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El vecino imposible de ignorar

Mujica, entre la furia y el amor hacia la Argentina

El entonces senador del Frente Amplio José Mujica, entre Néstor y Cristina Kirchner, que entonces era la presidenta de la Nación. Un par de años después, sin saber que estaban encendidos los micrófonos, dijo: “Esta vieja es peor que el tuerto”.

Juan José Domínguez

13 de mayo de 2025 17:33 h

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José “Pepe” Mujica murió este martes y con él se va también una forma de entender la política, la palabra franca y un vínculo con la Argentina cargado de tensiones, emociones y contradicciones. Durante dos décadas, el expresidente uruguayo transitó la delgada línea entre la crítica sin filtro y la fraternidad regional. Fue un hermano incómodo, una mezcla de admiración y fastidio. Capaz de llamar “patoteros” a los Kirchner y a la vez rendir homenaje a Néstor como un líder que devolvió la fe en la política. Esa ambigüedad marcó toda su relación con nuestro país.

Mujica no esquivó el conflicto con la Argentina: lo atravesó a su modo, directo, sin eufemismos. Ya como senador del Frente Amplio, en tiempos de la presidencia de Tabaré Vázquez, se diferenció del kirchnerismo durante el extenso conflicto por la instalación de la pastera Botnia. Mientras las protestas de los asambleístas de Gualeguaychú bloqueaban los accesos fronterizos, Mujica fue categórico: esos cortes perjudicaban “más a los argentinos que a los uruguayos” y defendió a la empresa finlandesa al afirmar que “cuida el medio ambiente más que nosotros”.

Para Mujica, el ambientalismo argentino era un problema. Lo dijo en 2008: los entrerrianos actuaban con “fundamentalismo” y el agua de Fray Bentos estaba “mejor que antes”, según su criterio. Su retórica se endureció en 2009, ya como candidato presidencial, cuando disparó sin rodeos contra el kirchnerismo. Dijo que los Kirchner eran “una izquierda que, mamma mia... una patota”. E incluyó en su arremetida a buena parte del espectro político argentino: Carlos Menem era “mafioso” y “ladrón”, los radicales “unos nabos”, y el Gobierno y el campo en la 125 “burros todos”.

Tampoco ahorró adjetivos para describir al país. “No se puede creer que la Argentina es un pueblo de tarados”, sostuvo, destacando que el país tiene “una intelectualidad potente, pensadores importantes” y “un grado importante de desarrollo”. En el libro “Pepe Coloquios”, del periodista Alfredo García, afirmó que “la Argentina no llegó al nivel de democracia representativa”, que es un país donde “la institucionalidad no vale un carajo” y que “tiene reacciones de histérico, de loco, de paranoico”.

Pero a pesar de ese inventario lapidario, Mujica supo matizar sus ataques con declaraciones de amor profundo. En 2010 dijo que “la Argentina no es un país hermano, es un doloroso parto en la misma placenta de una historia desgarrada”, y la definió como “el único lugar donde los uruguayos no se sienten extranjeros”.

Mujica también fue crítico de las reglas del Mercosur y del proteccionismo argentino, que consideraba un corset para el crecimiento de su país. Denunció que el bloque regional, concebido como una herramienta de integración, se había convertido en una traba para Uruguay, que necesitaba abrir nuevos mercados. “El proyecto integrador tiene 200 años, desde San Martín, Bolívar, Artigas... pero los partidos de izquierda hemos sido tan torpes que eso no es una bandera popular”, lamentó en 2015.

A ese reclamó aperturista en lo comercial lo planteó con la misma firmeza con que defendió la instalación de las pasteras en suelo uruguayo. Su prioridad, decía, era garantizar el trabajo y el desarrollo económico. “Antes que nada hay que pensar en el trabajo de la gente, y este no es un problema de guapos”, insistió en 2012. Para Mujica —en otra entrevista que dio sin rodeos ni maquillaje—, la Argentina debía acompañar más el proceso de integración regional, pero no “lo acompaña un carajo”.

Con Cristina Fernández de Kirchner compartió una gran cantidad de reuniones bilaterales, con críticas y apoyos, entre ellos a la candidatura de Néstor Kirchner a la presidencia de la entonces naciente y ahora fantasmal Unasur, y gestos de afecto tras la muerte del expresidente argentino. “Tiene paño”, dijo sobre CFK en 2010, elogiando su temple ante la pérdida. También destacó a Kirchner como quien “hizo creer a una nueva generación en el valor de la política”.

Pero Mujica nunca dejó de ser Mujica. En 2011, advirtió que a veces debía “tragar sapos” para mantener la relación con la Argentina. En 2012, reconoció que “el país más gravitante para Uruguay, mal que nos pese, es la economía argentina”; pero, también, que lidiar con ella no era “problema de guapos”. Se quejó del justicialismo como un entramado de “señores feudales” y cuestionó que “cuando está en la oposición le hace la vida imposible al Gobierno”.

Su mayor exabrupto llegó en 2013 y quedó para siempre en la memoria colectiva: “Esta vieja es peor que el tuerto”, dijo sin saber que tenía un micrófono abierto. Era una referencia brutal a la mandataria en funciones, Fernández de Kirchner, y a su esposo, que ya había fallecido. Horas después, intentó aclarar que hablaba de Lula y Brasil. No convenció a nadie. La Argentina protestó oficialmente y #EstaViejaEsPeorQueElTuerto fue tendencia en Twitter (ahora X). Días después, se disculpó en su programa radial: “Debo pedir sentidas disculpas a quien pude lastimar... más a quienes son como nosotros, miembros de la patria grande”.

Cristina respondió con ironía: “Sí, soy medio terca, y además estoy vieja. Pero después de todo, es una suerte poder llegar a viejo, ¿no?”. La frase sirvió como cierre de un capítulo incómodo, aunque nunca del todo saldado.

En noviembre del año pasado, sin embargo, volvió a referirse excolega con dureza. “Ahí está la vieja Kirchner en la Argentina, al frente del peronismo. En lugar de ponerse de vieja consejera y dejar nuevas generaciones, no, está jodiendo ahí. ¡Cómo les cuesta largar el pastel!”, dijo Pepe, tras la designación de la exmandataria al frente del Partido Justicialista.

Mujica también opinó sobre el macrismo. En 2016, ya retirado de la presidencia uruguaya, se preocupó por la “deuda que está tomando Macri”, aunque lo consideró “más sobrio” que a Menem. En 2019, ante la derrota electoral del PRO a manos del Frente de Todos, ironizó: “Para gobernar la Argentina se precisa un mago, no un político. Tendrían que elegir a Mandrake, no a Fernández”.

En su último pronunciamiento fuerte sobre la política argentina, en 2023, respaldó con entusiasmo a Sergio Massa en el balotaje, dijo que “lo votaría con las dos manos”, y explicó el ascenso de Javier Milei con una frase simple y tajante: “La hiperinflación enloquece a los pueblos”.

Mujica fue un admirador dolido, un vecino ruidoso, un latinoamericano convencido de que la unidad regional es una necesidad histórica aunque nunca supo cómo hacerla carne. En sus contradicciones, su franqueza brutal y su ternura resiliente, “Pepe” sintetizó mejor que nadie la hermandad entre Uruguay y la Argentina, que como toda hermandad puede pasar del amor al odio con velocidad y por momentos ser difícil. Como esos parientes que se insultan pero no pueden dejar de quererse.

JJD

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