“Que alguien crea en vos después de haber tocado fondo, poder llevar adelante a tus hijos, poder volver a creer en vos misma y recuperar tu amor propio, es re importante”, dice Josefina entre lágrimas al reconstruir su trayectoria de vida y lo que significó para ella contar con el apoyo de una organización que busca promover el desarrollo social y económico en barrios populares.
“Quiero que mis hijos me vean recibir el diploma, que vean que su mamá logró algo”, dice Jacinta, quien vive en un refugio y está a punto de graduarse de un curso de costura que, espera, le de un oficio que le permita generar ingresos.
“Todas las que llegamos a acá llegamos con un ala rota… Somos personas que sufrimos violencia”, dice Valeria al recordar cómo se formó la organización que se define cómo un espacio de encuentro y lucha contra las violencias, que acompaña a mujeres y disidencias para promover su autonomía y garantizar sus derechos.
Estas son algunas de las historias de las mujeres que se encuentran para formarse, comercializar sus emprendimientos y llevar a cabo proyectos. Esos encuentros les permiten escucharse mutuamente, compartir información e historias, y animarse a proyectar la vida que desean.
En Argentina la vida cotidiana para gran parte de la población es posible –aunque no sin dificultades– gracias al denso entramado de organizaciones comunitarias que existen a lo largo y ancho del territorio. En estas organizaciones las mujeres suelen ser las protagonistas, creando espacios de encuentro y sentido de pertenencia, gestionando, resolviendo y mitigando necesidades de la vida cotidiana al abordarlas de forma colectiva.
“Yo soy el proyecto más importante”, escribió la docente de costura que da clases semanales a cinco becarias, y lo pegó en una pared. Luego, las aprendices colocaron a su alrededor recortes de revistas con imágenes que representan lo que se animan a soñar para sus vidas: mujeres disfrutando en familia, amigas riendo, herramientas para cumplir sus proyectos y fotos de lagunas, montañas y verde.
Muchas de las organizaciones ancladas territorialmente acompañan a mujeres en toda su diversidad que son víctimas de violencia y buscan fortalecer su autonomía económica como una herramienta para generar las condiciones necesarias para romper el círculo de la violencia. Otras buscan mejorar las condiciones de vida de las personas que habitan en los barrios populares, favoreciendo el desarrollo económico, y en ese proceso se encuentran con la necesidad de acompañar a mujeres cuyas vidas están siendo atravesadas por situaciones de violencia.
“Lucrecia, una de las becarias que vive en un refugio, sabe por lo que yo pasé. Yo le cuento cómo salí y eso también motiva. Con lo que tenemos podemos seguir haciendo cosas”, comenta una referente social.
Como mostramos desde ELA en “Es por acá”, las mujeres encuentran en las organizaciones barriales y en los espacios comunitarios el apoyo y la orientación necesarios para salir del círculo de la violencia. Estas organizaciones trabajan con recursos que suelen ser escasos, pero asumen el rol de ser la primera puerta de acceso al acompañamiento y asesoramiento. “No sabés a dónde ir, quién te puede ayudar”, comenta una de ellas.
Si el trabajo que realizan estas organizaciones siempre ha sido importante, hoy en un contexto de retroceso en las políticas es más necesario que nunca. Se genera una paradoja: la labor de estas organizaciones es más crucial, pero a la vez tienen menos recursos para acompañar. Como destaca una referente de una organización que acompaña a mujeres y diversidades: “En relación a los acompañamientos que hacemos con las mujeres que atraviesan situaciones de violencia, nos encontramos con estas trabas, con estas situaciones de recorte. Vamos a un lugar y las cosas ya no están. Hacer un acompañamiento y fomentar el acceso a recursos que ya no existen es revictimizante. La negativa de los relatos recibidos hasta acá hace que no expongamos a nuevas mujeres a estas negativas”.
Es vital fortalecer el trabajo que realizan estas organizaciones en el territorio. Por eso, desde ELA, desarrollamos hace varios años una línea de trabajo que busca articular con organizaciones comunitarias, ser un vehículo para su fortalecimiento institucional y aprender de ellas. Si queremos mejorar la vida de las mujeres, es fundamental fortalecer a estas organizaciones que tienen un impacto directo y tangible. Sin embargo, apoyar el valioso trabajo territorial que realizan las organizaciones no niega ni suplanta la demanda de que el Estado Nacional cumpla con sus compromisos nacionales e internacionales de garantizar las políticas necesarias para asegurar a las mujeres vidas libres de violencia.
La autora es integrante del área Políticas de ELA
MS/DTC
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