Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Gloria Steinem: “ La libertad reproductiva constituye un derecho humano básico”

La militante feminista estadounidense Gloria Steinem, una de las protagonistas de Mrs America

Jazmín Bazán

0

En 1971, el St. Petersburg Times titulaba “La belleza de Gloria contradice su propósito” (como eufemismo de “si puede conseguir un hombre, ¿para qué quiere derechos reproductivos?”). Faltaban dos años para el fallo Roe vs. Wade, que reconoció el derecho constitucional a la interrupción voluntaria del embarazo en Estados Unidos. Con sus anteojos de marco grueso y su pelo rubio con raya al medio, Gloria Steinem se volvió una las caras más reconocidas de esta lucha.

Escribir sobre la reacción que generó su aspecto resultaría trillado –o, peor, reflejo de la misma banalidad de sus detractores– si no fuera que, en ella, esencia y apariencia van de la mano, en un sentido histórico profundo: la chica de Ohio convertida en reportera, militante y rockstar del feminismo encarnó la estética de la rebeldía setentista. 

Steinem forjó su activismo al calor del movimiento contra la guerra de Vietnam y la pelea por los derechos civiles. La acusaron de expresar el inconformismo blanco clasemediero. Aunque, quienes conocen su biografía, saben que transcurrió parte de su infancia en la ruta, alejada de las instituciones formales y recorriendo el país con su padre, que se dedicaba –con poco éxito– a la compraventa. Otra parte la pasó cuidando a su madre, una periodista pionera que vio cercenado su destino por las presiones sociales y distintos problemas de salud mental.

En 1963, Gloria tomó un empleo como “conejita” en un club Playboy, para luego escribir un artículo icónico en el cual denunció la explotación y opresión a la que eran sometidas las trabajadoras. Con una crónica desde el cuerpo, mostró su calidad narrativa y compromiso social. Los editores de la revista prologaron: “Show envió a una escritora que combina las cualidades de una magna cum laude de Smith College con las más obvias de una exbailarina y reina de belleza”. 

El feminismo irrumpió en ella durante sus treinta. Siempre esquiva a los casilleros, fue demasiado radical para el ala liberal –como lo prueba su clásico artículo de 1969, “Después del poder negro, liberación femenina” – y viceversa. Fundó la revista Ms., a la que su amiga y colega, la activista afroamericana Florynce Kennedy, definió como un medio gráfico interesado “en hacer la revolución, no solo la cena”. Actuaba en la interna demócrata sin dejar de marcar sus contradicciones y límites: su foco estuvo (y está) en las causas antes que en los candidatos. En sus palabras, era un nexo entre “las que querían repartir la torta y las que querían cocinar una nueva”, desde una perspectiva humanista que todavía erige.  

Todas las olas la ola. A los 22 años, Gloria interrumpió un embarazo no buscado. El médico que la atendió le hizo prometer que iba a hacer lo que quisiese con su vida. Levantó aquel juramento como lema colectivo. Peleó por la salud reproductiva de todas las personas gestantes. Fue parte indisociable de la victoria de 1973. Pasaron cinco décadas. En 2022, una Corte Suprema de composición mayoritariamente conservadora anuló el fallo que había amparado constitucionalmente la posibilidad de abortar en Estados Unidos. A sus 89 años, desde un nuevo lugar, Gloria sigue dando batalla. Así lo cuenta en una entrevista que brindó a elDiarioAR.

–¿Recordás el momento de tu vida en el que comenzaste a sentirte parte del movimiento de mujeres?

–Fue un proceso gradual. Cuando me estaba graduando de la universidad, la sociedad asumía que el destino de una mujer era casarse y ocupar un determinado rol dentro del hogar. Entonces, yo pensaba: “Sí, lo voy a hacer, pero no ahora”. Me encontraba posponiéndolo una y otra vez… no era lo que quería. 

–¿Cómo definirías tu concepción de feminismo?

–Entiendo al feminismo como la idea radical de que cada ser humano es único y no puede ser circunscripto únicamente en términos de raza, clase, género y nacionalidad. Se trata de respetar y valorar la unicidad y humanidad compartida que tenemos.

–¿Sentís que esta definición se modificó a lo largo del tiempo?

–No lo creo. Lo que cambió fue la visión sobre el feminismo desde el ámbito público. A principios de los setenta, luego de una gran marcha de mujeres en la Quinta Avenida, en Nueva York, recibí la llamada de un amigo, un hombre con el que había trabajado anteriormente en la revista Show. Me dijo, sorprendido: “Gloria, no sabía que eras lesbiana”. ¡Y él era uno de los amables! Esa es otra cuestión que considero importante: el feminismo debe involucrar a los hombres.

–Hay muchos debates, precisamente, sobre el rol que deberían tener los hombres en la pelea por igualdad. ¿Qué pensás al respecto?

–La respuesta varía según la persona. Yo soy blanca, antirracista y me considero parte del movimiento de los derechos civiles. Espero que en formas útiles… (Risas). Creo que se puede trazar un paralelo con la necesidad de que los hombres se sumen a las reivindicaciones feministas.

En los setenta siempre remarcabas que la disputa por la equidad significaba una revolución y no una reforma. ¿Hoy te considerás revolucionaria? 

–Considero que soy un ser único, tratando de honrar la originalidad y unicidad de todos los humanos. Decidí no tener hijos, pero formo parte de diferentes comunidades que incluyen a todo tipo de personas con un mismo objetivo: vivir de acuerdo con nuestro deseo, generando oportunidades para desarrollar nuestros talentos únicos.

–¿Qué pueden aprender las feministas más jóvenes de la segunda ola y qué aprendés vos de las nuevas generaciones?

–Espero que las más jóvenes aprendan que no deben vivir de acuerdo con reglas no dispuestas por ellas y que atentan contra su futuro. Actualmente, por suerte, hay una gran diversidad dentro del movimiento. Incorporamos conceptos y enseñanzas a diario. 

¿Cuáles son los principales desafíos que enfrentan las mujeres y la comunidad LGTBI+ que no existieron en los setenta?

–La lucha actualmente es mucho más global y está ligada a cuestiones profundas como el medioambiente. Somos mucho más conscientes de que estamos viviendo en esta nave espacial llamada Tierra y que las diferencias de raza, clase y género son mucho menos importantes que las posibilidades, los sueños y los riesgos compartidos.

Como una de las figuras más visibles de la desobediencia femenina que culminó en el fallo de Roe vs. Wade, ¿te sorprendió el fallo Dobbs vs. Jackson del año pasado que quitó la protección constitucional al derecho al aborto?

–No realmente. La Corte Suprema es una institución muy particular. No debemos olvidar que, durante mucho tiempo, garantizó la segregación racial por muchos años. Los jueces son apuntados por los presidentes. Si queremos una mejor Corte Suprema, tenemos que elegir mejores presidentes.

–Y mientras tanto, ¿cómo se continúa la lucha?

–Las mujeres y las activistas debemos apoyarnos en nuestras decisiones. En distintos estados surgieron prohibiciones o restricciones para acceder a un aborto. Al mismo tiempo, se forman grupos que ayudan a aquellas personas que eligen o necesitan interrumpir su embarazo, a través de dinero, información, recursos y movilidad.

¿Pensás que el debate sobre el aborto es una cuestión partidaria?

–A lo largo de los años, los dos partidos principales tuvieron distintas posiciones en torno a los derechos sexuales. Actualmente, se identifica a los demócratas con esta causa, pero no ha sido siempre así desde el punto de vista histórico. La libertad reproductiva constituye un derecho humano básico, tanto como la libertad de expresión.

–¿Cuáles son, en tu forma de ver, las principales deudas pendientes en materia de derechos humanos dentro de Estados Unidos?

–Definitivamente, la cuestión racial. Nuestros problemas nacieron con el colonialismo. Cuando los europeos conquistaron territorios, comenzó la matanza contra los nativos americanos. Esto conformó una gran fuerza que dio nacimiento al nacionalismo y al racismo. Ha habido muchas transformaciones. Nos estamos convirtiendo en un país diverso. Ya nació la primera generación compuesta mayoritariamente por niños y niñas no blancos. En pocos años, los americanos de ascendencia europea serán minoría. Esto debería enriquecer nuestra cultura y entendimiento del mundo. Sin embargo, hay personas cuyo sentido de identidad depende de las viejas jerarquías y se sienten sobrepasadas, amenazadas. Pienso en aquellos que votan a Donald Trump, especialmente en la minoría fuerte pero ruidosa que comparte sus ideas.

–En Argentina también observamos el avance de las llamadas “nuevas derechas”. ¿Cómo se puede dar respuesta desde el feminismo a estas tendencias políticas mundiales que derivan en la privación de derechos?

–La tecnología demuestra cuán conectados estamos realmente. Incluso algo tan negativo para la humanidad como la pandemia lo evidencia. Estoy convencida de que la realidad desafía y debilita las viejas nociones de nacionalidad, religión, raza y etnicidad. Hay gente que depende de esos adjetivos: sobre ese cimiento se construyen las fuerzas conservadoras. Se vuelve una tarea defender la noción de que cada persona es distinta, pero también explicar, concientizar. Las mujeres trabajan masivamente y esto cambia inevitablemente el balance de las relaciones de poder dentro de la familia. Como contracara, esto brinda la posibilidad a los hombres de establecer una relación más profunda y orgánica con sus hijos. Si enfatizamos los resultados positivos de los cambios, ayudamos a que la base más resistente entienda que está ganando, no perdiendo.

A lo largo de tu carrera profesional y como activista, se ha puesto la lupa en tu aspecto. Contaste que el cronista Gay Talese dijo en tu cara que eras “la chica bonita que enviaban a Washington anualmente”, como si no estuvieras presente. ¿Cómo lidiás con eso? 

–Fue cambiando con los años. Cuando trabajaba como escritora freelance, antes de involucrarme en el movimiento de mujeres, un editor de Life Magazine me dijo: “No quiero una chica bonita, quiero una escritora”… y me mandó a casa. La belleza puede funcionar a favor o en contra, pero es difícil ser tratada como un “commodity”. En ese sentido, opino que, cuando una envejece, puede ser una misma, de forma más real. 

–Apareciste en un capítulo de la segunda temporada de And Just Like That, el regreso de Sex And The City. Se te ve en una recaudación de fondos para una revista de mujeres que se opone a la discriminación por la edad. ¿Cómo surgió esa incursión en la actuación?

–Fue muy gracioso. Es uno de los shows más populares con protagonistas femeninas. Estaban filmando en una casa vacía frente a la mía y me invitaron. No me dieron líneas, sino la idea del episodio: estábamos teniendo un acto de beneficencia. Me divertí mucho, aunque duró todo el día. 

–Decís que “una revolución empieza con una conversación”. ¿Estuvo guionado?

–¡No! Es algo que se me ocurrió en el contexto de un acto de esas características. Mejor, creo que no hubiera sido capaz de recordar un guion. (Risas)

Gloria tiene décadas de experiencia en fundraising para distintas causas. Esta tarea la llevó a distintos salones de la alta sociedad, como el retratado en la serie. Muchas veces, con resultados infructuosos. En el libro Mi vida en el camino (2015) relató que, una vez, Barbara Sinatra le reprochó que las militantes no se interesaban por los refugios para las mujeres golpeadas. La modelo desconocía que la segunda ola le había puesto nombre al drama estructural de la violencia machista.

Al día siguiente, Gloria regresó a su hogar, “a escribir y a comer comida chatarra”. “Creo que el contraste entre el exceso y la necesidad es la fuente de enojo y alegría para la mayoría de los organizadores: enojo porque existe en primer lugar; y alegría, porque el contraste puede disminuirse”, redactó.

La verdadera combinación de “sexo” y “ciudad” no está en la pantalla de HBO Max. Vive en Nueva York, donde tiene un hogar y una oficina. Se sienta diariamente en la computadora, delinea ideas, recibe a periodistas, imagina proyectos. Lleva un récord de temporadas de medio siglo, y contando…

JB/MG

Esta entrevista fue posible gracias al apoyo de la Transatlantic Media Fellowship del Heinrich Böll Stiftung.

Etiquetas
stats