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Tenía 420 gramos de marihuana de su cosecha y está en la cárcel
Le encontraron cannabis de dos plantas y está preso desde febrero en el penal de Sierra Chica

Máximo López con sus hijos más chicos y con su  compañera. Lo detuvieron en su casa de Azul.

Alejandro Marinelli

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La Policía entró a su casa en Azul porque investigaban un caso de juego online en el que lo mencionaban. Tenían orden de llevarse computadoras, tablets y celulares. Pero en medio del operativo, Máximo López se acercó a uno de los agentes y le dijo que tenía flores de cannabis en el cuarto. “¿Oficial, espero que la encuentren o se lo digo yo a sus compañeros?”, le preguntó. En una caja de madera, tenía frascos con 420 gramos de marihuana, la cosecha de dos plantas. Por ese hallazgo, en septiembre del año pasado fue acusado del delito de “tenencia simple” y lo detuvieron unos días. Luego, en febrero, le cambiaron la calificación a “tenencia para comercialización”, con penas más altas, y lo metieron en prisión. Por estos hechos, a López le negaron la excarcelación y deberá esperar en el penal de Sierra Chica hasta que llegue su juicio. López es integrante de una asociación cannábica, consume aceite medicinal por un accidente y acaba de ser aceptado en el Reprocann, el registro que autoriza el cultivo terapéutico, por esos problemas de salud. 

“Es todo una locura lo que está pasando. No soy un narco, yo tengo un kiosco en el centro de Azul, con eso sostengo a mi familia. Vivo con mi mujer y mis mellizos de seis años. Planto y consumo marihuana. Fumo y tomo aceite por los dolores en los huesos de mi mano. Lo que me encontraron es parte de mi cosecha, dos plantas, que incluso era un poco mayor pero fumé e hice aceite. De repente estoy en Sierra Chica, sin poder ver a mis hijos. Yo estaba mucho tiempo con ellos todos los días, comía al mediodía, los llevaba al colegio. Les hago mucha falta”, explica López.

Cuenta que el mismo día del allanamiento, cuando los policías comenzaron a hacer el registro de lo que habían encontrado, la manera en la que manejaban la prueba ya lo alertó. “En mi mochila estaba la liquidación del kiosco, dividida en las golosinas, las bebidas, los cigarros, con las cuentas y separadas. Las desarmaron, las pusieron todas juntas, agregaron 110 pesos que había en una campera. Sacaron todos  los cogollos de los frascos. Armaron la foto y después volvieron a poner el cannabis en los frascos, distinto de cómo los tenía yo. Yo tenía los frascos vacíos que había fumado y los demás llenos. Ellos los repartieron para que quedaran todos por la mitad, como fraccionados”.    

El día del allanamiento, Máximo fue detenido y liberado a las pocas horas. Pero cinco meses después, el 18 de febrero, un grupo de Policías aplaudió en la puerta de su casa y al salir le dijeron que tenían una orden de detención. Estuvo preso cinco días en la comisaría de Tapalqué y luego lo trasladaron a la Unidad Nº38 del penal de Sierra Chica. “Llegar acá es fuerte, pero la verdad es que la voy llevando y me tratan bien. Estoy haciendo un curso para alfabetizar a otros presos y tomando otro de cine. Desde 2013, que dejé abogacía, que no estudiaba. Me viene muy bien para aprovechar el tiempo de encierro y no caerme de ánimo”, dice López, que perdió seis kilos y le cuesta dormir. 

Máximo tiene una relación extendida con la planta de cannabis. Desde hace muchos años, con un grupo de Pigüé, la localidad donde se crió, comenzó a investigarla. “Hice también un curso para producir aceites. Mi mamá, mi papá, la tía de mi compañera, y también yo, los consumimos. También sé hacer cremas, que se usan de manera externa. Yo participo de la Asociación Civil Cannabis Terapéutico de Pigüé, que desde 2018 tiene la personería. Conseguir información sobre la planta y pasarnos las flores para probarlas es parte de lo que hacemos”, describe.

En abril del año pasado, Máximo cayó mal andando en patineta y se golpeó fuerte la muñeca. Según dice, se puso hielo, la aguantó pensando que había sido solo una inflamación. Pero a mediados de junio fue a la consulta médica en un centro de traumatología. En el informe del médico recomiendan que se operare. “Cuando me dicen que no tenía una necrosis (tejidos muertos), me dicen que vaya directo a cirugía, pero estábamos en plena pandemia. Así que decidí esperar y el aceite era la mejor respuesta al dolor”, relata. Por ese episodio, estando preso, pidió ser incluido en el Registro del Programa de Cannabis (Reprocann), que autoriza a acceder a un cultivo controlado de la planta para tratamiento medicinal y fue aceptado. Así que podría ahora consumir aceite sin problemas. 

“Primero quiero aclarar que yo no tengo antecedentes. La vinculación que me hicieron con la causa  de juego, sobre la cual no tuve más noticias, y en la que en los allanamientos dieron resultado negativo, aún hoy no sé cuál es”. Lo que provocó el cambio de calificación a “tenencia para comercialización” fueron unos mensajes en los que dos personas distintas le preguntan si tiene flores de cannabis para vender. Para el fiscal esa prueba es concluyente. “Por la otra causa me intervinieron los teléfonos dos años y sólo aparecen un par de conversaciones en la que dos personas me preguntan si tengo algo para vender. Pero no pusieron mis respuestas en el expediente. Dicen que por un problema del software. Ahí les decía que si quería un poco le daba pero que no vendo. Repito: en dos años de escuchas, un par de conversaciones que les resultan sospechosas”, explica López, quien agrega que le denegaron la excarcelación a pesar de que siempre estuvo a derecho. “Nunca cometí delitos, tengo a mis tres hijos y a mi compañera en Azul, no me fui de mi casa cuando comenzó la causa, no cambié el teléfono, no tengo ninguna posibilidad de influir en la investigación. Ni con plata ni con nada: mi casa y el local son alquilados. Solo el auto es mío”, explica.

Hace 20 días una marcha recorrió las calles de Azul para pedir por la liberación de Máximo. Familiares, amigos, cultivadores y usuarios de la planta fueron al Palacio de Tribunales y por último se acercaron a la sede de la Fiscalía General. Los casos de personas que por distintos motivos plantan cannabis y que luego terminan presos no son pocos. De hecho, en los últimos meses comenzó a organizarse el grupo “Presos y presas por plantar”, que nuclea a una veintena de encausados por haber sembrado semillas de marihuana.

Todos estos casos siguen ocurriendo a pesar de que esta semana en el Senado votó la ley que regulará la producción industrial del cannabis que, por supuesto, incluye la medicinal. Justamente la semana pasada en la discusión de las comisiones de esa Cámara, el integrante del Acuerdo por la Regulación Legal del Cannabis, Emilio Ruchansky, mencionó el caso de Máximo ante los senadores. “A Máximo lo acusan por tener 420 gramos de marihuana en frascos en su casa. ¿Saben cuántos gramos permite el gobierno uruguayo de cosecha anual? 480 gramos. Con lo cual no estaría preso allá. Si este muchacho viviera en Uruguay sería ni más ni menos que un cosechador más. Acá es un narco. Y así tenemos un montón de chicas y chicos en todo el país”, analizó. 

AM

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