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El teléfono roto entre Alberto y Cristina, una bomba sucia en la mesa antiinflación

Martín Guzmán saluda a Pablo Moyano en la previa de la reunión en Economía

Pablo Ibáñez

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- El problema es político, ¿qué podemos hacer nosotros si el presidente y la vicepresidenta no se hablan?

La frase se escuchó, el martes al atardecer, en la mesa redonda que gremialistas, empresarios y ministros compartieron en el quinto piso del Palacio de Hacienda, en medio de la cumbre tripartita (Gobierno-CGT-UIA) para discutir medidas frente a la escalada inflacionaria.

La frase la pronunció un sindicalista y nadie lo refutó. Sin ser ajenos -ni mucho menos- a la crisis, el scrum de funcionarios, gremialistas y empresarios adhirió con su silencio a una idea medular que trafica una crítica dura y algo de desazón: ¿es posible que haya diálogo y acuerdo entre actores o entidades, o entre el gobierno y sectores sociales o empresarios, si en la cima del poder oficial está dinamitado el diálogo? ¿Es posible si Alberto Fernández y Cristina Kirchner ni se hablan?

La traducción es más grave: la crisis política en la cima del Frente de Todos, expresada en el teléfono roto entre los Fernández, se traduce en un problema de falta de fortaleza política del gobierno para tomar decisiones que requieren, más allá de la factura técnica, un músculo político para poder instrumentarse con eficiencia.

El martes, durante más de dos horas, en el Salón Scalabrini Ortiz del ministerio de Economía, Martín Guzmán, como anfitrión, recibió a sus pares Matías Kulfas (Desarrollo Productivo) y Claudio Moroni (Trabajo), y también al titular de la UIA Daniel Funes de Rioja, el secretario Miguel Angel Rodríguez, el vicepresidente regional Guillermo Moretti y el director ejecutivo Diego Coatz, y cuatro referentes sindicales: Héctor Daer, Carlos Acuña y Pablo Moyano, que comparten la conducción de la central, y Andrés Rodríguez (UPCN) que es adjunto de la organización. La única mujer en la mesa fue Melina Mallemace, jefa de Gabinete de Economía.

Hubo cruces y tironeos, la redacción del acta fue trabajosa y se acordó, según los participantes, en que al menos se fijen algunas acciones para salir de la “parálisis” y del “reunionismo”. La reapertura de paritarias, que deberá convocar Trabajo y que todavía habrá que ver en qué resulta, es uno de esos puntos, mientras se espera para estas horas el anuncio de la canasta de precios de cercanía. Está, todo, en el territorio de lo que debe ocurrir. El famoso “alinear expectativas” aunque el problema, la bomba sucia, sigue en otro lado: en el lado de la política.

Quedó en veremos, aunque los gremios en general no lo quieren, la idea de un “bono” para los trabajadores privados. “Prefieren las paritarias: si cerrás un bono fijo, con 6% de inflación en abril y 5% en mayo, cuando lo cobrás ya no te sirve más”, apunta una fuente oficial. Lo mismo ocurre con la propuesta, que parece haber perdido fuerza, de un aumento por decreto. “Si no se ordena nada de la inflación, ningún aumento alcanza”, dicen desde la mesa de negociaciones.

Por eso, la clave es política y el diagnóstico no es para nada bueno: a casi un mes del último y fallido intento de comunicación -que ocurrió el 10 de marzo, luego de la pedrada sobre el despacho de Cristina Kirchner en el Senado- no hay señales de retomar el diálogo y, por el contrario, las señales que se emiten de ambos cuarteles son inversas: de que no hay ni siquiera voluntad de romper esa distancia.

PI

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