voz a…?
–Porque ante una situación donde ves mentira y oscuridad, si no ponés todo lo que tenés… Hay que perder el honor si hace falta, los bienes si hace falta, la cordura si hace falta. Tu casa, los amigos si hace falta. Me abracé al torpedo y el precio fue alto. No trabajé, no… Nada.
–Insisto: ¿Para qué abrazarse al torpedo?
–Porque soy Batman, soy Juan Carlos Batman. Batman es un psicótico que se disfraza de murciélago. Ni de tigre ni de perro ni de león. Él dice ser murciélago, se viste de murciélago, se paga su propia capita, paga lo que gasta el auto, las cubiertas del auto. Cuando lo cagan a trompadas va a la prepaga que él se paga. Es perseguido por los medios, por el Estado, por el público, que lo llega a odiar. Los de la Asociación Argentina de Actores me decían en la carta que yo prácticamente era un nazi porque era abolicionista de los 30000. Yo nunca dije nada de eso. Lo único que dije es que el señor que anunciaron como nieto tenía más de 60 años. No me daban los números. Pasé de la cancelación a la falta de laburo. Cosas que pasan.

–¿Y de qué viviste en ese tiempo?
–Trabajando, haciendo. Porque había que comer. Hice un montón de shows en Junín, Charata, Saénz Peña, lugares que querían ver a un famoso. Metía 80, 70 personas. Pero ahorré para hacer eso. Yo hice una guerra sabiendo que tenía la plata para hacer la guerra. Y después vendí, hice negocitos. Yo no soy un cómico, solamente. Cuando salgo y digo las cosas que nadie dice, le rompo el juego a un montón de gente que cobra para que eso no se escuche. Automáticamente, cambia el rumbo. Y todavía ninguno entiende a Perón.
–¿Cómo?
–Todos mis personajes son peronistas, ¿te diste cuenta? Todos son peronistas, porque antes ser argentino era ser peronista, aunque no lo fueras. La marcha peronista era para cagarse de la risa en Cha Cha Cha. Era acordarse de antes, era como un chiste. Los peronistas se fueron atrás de los kirchneristas, que no existían, pero tenían plata. A mí cuando viene uno muy-muy-peronista a decirme algo, le pregunto “¿sabés qué me enseñó Perón? Esto: ‘Cada argentino lleva en su mochila el bastón de mariscal para defender cualquier acción en contra de cualquier otro argentino de la patria y del movimiento peronista’. Perón es una época. Una época en donde él admiraba a Mussolini. En 50 años van a decir ”Ojo que ese admiraba a Elon Musk y a Trump“. Perón, una época. No hay peronismo. Peronismo es lealtad con el otro. No círculo cerrado, este es mi amigo, este no. Yo no tengo la culpa de que el peronismo no haya hecho nada para que haya peronismo.
Todos mis personajes son peronistas, porque antes ser argentino era ser peronista, aunque no lo fueras
–Pero, ¿y el kirchnerismo?
–Un rejunte de enfermos, de enfermos enfermos, pero enfermos de enfermedad.
–¿Diagnóstico?
–Ehhh, un narcisista absoluto, golpeado, absolutamente golpeado cuando chico por el bullying, que pretende de cualquier manera, de cualquier manera, llegar. No creo que le haya importado tanto la plata. Lo que les interesa es el poder y no la plata. El kirchnerismo fue un rejunte de todo eso. Con una mina (N. de la R.: se refiere a CFK) maltratada, muy maltratada, y también presa del bullying por no pertenecer al lugar donde la madre la obligaba a pertenecer. Vinieron a decir “les voy a mostrar” y cuando estuvieron ahí arriba dijeron “ahora les voy a demostrar”.
–Te escucho y pienso en Javier Milei.
–Mirá, yo lo conozco a Milei desde hace muchos años. Teníamos el mismo médico clínico. Coincidíamos en la sala de espera, pero yo te digo antes, eh, antes de que sea mediático. Javier Milei siempre se vistió igual. Siempre caminó igual. Siempre hizo todo igual. Siempre tuvo un ataché y siempre dijo lo mismo. Siempre-dijo-lo-mismo. Hemos charlado después, nos cruzábamos en una radio en la que trabajábamos. Yo pensaba quién iba a entender a este tipo. Si a Milei lo quieren cagar, le tienen que sacar la confrontación, porque Milei es un confrontante. Y gracias a Dios que apareció uno. Porque el confrontante lo que da es una visión panóptica. Milei nació para hacer viento y agua. Viento y agua.
–¿Y qué se hace con viento y agua?
–Una tempestad.

También hubo un padre. Pero si La Bebi era un cohete, Rogelio –el hombre que, digamos, lo crió-- fue un submarino. Antes de borrarse de la familia, el padre llamó a la comisaría y cantó que su hijo fumaba marihuana. Era el año 75, quizás. Alfredo salía de la escuela y vió un patrullero. Lo que no se imaginaba era que la policía lo esperaba a él. Recuerda: “Me metieron en el móvil y me cagaron a trompadas. Se ensañaron. Después de eso me llevaron a mi casa y me hicieron ‘comparecer’ delante de Casero”. A ese hombre que no era su padre biológico lo llama “Casero”. Alfredo lo nombra y suspira, suspira un enojo viejo, no del todo vencido.
Se hizo solo entre mujeres. Una abuela que lo cuidó, una madre “hija de puta genial”. Ringo Bonavena le invitó una Fanta una tarde en Parque Patricios. Tiene la cadera derecha jodida y renguea. Y tiene un tajo en la mano porque hace un año apenas, en un país que no se acuerda, le dieron un puntazo que le tocó un tendón. Anda con los dedos enrollados. Pero ante todo eso que es, que dice ser, que se ocupó de mostrar, Alfredo es mecánico. Anda en un rastrojero al que le colocó un motor 1.9 de un Audi que consiguió gracias a un donante. Aprendiz de mecánica de pibe, de bombas de inyección le enseñó Lali, una mujer de manos chiquitas como un haiku. De motores supo en la técnica Otto Krause. Me cuenta que tiene un Fiat del año 1923 con pintura original, que tiene un campo con autos desperdigados en los que trabaja en simultáneo. Le pregunto si colecciona. Me dice que no, no… Que él restaura, que lo que le gusta es darle vida a lo que está muerto.
VDM/MG
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