Del Tortapalooza a Pepe Cibrián: la asamblea “desviada” que enfrenta la violencia con arte

Tama Kallsen, Gala Otero y Eli Hernández son miembros fundadores del colectivo artístico-político Asamblea Desviada Conurbano Sur. El grupo se radica en el conurbano bonaerense. Inspirándose en la tradición de mezclar arte y política, el colectivo “artivista” utiliza la performance y las artes visuales para construir comunidad y exigir justicia para las personas LGBTQ+.
El año pasado, durante la multitudinaria marcha del Orgullo de Buenos Aires en noviembre, el grupo representó “La procesión desviada”. Vestido de negro para romper con el motivo del arcoíris del Orgullo, el colectivo llevó a cabo una procesión enigmática, a medio camino entre una vigilia y una celebración, en honor a quienes lucharon y murieron por reclamar los derechos LGBTQ+. Llevaban un altar adornado con fotos de personas fallecidas o desaparecidas y recitaron fragmentos del texto icónico que Pepe Cibrián interpretó en el Congreso durante el debate sobre la legalización del matrimonio gay. Se detuvieron para encender velas y colocar flores.
La actuación se produjo en un contexto de aumento de los delitos de odio contra la comunidad LGBTQ+ , en particular los homicidios, de los últimos años. El presidente Javier Milei convirtió a la comunidad LGBTQ+ en blanco de su agenda “anti-woke,” amenazando con despojarla de derechos como el cupo laboral travesti trans, el acceso a los tratamientos hormonales y el DNI no binario. En enero, en el Foro Económico Mundial de Davos, arremetió contra la “ideología de género”, equiparándola a la pedofilia, lo que provocó protestas masivas en Argentina y en todo el mundo.
Kallsen, Otero y Hernández hablan en el pequeño estudio de radio de un centro cultural en Remedios de Escalada. Entre sorbos de mate, el trío reflexionó sobre la Procesión Desviada, los procesos artísticos del grupo en general y las precauciones adicionales necesarias en el clima actual de represión.
–¿Cómo y cuándo comenzó el colectivo?
–Eli Hernández: Eso fue en el 2022. Se venía el 7 de marzo, que es el Día de la Visibilidad Lésbica acá en Argentina, a partir de la muerte de Pepa Gaitán que es una lesbiana asesinada por el padrastro de su novia. Entonces se toma la fecha como una fecha reivindicativa. Nosotras notamos que no había como un active para esa fecha acá en el conurbano. Si querías ser una torta visible tenías que irte a Capital. Entonces ese año nos propusimos armar un festival acá en la Plaza de Escalada, que le habíamos dado el nombre de Tortapalooza, como medio jugando con el Lollapalooza y las tortas. Vino un montón de gente contenta de no tener que irse a capital. Ahí empezamos a ver que había ganas de poder juntarnos, de poder pensar cómo es el habitar una disidencia sexual en el conurbano.
–¿Ustedes ya formaban parte de otros colectivos antes de este Asamblea Desviada Conurbano Sur?
–Gala Otero: Yo estaba en Tatagua primero, que era una colectiva transfeminista también, que hacía acompañamiento en violencias y ahí les conozco a Tama y a Eli. Y medio que después Tatagua se desarma y bueno, ya estaba surgiendo la Asamblea en el mismo momento.
– ¿Tatagua hacía artivismo también?
–Otero: Entiendo que tenía una parte de artivismo. En todo lo que es comunitario o poner el cuerpo en la calle siempre aparece el artivismo, aunque uno no quiera. Es una herramienta muy importante.
–Tama Kallsen: Como Tatagua estaba muriendo necesitábamos poner la energía en otro lugar, como que al menos acá en Argentina hay una historia de militancia muy fuerte por los derechos humanos, por la memoria, como forma de no olvidar sucesos terroríficos que azotaron a nuestro país, entonces si naciste desde la vuelta de la democracia para acá, aprendés que es necesario militar para transformar la realidad. Y también siendo atravesadas por un transfeminismo que vino a romper con formas establecidas y a traer otras posibilidades de construir identidad, elegimos que nuestra militancia vaya hacia un espacio donde nuestras identidades sexogenéricas y políticas fuesen parte de esa construcción.
–¿Qué significa Asamblea Desviada? El concepto de la asamblea parece es algo muy argentino.
–Kallsen: La asamblea en Argentina es muy significativa porque es una herramienta para horizontalizar la toma de decisiones. Es básicamente un espacio que en general suele ser una ronda donde todos estamos a la misma altura, viéndonos, al lado del otro no dejando a nadie atrás, o adelante ni nadie arriba, ni nadie abajo…una ronda donde la palabra circula.
–Hernández: También siento que las asambleas de nuestras generaciones vienen mucho del estallido del 2001 cuando en los barrios eso fue sucediendo. En esta grupalidad somos todes muy hijes del 2001.
–¿Se acuerdan de asambleas que se hacían en barrios en el 2001?
–Otero: Sí, me acuerdo que hacían asambleas, me acuerdo de barricadas también en las esquinas. Empezó a pasar en un momento que entre barrios se corría el rumor de que el barrio de al lado iba a venir a saquear este barrio. Entonces como que los vecinos se juntaron para defender. En otros barrios también se juntaban en esta de no tenemos para comer, bueno nos juntamos a ver entre todes qué hacemos. A mi viejo ya lo habían echado en el 2000 entonces ya veníamos arrastrando ahí una pobreza y eso termina de detonarlo.
–¿Y la palabra “desviada”?
–Otero: Yo desviando el tema. En eso de ver la necesidad de juntarse y de armar una grupa se abre una asamblea, una convocatoria, una mateada en la plaza para que se sume quien quiera sumarse a activar y en ese diálogo se encuentran personitas que quizás no se identificaban con la palabra torta entonces ahí es donde se busca un nombre que pueda abarcar todas las identidades y creo que ahí es cuando nace la Asamblea Desviada. Viene de lo desviado, lo que no va con la norma incluso siendo de conurbano en ese sentido también como desviado para el sur.
–Kallsen: Somos muy orgulloses de la territorialidad en que estamos.
–Otero: Fundamentalistes.
–¿Por qué tan orgullosas?
–Kallsen: La sensación es que todo cuesta mucho más por esto del transporte que te conecta, del recurso, de que las cosas cierren. Pero bueno también tener esa perspectiva de vida diferente porque siempre tuviste todo muy a mano te limita a pensar otras realidades. ¿Qué pasa cuando vivís a una hora y media de capital? ¿Qué pasa cuando tu barrio identifica que te estás desviando de esa norma a la cual tendrías que responder? No hay una cosa así tan efímera de bueno vengo estoy, me voy, ni sé quién es mi vecino. Hay algo muy hermoso que se construye en la comunidad pero también puede ser muy difícil cuando esa comunidad no registra y acepta estas posibles transformaciones en la forma de vivir.
–¿Cuáles son los desafíos particulares de ser LGBTQ+ acá en el conurbano comparado con la capital?
–Otero: En capital quizás podes cruzar gente montada en cualquier día del año. La gente puede andar más libre que en el conurbano no pasa. También en lo laboral me parece, como hay menos recursos laborales, entonces eso también hace que quizás no puedas mostrar tu verdadera identidad porque si sos una personita trans es más difícil que te den un trabajo. Tehuel es una personita de más al sur y es desaparecido yendo a buscar trabajo. Mismo a mí en mi barrio, caminar de la mano con mi compa, me ha hecho transpirar alguna que otra vez, y yo vivo en el mismo barrio de toda la vida. Nunca por suerte tuve ninguna situación, pero sí te das cuenta las personas cómo te miran, y eso te limita un poco.
–Kallsen: El miedo está. Tal vez ni siquiera a vos te pasó algo, pero en tu cabeza está la posibilidad de que te podría pasar, o a tus amigues, y es súper doloroso y también construye una forma de habitar la calle, muy disciplinada.
– ¿Cómo actúa el colectivo dentro de este contexto? Porque ustedes ponen cuerpo en la calle.
–Kallsen: Con cuidado. Nunca habíamos vivido una situación como la que estamos viviendo ahora. Desde que asume el gobierno de Milei las reglas cambian. Hay que pensar nuevas formas, y eso implicaba tener un registro más afinado, también poder pensar cuánto exponer nuestras vidas y nuestra salud, en pos de que, como no da lo mismo que agreden a une compañere, en nuestro cuerpo no da lo mismo, en nuestra salud mental. También queremos vivir y queremos construir otras vidas, para eso hay que cuidarse y hay que pensar cuándo avanzar y de qué manera.
– ¿Y cómo ven el rol del arte o de la performance dentro de eso?
–Otero: Yo recuerdo una vez que actué en la pandemia para un espacio que se llama La Toma en Lomas de Zamora, que es un espacio tomado. Habían hecho una olla popular para el Día de les Niñes. Yo tengo un personaje que es un policía que tiene un traje de policía real que yo me lo encontré en una escuela y me lo llevé. La intervención era que ellos iban a repartir juguetes y que venía la policía a requisar los juguetes que eran para los chicos. Y en eso que estábamos haciendo la intervención vino la policía de verdad. Primero que llegaron justo cuando la policía estaba sacándole juguetes a niños, no los dejaba muy bien parados, y segundo que yo tenía un traje de policía real, con un número que no se puede. Hubo un momento cuando la policía nos acorraló y dijo, “te tenemos que llevar.” Y la gente empezó a hacer un círculo alrededor de nosotres y eso hizo que en un momento había 15 policías y en un momento tuvieron que simplemente decirnos, “Bueno, está bien, vayan.”
Había gente que capaz ni estaba entendiendo lo que estábamos haciendo, pero como vio que estábamos actuando se quedó ahí, le hizo frente a la policía y la policía se terminó yendo, porque no tuvo manera de llevarnos. Siento que desde esos lugares está re bueno el arte. Para las personas que quizás no están empapadas de ciertos temas, hace que les entre por otro lado, por el lado de lo visual, de lo lindo, lo estético y eso es una herramienta de ayuda.
–¿Pueden explicar la Procesión, la intervención que hicieron en la Marcha del Orgullo?
–Otero: La idea de la procesión era las personitas yendo hacía un lugar y se puede usar como acompañando una procesión hacía un entierro o también puede ser algo más de fiesta. Yo creo que nosotros fusionamos las dos cosas. No fue muy de fiesta. Nos vestimos de negro, incluso tapamos los rostros. Cortamos con algún que otro color, pero creo que iba también esa elección en contra de todo lo que es la marcha como para no olvidarnos también, porque hay muchas personas que van a la marcha en pos de fiesta sin quizás tener la conciencia de lo que significa esa marcha, de cómo surge, de la gente que murió. No todas las personas de la comunidad tienen la conciencia social de la propia comunidad.
–Hernández: La Procesión toma algo de cómo traer al presente a esas personas que lucharon por un montón de derechos, que hacen que hoy en día pueda existir esa marcha con esa magnitud. Cuando surge esa marcha, muchas personas usaban máscara porque no podían verse su cara, porque si no la iban a echar del trabajo, si salían en un diario, por ejemplo. Como haciendo carne de la memoria, trayéndola al presente. También reivindicando el goce y el disfrute, pero no olvidando que para poder tener eso sucedieron todas estas cosas, y estuvieron todas estas personas pudiendo abrir esos caminos. Era muy impactante ver la procesión. Íbamos alineadas de determinada manera llevando el altar que habíamos armado previamente, que tenía desde, no sé, un zapato brilloso.
–¿Porqué un zapato?
–Hernández: Creo que cada une tiene como un altarcito en su casa con una foto de alguien y algún cosito cómo la banderita, velas y entonces dijimos, listo, vamos a llevar esto así cómo llevan la procesión de la virgen, un poco como jugando con eso de lo religioso, pero dándole como nuestra vuelta más pagana. Armamos un altar en donde tenía estas fotos de Lohana (Berkins) y de Carlos Jáuregui, de Tehuel, poemas de Ioshua, y después había como un zapato brilloso, plumas, como trayendo un poco también a las travas, un sobrecito de androlone que es de la Testogel para las personas que se hormonizan, un frasquito de medicación antirretroviral que toman la gente que tiene VIH, o sea, como un poco trayendo eso y lo armamos. Íbamos todes montades de negro con un velo negro que nos levantabamos el velo como en determinados momentos. Gala iba adelante como con una campanita y se frenaba en un momento y se relataba algo, que creo que era algo de Pepe Cibrián.
–¿Y pudieron observar alguna reacción del público?
–Otero: Yo recuerdo los ojos de las personitas, porque yo era quien decía el texto, entonces dirigía la mirada, y sí, también muchas personitas llorando o emocionades. Después dejamos el altarcito apoyado en el piso y mucha gente pasaba y dejaba cosas, y también agradecía el que haya algo para dejar algo como esto, dejar una ofrenda, una velita. Me acuerdo de una persona que dejó hojitas de laurel.
–¿Cuáles son sus reclamos específicos? ¿Qué quieren ver cambiar?
–Kallsen: Hay una situación de poder tener el derecho de una vida digna no sólo en cuestiones materiales y necesidades básicas del estilo comida, techo, un trabajo con derechos, que es un montón, sino también que nuestras vidas dejen de ser tan agotadoras en la carga mental y emocional que implican. Miedo a besarte en la calle, miedo a que tus amigues lleguen después de una salida, creo que todo eso nos quita calidad de vida y que la merecemos. Queremos que nos dejen de matar porque queremos vivir, pero también para vivir de verdad, sin tener que estar todo el tiempo con esa angustia de si hay hormonas, de si accedemos a un trabajo, de si podemos estudiar.
VC/MG
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en The Brooklyn Rail
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