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Sobre este blog

Pez Banana es un club del libro que funciona así: por una suscripción mensual, recibís en tu casa un libro. La selección la hacen Florencia Ure y Santiago Llach.

Los libros son siempre de ficción y la cuota es equivalente al precio promedio de cualquier título que puedas encontrar en las librerías. 

También son nuevos, nunca te va a tocar uno que ya tengas. 

En sus redes entrevistan a autores, editores, traductores o charlan entre ellos sobre literatura. 

Para llegar al elegido del mes, leen (casi) todo lo que se publicará, así que aprovechan y escriben un newsletter con recomendaciones. El newsletter es buen espacio para hablar de libros favoritos que pelearon la final, de otros más de nicho que no imaginaron como “libro del mes” pero que por igual les gusta, presentar editoriales no tan conocidas, rescatar algún clásico que se haya publicado con nueva traducción. En fin, contar un poco el panorama editorial según sus miradas. 

De los libros “inclasificables” a la literatura como refugio

Laura Wittner

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Buenas, bananeros, ¿cómo van? Vamos con las novedades que leímos de diciembre.

Santiago: Hoy voy por dos libros de esos a los que la crítica suele llamar *inclasificables*.

Flor: A ver.

Santiago: Laura Wittner es poeta y escritora para niños, y además traduce. Se vive y se traduce es una especie de diario de una traductora, escrito en fragmentos. Entre otras cosas es un diario de la pandemia…

Flor: Todo el mundo está publicando diarios de la pandemia.

Santiago: Sí, pero este libro es la prueba de que no hay géneros o temas agotados; sólo hay libros buenos o malos. Este libro es una belleza total. Como a todo poeta, a Laura de alguna manera la acosa la sombra de no ser una novelista, pero en un momento del libro ella se da cuenta de que el libro sobre la traducción es su novela. El gusto es el hábito, y yo en algún momento adquirí el hábito de leer poesía, porque para mí leer poesía es entrar en una selva en la que no entiendo nada. Será por eso que me gustan las novelas escritas por poetas. 

Flor: ¿Pero hay una historia?

Santiago: El libro desborda entusiasmo y placer por la traducción, y más ampliamente por la literatura. La traducción es finalmente el acto de lectura más íntimo, y es además una tarea que combina la lectura y la escritura. La historia de fondo, muy en segundo plano, lo cual la hace más emotiva, es la muerte del padre. “Traducir es vivir”, dice la narradora en algún momento, y en otro “decidí escribir estas notas sobre cómo se entrelazan la traducción y la vida”. Uno de los libros del año, para mí. Empieza con una escena hermosa, que es el querido profesor Rolando Costa Picazo escribiendo con una tiza en el pizarrón su traducción de un poema de Ezra Pound.

Flor: Qué bueno. Voy yo entonces con…

Santiago: ¿Me dejás ir a mí primero? Es que mi otro libro de este mes tiene mucho que ver con el de Wittner.

Flor: Adelante, gorilón.

Santiago: Gracias, muchacha peronista.

Santiago: Parecido al de Wittner, este es el libro de un crítico que termina siendo la novela de su vida, y otra vez una novela en fragmentos relacionada con la traducción y con la poesía. En realidad, son traducciones de poemas de los grandes poetas modernistas (Eliot, Pound) y de grandes músicos pop como Lennon, McCartney y Bowie a los que Siskind de alguna manera plantea como sus sucesores.

Flor: Hablando de Lennon y McCartney, ¿estás viendo Get Back?

Santiago: Todavía no, pero qué raro que me preguntes eso, si vos odiás la música.

Flor: ¡¿Qué decís, Santiago?! Amo los Beatles con toda mi alma.

Santiago: Yo todavía no la empecé pero me suscribí a Disney + y me puse el avatar de Darth Vader. ¿Opinión sobre Get Back?

Flor: ¡Cómo te gusta gastar plata! Yo no tengo opinión formada sobre Yoko pero dios mío, esa stalker sentada a un metro me da taquicardia de la fobia.

Santiago: Bueno, yo en cine estoy con Macbeth. Mañana voy a un preestreno de la de Joel Coen. Promete. Volviendo a Siskind, el tipo hace dos cosas interesantes en su libro. Una, arranca las páginas donde están los poemas que traduce y pone una foto de un collage con cada una de ellas. Su libro, igual que el de Wittner, está gobernado por la melancolía, por la sensación de que hoy caminamos sobre las ruinas de la tradición literaria tal como la conocimos. Lo otro que hace es que sobre cada traducción escribe una versión más personal, que se parece más a un poema suyo que a uno del autor traducido. Igual que en el caso de Wittner, vida y traducción se confunden. Compré el libro sin saber qué era y me encantó. Vida, traducción, poesía: eso me llevaría a una isla desierta. Te dejo con lo tuyo.

Flor: Gracias, mansplainer.

Flor: ¿Te acordás de los Gremlins, esos adorables monstruitos que cuando eran salpicados con agua y se reproducían de manera psicótica?

Santiago: Sí, claro.

Flor: Bueno, García Wehbi es un poco un Gremlin. Es difícil entender que todo lo que genera habite en un solo sujeto. Esta novela, sus otros libros, sus obras de teatro, sus óperas, sus instalaciones son un desborde. Jamás hay un género que los contenga. 

Cuando vi el nombre de esta novela, Maratonista ciego, me acordé inmediatamente de la escena de su obra Prefiero que me quite el sueño Goya a que lo haga cualquier hijo de puta, en la que un gorila corría en una cinta. Porque todo tiene que ver con todo y con nada. Es una máquina de lanzar frisbees que se pierden en el espacio o que vuelven recargados. No se sabe. Wehbi va por todo y es imposible no seguirlo. Tan incómodo como adictivo. Un Leopold Bloom runner. Como espectador/lector hay momentos de desorientación, de zozobra, de no entender un pito y de golpe, una tarde, a santo de nada, se alinean las imágenes y te parece genial. Síganlo en todo lo que haga. 

¿Y sabes qué? Este libro lo escribió a mano, luego lo transcribió e imprimió, después recortó con tijera cada párrafo y le dio un nuevo orden. Deconstruyó la novela para arrancar de cero. 

Santiago: Como Siskind. ¡Y como Proust! Al final escribir era hacer collages.

Flor: Exacto. Como somos dos ñoños hablando de Proust todo el tiempo, hace meses que busco alguna novela comercial que me atraiga para comentar acá. Ya fatigué varias y ninguna me gustó. Es un misterio lo de los best sellers. Comparan a Sally Rooney (Normal People, Penguin) con Salinger y es un bodrio que no te das una idea.

Santiago: En este momento hay un par de amigas mías que se están desmayando. Además perdemos plata porque seguro cancelan la suscripción a Pez Banana.

Flor: La verdad ante todo, Santi. La serie basada en el libro sí que es buena. Acabo de terminar A fuego lento de Paula Hawkins (Planeta) y me entretuvo un poco pero no le llega a los talones a su obra maestra La chica del tren. Al resto, ni vale la pena mencionarlas. 

Flor: La autora es argentina pero vive en España hace mucho tiempo. El libro va de esto: de no sentirse ni de aquí ni de allá, un siempre fuera de lugar, un desfasaje, el sentir el país en el que estás siempre como una cama ajena. Es muy lindo cómo cuenta la apatriedad (¿no existe esta palabra, no?) porque no es sufriente, puede ser molesto y hasta perturbador, pero convive con la mutación.  

Me atrajeron las lecturas que atraviesan el libro y que, al igual que la escritura, sí se sienten como hogar. Sus lecturas de niñez y juventud sirven de trampolín para entrar en los escritores españoles contemporáneos hasta que su vida se nivela (digamos) y vuelven las relecturas de argentinos y el tsunami de libros que habitualmente la acompaña. No hago la lista justamente para no marear con apellidos y porque lo hermoso es ver cómo la literatura, la que sea, funciona como refugio. 

Santiago: Ahora que lo decís, en los de Wittner y Siskind la traducción es un refugio. El de Wittner es de duelo por la muerte del padre, y en el de Siskind duelo de separación (o eso parece, es más hermético), y también hay una muerte. Más que refugio, la traducción y la escritura funciona como un registro de cómo la cabeza estalla en el duelo, y ese registro finalmente es consolador.

A vos te encanta eso de la literatura como refugio.

Flor: Re. Otra cosa respecto a la mención de las obras es que todas las que aparecen son ciertas y no ficticias, con lo que el entramado intertextual que se arma tiene vida propia más allá de los libros puntuales que menciona.

Me hizo acordar de ese libro maravilloso de Morábito, El idioma materno así, que corrí a comprar su último.

Santiago: Wittner lo menciona a Morábito. Todo su libro trabaja con párrafos sobre la traducción que hacen colegas de ella. Citar a otros puede caer pesado, pero yo cada vez más lo veo como un gesto de amistad literaria y como expresión de la conciencia cada vez más flagrante que tiene uno de que no hay originalidad, de que escribir es citar, usar las palabras de otros.

Flor: El protagonista comete un crimen que importa tan poco que no se devela en todo el libro, pero sirve para ubicarlo cumpliendo un servicio comunitario. Debe ir a leer a casas de diferentes personas que no pueden hacerlo por sí mismas. Lee como un autómata, refractario a la literatura, solo cumpliendo su pena. Hasta que se topa con la poesía, la de Isabel Fraire. ¿La ubicás? Yo no la tenía ni de nombre

Santiago: Ídem. Pero la acabo de googlear. ¡Amo la poesía, libros cortitos con las cosas dichas a medias!

Flor: Un poema lo mete en un recoveco y casi sin querer, distraído, descubre el mundo detrás del espejo. Acá la literatura es despertar y ya no búnker, como en el libro de obligado.

Santiago: Hermoso, Florencia. Vos tendrías que escribir poesía.

Flor: No se lo digas a nadie pero estoy escribiendo mis memorias.

Santiago: Uf. Buenos Aires va a estallar cuando se publiquen. 

Bueno, amiguis, esto es todo por diciembre. ¡Felices fiestas! 

FU/SL

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Pez Banana es un club del libro que funciona así: por una suscripción mensual, recibís en tu casa un libro. La selección la hacen Florencia Ure y Santiago Llach.

Los libros son siempre de ficción y la cuota es equivalente al precio promedio de cualquier título que puedas encontrar en las librerías. 

También son nuevos, nunca te va a tocar uno que ya tengas. 

En sus redes entrevistan a autores, editores, traductores o charlan entre ellos sobre literatura. 

Para llegar al elegido del mes, leen (casi) todo lo que se publicará, así que aprovechan y escriben un newsletter con recomendaciones. El newsletter es buen espacio para hablar de libros favoritos que pelearon la final, de otros más de nicho que no imaginaron como “libro del mes” pero que por igual les gusta, presentar editoriales no tan conocidas, rescatar algún clásico que se haya publicado con nueva traducción. En fin, contar un poco el panorama editorial según sus miradas. 

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