Educacion

“Prendan las cámaras, por favor”: el dilema que la pandemia no termina de resolver

Mientras el retorno a la presencialidad en los lugares de estudio y de empleo es progresivo pero inminente, los cambios de hábitos que impuso la pandemia instalaron una forma de ofrecer conocimientos y de aprender: los cursos virtuales. Hay cantidad de talleres, cursos y capacitaciones remotas. La oferta es amplia y cómoda en varios sentidos e, incluso, más económica. Pero en el tercer año marcado por el virus de Covid-19 algo de esa dinámica termina de resolverse: el dilema de la cámara off u on.

Durante 2020, primer año de Coronavirus, docentes y alumnos de todos los niveles tuvieron que adaptarse de manera abrupta a la enseñanza y aprendizaje online. Fue cuando la cámara se puso en debate. Hubo argumentos válidos de todos lados: que no hay porqué exponer la intimidad del hogar, que en conexiones a Internet inestables es mejor apagar el dispositivo, que da lo mismo. Aún no hay estudios que garanticen que “verse pantalla mediante” mejora el rendimiento del estudiante, pero la cámara encendida puede ser un mecanismo de control sobre la identidad o la asistencia. 

Con reserva de nombre a pedido de las fuentes, una docente y una tallerista dan su testimonio en ese sentido. “Durante una clase, alguien que tenía la cámara apagada había dejado el micrófono abierto. Yo escuchaba varias voces y sospeché. Cuando terminó el encuentro me puse en contacto con esa persona y después de varios idas y vueltas, admitió que no ella sino tres personas las que ‘asistían’ al curso, pero solo había pagado una. Desde entonces, en la inscripción aviso que es obligatorio tener la cámara encendida”, dice a elDiarioAR un mujer que ofrece talleres de escritura. 

La docente, que ofrece clases grupales de idiomas para adolescentes en un instituto privado, dirá que la cámara encendida le sirve para observar si los alumnos se enganchan con la dinámica de la clase. Y agrega: “Pero también es una forma de tomar asistencia, porque suele pasar que apagan la cámara y una piensa que están del otro lado y en realidad se distrajeron o simplemente se retiraron. Salvo excepciones que sean avisadas antes de la clase, pido que enciendan la cámara”.

Mejor asistencia y más puntualidad, pero sin garantías de “estar” en la clase

La cámara prendida o apagada no implica estar presente, prestar atención y mucho menos implica efectuar los procesos cognitivos mínimos necesarios para poder generar aprendizajes profundos significativos de transferencia lejana. Se puede estar ausente aunque en el mismo espacio”, apunta Miriam Kap, docente e investigadora en la Universidad Nacional de Mar del Plata y la Universidad de Buenos Aires, y profesora a cargo de Didáctica General Facultad de Humanidades.

Kap agrega que “el pedido de la cámara encendida puede ser parte de un diseño didáctico. Ahora bien, cuando el pedido de cámara encendida es meramente por control se transforma en un dispositivo de vigilancia y no en un recurso pedagógico que permita dialogar con los estudiantes y construir conocimiento”.

Para Andrea Allaud, doctora en Educación, docente e investigadora en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), es recomendable encender la cámara durante la clase. “Te permite estar, aunque sea de una manera diferente. Hay intercambio de miradas que favorece cualquier proceso de comunicación entre docente y estudiante. En las clases de posgrado, que es para adultos, suele pasar que cuando el grupo es reducido, cuando hay una identificación directa y personalizada del estudiante, las cámaras están encendidas. Cuando son muchos estudiantes, se resisten un poco. En todos los casos, la virtualidad mejoró la asistencia y la puntualidad a la cursada, y eso hace que el tiempo rinda mucho más”. Allaud publicó Enseñar hoy. Apuntes para la Formación (Paidós), un libro que empezó a escribir antes de la pandemia y terminó en plena pandemia. Allí plantea que la experiencia de enseñar a distancia en tiempo real es por demás interesante y que por eso conviene capitalizarla y no plantearla como una dicotomía.

Cosas que suceden cuando la cámara está apagada

El año pasado se realizó una jornada de Educación Sexual Integral a cien alumnos vía Meet. Lo que empezó siendo una cita educativa para hablar de sexualidades, terminó siendo un espacio de afirmación de identidades. Que algunos alumnos pudieran plantear sus dudas e intimidad fue gracias a que no era obligatorio tener la cámara encendida. “La cámara apagada habilitó un espacio de mucha confianza. Los adolescentes dijeron cosas, plantearon dudas o hicieron preguntas que de otra manera no hubieran podido. Entonces, la cámara apagada no es que no sirve, sino que funciona en otro sentido”, dice Manuel Becerra, profesor de Historia, docente de formación docente y director editorial del sitio Gloria y Loor.

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