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El caso Rubiales lleva a primera fila el acoso sexual y las conductas machistas de jefes a empleadas

Luis Rubiales presidente de la RFEF durante un acto.

Laura Olías

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Lo que sucedió en la final del mundial de fútbol femenino, frente a los focos y las cámaras de todo el planeta, supuso una anomalía en muchos sentidos. Tras la victoria de la selección, el presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) agarró la cabeza de una jugadora y le plantó un beso en la boca. El gesto que afectó a la deportista Jennifer Hermoso, el más llamativo de varios comportamientos más que cuestionables con varias jugadoras, desató un escándalo nacional e internacional que centró el debate público en la conducta de Rubiales. El dirigente deportivo se atrincheró en su cargo y el viernes lanzó un incendiario discurso en la asamblea extraordinaria de la RFEF en el que cargó contra varias ministras y la “lacra” del “falso feminismo”. Su caso llevó a primera fila un abuso casi siempre oculto: el acoso sexual a las mujeres en el trabajo.

El beso de sopetón a la futbolista, no consentido, según Hermoso, al contrario de lo que afirmó Rubiales el viernes, podría constituir una agresión sexual en cualquier caso, según los juristas. Además tiene una connotación específica muy relevante, que enseguida señalaron varios especialistas de Derecho del Trabajo y sindicatos: el abuso de poder dentro de una relación laboral.

Porque Luis Rubiales no es cualquier persona para las futbolistas. No es un tipo que se sobrepasó por la calle o en un bar, sino el máximo representante de la institución para la que trabajan las deportistas. Un superior que puede determinar sus carreras profesionales y con mucho poder en todo su sector. Así, el tipo de relación marca por completo lo sucedido y también las posibles reacciones al respecto.

“Desgraciadamente, esto les sucede muchas veces a las mujeres, todos los días en sus centros de trabajo. No quizás algo tan público, o tan directo como un beso, pero sí cualquier otro comentario o gestos por los que la persona que lo recibe se siente incómoda”, sostiene Cristina Antoñanzas, vicesecretaria general de UGT y responsable de Igualdad en el sindicato.

Como una mano en la cintura, en el hombro o la pierna, abrazos o cualquier contacto físico no deseado. También llamadas innecesarias, peticiones de citas, insistencia para estar a solas con la afectada o reuniones incómodas en las que sobrevuelan manifestaciones con tintes sexuales sobre una trabajadora.

Carolina Vidal, secretaria Confederal de Mujeres, Igualdad y Condiciones de Trabajo de CCOO, coincide. “La anomalía de este caso es que ha sucedido públicamente, pero hay un porcentaje altísimo de mujeres que sufren acoso sexual en el trabajo, o en el acceso al empleo por parte de sus superiores”.

CCOO puso en marcha hace unos meses un Observatorio sobre acoso sexual, que por el momento suma “un total de 810 personas” que han sido “beneficiadas directas de las siguientes actuaciones”, de difusión y asesoramiento, más las posibles receptoras indirectas.

La Macroencuesta de Violencia contra la Mujer de 2019 refleja que un 40,4% de las mujeres dijo haber sufrido acoso sexual en algún momento de sus vidas. De estas, el 17,3% señaló que su agresor fue un hombre del entorno laboral. En CCOO insisten en que “no hay un perfil de víctima”. Puede ser cualquier mujer. Pero sí hay un patrón más frecuente de acosador: el de hombres habitualmente con cierto poder sobre las afectadas.

Lo primero: identificar qué es acoso

El 'caso Rubiales' ha puesto sobre la mesa una de las primeras dificultades a las que se enfrentan muchas mujeres que son víctimas de un acoso sexual: identificarlo como tal. El beso en cuestión generó una enorme polémica, indignando a muchas personas, que señalaron la conducta como una agresión sexual de un superior a la jugadora, mientras que otras lo minimizaban, sobre todo en el ámbito de la prensa deportiva. El propio Luis Rubiales ha tratado de reducir lo sucedido a “un error” sin importancia, anunciando incluso acciones legales contra quienes han señalado el posible abuso: Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo en funciones, Irene Montero, ministra de Igualdad en funciones, Ione Bellara, actual ministra de Asuntos Sociales en funciones y Pablo Echenique, exdiputado del Congreso por Unidas Podemos.

El acoso sexual queda definido en la Ley de Igualdad como “cualquier comportamiento, verbal o físico, de naturaleza sexual que tenga el propósito o produzca el efecto de atentar contra la dignidad de una persona, en particular cuando se crea un entorno intimidatorio, degradante u ofensivo”. Más allá de las posibles derivadas penales, se trata de una infracción laboral muy grave y una conducta discriminatoria.

La intención del agresor no es lo más determinante para definir el acoso. Puede creer que su conducta no es agresiva ni una ofensa a la otra persona, pero lo relevante es el hecho en sí y el efecto en la persona que lo recibe. “Es muy importante destacar que un solo hecho es constitutivo de acoso sexual, como recoge el Convenio 190 de la OIT [Organización Internacional del Trabajo]. No hace falta que sea una conducta reiterativa, un solo hecho como este es ya suficientemente grave”, explica Nacho Parra, abogado laboralista de la cooperativa Colectivo Ronda.

En los protocolos contra el acoso que deben tener todas las empresas (también las pequeñas) para proteger a las víctimas, se recomienda traducir el acoso con ejemplos y prácticas concretas que sirvan de guía y referencia en los centros de trabajo.

Por ejemplo, como las “insinuaciones sexuales”, los “flirteos ofensivos”, los “comentarios insinuantes, indirectas o comentarios obscenos”, las “llamadas telefónicas o contactos por redes sociales indeseados”, el “contacto físico deliberado y no solicitado”, “abrazos o besos no deseados”, “acercamiento físico excesivo e innecesario”, tal y como recoge esta guía del Instituto de las Mujeres.

Un abuso muchas veces “normalizado”

“El acoso sexual está mucho más instalado en el ámbito laboral de lo que nos pensamos”, sostiene Carolina Vidal. En muchas ocasiones, tiene lugar de manera oculta, sin testigos. Pero la sindicalista advierte de que en otras muchas ocasiones hay comportamientos intolerables que han sido “normalizados” dentro de los centros de trabajo. “Es un hecho incómodo, muchas veces se prefiere ocultar o no creer, restar importancia”, dice la responsable de Igualdad de CCOO.

El beso en cuestión se produjo a la vista de todos y, aunque la futbolista incluso expresó justo después que no le gustó (en un directo en sus redes sociales desde el vestuario), hay quienes normalizan lo sucedido como una situación fruto de la euforia del momento, sin relevancia. El propio Rubiales basa su defensa en que fue un hecho consentido, porque supuestamente preguntó a la afectada si le daba “un piquito”.

Cristina Antoñanzas reitera la necesidad de visualizar lo sucedido con la perspectiva de la relación laboral. Se trata de un acto de un superior hacia una subordinada, lo que limita las posibilidades de protesta, resistencia o denuncia de las afectadas en estos casos. “Hay un abuso de poder muy claro”, afirma la responsable de UGT.

Esta normalización de conductas o comentarios machistas y abusivos sobre el cuerpo de las mujeres muchas veces dificulta las denuncias en casos de acoso, porque las víctimas creen que el entorno no las va a respaldar, y además permite que los acosadores persistan en sus conductas, explica Nacho Parra.

“Cuando llegan a nosotros para denunciar están ya en el último escenario. La situación de acoso ha sido sostenida, con un impacto en su salud mental enorme, y generalmente todo el mundo o gran parte en sus empresas le ha restado importancia. Hasta el punto a veces de interiorizarlo ellas mismas, con comentarios como 'a lo mejor estoy exagerando', 'puede que no sea para tanto', 'a lo mejor es un piropo y yo soy muy susceptible”...“, explica el abogado.

#Seacabó, los frutos del feminismo

La publicidad del beso de Rubiales ha permitido sin embargo una masiva respuesta social a esta conducta, cosa que no ocurre en la inmensa mayoría de casos. Especialmente por parte de mujeres, pero también de hombres, que han reaccionado en público condenando el comportamiento del presidente de la federación y exigiendo que se tomaran medidas en su contra. También las propias jugadoras de fútbol profesional, que han dado un paso al frente de apoyo a su compañera y de condena al cierre de filas de la Federación del pasado viernes, con un contundente “se acabó”.

“De una vez por todas nos tenemos que dar cuenta de que ciertas actitudes, que se pensaba incluso que agradaban a las mujeres, ni nos gustaban antes, ni nos gustan ahora. Lo que pasa es que ahora nos atrevemos a decirlo. Decimos que no, que ya basta”, considera Antoñanzas, que destaca cómo ha calado la pedagogía que ha hecho el feminismo en los últimos años para llegar a este despertar de una amplia parte de la sociedad española.

Vidal considera “un triunfo del feminismo” el clamor social, de partidos políticos, de sindicatos y otras instituciones a lo sucedido. “Yo concluiría que la sociedad española ya está suficientemente madura como para no tolerar comportamientos machistas basados en el poder. Las mujeres sabemos lo que es acoso y no estamos dispuestas a tolerarlo. Y los hombres van asumiendo que la igualdad tiene que ser real, no solo letras en un papel”, indica la responsable de CCOO.

El laboralista de Colectivo Ronda considera fundamental el acompañamiento de las víctimas “desde lo colectivo”, como los comités de empresa, las organizaciones sindicales u otras asociaciones profesionales. Cuando el acosador es un jefe, es muy complejo que una persona dé el paso de denunciar si está sola, pero no tanto si siente un respaldo, apunta Nacho Parra.

Aun celebrando los avances, las responsables sindicales de Igualdad consultadas advierten de que “todavía hay mucho que mejorar”, como la publicidad y la buena ejecución de los protocolos contra el acoso, para que sean efectivos y protejan a las víctimas durante el proceso de denuncia.

“Ahora hay mujeres que se tienen que tomar una baja o dejar sus puestos como salida al acoso. Eso es lo que no puede seguir pasando”, dice Carolina Vidal. Cristina Antoñanzas llama a la reflexión sobre lo que sucede a diario en los espacios más ocultos: “¿Qué hubiera pasado si el beso se hubiera producido en el vestuario sin que lo viéramos todos?”.

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