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La imagen de los líderes regionales

Milei ya no lidera el ranking de presidentes mejor valorados de América Latina

Entre rugidos y motosierra, Milei sigue proclamándose líder de una cruzada global por la libertad, pero la región parece empezar a mirar para otro lado.

Juan José Domínguez

29 de julio de 2025 16:57 h

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Lo dijo tantas veces que parece creérselo de verdad: que es el mejor presidente del planeta, que su gobierno marca un punto de inflexión en la historia de Occidente, que el mundo entero lo admira. Pero esta vez los números no lo acompañan.

El ascenso del uruguayo Yamandú Orsi al primer lugar del ranking latinoamericano de presidentes con mejor imagen pública dejó al descubierto un movimiento inesperado en el tablero político regional: Javier Milei, quien en junio encabezaba la lista con comodidad, cayó al tercer puesto. El nuevo podio, divulgado por CB Opinión Pública, está encabezado por el mandatario del Frente Amplio con un 50,3% de aprobación, seguido de Luiz Inácio Lula da Silva, con 49,8%, y recién después aparece el libertario argentino, con un 49,5%. La caída contrasta con la insistente autopercepción de Milei como ícono de una cruzada mundial por la libertad.

Orsi, que asumió la Presidencia de Uruguay en marzo, consolidó en julio un crecimiento sostenido de imagen positiva, al pasar del 47,2% registrado en junio al 50,3%. No obstante, su nivel de desaprobación también creció, aunque levemente: de 46,7% a 47,3%. Ese crecimiento se produjo en paralelo al retroceso de Milei, quien el mes anterior había cosechado un 53,5% de imagen positiva y ahora bajó casi cuatro puntos.

En cambio, el brasileño Lula da Silva logró escalar al segundo lugar, con una suba de más de tres puntos respecto al mes anterior. En medio de una escalada de tensión con Estados Unidos por los aranceles anunciados por Donald Trump —que castigan a Brasil en represalia por el avance judicial contra Jair Bolsonaro—, el líder del Partido de los Trabajadores alcanzó una aprobación del 49,8%, mientras que su rechazo fue de 47,1%.

El presidente ecuatoriano Daniel Noboa también descendió posiciones. Pasó del segundo al cuarto lugar, con una imagen positiva de 49,1% (frente al 52,4% de junio) y una desaprobación de 48,2%. En cambio, el chileno Gabriel Boric logró una mejora leve que lo dejó a mitad de la tabla, con un 45,7% de aprobación frente al 43,1% del mes anterior y una negativa también del 43,1%.

Más abajo se ubicaron Gustavo Petro, de Colombia, con un 38,8% de imagen positiva y un rechazo del 57,2%, y Santiago Peña, de Paraguay, cuya aprobación bajó a 38,4% mientras su desaprobación subió al 56,8%.

En el fondo del ranking —que fue divulgado este martes por la agencia EFE— se consolidaron tres mandatarios cuestionados: Luis Arce, Nicolás Maduro y Dina Boluarte. El presidente de Bolivia, que hasta junio ocupaba el último lugar, mostró una imagen positiva de apenas 19,5% y una negativa del 78,3%. En su país, la tensión crece con la cercanía de las elecciones del 17 de agosto, en las que los sondeos son adversos para el candidato oficialista.

Maduro, por su parte, registró una aprobación de 28,1% (frente al 29,5% del mes pasado) y una imagen negativa del 67,8%, mientras sigue celebrando un resultado electoral cuestionado por la comunidad internacional. A la cola de la tabla quedó Boluarte, la presidenta de Perú, con la peor calificación regional: apenas un 18,2% de imagen positiva y un 78% de negativa.

La medición de CB Opinión Pública, realizada entre el 21 y el 25 de julio, abarcó un total de 11.165 casos en 10 países, con entre 1.055 y 1.578 entrevistas por país, y un margen de error de entre ±2 y 3%.

Con estos números, Milei pierde el lugar de privilegio en el escenario latinoamericano que había conquistado en junio. Y aunque la diferencia con Lula y Orsi es escasa, el dato resulta sintomático: su imagen sufre un desgaste, al tiempo que otros mandatarios de distinto signo político ganan terreno.

La megalomanía de Milei, en primera persona

Además del desplome en las encuestas, Milei no deja de presumirse ante el mundo con declaraciones que ratifican una autopercepción grandilocuente sobre su figura y su gestión.

En su discurso durante el Derecha Fest, se presentó como epicentro de un movimiento ultraderechista internacional y no vaciló en reafirmar su rol de vanguardia: se declaró parte de una alianza global que incluye a figuras como el estadounidense Donald Trump, el español Santiago Abascal y el brasileño Jair Bolsonaro, afirmando que el mundo respira “nuevos vientos de libertad” gracias a su liderazgo.

Desde Buenos Aires, en la última edición de la CPAC, se escucharon sus proclamas más autocelebratorias. Allí propuso crear una “alianza de naciones unidas contra la tiranía” liderada por la Argentina e Italia —paradójicamente gobernada por la militante fascista Giorgia Meloni—, y aseguró que “Occidente está bajo un manto de tinieblas”, pero que su gobierno representa “una oportunidad histórica para cambiar el mundo”.

En una entrevista al influencer Mario Nawfal, justificó la eliminación de la pauta oficial como “la mayor política a favor de la libertad” —a pesar de que la publicidad del Estado nacional sigue existiendo a través de empresas públicas como YPF y Aerolíneas Argentinas, y aparece en programas de televisión y radio de periodistas muy conocidos que, no casualmente, se dedican a elogiar día a día a la gestión de La Libertad Avanza y a denostar a la oposición— y denunció que los medios están “dominados por mentiras para dañar su imagen”. En otros discursos, Milei llamó a la prensa “ensobrada”, “operadora” y “basura” que “envenena la vida de la gente con mentiras”. A la prensa que critica a su gobierno, por supuesto.

Sobre su estilo presidencial, Milei declaró en Córdoba durante un acto oficial: “Estamos llevando a cabo el mejor Gobierno de la historia”, y calificó a sus críticos de “imbéciles muy pedantes y jactanciosos”. También se define con imágenes superlativas y símbolos propios: se autodenomina “El Rey de la Selva”, utiliza la frase “¡Viva la libertad, carajo!” como grito de guerra y adoptó la motosierra como emblema de su misión de destruir al Estado “desde sus raíces”.

JJD

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