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Entrevista

José Ignacio de Mendiguren, presidente del BICE: “No estamos en la crisis que están diciendo. La Argentina volvió a estar en el radar del mundo”

José de Mendiguren.

Alejandro Rebossio

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José Ignacio de Mendiguren preside a sus 71 años el Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE). Hace 20 ocupó por cuatro meses el cargo de ministro de la Producción del gobierno de Eduardo Duhalde, en plena salida de la convertibilidad, experiencia que relató en su reciente libro ‘2001-2021. La historia no contada de la gran crisis. Cómo acordar un camino para el desarrollo argentino’.

Veinte años después, en medio de otro tembladeral, el ex presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA) y ex diputado del massismo admite el golpe de la inflación, pero destaca que el mundo en guerra y en crisis alimentaria y energética mira a la Argentina. El resto está en cómo negociar ante el mundo, según analiza De Mendiguren desde su despacho del BICE y según le whatsappeó hace pocos días al presidente Alberto Fernández

-Por un lado, tenemos crecimiento económico y del empleo, un mundo en crisis alimentaria y energética, con una Argentina que tiene hoy alimentos y puede tener mañana energía, pero al mismo tiempo hay una inflación galopante…

 -A eso yo le sumo una sociedad que, a través de la política como principal responsable y de algún sector de la comunicación, se empecina en profundizar y agrandar a veces las malas noticias. Hoy la gente que está muy mal, porque esta inflación está impactando fuerte en el poder adquisitivo, el salario recibe un bombardeo diario de malas noticias y ninguna le pueda dar una esperanza. Hay dos temas: una situación política y una de la economía real. La situación de la política es muy mala. No se está a la altura circunstancia, está faltando grandeza de objetivos a la política y, sobre todo, no entender este especial momento del mundo. Y para tener una visión positiva de las medidas que hay que tomar, uno no puede ignorarla.

Hay como dos Argentinas, la Argentina del microcentro o del sector financiero, que, como otras veces de la historia, nos lleva a la crisis, a la insolvencia a través de jugar a la especulación financiera, al carry trade (bicicleta financiera) y al retraso cambiario, a las altas tasas de interés. Pasó con la híper de Alfonsín, con la convertibilidad en 2001, al fin del gobierno de Macri. La contracara de eso es que ahoga a la Argentina productiva, convierte a la Argentina en un país carísimo para exportar, baratísimo para importar, lo que yo llamo el populismo financiero. Trae una sensación de riqueza momentánea. Todos somos millonarios en dólares, todo viajamos al exterior, todos tenemos acceso a bienes importados. Tu casa vale uno o 2 millones de dólares, todos tus activos valen en dólares. Y dice la política: “Trae una estabilidad, gana elecciones”. Pero, ¿cómo terminaron siempre estos períodos? De dos formas: mal o peor. Siempre terminaron explotando con grandes devaluaciones, con un montón de gente que condenamos a la pobreza, estancamiento, crisis y vuelta a arrancar. Esto así terminó en 2019. Un gobierno que venía a ser amigable con los mercados: récord de feuga de capitales y no hubo un solo sector de la rama industrial que terminara mejor que en 2015. A todos nos fue peor.

-Eso lo conocemos y la gente votó para cambiarlo. Hoy hay una industria que está mejor que cuando empezó este gobierno, pero la inflación está más alta. Además hay un gobierno dividido sobre qué hacer…

-Este gobierno asumió con una inflación del 54%, sin pandemia y sin guerra. Asumió con un default en dólares y en pesos. Pasa que al default lo llamamos reperfilamiento. Y después vino esta bomba atómica: la pandemia. Entonces Estados Unidos, para no dejar caer su economía, se fue a la inflación más alta desde la Segunda Guerra. Europa lo mismo. La Argentina hizo lo mismo. Por lo tanto, es probable que tuviera 12 puntos más de inflación. Pero la contracara son 40.000 pymes vivas. ¿Qué fue lo que permitió, en alguna medida, un crecimiento del 10% el año pasado? La inflación en el mundo fue terrible, inédita, y nos agarró una guerra, que no es menor. ¿Por qué? Porque justo impacta dos ejes fundamentales: la canasta básica alimentaria y la energía. Lo que puede ser, sin lugar a dudas para mí, algo muy alentador para el futuro, en el corto plazo nos da un golpe muy fuerte. No es que quiera no hacerme cargo del presente, sino ponerlo en el contexto que esto merece.

Yo escuchaba estos días al Banco de Inglaterra, ahora al Fondo Monetario, diciendo que nos encontramos ante un peligro de hambruna en el mundo. En Inglaterra, un tercio de la población de cuatro comidas suspendió una. Tienen registro de lo que es la hambruna que pueda venir. Al presidente del Banco de Inglaterra le preguntaron por la inflación y dijo que lo supera ese tema. Y tienen mucha más estabilidad que nosotros. Entonces, ante esta situación difícil para el corto plazo, yo soy productor agropecuario… el trigo que estaba a 250 dólares, yo no he hecho nada, pero en el mundo está a 500. La zona de conflicto produce el 30% de este cereal en el mundo. ¿Alguien piensa que los ucranianos están sembrando abajo de los misiles? Los puertos están ocupados. Lo mismo pasa con la energía. No es una inflación más por sus características, por su gravedad. Requiere un tratamiento de conjunto de todos los actores sociales. Por eso llamo a un acuerdo. ¿Por qué? Porque la gente está muy mal, desesperada y con razón no quiere estas explicaciones. Quiere soluciones, y las quiere hoy. Si además no se le pueden dar soluciones contundentes, ve a la política en temas absolutamente ajenos a ellos y que, en vez de sentarse a acordar cuál es la mejor salida, nos tiramos piedras. Yo tuve un debate con (Ricardo) Buryaile, un dirigente de Juntos por el Cambio, donde yo le decía a él, que también es productor: “Hoy tenemos que sentarnos y decir ante esta casi duplicación de los precios internacionales de los commodities, ¿qué vamos a hacer? Sentémonos a buscar una solución, ¿vamos a desacoplar?”. No, dicen eso. Bueno, el pan a $ 10.000. No es justo. Sentémonos. Podremos pensar en un fideicomiso. Nadie va a tener la verdad. Lo que sí hace falta consensuar. Lo mismo con la energía. Si se ha ido de 8 dólares el millón de BTU (unidad de medida del gas) a 40, 50, 60, ¿qué hacemos? ¿Es culpa de Guzmán o somos capaces de sentarnos y decir se subsidia o se va a tarifa? Si aumentamos toda la tarifa para no subsidiar, es impagable. Nos sentamos, extendimos los contratos para que puedan amortizar las inversiones en más largo plazo y no aumentar tanto. ¿Corremos el componente impositivo de la factura para que no acompañe estos niveles?

Lo que no se puede es llevar todo a los términos de crisis, de pelea, de quejas en ambos sectores de la política. Por supuesto que el Gobierno tiene más responsabilidad. Yo creo lo que dijo Sergio Massa con toda claridad: estas discusiones se tienen que dar puertas adentro. Cuando nos integramos a esta coalición teníamos claro que teníamos diferencias y las tenemos. Pero en ese momento, en mi caso y en el del Frente Renovador, parar ese industricidio que venía era prioritario. Por eso fuimos a la unidad. Por eso hoy defendemos la unidad. En lo que no participamos, porque no nos gusta, es que esto se ventile públicamente. Creemos que no contribuye y pone mal a la gente.

Las recientes cartas de Massa contra Guzmán tampoco fueron puertas adentro...

Cada vez estoy más convencido de lo que yo pienso y es por lo que lucho.

Usted dijo que si este gobierno no aprovecha las oportunidades de las crisis mundiales de alimentos y energía, vendrá otro que entregue todo…

-Ante este drama que se desató en el mundo por esta guerra, hay un replanteo estratégico regional de la zona. ¿Usted cree que alguien hoy en Estados Unidos está preocupado por la deuda de la Argentina? Nadie mira el problema que tiene por esta circunstancia puntual sino que a mediano y largo plazo la Argentina volvió a estar en el radar del mundo. No por nuestra capacidad sino porque esos activos que la Argentina tiene parecen mandados a hacer para esta crisis internacional de la energía y el alimento. Tenés el segundo yacimiento de gas (no convencional) del mundo. Tenés petróleo. Tenés el litio, clave para la energía. Tenés todos los sectores de la energía para la transición: eólica, solar, hidrógeno verde, con las mejores condiciones del mundo. La agroindustria ni qué hablar. El tema minero tenemos también.

¿Qué significa esto? No me cabe duda que si bajamos este ruido interno de la política argentina tiene la posibilidad de dar su salto definitivo al desarrollo. Porque Alemania, aunque ahora Putin le vuelva a enchufar los dos gasoductos, ya aprendió. Francia aprendió, España y toda Europa aprendieron: no van a seguir con esta espada de Damocles que acaba de demostrarse. La podían haber previsto antes, pero hoy lo van a hacer. ¿Por lo tanto, qué alternativas quedan? No hay muchas en el mundo y Argentina vuelve a presentarse como un país casi europeo, con un país que ya ha identificado las reservas. Hay que hacer un gasoducto. No es como hacer el Transiberiano o hacerlo entre las montañas. Hay que tirar los caño al piso y enterrarlos. Por decir una exageración, en un año y medio, dos años, está ya produciendo y justificando la planta de licuefacción (N. de la R.: la que sirve para exportar por barco).

¿Qué duda cabe de que uno tiene esa posibilidad de sentarse con Alemania, Francia, España y plantear una venta anticipada de gas por cinco, seis, ocho años contra el adelanto para la infraestructura? Para un problema estratégico de esta naturaleza, ¿qué son para Alemania 10.000 millones de dólares? Además, se lo va a ir dando a medida que se va construyendo. Dejamos de ser aquella Argentina a la que los números no le cierran por ningún lado. Vos pasás de tener un saldo negativo importantísimo de la balanza comercial energética a ponerte en positivo.

-Sí, es la oportunidad. ¿Cuál es el riesgo?

-Que un país en crisis no negocia, no negocia bien. Naomi Klein es una canadiense que escribió un libro, ‘La doctrina del shock’, donde plantea cómo cuando uno quiere sacarle algo a un país que en situación normal no le sacaría, lo lleva a una crisis. Yo viví como ministro esta experiencia. Había una crisis anunciada, la de la convertibilidad, pero muchos querían continuar con la convertibilidad, las empresas privatizadas, las petroleras, porque con la fantasía del 1 a 1 se llevaban por los mismos pesos un montón de dólares, aunque la Argentina explotara. Pero pudimos estar fuertes en la salida. Negociar bien, no caímos. Querían la dolarización de la economía, la banca offshore, entregar los parques nacionales para pagar los bonos Samurai. Todas aquellas locuras.

Entonces creo que la política tiene esta oportunidad no de hacer política partidaria. Lo que fue clave para una crisis inédita fue que el peronismo y el radicalismo, ante esa crisis, decidieron salir juntos. Ahora los activos ya los tenés: campo y energía. El mundo los conoce. El tema es cómo se va a apropiar de ellos. Vos podés tratar de negociar si estás fuerte como propietario. Si no, lo vas a hacer como inquilino. Es decir, Nigeria también tiene gas, pero no se desarrolló. Entonces, el interés de la petrolera, que es legítimo, es llevarse el gas. Pero nuestro interés es poner un polo petroquímico. Nuestro interés también es tener un gas a un precio que promueva la industria de toda naturaleza. Que esto sea una palanca del desarrollo nacional. Ahora, si uno va a una crisis, te van a mostrar un dólar de Martín García y vas a entregar hasta el Obelisco. Ya la Argentina vivió esto. El tratado Roca-Runciman, las privatizaciones...

Entonces yo voy a dar otro paso: ¿está la Argentina en la crisis que nos están pintando los medios, la oposición? Jeffrey Sachs estuvo acá en la Argentina y nos dijo: “Miren, ustedes tienen un problema de credibilidad. Las calificadoras de riesgo las castiga. Pero la Argentina macroeconómicamente está mejor que Estados Unidos”. A nosotros la credibilidad es lo que nos falta.

Hoy el campo está viendo los mejores precios relativos desde que yo tenga memoria: la soja, el trigo, el ternero. No estoy atacando al productor agropecuario. Al contrario, lo soy, quiero defenderlo. Pero sí digo que no estamos en la crisis que están diciendo. Lo que importa son los precios relativos. Yo produzco terneros. Yo quiero saber, cuando vendo mi producción, qué capacidad de compra tengo. Entonces para comprarme un tractor tengo que vender 81 terneros. Con Macri, en julio de 2019, para comprar el mismo tractor tenía que vender 156 terneros. Hoy, con la mitad me compro el tractor. Puedo ir a los litros de gasoil, que en el campo lo usamos todos. ¿Cuántos terneros tengo que vender para comprar mil litros de gasoil? Menos que con Macri. ¿Cuántos quintales de trigo tenía que vender para comprarme el tractor? Hoy, 1.341. Con Macri, 2.357. Así te lo llevó a la soja. Es lo mismo. Por eso, hay récord de asistencia crediticia al campo. Hay récord de inversión: 1.500 millones de dólares. Hoy, el sector público, entre ellos mi banco, el último año y medio dio 750.000 millones de pesos a crédito subsidiado para la inversión en el sector agropecuario.

Veamos si hay clima para la protesta. Acá no hubo ningún tractorazo en 2019. Ahora, ¿cómo está el campo? Con respecto al gobierno anterior, las mismas retenciones. Es más, las economías regionales tenían retenciones y este gobierno se las sacó. Lo único que hizo este gobierno, a diferencia del de Macri, fue que le suspendió dos puntos de reintegro al aceite de soja y nada más. La industria hoy está con un récord de capacidad instalada de los últimos ocho años. El año pasado, de los 20 sectores que yo monitoreo desde el banco, 19 están un 12% por arriba de la pandemia. ¿Sabés cuánto exportaron las pymes el año pasado? 10.700 millones de dólares. Cuando asumí en este banco la tasa en pesos estaba entre el 85% y el 95% y en dólares, 15%. Hoy tengo el promedio de pesos entre el 25% y el 38%, con una inflación del 60%. Y tengo préstamos en dólares para financiación de exportaciones a Brasil al 2,5%. Y en la peor crisis que fue hace dos años, a las pymes hasta se nos pagaron los sueldos, nos dieron moratoria. Esto tiene que ver con este crecimiento.

Es cierto que nuestro problema es, sobre todo, la inflación, pero las bases de la economía no están en crisis. ¿Por qué la política está metiendo este ruido tan enorme que hace que perdamos de vista el rumbo? Esto me subleva.

-Usted dijo que hay una opción de vender al mundo fuerte o débil. Pero también está la opción de no venderle, de no poder hacer un gasoducto, de no exportar más granos. A veces ocurre que la Argentina no aprovecha su potencial y queda el gas en el subsuelo…

-No, porque ya está muy fuerte esa riqueza. Nosotros estamos financiando en un año y medio el gasoducto. Brasil está desesperado por nuestro gas. Brasil también quiere financiar una planta de licuefacción en Bahía Blanca porque necesita ya el gas, porque Bolivia lo está dejando de proveer.

-¿Va a salir el gasoducto de Néstor Kirchner? Porque se suponía que en mayo iba a salir la licitación para definir quiénes lo construyen…

-Yo terminé todos los trámites y sería imperdonable no hacerlo. Por eso creo que se va a hacer. Otro gasoducto que hay que hacer es a Bahía Blanca. Está en el Congreso. Como la ley de agroindustria, que no entiendo cómo no sale, porque te permite planificar las exportaciones adicionales con baja de impuestos. Tenés una ley de electromovilidad sobre el litio, que es muy importante. Tenés una ley de hidrocarburos...

-Hablando de cosas por concretar. Hace dos meses aumentaron las retenciones para el fideicomiso del pan, que sigue sin bajar de precio. En el equipo de Roberto Feletti (saliente secretario de Comercio Interior) me decían que dependía del BICE…

-Yo tengo el banco BICE, que es el dueño de BICE Fideicomisos. También el fideicomiso del gasoducto lo manejamos nosotros. La plata para el del trigo está disponible. Ya la semana pasada cobró 1.200 millones de pesos una empresa, que por otro lado me debe plata a mí, pero bueno, es Molino Cañuelas. Están cobrando los molinos. Yo ni siquiera sé si es el instrumento ideal. Ahora, ¿no te parece que hay voluntad de resolver el tema? Por lo tanto, es bueno que la oposición se siente y aporte una mejora.

-En el propio Gobierno van y vienen con la propuesta de subir las retenciones, ¿pero cuál es la solución a la inflación?

-No soy economista, soy industrial, pero con sentido común. Para mí hay una sola forma de resolver la inflación y es creciendo. Dejándonos de discusiones, porque no va a ser fácil ni va a ser corto. Lo primero que tenemos que hacer juntos, la oposición y el oficialismo, los empresarios, es definir qué tratamiento le vamos a dar esta crisis internacional. Desacoplamiento, claro. El trigo está a 500 dólares. ¿Qué vamos a hacer? Vuelvo a mi experiencia de 2001, una crisis inédita. Hubo una respuesta política inédita: salir juntos. Sergio (Massa) creo que es el único político que hoy está trabajando en los consensos. Nadie lo está haciendo, salvo Sergio. Si no entendemos esta situación y no asumimos pensar el país de largo plazo, podemos fracasar.

-En su libro leía esa escena de 2002 en la que todo el mundo decía que obviamente la situación era en un tembladeral, pero se estaban poniendo los cimientos para el crecimiento. Y hoy pareciera que hoy hay muchos sectores económicos que siguen creciendo a pesar de la inflación, pero otra vez se escucha a un Horacio Rodríguez Larreta hablando de reforma previsional y previsional, a un Javier Milei pidiendo dolarización, como hace 20 años.

-La gran mayoría de la oposición, como López Murphy, Patricia Bullrich, Sturzenegger, Lombardi, no sé si Rodríguez Larreta, vivió la experiencia de la Alianza con el Fondo. Ni bien asumió De la Rúa le pidió, ¡oh, casualidad!, reforma tributaria y laboral. La reforma tributaria la hizo Machinea. Abajo los sueldos con la tablita del impuesto a las ganancias. ¿Qué pasó? Nos llevó a una recesión brutal. Después le pidió la reforma laboral a sangre y fuego. ¿Qué pasó? Renunció Chacho, la Banelco, corrupción en el Senado... No obstante, le siguió exigiendo cosas durante 2001. ¿Qué hizo López Murphy, que hizo Cavallo? Déficit cero. Le sacó el 13% a los jubilados y a los empleados públicos. ¿De qué sirvió? Nos llevó a una crisis. Y en diciembre de 2001 el Fondo Monetario te sacó el banquito y te llevó a la peor crisis social, política y económica de la Argentina. Te pregunto: ¿aprendieron? ¿No parece? Yo quiero estar en positivo. No miro para atrás. Cuando nosotros subimos en 2002, Duhalde dijo algo que fue claro: “No se buscan culpables, no se mira para atrás, se mira para adelante”. Salimos produciendo y hoy la Argentina está produciendo. Las crisis fatales son acá en el microcentro y la recuperación es del interior hacia Buenos Aires.

-Acá en el microcentro, pero también en el conurbano y en todas las zonas pobres del país… Y en zonas de clase media, que está tecleando porque puede caer en la pobreza…

-Así es. Ahora, lo que yo creo es que lamentablemente no hay magia en la economía. Si vos me dejás un país en default, en dólares y en pesos, con 54% de inflación, ¿qué pretendes? Y ves un mundo que tiene una crisis alimentaria y energética…

-¿Pero la situación económica puede mejorar pronto? Porque la gente lo necesita y el Frente de Todos lo necesita para ganar en 2023.

-Por mi experiencia como empresario y por haber participado de la salida del terremoto de 2002, te muestro este recorte de El Cronista, no Página/12. Mirá, esto era cómo venía cayendo la producción en la Argentina en los 90. Explota en diciembre de 2001. La economía deja de caer en marzo de 2002. Después asume Néstor Kirchner con la recuperación. ¿Qué pasó? Ningún economista te lo dice. Primero hubo un acuerdo político. Segundo, nos preocupamos de que los precios relativos hicieran que fuera negocio producir. Cuando el argentino ve que hay acuerdo, hay negocio y hay un horizonte, la pone. Hay un PBI entero afuera. Esto es lo que nadie ve, pero si logramos esto, si el argentino resolvió el gasoducto, si los alemanes van a poner la planta de licuefacción en Bahía Blanca, chau dólar, me sacás ese fantasma. Cambio el dólar a 200 pesos y cambio el alambrado, el otro compra una máquina y en el banco no tengo incobrabilidad. Subí un 50% los créditos a la inversión. Lo viví, conozco, conozco a mis colegas industriales, conozco a mis colegas productores agropecuarios. Veo que ahora que tienen un poco de demanda, ninguno dejó de invertir. Lo que hay que parar es esta campaña de demolición que todos los días te hacen creer que estamos mal. Me preguntaba una colega tuya: ¿quiénes son los que se benefician con la catástrofe?

-¿Quiénes?

-El que quiere seguir igual, el que quiere una Argentina proveedora de materia prima y recursos naturales. El señor que hoy se quiere llevar el trigo de acá a granel para hacer los fideos donde tiene la fábrica. El señor del gas se va a querer llevar en tubo, como en Nigeria, para el polo petroquímico de su país. Ese quiere que nosotros nos peleemos, que estemos en una crisis. La falta de proyecto tuyo es el proyecto de otro. No juntarnos para dar poder de negociación es traición a la patria. Y acá vale un solo ejemplo: Evo Morales. Cuando llegó a la presidencia de Bolivia, no tenía para pagar los sueldos. Lo cuenta él, iba a la embajada americana, le daban la plata para los sueldos y le decían: “Dame el pozo, tal yacimiento”. Él se sentó, llamó a todas las empresas multinacionales. ¿Qué les dijo? “Señores, no puede ser. El gas que está bajo la tierra ustedes me lo pagan 20 centavos el millón de BTU, lo sacamos arriba y lo venden a 3 o 4 dólares. Vamos a negociar”. Negoció con todos. No se fue uno solo. Y Bolivia pasó de ser un país que se estaba degenerando a un país casi récord de acumulación de reservas, una de las economías más estables de la región. Entonces, ¿qué es lo importante? Negociar. Acá vamos a tener que elegir entre negociar el futuro como propietarios o inquilinos de nuestra riqueza.

AR

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