El Gobierno tensa con la oposición y está en riesgo el Presupuesto 2026
“Los escucho, pero sepan que el déficit no se negocia. A nosotros nadie nos está pidiendo el Presupuesto, y nosotros tenemos legalmente un Presupuesto que podemos prorrogar”, advirtió el secretario de Hacienda, Carlos Guberman, cuando se sentó delante de los diputados de la oposición para empezar a debatir, informalmente, el Presupuesto 2026. Miguel Ángel Pichetto casi le salta a la yugular. El primer intento del Gobierno de cumplir con el mandato norteamericano de reconstruir la gobernabilidad perdida había fracasado.
Martín Menem había organizado, el lunes, la reunión con Guberman y José “Cochi” Rolandi con el objetivo de retomar la iniciativa y empezar a pavimentar la agenda legislativa post 26 de octubre. El secretario del Tesoro, Scott Bessent, le había pedido a Javier Milei que diera muestras de que podía generar consensos políticos en el Congreso, y el debate del Presupuesto 2026 era el primer desafío en la lista. Tras los últimos dos intentos fallidos y la caída en desgracia del ex presidente de la comisión de Presupuesto, José Luis Espert, el oficialismo necesitaba dar una muestra de acercamiento antes de las elecciones.
No tuvo éxito, sin embargo. Desde un principio, la postura oficial de los emisarios del Gobierno fue rechazar el pedido del pichettismo, verbalizado por Nicolás Massot, de cumplir con la ejecución de las tres leyes insistidas con dos tercios por el Congreso: la emergencia en Discapacidad, emergencia pediátrica en el Hospital Garrahan y presupuesto universitario. Tres leyes que Javier Milei promulgó, pero nunca aplicó. “No hay plata”, respondió Guberman.
Massot y el resto de los diputados de la oposición de “centro” (del pichettismo y de Democracia Para Siempre) abandonaron la reunión con la sensación de que, una vez más, el Gobierno no daba muestras de querer negociar. El único compromiso real del Gobierno había sido el de reformular el 20% del Presupuesto que no estaba indexado, pero con una condición: sin sumar gastos. El 1,5% de superávit proyectado, que el Gobierno pretende utilizar para pagar los intereses de la deuda, no se podía tocar.
En los días siguientes, mientras los funcionarios paseaban, en “on the record”, por la comisión de Presupuesto, Menem intentó ofrecer una postura más conciliadora. El riojano busca no quedar desdibujado en la negociación frente al avance de Santiago Caputo en la cúpula de poder libertario y necesita, para eso, ganar protagonismo y mostrar resultados. De eso depende, incluso, su lugar en la presidencia de la Cámara de Diputados porque el jefe de bloque PRO, Cristian Ritondo, ambiciona ese cargo desde hace dos años, y Santiago Caputo está jugando a impulsarlo para limar el poder a Menem.
En el despacho de Menem insisten que las tres leyes se podrían incluir en el Presupuesto siempre y cuando respeten el equilibrio fiscal. “Lo único que le importa a Milei es que haya superávit fiscal, si dicen de donde sale la plata…”, grafican desde la presidencia de la Cámara de Diputados, en donde insisten en que sea la oposición quien determine de donde sacar los recursos: una pirueta tecnicista, basada en la Ley de Administración Financiera, sobre la cual el oficialismo se sostiene para no ejecutar las leyes.
“El problema es que Guberman está pensando en los intereses de la deuda y Menem en reelegir como presidente de la Cámara de Diputados. No entienden que esta no es una discusión de plata, sino política”, mascullan en la tropa pichettista, en donde no creen la palabra del riojano y se preparan para presentar, el 4 de noviembre, un dictamen propio de la ley de Presupuesto. Un dictamen con un superávit del 0,9% del PBI que, además de incluir la ejecución de las tres leyes sancionadas, aumenta las partidas de las cajas jubilatorias provinciales.
El segundo tiempo de Milei
Las expectativas del Gobierno para las elecciones legislativas mutaron desde que estalló la crisis política interna y la incertidumbre económica se volvió inmanejable. Milei lo dice abiertamente: su objetivo es asegurarse un tercio vetador en el Congreso, y no mucho más. Incluso las expectativas de poder avanzar con las reformas que le pide el FMI y Estados Unidos, vía acuerdos políticos con los gobernadores y las fuerzas del centro, comienzan a decaer.
El oficialismo confía en que Provincias Unidas y los radicales los ayuden a sostener la gobernabilidad. Aunque admite, por lo bajo, que no espera poder aprobar muchas leyes en los próximos años que quedan. “Lo importante es que ellos van a estar lejísimos del quórum”, insiste un libertario, aludiendo a la alianza que el peronismo pudo tejer con el radicalismo rebelde, el pichettismo, la izquierda y la Coalición Cívica, para asestarle una derrota semanal al Gobierno durante los últimos dos meses.
Los futuros aliados con los que fantasea el Gobierno, sin embargo, ponen en duda el alineamiento automático. Están a la espera del resultado electoral y, fundamentalmente, de cuál será la actitud del Gobierno en esta supuesta nueva era de consenso político que Milei le prometió a Bessent. Algunos gobernadores, como los de Misiones o Salta, podrán continuar apostando a sostener al Gobierno. Pero hay otros, como Maximiliano Pullaro (Santa Fe) o Martín Llaryora (Córdoba), que no terminan de definir postura y que el pichettismo buscará conducir, en el Congreso, durante los últimos dos años de gestión libertaria.
“Hay dos escenarios posibles después del domingo. O el Gobierno insiste con la lógica de gobernar para el tercio y vamos a un escenario de crisis institucional. O intenta reconstruir las mayorías, y eso solo puede hacerlo con nosotros”, advierte uno de los alfiles de la oposición de centro. No se muestra optimista respecto a la segunda opción.
MCM/MC
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