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Qué se celebra el 19 de julio A 215 años de los festejos por la recapitulación británica en Buenos Aires
Una investigación revela el rol activo en la música de los afrodescendientes durante el Virreinato del Río de La Plata

Carla Diaz

Gustavo Molina

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“Pese a que la historia oficial los eliminó del relato, los negros, los afrodescendientes, tuvieron un papel principal en la lucha por nuestra liberación e independencia nacional; y eso queda evidenciado en los documentos de época, que retratan, entre otras cosas, los festejos organizados por el virrey Santiago de Liniers para celebrar la victoria frente a los invasores ingleses en 1807”, le cuenta Carla Marina Díaz a elDiarioAR, adelantando una ponencia que brindará en agosto próximo en el 21 Congreso Quinquenal de la Sociedad Internacional de Musicología que se realizará en Atenas, Grecia.

Un día como hoy, hace 215 años, el 19 de julio de 1807, Buenos Aires se vistió de fiesta por orden del virrey Santiago de Liniers, quien presidió el desfile cívico militar para celebrar la victoria del Virreinato del Río de la Plata sobre Inglaterra. El 5 de julio de ese año, las tropas británicas se rindieron ante los defensores realistas y patriotas, y dos días después, el jefe de la escuadra inglesa, teniente general John Whitelocke firmó su capitulación ante Liniers. El día 18, Liniers programó los festejos para el 19 de julio.

Díaz, licenciada y profesora superior en Historia del Arte (Música) de la Universidad de Buenos Aires (UBA), investigadora del Instituto de Investigación en Etnomusicología del Ministerio de Cultura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), investigadora del Instituto de Artes del Espectáculo de la UBA y curadora en el Centro Cultural Kirchner (CCK) participará de este congreso internacional en Grecia, donde presentará una investigación acerca de la música colonial en el Virreinato del Río de la Plata, puntualmente sobre los festejos ordenados por Liniers para celebrar la rendición de Whitelocke.

’Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia’, escribió Litto Nebbia; y algo de eso hay en la historia de los afrodescendientes y nuestra lucha contra el Reino de España. En los actos escolares, y en los libros de texto, los afrodescendientes, los esclavos negros, estaban representados por puestos menores, la negra que cocinaba pastelitos y el negro vendedor de velas. En este trabajo, que es un aspecto de mi tesis doctoral, a través del estudio de los músicos de Buenos Aires durante la colonia, surge la presencia de la negritud proyectándose desde las invasiones inglesas, y pasando por la Revolución de Mayo en 1810, la Declaración de la Independencia en 1816 y las guerras de liberación de nuestros generales José de San Martín y Manuel Belgrano”, explica Carla Marina Díaz.

Por caso, “la mayoría de los músicos eclesiásticos, como los de la propia Catedral de Buenos Aires o las iglesias de San Francisco, San Ignacio o Los Mercedarios, eran afrodescendientes. La música culta, en su mayoría, era ejecutada por afrodescendientes. Las zonas de procedencia de los africanos traídos a estas tierras por el tráfico de esclavos, eran mayormente la actual Angola y Mozambique. Entre otros documentos, estos datos también aparecen en los que consignan los propios espías ingleses que llevaban información desde América del Sur a Europa a través de las colonias británicas en África, el sur de Asia y Oceanía. Los británicos tenían en la mira a Buenos Aires, por una cuestión geopolítica, que era controlar el Atlántico Sur, pero además por una cuestión financiera: Londres sabía que la plata potosina salía hacia España a través del puerto de Buenos Aires. Y querían quedarse con el tesoro americano”, destaca esta investigadora en musicología.

Los esclavos negros sabían que la música podía, al menos, mejorar sus condiciones de vida: “En todas las iglesias alrededor de la Plaza Mayor, la actual Plaza de Mayo, los músicos eran mayoritariamente afrodescendientes, incluso en el Teatro Provisional, donde los esclavos tocaban instrumentos y actuaban. En las iglesias tocaban violines, y en la milicia, tambores, pífanos y clarinetes. Muchos músicos, que eran esclavos, cobraban por sus actuaciones y eso les permitía comprar su libertad, ser libertos por decisión de sus patrones, o bien poder comprarla. También participaban en actuaciones privadas, en las casas de la alta sociedad porteña, donde tocaban violines y en algunos casos, instrumentos de tecla”, detalla la investigadora.

Díaz reconstruyó que “Lucas Español, un militar y músico que vino al Virreinato del Río de la Plata con Santiago de Liniers, pide el ”prest“ o precio para sus actuaciones meritorias en el Ejército, reclamando sueldos y premios por sus servicios musicales. Español había sido asignado a San Felipe, Levante y Mahón en las campañas en las que estuvo asignado Liniers. Y parece entreverse que con él vino a Buenos Aires. Acá, Español les enseñó a tocar el tambor y dirigir música a las bandas de los milicianos. El toque de tambor en una batalla es fundamental, porque describe, transmite las órdenes que el comandante da a los subordinados en pleno tronar de cañones. En los batallones de blancos había músicos blancos, y en los batallones de afrodescendientes, había músicos afrodescendientes. Los músicos de las bandas de las milicias cuando no estaban en batalla, continuaban con su oficio musical habitual. El esclavo que era músico, tenía mejor acceso a la vivienda, a la vestimenta y a la alimentación”.

Caída de Montevideo y toma de Buenos Aires

“Según los documentos de la época, a fines de 1806, tras el fracaso de la primera invasión de ese año sobre Buenos Aires, Londres decide enviar refuerzos para una segunda invasión. Buenos Aires era fundamental para la Corona británica, para tener control sobre el Atlántico Sur, ya lo había advertido William Beresford, quién en 1805 desde Johanesburgo, Sudáfrica, había planificado la toma de Buenos Aires al año siguiente. Fue Beresford quién copó Buenos Aires durante 45 días, ocupando el cargo de gobernador, hasta que fue echado por los criollos”, detalla Carla Díaz.

Para la segunda invasión, Londres había asignado al teniente general John Whitelocke, y como describe esta investigadora “tal era la importancia estratégica de Buenos Aires, que para su conquista, a diferencia del año anterior, enviaron seis oficiales generales y dos almirantes. El 9 de marzo de 1807, Whitelocke zarpó al mando del HMS Thisbe desde Inglaterra y llegó a Montevideo el 10 de mayo. El gobernador de Montevideo, Pascual Ruiz Huidobro, que había tenido una destacada participación en 1806, esta vez cayó ante las tropas invasoras, fue tomado prisionero y enviado a Londres. Tras la caída de Montevideo, las tropas británicas avanzaron hacia Colonia y finalmente el 28 de junio, cerca de 12.500 hombres divididos en distintas columnas atacaron Ensenada de Barragán y Quilmes. La resistencia española y criolla se organizó, y el 1 de julio, unos 7.000 milicianos partieron a defender el paso del Riachuelo. Con el virrey Rafael de Sobremonte desprestigiado, la Corte española declaró a Ruiz Huidobro virrey interino, pero al ser tomado prisionero por los británicos, se decidió que Santiago de Liniers, el militar de mayor rango, fuera designado nuevo virrey”.

Díaz explica que en septiembre de 1806 Liniers había formado varios cuerpos de milicias previendo una segura segunda invasión. Uno en particular, integrado exclusivamente por criollos, era el Regimiento de Patricios, tenía 1.350 efectivos divididos en tres batallones, uno comandado por Cornelio Saavedra y los otros dos por José Urien y Esteban Romero. Junto al Regimiento de Patricios actuaron las tropas del Ejército realista, y los españoles residentes en Buenos Aires en sus milicias y lograron aplastar las tropas invasoras en sólo dos días. El 5 de julio, los soldados británicos se rindieron ante las tropas criollas y españolas y el 7 de julio el teniente general John Whitelocke firmó su capitulación ante el virrey Liniers“. 

La fiesta de la victoria

“Viéndolo a la distancia, desde la perspectiva histórica, la creación de Regimiento de Patricios y su participación activa en la reconquista y defensa de Buenos Aires, le dio entrenamiento militar a cientos o miles de criollos, pero además dejó otra enseñanza, que los realistas no lograron percibir: si los patriotas fueron capaces de combatir y expulsar a la principal potencia militar y económica a nivel mundial como era Inglaterra, también podrían hacerlo con España, una España en decadencia, en retirada y asolada en la propia Metrópolis por Napoleón. Las invasiones inglesas, ambas, sirvieron para que los criollos contaran con instrucción militar, pero además, para forjar la idea de la revolución. La Revolución de Mayo se logró, en gran parte, gracias a la experiencia política y militar adquirida con las invasiones inglesas”, destaca Díaz, según todos los aportes de la historiografía argentina reciente.

Haber vencido a la principal potencia colonialista debía ser festejado con pompa: “Los bandos del virrey Liniers, las actas del Cabildo, y los relatos de Juan Manuel Beruti, un vecino notable de la ciudad de Buenos Aires y familiar del revolucionario de Mayo, Antonio Beruti, nos permiten recrear el clima de época. Luego de la firma de la capitulación de John Whitelocke el 7 de julio, el virrey Santiago de Liniers da la orden de distribuir los prisioneros de guerra en distintas cárceles de Córdoba, Tucumán, Catamarca y San Juan. En Buenos Aires, las celdas estaban entre otras locaciones, en el Cabildo. Pero también, Liniers decide mostrarle al mundo la victoria y convoca a una fiesta popular que se realizará el 19 de julio en horas de la tarde”.

Díaz pudo establecer que “los funcionarios del Cabildo, que eran miembros de la alta sociedad porteña, buscan a Liniers en el Fuerte, lo llevan a la fiesta y después lo acompañan con toda la banda militar haciendo sonar las marchas. El festejo tenía tres partes, una en las calles con el pueblo como público, otra en la Catedral, que era restringido y sabemos lo que allí ocurrió gracias al relato de Juan Manuel Beruti”, y la salida de los funcionarios y el Virrey a las Plazas para saludar al pueblo y regresar al Fuerte y al Cabildo.

La celebración tenía carácter militar y religioso: “Los infantes de la banda de música del Regimiento de Patricios y detrás la caballería salieron de su cuartel militar que estaba donde actualmente está el Colegio Nacional, al lado de la Iglesia San Ignacio, pasaron por el Cabildo, buscaron a los cabildantes, que eran el poder municipal criollo y de allí se dirigen a buscar a Liniers al Fuerte y a los integrantes de la Real Audiencia, que eran todos españoles. Sonaba la Marcha de los Fusileros, que era la música para los cortejos de los virreyes. Liniers y los integrantes de la Real Audiencia esperaban a los cabildantes, infantes y jinetes en el rastrillo, que es la típica puerta de estilo medieval de hierro que se ven en las películas, y del Fuerte se dirigen a la Plaza Mayor, la actual Plaza de Mayo, rodeados del público y de los batallones. La comitiva pasa por la Catedral, donde los recibe el obispo Benito Lue y Riega”. 

Ya dentro de la Catedral de Buenos Aires, quién se encargó de relatar los sucesos ocurridos dentro, fue Juan Manuel Beruti: “Una vez que la comitiva ingresa a la nave central, la banda de música de los Patricios ejecuta el toque de Misa y allí se suman músicos y cantores de la Catedral, porque todas las capillas tenían su propia orquesta. El obispo Lue y Riega preside el Te Deum y se ejecuta la Marcha Granadera en honor al rey. Beruti relata que dentro de la Catedral había estandartes con la figura de Fernando VII”, describe Díaz, rememorando los escritos de Beruti.

Al finalizar la ceremonia, ya se habían encendido los faroles de las calles, y la fiesta siguió para el pueblo: “En la Buenos Aires de la Colonia, las estadísticas señalan que es posible que hubiera alrededor 40 mil habitantes. En la resistencia hubo unos 4.000 voluntarios, a los que hay que sumarles 1.350 soldados pertenecientes al Regimiento de Patricios. Toda esa gente y sus familiares participaron de los festejos, imaginen que es cerca de un 20% de la población de la época y compárenlo con la cantidad de gente que habría hoy en Plaza de Mayo. Liniers encabezó una verdadera fiesta popular, donde los afrodescendientes lucharon codo a codo con los criollos y españoles. Este trabajo que presento en Grecia, con la música como disparador, es un homenaje y un reconocimiento a las y los patriotas que resistieron la invasión colonialista inglesa, y que sirvió de experiencia para las luchas que terminaron en la Revolución de Mayo, la Declaración de la Independencia y las guerras de liberación de San Martín y Belgrano, donde los soldados afrodescendientes también dieron sus vidas y la historia oficial se encargó de invisibilizar”.

GM

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