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Análisis

En su doble papel de accionista y acreedor de YPF, el fondo BlackRock cuestiona el manejo de la empresa y exige el pago de la deuda

A BlackRock le interesa qué sucederá con los precios de los combustibles de YPF.

Alejandro Rebossio

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BlackRock es el mayor fondo de inversión del mundo. Basado en Nueva York, gestiona activos de clientes de un centenar de países por US$ 8,6 billones, 21 veces el PBI argentino. Tiene porciones importantes de empresas como Apple, Unilever, McDonald's, Vivendi, los bancos Barclays, Société Générale, JP Morgan, Citi, Bank of America, Credit Suisse, Deutsche Bank, BBVA y Santander, Visa, los hoteles Accor, Adidas, los laboratorios Eli Lilly y Sanofi, General Electric, SAP, Telefónica o las petroleras Total, Occidental y Repsol, así como deuda de países y compañías. También es el segundo accionista privado de YPF (cuyo 51% es de propiedad estatal y el resto cotiza en bolsa) y uno de sus principales acreedores.

Hoy vence el plazo para que los tenedores de bonos de la petrolera argentina acepten o rechacen la tercera oferta de reestructuración que les formuló. BlackRock es uno de los líderes del principal grupo acreedor, que sigue negándose a aceptar la propuesta y dice contar con más del 45% de los títulos por US$413 millones que vencen el mes próximo, en el marco de un canje de bonos por US$6.200 millones. Este fondo de inversión consideró que la última oferta, que YPF presentó esta semana, supuso una mejora pero “falló” a la hora de proveer una “solución balanceada”. Como contrapartida acepta darle a la petrolera una “flexibilidad adicional de flujo de caja y ahorro de intereses durante varios años con tasas por debajo de las del mercado”. La petrolera estatal precisamente busca reducir a mínimos los pagos de deuda por dos años para recuperar la alicaída inversión del último quinquenio.

Tres problemas

Cualquier petrolera necesita invertir para vivir. Así puede generar a largo plazo los ingresos para repagar las elevadas deudas que toman justamente para sus inversiones. Pero en BlackRock, que conoce a YPF de los dos lados del mostrador, enumeran tres problemas que enfrenta la firma:

  • Su alto endeudamiento en dólares, que se engendró cuando gobernaba Cristina Fernández de Kirchner y la compañía era presidida por Miguel Galuccio, con el fin de iniciar la actividad en Vaca Muerta, aun a costa de inversiones que resultaron poco eficientes.
  • La imposibilidad de generar las divisas suficientes para abonar sus obligaciones, no sólo por el cepo cambiario, que obligó a reestructurar las deudas corporativas de corto plazo, sino por la falta de capacidad de pago de todo el pasivo, que está reestructurándose por completo, dado que las empresas argentinas carecen en la actualidad de la opción de refinanciarse en el mercado internacional.
  • La baja inversión de los últimos años, cuando Mauricio Macri presidía el país y Miguel Gutiérrez encabezaba la empresa, en un negocio en el que el que no invierte quiebra porque el valor depende de las reservas y su capacidad de hacerlas producir para repagar lo adeudado.

Por el escenario descripto, según BlackRock, YPF vale ahora —según la cuantificación contable de su acciones— apenas US$1.823 millones, un cuarto más que cuando el mes pasado anunció la primera oferta de canje de deuda, pero menos que en otras crisis como en 2002 o en la reestatización del 51% en 2012. Según esta medida, en el particular marco de la pandemia, cotiza 51 veces menos que Mercado Libre o cuatro veces menos que Globant, las empresas argentinas más valiosas.

A BlackRock le preocupa la capacidad de repago de la deuda de YPF porque eso impacta en el valor de la petrolera, que el fondo considera que debería valer US$8.000 millones, como hasta 2018, cuando estalló la devaluación del Gobierno de Macri. Por eso pide un plan financiero y otro de negocios que sostenga esa reprogramación de la deuda, que explicite ingresos, inversiones y márgenes, cuestiones que dependen de una política energética que tantas internas provoca en el Frente de Todos. En el fondo de inversión recuerdan que sólo la torre de la empresa en Puerto Madero cuesta US$400 millones, poco más de un cuarto de su cotización bursátil, pero destacan sus reservas de petróleo y gas, un activo de otra magnitud. El problema radica en que YPF carece de dinero para extraerlos.

Un entusiasta de Macri

El CEO de BlackRock, Larry Fink, fue un entusiasta de Macri, su política neoliberal y su endeudamiento, y a la vez fue un duro negociador de la deuda pública argentina el año pasado frente al ministro de Economía, Martín Guzmán. Ahora, vuelve a serlo con YPF. A este promotor de Joe Biden como presidente de Estados Unidos le inquieta no sólo el plan de negocios de YPF sino el marco regulatorio en el que actuará, desde el cepo cambiario que limita los giros al exterior hasta la política tarifaria. El cambio de presidente de la petrolera, el político santacruceño Pablo González en lugar de Guillermo Nielsen, fue mal recibido por el fondo de Fink, que en cambio creyó ver un futuro próspero cuando Macri, no bien asumió, eliminó el cepo cambiario y las retenciones a la exportación y dispuso precios de mercado para los surtidores argentinos. El mercado leyó que González venía a mantener precios bajos para ganar las elecciones, pero en el kirchnerismo advierten que para la vicepresidenta Cristina Kirchner YPF es clave y que en el pasado ha estado dispuesta a encarecer el combustible con tal de fortalecerla.

Además, la realidad es que por la crisis de 2018/2019, Cambiemos terminó reinstalando las retenciones, el cepo y la intervención en los valores internos de los combustibles. También echó por tierra el precio sostén que suponía el barril criollo creado por el kirchnerismo y marginó a YPF de los subsidios al gas porque excluyó del beneficio a los yacimientos ya desarrollados, como los que tenía la petrolera estatal. Esas decisiones del Gobierno de Macri terminaron haciéndole perder a la petrolera estatal unos US$4.000 millones de ingresos, según cálculos privados. Ahora habrá que ver qué marco pone Alberto Fernández para que a YPF le vayan bien en un mundo en el que desde el Estados Unidos de Biden comienza a limitarse la explotación de hidrocarburos por el cambio climático.

AR

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