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Entrevista

Fabio Rodríguez: “Aunque no haya una correlación exacta con Remes, Caputo sí está en riesgo de ser un fusible”

Fabio Rodríguez, economista y consultor.

Juan José Domínguez

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La Argentina está para tres o cuatro meses de inflación del 20%-25%, con un consecuente desplome de los ingresos y sin que el gobierno de Javier Milei dé ninguna señal de contención a la caída del poder de compra. Su preocupación, dice el economista Fabio Rodríguez, es el reacomodamiento de los precios relativos, una de las principales tareas de Luis Caputo, que si no logra empalmar su plan de ajuste con una segunda fase, más robusta en lo económico y en lo político, podrá pasar a la historia como el ministro de Economía que hizo el trabajo sucio, igual que Jorge Remes Lenicov, en 2002.

El economista y socio director de la consultora M&R dialogó con el periodista Juan José Domínguez en Gambito de Datos, su programa en Radio Con Vos, sobre la situación macroeconómica, las chances de la pretendida dolarización y el discurso de Javier Milei en Davos que, a su juicio, fue una oportunidad perdida.

—La inflación de diciembre fue 25,5%, se espera que siga empezando con 2 en febrero y en marzo. ¿Cómo aguantan los trabajadores semejante caída de los ingresos?

—Estamos para tres o cuatro meses muy bravos desde el punto de vista inflacionario, en torno del 20%-25% mensual. En marzo puede inclusive haber un rebote porque marzo es un mes estacional, y van a empezar a pegar de lleno las subas de las tarifas de servicios que aún no impactaron en la inflación de diciembre. No hay, mientras tanto, ninguna señal desde el gobierno de recomposición de la política de ingresos. Sí hay gremios que reaccionan y, por supuesto, empiezan con cuotas adelantadas de paritaria o ya directamente negociaciones, en el caso de los gremios más relevantes, bancarios, construcción, aceiteros. Los desplomes verticales que están viéndose de los ingresos se van a profundizar en enero y la situación va a ser muy delicada porque esa caída se suma a la caída producida en el gobierno de Mauricio Macri, que Alberto Fernández no lo solucionó, en todo caso lo aminoró, pero no lo solucionó, y lo empeoró en el caso de los informales. Enero y febrero son los meses más complicados porque se pone en juego la famosa tolerancia social a este plan.

—Esta semana, con el debate de la ley ómnibus en Diputados y el paro de la CGT, ¿será un anticipo del humor social de los próximos meses?

—Es una doble prueba al arranque de Milei y a su plan, si se puede llamarlo plan. Era una ley a todo o nada pero ahora estamos viendo que negocia con la casta y que la casta lo puede salvar. Hay que ver qué queda de la ley, cómo termina la negociación con los gobernadores por las retenciones, por ejemplo. El paro, a su vez, va a tener un conjunto de adhesiones no sindicales, como los rechazos a la ley ómnibus desde la cultura o los rechazos al tarifazo desde la clase media.

Para Milei la ley Bases era a todo o nada pero ahora estamos viendo que negocia con la casta y que la casta incluso lo puede salvar. Hay que ver qué queda de esa ley

—En vista de este ajuste sin salvavidas para los ingresos, ¿Caputo es el Remes Lenicov de Milei o puede quedarse, si le salen bien las cosas?

—Es fusible Caputo porque siempre los gestores de los arranques de la política económica de un gobierno han sido fusibles. No pasa por Caputo sí, Caputo no, sino porque a los primeros les toca sacar la basura de debajo de la alfombra: ciento y pico por ciento de aumento del dólar, aumentos de tarifas y demás. Si no empalma esas decisiones con otra fase más robusta de la economía y del gobierno, evidentemente será fusible. No veo una correlación exacta con Remes pero sí tiene un riesgo muy grande de serlo, porque le toca alinear los precios relativos. Mover toda la estructura de precios de una economía es una tarea artesanal muy complicada, que le toca a él. Y este gobierno no es precisamente fuerte en la cintura política necesaria para bancar esas decisiones y dialogar con los actores relevantes para que haya tolerancia o aceptación social. Todo lo contrario: estamos viendo guerras contra el sindicalismo.

—Por otra parte, en este horizonte inflacionario que todos descuentan no está claro que la economía vaya a crecer, lo que podría amortiguar el impacto de la suba de precios.

—Con este plan, la moderación inflacionaria va a operar porque básicamente porque se van a destrozar los salarios reales y porque, también, empezará a caer el empleo. Ahora, bancar un plan que persigue la contención inflacionaria produciendo una megarecesión requiere mucho apoyo político y mucho poder. Y esta también es una debilidad que miran los mercados.

—¿El plan económico va hacia la dolarización o ya es una posibilidad lejana?

—Yo creo que el Gobierno no la descarta. Sí están tratando de licuar los pesos, es decir, de que haya menos pesos, que en todo caso en algún momento haya que cambiarlos por los dólares. La tasa es muy negativa respecto de la inflación y se está tratando de rescatar los pases y las Leliqs, cambiándolas por deuda del Tesoro, de a poquito. La dolarización sigue estando en su mente pero el gran problema es que no hay ningún progreso ni luz sobre la posibilidad de tener los dólares para hacerlo. Fíjate que a duras penas estamos consiguiendo cerrar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que todavía falta que lo apruebe el directorio, para simplemente renovar los vencimientos que tenemos ahora en enero y en febrero y no caer en default. Entonces, no hay ninguna buena noticia todavía sobre la posibilidad de conseguir dólares.

—A propósito de conseguir dólares y de generar confianza, ¿qué le pareció el discurso de Milei en el Foro de Davos?

—No me gustó, como a la mayoría. Pareció algo muy anacrónico, eso del colectivismo, el comunismo... y desubicado respecto del auditorio que tenía enfrente, personas que por supuesto no vienen del culto socialdemócrata. No era el momento de ir a dar lecciones ni teoría económica ni filosofía ni nada, lo que además me pareció bastante berreta. Se paró en un rol de predicador, para sermonear y, en algún momento, hasta cancherearla. Era una oportunidad muy buena para decir: “Argentina terminó muy mal con el gobierno anterior, ya lo sabemos, yo puse sobre la mesa dos grandes reformas”, explicarlas, cinco o diez puntos de cada una, por qué se quieren hacer y convocar inversiones. Pero no. Fue una oportunidad perdida.

—¿Pero estos discursos ahuyentan a inversores? ¿Hay un impacto real en decisiones de inversión?

—No sé si la palabra es ahuyentar. Quizás sería desorientar. Había mucha expectativa en su discurso, en sus reformas, en su idea de abrir la economía, esos son los llamadores de inversión. No fue por ahí. Si yo fuera un empresario con interés en Argentina, en sus sectores estratégicos, hubiera esperado escuchar eso, y lo que escuché me desorienta.

—¿Esta suba de los dólares financieros y paralelos anticipa una nueva devaluación?

—Es un gran problema. Hasta ahora hubo una sobrereacción positiva, como muchas veces suele pasar, de los mercados en el arranque de un gobierno. La brecha llegó a ser de un dígito y eso era una absoluta irrealidad para los problemas que todavía quedan. Después se empezaron a sincerar los temas, los exportadores ya no te liquidaban tanto, les tenías que empezar a dar dólares a los importadores, la tasa de interés no remunera el ahorro, entonces empiezan a presionar a la brecha, los pesos vuelven al sistema y la brecha pasó del dígito al cincuenta y pico. Asustó la velocidad con que volvió a ensancharse. Hay presión sobre un esquema cambiario que tiene 2% de devaluación oficial y 25% por ciento de inflación mensual. Si vos acumulás de diciembre a marzo estas inflaciones que hablamos te quedás con un tipo de cambio real peor que el de mitad de 2023, por decir algún momento. Es un frente complicado que hay que relacionarlo también con lo que pasa estas semanas y los test que tiene el programa económico, en el Congreso y en la calle.

JJD

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