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Medios públicos

Más allá de los debates, los contenidos de Encuentro y Pakapaka siguen siendo muy usados en las aulas

Zamba aparece en la experiencia escolar y visual de buena parte de los estudiantes argentinos desde su creación, hace 15 años.

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25 de mayo en el Museo del Cabildo. Ahí donde todavía se ven los restos del tradicional chocolate con churros que sirvieron como desayuno, y salpicado por mujeres vestidas de damas antiguas y hombres con looks revolucionarios, en el patio del museo los chicos se acumulan alrededor de una serie de muñecos de cartón. Los más grandes les explican a los más chicos: ese es Moreno, ese es Belgrano, esa es Juana Azurduy, ese es San Martín, aunque los más chicos –en edad escolar– los ayudan a nombrarlos: también los conocen. Los muñecos, averiados por el paso del tiempo en el exterior, ya están casi sin color, pero funcionan como recuerdo del esplendor de la serie Zamba, de Pakapaka, nacida en 2010, y sintetizan un contraste evidente entre el abandono estatal por el mantenimiento de la producción de contenidos educativos y la vigencia de estas producciones entre las nuevas generaciones.

Sucede que a pesar de la recurrencia en el debate o las acusaciones alrededor del rol, la parcialidad y el destino de los medios públicos, especialmente centrado en TV Pública o Télam –que sigue suspendida en sus funciones–, poco se menciona a Encuentro y Pakapaka, surgidos en el marco del Ministerio de Educación en 2007 y 2010 respectivamente, especialmente en cuanto a su función como herramienta didáctica, asiduamente utilizada en las escuelas. 

Desde hace un mes los sitios de los canales educativos, una vía fundamental de difusión y acceso de este contenido, aparecen “en reconstrucción”, y sus redes sociales están inactivas, si bien fuentes oficiales de Radio y Televisión SE señalan que los sitios estarán online nuevamente a mediados de julio. 

Esta novedad no pasó inadvertida en las escuelas, que utilizan sus producciones con mucha regularidad. “Siempre, para los proyectos que estamos trabajando, buscamos material audiovisual de apoyatura o como disparador. Por ejemplo, de Pakapaka, usé un montón los cuentos de ‘Había una vez’ porque, además de que tienen versiones de los clásicos que siempre trabajamos, si seguimos a algún personaje, sea bruja, ogro, siempre hay material ahí”, dice una docente de una primaria pública de Almagro.

Una docente de jardín de infantes privado de Recoleta agrega que ella suele utilizar contenido de Taller de historias (un ciclo animado de leyendas contada por un abuelo a sus nietos): “Me gusta mostrarles a los chicos diferentes tonos de hablar del interior, tonos de las provincias, diferentes formas de vestirse y cosas que tienen otros ritmos”. Una docente de historia de una secundaria privada de Nuñez menciona que usa producciones de Encuentro pero que está muy atenta a cómo ubicarlos dentro de la propia planificación: “En mi caso, que trabajo con chicos más grandes, primero leen en el libro, les doy la explicación y cierro toda la unidad con algún material audiovisual. Lo que noto es que últimamente hasta los extractos de los documentales de Encuentro o Algo habrán hecho, de Felipe Pigna, que también uso, les resultan largos y les cuesta engancharse. Están muy acostumbrados a las redes en donde todo es muy cortito”. Una novedad que observa en los últimos años es que algunos estudiantes tienen prejuicios cuando se usa material producido por el Estado: “Ahora opinan más sobre qué voy a poner y se trabaja con esas dudas en la propia clase”.

Respecto de Encuentro, Lucía Pelourson, docente de una primaria pública de Villa Crespo, señala su forma de utilizarlo: “Hay producciones que me sirvieron muchísimo. Una se llama Historias de Papel, con un capítulo de las invasiones inglesas que muestra bien las perspectivas de todos los actores y eso es lo rico en las Ciencias Sociales: no mostrar solamente la mirada de un grupo social ni poner a las personas que intervinieron en los procesos sociales en el lugar de ‘buenos’ y ‘malos’. Y otro es el de Revoluciones, que es un material que uno puede pensar que es para más grandes porque tiene mucha información o palabras difíciles, pero que está planteado de manera tal que, con la intervención de un docente, les permite a los chicos construir mucho de los conocimientos que queremos en Ciencias Sociales”. Otra docente y actual vicedirectora de colegio privado recuerda cuánto usaba el programa Escuelas Argentinas, de canal Encuentro, una serie documental realizada por Bruno Stagnaro, para trabajar en cuarto grado con la promesa a la bandera: “Muestra desde chicos que van en lancha a la escuela hasta otros que van en el medio del monte y me servía para trabajar la idea de lealtad y la idea de lo federal”.

Las docentes consultadas también mencionan que los recursos audiovisuales son una ayuda en el aula para atraer la atención de los estudiantes, aunque siempre tienen que enmarcarlos en un contexto e intervenir constantemente. Y que tampoco es una garantía: “El uso de recursos audiovisuales los ayudan a engancharse. Hay algo del audiovisual muy presente en el consumo de conocimiento que es muy habitual para los chicos– explica Julieta Jakubowicz, licenciada en Ciencias de la Educación y formadora de docentes en Ciencias Sociales. ”Los canales del Ministerio tienen un valor desde su mirada federal, desde lo estético, desde las fuentes que se utilizan –los chicos si no muchas veces no están expuestos a escuchar la voz de un antropólogo o un sociólogo–. De todos modos, si bien el audiovisual los convoca, no siempre es más entretenido: muchos de los videos de Encuentro son documentales altamente complejos, para distintos niveles educativos, y no por ser visual son más fáciles de entender: lo importante siempre es que sean utilizados en el marco de una propuesta de enseñanza“.

Otros docentes también señalan el contraste que implica este tipo de contenidos ante alumnos más habituados a consumos de plataformas comerciales: “El contenido producido por el Ministerio de Educación es valioso porque se nota que está pensado para poder ser compartido en espacios educativos. Particularmente, produce la posibilidad de que se trabajen cuestiones locales que a veces es difícil de conseguir: no siempre conseguimos material curado y acá funcionaba como sello de calidad. Pero además, para los adolescentes de hoy los expone a otros ritmos y otras formas de contar diferente a la de las plataformas”, agrega Florencia Sichel, docente de filosofía en nivel medio y capacitadora en formación docente, que participó como contenidista durante la pandemia del programa “Seguimos educando”, de Canal Encuentro y Pakapaka.

A la vez, Sichel reconoce que últimamente aumentó el cuestionamiento por el uso de estos y otros materiales: “Tiene que ver con el cuestionamiento que estamos sufriendo cada vez más quienes estamos a cargo de un aula. Y ahí yo diría que hay una paradoja: por un lado, una opinión excesiva por parte de quienes no habitan la escuela (”los adoctrinan“, ”les bajan línea“) y, por otro, un desconocimiento efectivo sobre esos miedos. El aula es mucho más que la voz del docente, especialmente en el nivel medio. A mí me gusta trabajar de manera aplicada. El video enriquece la temática, no es que uno lo pone y lo deja ahí. Uno intercambia, propone un trabajo práctico, por ejemplo. Lo que se pide es que los estudiantes tengan un análisis crítico sobre eso que acaban de ver. Lo ideal sería trabajar en conjunto y que las familias se acerquen desde la duda y no desde el señalamiento muchas veces cancelatorio. Podemos discutir los materiales y debatirlos, pero nunca desde el miedo”, dice la docente.

Rodrigo Martin fue docente y director en escuelas privadas laicas y religiosas de la provincia de Buenos Aires y señala que usó contenidos de religión y de ciencia: “Generaron una muy buena recepción en los estudiantes y docentes”. Sin embargo, también en distintos momentos recibió a familias preocupadas por la “tendencia ideológica” y la falta de respeto a ciertas figuras de la historia: “Siempre se habló de este material como disparador, un material a analizar. Lo que busca el diseño es el espíritu crítico. Si el docente se queda con que ese material es la verdad es un problema, pero pasa lo mismo con cualquier manual, especialmente con Historia. Después de conversar las familias lo entienden, en general. Me parece que desde que se crearon estos espacios el debate fue muy político y poco pedagógico”.

Zamba: un dibujito para la revolución

De él dijeron que se burlaba de Sarmiento, que buscaba dar una “historia oficial nacional y popular”, a la vez que ganó un premio Martín Fierro, un ComKids del Prix Jeunesse Iberoamericano, fue nominado a los Emmy y finalista del prestigioso Prix Jeunesse International; pasó por Netflix y acumula laureles y también críticas.

En el último tiempo, fue Ramiro Marra cuando era candidato a Jefe de Gobierno porteño, el que se quejó: “¿Sabés lo que me dijo un chico una vez? Que en Pakapaka decían que los españoles eran los malos y los argentinos eran los buenos”, dijo, en clara alusión a La Asombrosa Excursión de Zamba. El comentario se rodeó luego de memes variopintos de la factoría libertaria y también informaciones falsas sobre el destino del canal.

Pero por sobre todas las cosas, Zamba aparece en la experiencia escolar y visual de buena parte de los estudiantes argentinos, desde su lanzamiento y hasta ahora, casi 15 años después.

Se trata de un alumno de una escuela de Formosa que empezó viajando por la historia Argentina y luego amplió sus destinos a la ciencia, el Mundial de Fútbol, más adelante a la “Patria grande”, a la Revolución Industrial y Karl Marx o al Egipto antiguo, pero también devino en personaje transmedia con un parque temático y un musical en Tecnópolis y una penetración tal en los consumos infantiles que llegó a ser tema de cumpleaños, tortas y disfraces múltiples. 

Su puntapié inicial, cuando Pakapaka aún no era un canal aparte sino una franja de Canal Encuentro, fue el encargo de hacer un dibujito animado sobre la Revolución de Mayo con motivo de su bicentenario en 2010. “Nos pusimos a trabajar en esos cuatro capítulos sin que nadie nos bajara ninguna línea de nada”, recuerda el historiador Gabriel Di Meglio, investigador del Conicet y director actual del Museo Histórico en Parque Lezama. Él estuvo a cargo de los contenidos de Zamba hasta 2012 y trabajó codo a codo con Fernando Salem y Sebastián Mignogna, realizador y director respectivamente. Después, vinieron otros capítulos vinculados a efemérides como la Independencia (“Zamba en la Casa de Tucumán”) o la travesía libertadora de San Martín hasta su reunión con Bolívar en Guayaquil (Zamba en Yapeyú). En ellos, la participación musical es clave: las canciones de Zamba, compuestas por Leo Sujatovich y Ezequiel Silberstein, con letras de Ingrid Beck y Fernando Sánchez, fueron interpretadas por artistas de alto perfil, desde Fito Paez hasta Soledad Pastorutti o La mosca. 

En un principio Zamba, como producto de divulgación histórica, fue saludado positivamente. Pero al tiempo que se fortalecía la polarización política durante el kirchnerismo y se ponía el ojo en una versión oficial de la historia, quedó en el centro de la escena con algunos condimentos que agudizaron las tensiones, como el conflicto con el Grupo Clarín por el retraso en la incorporación de Pakapaka a la grilla de Cablevisión o episodios del dibujito muy alineados con la narrativa gubernamental, en un contexto de ampliación del sistema de medios públicos y “batalla cultural”. Esos y otros motivos lo convirtieron en un símbolo político, mientras se metía en las pantallas múltiples de los niños y en las aulas más diversas del país. 

En las escuelas públicas y privadas consultadas, Zamba sigue siendo un material que se usa, especialmente los capítulos vinculados a las efemérides tradicionales y a los próceres. Lo primero que destacan los docentes es que Zamba es muy atractivo para los chicos: “Es una forma muy amable de entrar a la historia, aunque no sea suficiente. Yo cuando pongo Zamba siempre hablo de dónde están las mujeres, de que la guerra no es la salida. Lo que le critican de Zamba es que entiende todo en tonos de buenos y malos, pero eso es porque en la infancia es todo así, y es una forma de entrarles. Una como docente va desandando esto”, dice una docente de nivel inicial de Palermo. También señalan planteos o preguntas de familias cuando usan el dibujito: “Creo que en los últimos años los padres se sienten más empoderados para venir a plantear preguntas de por qué usamos Zamba”. 

La historiadora Camila Perochena, especializada en el uso de la historia que hacen los diversos gobiernos, sostiene que Zamba es un producto desparejo en relación con el uso del pasado: “Hay capítulos muy buenos, versiones adaptadas para chicos de lo que es la renovación historiográfica, como por ejemplo el de la Revolución de Mayo, que trata de explicar el rol de la crisis de la monarquía española en la revolución. Si me preguntás por otros capítulos, el de Malvinas o la dictadura, o el de Rosas, me parece que tienen una cosa más ideológica, que están más atravesados por los sentidos comunes revisionistas que el kirchnerismo había llevado al Estado”. 

Di Meglio agrega que el programa no fue hecho para reemplazar al docente y que su éxito radica en que es eficaz como dibujito animado: “Zamba es un gancho para que los chicos se interesen por esos temas, pero los docentes son los que lo enmarcan con muchos otros recursos. Al día de hoy tengo estudiantes en la universidad que me dicen que estudiaron historia gracias a Zamba. Durante el kirchnerismo confluyeron muchas líneas historiográficas, no solo la revisionista como suele decirse, y Encuentro y Pakapaka son una muestra de mucha diversidad a la hora de abordar la historia. Zamba como producto fue cambiando a lo largo de los años. Es una pena que hoy sea señalado negativamente por algunas personas que quizás ni siquiera lo vieron pero sacaron una conclusión antes de verlo solo porque terminó identificado con algo muy partidario”. 

Perochena agrega una interpretación al énfasis que por momentos el gobierno de Milei y sus seguidores tienen con Zamba: “Milei da la batalla cultural. A él le interesa dar una versión de la historia”. Acaso si conocieran la frase de San Martín que Zamba repite a menudo en los capítulos, podrían reconciliarse con este personaje que, a pesar de las controversias, lleva casi 15 años a la mano de los docentes de las escuelas más variadas: “Seamos libres, que lo demás no importa nada”. 

Colaboró en los testimonios Abigail Contreiras Martinez

NS/DTC

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