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Sobre este blog

Un resumen semanal de política internacional a cargo de nuestro responsable del área de Mundo, Alfredo Grieco y Bavio. Serán diez puntos geográficos para pensar nuestro presente cada vez. Vías de acceso a una realidad que excede por mucho las fronteras de la Argentina.

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Beirut, Mariúpol, y Viceversa

La juventud de los partidos shiitas Amal y Hizbulá celebran en un suburbio de Beirut el domingo 15 al fin de las elecciones legislativas en el Líbano, las primeras después de la crisis de 2019 y de la doble explosión de 2020 que destruyó el puerto y zonas aledañas de la capital libanesa. Un padrón de 3,9 millones eligió las 128 bancas del Parlamento encargado de formar el próximo gobierno.
20 de mayo de 2022 07:28 h

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“O en tus córneas o en tus anteojos, las manchas –le escribían condescendientes críticos a Galileo-. Porque el mundo supralunar es perfecto (basta con leer a Aristóteles para enterarse), entonces, ¿qué es ese disparate de un sol manchado?”. 

El mundo es azul como una naranja, en el centro de la Vía Láctea hay un agujero muy negro (basta con leer a los astrónomos que juran por Galileo para enterarse), y en esta Newsletter Semanal de Política Internacional de elDiarioAR cantamos la palinodia y admitimos que en los diez cielos combos que siguen las caras al sol que se nos cruzan y los horizontes que se van cubriendo de sombras nada más, están, sí, en estos tenues instrumentos, los ojos.

1. Cuando los partidos van al frente, o Yo soy yo y, ay, mi Circunstancia

En Washington, en Moscú, en Kiev, en París, en Bruselas, en Sudamérica, y desde luego en el Magreb, en el Cercano y en el Medio Oriente, en los Estados del Golfo, todos los ojos del domingo siguieron las elecciones del Líbano. Una módica, pura, buena noticia, sin sombra, fue su desarrollo aceptablemente pacífico.

En el gobierno libanés saliente, la fuerza de mayor gravitación era Hizbolá. Quienes veían con malos ojos que tuvieran tanto poder formal una organización tan segura de sí misma, y a la que era tan difícil hacer tomar decisiones contrarias a sus principios, o aceptar investigaciones que la desprestigiaran en su curso, anunciaron como una derrota lo que en verdad era pérdida de una mayoría parlamentaria. Esto no por merma de votos de la formación shiita.

En el Parlamento, donde las 128 bancas están distribuidas para asegurar una representación demográficamente proporcional de las comunidades religiosas, a Hizbolá no le basta para gobernar con las que le tocan. Quienes perdieron votos fueron sus aliados, no sólo shiitas, sino también sunitas, pero sobre todo se derrumbó el apoyo de aliados cristianos clave en distritos clave, con magra cosecha de votos, como el partido del presidente maronita Michel Aoum, culpabilizado de mala administración y acusado de corrupción.

 

2. Los votos de Hizbolá, o el electorado muy racional de una formación muy confesional

En las elecciones libanesas del domingo, la victoria de Hizbolá se daba por descontada. Quienes deploran ese dato anticipable, lo atribuyen a la coerción o el clientelismo de esta formación shiita que es a la vez, o en paralelo, partido político, organización social, y milicia armada, formación armada de seguridad. La fidelidad, sin embargo, tiene un origen más inmediato en que ha sabido funcionar una seguridad social alternativa, y no sectaria, a la de un Estado que brindaba poca, y desde el derrumbe económico de 2019 prácticamente ninguna, en especial en lo que toca a la salud pública y a un sistema hospitalario sin medicamentos. Las donaciones que recibe de comerciantes libaneses de todo el mundo, Sudamérica incluida, y de la también shiita República Islámica de Irán, son el sostén de esa red, además de serlo del aparato e insumos de la formación.

Sostener que Hizbolá trata de atender las necesidades de su electorado para así asegurarse sus votos, es inaveriguable; en cambio, parece muy razonable el electorado de una comunidad religiosa que vota por Hizbolá porque sus líderes consistentemente se ocupan de su bienestar. La posición militante exterior, la hostilidad irreconciliable con EEUU (que incluye a Hizbolá en su lista de organizaciones terroristas ) y con el vecino Estado de Israel, parecen corolarios de la identificación con el liderazgo comunitarios, antes que el primer motor o el decisivo aliciente de la lealtad de preferencias electorales.

3. Ya suena el cortejo de los paladines

Habría que tener el corazón de piedra para no dejarse contagiar por la alegría genuina, juvenil, democrática, que en las calles de Beirut celebró un paso definitivo hacia adelante, una victoria sobre la endémica crisis de la representación, un acortamiento entre votantes y representantes, una brecha en la oligarquía política.

Mégaphone es el medio que expande ese júbilo infeccioso, y es difícil no admirar a esta plataforma de noticias que se publica en las redes (en Facebook, en Instagram, en Twitter), que une la cobertura a la investigación. Ha demostrado una idoneidad, sin esfuerzo aparente, en los últimos cuatro años para cumplir sin desfallecimientos dos cometidos públicos: explicar la economía de este país mediterráneo deudor de un FMI al que también debe acudir y acompañar la investigación del doble estallido de 2020 en el puerto de Beirut que además de dos centenares de muertes destruyó o inutilizó el centro vital de la capital libanesa.

4. El Líbano o que espere nomás el gobierno, yo no me aguantaba sin representante

A partir del lunes, Mégaphone celebraba las derrota de los tótems que cayeron en esta elección, de figurones que parecían inamovibles, de políticos atornillados a sus bancas desde 1989, desde los acuerdos de Taif que establecieron el sistema de proporcionalidad confesional de las bancas, al fin de dos décadas de guerra civil.

El principal partido sunita llamó al boicot de la elección. Es el del ex premier Saad Hariri, que había renunciado en 2020 ante los levantamientos populares por el crac económico que acabó por arrojar a 8 de cada 10 personas en una población de seis millones y medio por debajo de la línea de la pobreza, y a que la libra libanesa perdiera un 95% de su valor.

El domingo votó un 41% del padrón, menos que el 48% de 2018. Y el voto se diversificó. Nunca antes ganaron representación tantos sectores y agrupaciones independientes, tantas candidaturas jóvenes, tantas figuras por fuera del establishment partidocrático, bancario, empresarial, caudillesco.

El tradicional antagonismo confesional era tripartito, entre musulmanes sunitas, musulmanes shiitas, y cristianos (aunque en estos bloques hubiera representantes minoritarios de los otros tres, y de los drusos, una comunidad religiosa que no se identifica ni con la fe de Mahoma ni con la de Cristo). En la nueva Legislatura, hay una polarización nítida, una grieta que separa a Hizbolá y sus aliados de quienes se definen por oponérsele (muchos sunitas se identifican con la Monarquía Saudita y EEUU, como Hariri). Con lo cual, serán más difícil que nunca antes formar un gobierno, porque será más difícil formar un consenso. La mejor representación cualitativa equivale a la fragmentación cuantitativa. No hay mayoría, y el presidente que debe elegir el Parlamento como jefe de Estado y el primer ministro como jefe de Gobierno, serán, consecuentemente, débiles, sus mandatos, minoritarios.

5. Refugiados y el solicitante bien colocado

En el Líbano, cuya población es de seis millones y medio de habitantes, viven un millón y medio de refugiados sirios. Con la pauperización de la mayoría, el colapso de los servicios públicos, la carestía de combustibles y alimentos, la destrucción sin reparación de las viviendas, la precariedad originaria de la existencia de quienes llegaban de la guerra civil y del otro lado de la frontera acabaron por no ser tan radicalmente inferiores a una población local que cada vez encuentran mayores dificultades para compartir lo que no tiene.

En Siria, la élite militar del gobierno de la familia Assad, desde 1970, es alawita (una vertiente islámica afín a la shiita), pero la población es mayoritariamente sunita, y es el caso de los refugiados. Esto representa un obstáculo a su integración, porque significaría, si los refugiados sunitas votaran, un desbalance en el sistema libanés confesional tripartito. El avance en los acuerdos internacionales sobre refugiados, acelerado con la guerra en Ucrania, y movido por la necesidad de crear fondos comunes, subvencionados por los naciones más ricas, se dirige a financiar las infraestructuras y las necesidades de alimentación, vivienda, salud, educación, básicas, de las ‘tendópolis’, o ciudades-campamentos de refugiados. El Líbano será uno de los primeros beneficiarios, y espera así recuperar el diálogo internacional y la cooperación internacional.

6. La Sublime Puerta se reserva el derecho de admisión, y otros conceptos y preconceptos más

A lo largo de la guerra civil en Siria, el gobierno turco recibió tres millones y medio de refugiados, los atendió, y buscó integrar a una población a la cual el (mal) recuerdo de olas de (es cierto que menos asimilables, por más pobres y menos educados) refugiados afganos e iraquíes había vuelto reacia a toda espontánea hospitalidad. Es cierto también que el gobierno del presidente Recep Tayyip Erdoğan buscó dar a conocer al mundo cada de talle de su generosidad, pero esos detalles podían estar exagerados, pero no sustancialmente falsificados.

En el extremo oriental de Turquía, y en las áreas fronterizas de Siria e Irak, vive el pueblo kurdo, que busca su independencia nacional y reconocimiento como Estado independiente. Turquía se opone a lo que considera una secesión de su territorio, y a la facción armada del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) considera una organización terrorista (como EEUU a Hizbolá). Suecia ha dado asilo a muchos militantes kurdos, y la diáspora kurda que ha ingresado a suelo sueco como migración legal y se ha instalado, dispone de libertad de acción como residente, lo que ha hecho de Estocolmo un centro de propaganda de la causa y de denuncia del gobierno de Ankara.

La oposición turca a la solicitud conjunta de Suecia y Finlandia a ingresar en la OTAN puede irritar a la Alianza y a EEUU, pero no sorprenderla. Históricamente, fue el presidente demócrata Harry Truman quien al inicio de la Guerra Fría había buscado, y conseguido, como estrategias solidarias entre sí, la adhesión turca a la OTAN, y la neutralidad finlandesa. En esa articulación geopolítica, a Turquía tocaba el protagonismo militar en la línea de fuego con la Unión Soviética; con una Finlandia atlantista, Joe Biden privaría a Ankara de la preeminencia que Truman le había prometido que sería la suya propia.

7. A las armas nórdicas las carga Washington (y París)

El abandono de la neutralidad que había sido a la vez la decisión, el orgullo, la lección y el descansado rédito durante más de un siglo para Suecia y durante tres cuartos de siglo para Finlandia fue estrepitosamente bien recibido por la OTAN y por EEUU. El giro fue una reacción ciudadana antes que una orientación meditada por las FFAA, los partidos, la clase política, el empresariado, comisiones ad-hoc de expertos convocados ad-hoc. Más bien al contrario, todas estas corporaciones, mostraron, en la medida que lo mostraron, un suave escepticismo, o una menos suave ausencia de toda inquietud por dar ahora el primer paso en un camino urgente del cual todo retroceso es improbable. Pero gobiernos y élites respondieron a la demanda ciudadana sin desairarla, y presentaron la doble candidatura a la Alianza Atlántica. Los dos países vecinos tienen una historia común y asimétrica. Con 5,5 millones de habitantes, la república de Finlandia es menos poblada que el reino Suecia que tiene el doble, y es también más joven: antes de su independencia fue parte de Suecia y después del Imperio Ruso. La población finlandesa es de las más educadas del mundo, triunfa en las pruebas PISA con holgura; además del finlandés, hablan corrientemente el sueco. Desde el establecimiento del Índice de Felicidad Global en 2018, Finlandia va siempre primera, pero Suecia sigue de cerca a este otro estado de bienestar de estricta observancia.  El ingreso a la Alianza Atlántica significará que estas dos prósperas economías nórdicas, de PBI anual pro capite de 53 mil y 46 mil dólares, deberán empezar a subvenir los gastos militares. Y a comprar armas. ¿Será tan intensa la Felicidad Armada como la Desarmada?

8. Allons, enfants de la Matrie

La pertenencia de Suecia y Finlandia a la Unión Europea (UE), y de Finlandia a la Eurozona, vuelven a Francia en primer vendedor de armas en un mercado común fundado sobre el principio de que para un estado miembro no hay mejor mercancía que la que produce otro estado miembro. Pero no hay que inferir que París haya operado en el lobby atlantista. La política exterior francesa no es pro Washington. A Emmanuel Macron le tocó en campaña, en este año electoral francés, la presidencia semestral de la UE. Como tal, fue el interlocutor de Putin, a quien, a diferencia de Joe Biden, jamás trató de criminal de guerra, y jamás se pronunció sobre la naturaleza jurídica de las operaciones militares y de las muertes sobre el terreno.

Si esto lo hacía Macron para erigirse en mediador y ganar protagonismo nacional y europeo, este verosímil proyecto biográfico resulta aquí cuestión menos importante que la de que esa política dejaba la vía abierta a la negociación. En cambio, si se decide que el trato que ha de dársele es el de genocida, ya no es posible sentarse a pactar, conceder, consensuar.

Que es lo que necesita Macron, internamente, en Francia, ante unas elecciones legislativas que podrían ser un ‘reférendum anti Macron’, y en el caso de cosechar suficientes votos la izquierda NUPES, la Nueva Unión Popular Ecológica y Social, y ser promovido el derrotado candidato presidencial Jean-Luc Mélanchon al cargo de primer ministro, Francia se vería reflejando, estructuralmente, la impasse de su ex mandato medio-oriental, el Líbano. Por lo pronto, ha escogido a una mujer, Élisabeth Borne, como primera ministra. Una elección tecnocrática, pero una figura entre las que están más a la izquierda en su gabinete de derecha. Y la primera mujer después de Édith Cresson, efímera jefa de Gobierno del socialista Francois Mitterrand.

9. Le jour de gloire n’est pas arrivé, o a la Rusia, a los asnos y a los otros

A diferencia de Rusia, donde los jóvenes evitan, cuanto pueden, enrolarse en el Ejército, y donde Vladimir Putin ha debido reiterar a las madres rusas, una y otra vez desde 8 de marzo, que no enviará reclutas al frente ucraniano, Finlandia vive estas semanas una ola récord, y creciente, de alistamientos voluntarios en las FFAA. El Día de la Victoria, el 9 de mayo, Putin volvió a mencionar que no habrá ni nuevas operaciones militares especiales, ni reclutamientos extraordinarios de conscriptos o reservistas. Y una ley rusa prohíbe el envío de tropas sin antes pasar cuatro meses de instrucción en retaguardia. 

 

10. De si es mejor una paz resfriada que la guerra con salud

La caída de Mariúpol fue presentada por Volodímir Zelenski como una evacuación del último reducto de combatientes en pie o heridos pactada con los rusos. “A nuestros héroes los queremos vivos”, dijo el presidente de Ucrania En este puerto en el Mar de Azov, ese mar interior en el Mar Negro, que es un mar interior del Mediterráneo, que era el gran mar interior del Océano Atlántico, y desde la construcción del canal de Suez, también del Océano Índico, terminaba la la batalla más larga, más sangrienta, más emblemática, más publicitada en las propagandas beligerantes.

La batalla de Mariúpol concluyó con la derrota ucraniana y la victoria rusa. La evacuación pactada se pareció mucho a una rendición incondicional. Los heridos fueron llevados a un centro médico en la República Popular de Donétsk, y los héroes, o prisioneros de guerra en el vocabulario de las FFAA rusas, a otra localidad de la misma república reconocida por Rusia en marzo, y autónoma de hecho desde 2014. Al principio, entre combatientes y heridos no eran más de tres centenares; después fueron muchos centenares más.

Mariúpol es un puerto clave, porque ahora Rusia y los territorios rusófilos en el Donbás, independientes, u ocupados de hecho por milicias prorrusas, cuentan con un corredor de comunicación terrestre, y por el litoral marítimo, con la península de Crimea, ucraniana desde 1992, pero ocupada militarmente por Rusia en 2014 y reincorporada a la relación que en tiempos de la URSS había tenido originariamente con la República Socialista Soviética de Rusia (con la de Ucrania, mucho más tarde).

Ha sido una victoria rusa, y una derrota ucraniana. La especulación occidental, del Pentágono, la OTAN, el Almirantazgo británico, y gobiernos y cancillerías occidentales coincidía en que para llegar a un alto el fuego las victorias ucranianas eran un obstáculo: que Putin no aceptaría negociar a partir de una derrota. Sería poco realista aspirar a que Ucrania recupere ahora lo perdido en 2014, entre otros motivos porque Crimea rechaza abiertamente esa posibilidad, y que los informes periodísticos que llegan desde el Donbás bajo control ruso coinciden en que una mayoría nítida de esas poblaciones prefieren esta situación, y una mayoría todavía más amplia aún si esto significa un armisticio.

Kiev ha tenido su victoria en Kiev, pero ahora Moscú ha proclamado un triunfo en Mariúpol.

Este es el momento de negociar; quienes prefieran dejarlo pasar, darán prueba de que prefieren la prolongación de la guerra. 

AGB

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