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Los planes del ministro de Economía en el año electoral

Massa descarta un shock antiinflación, los suyos aún se ilusionan con su candidatura, pero crece el operativo “CFK 2023”

Massa, con la directora ejecutiva de la Anses, Fernanda Raverta, al anunciar esta semana que 600.000 empleados más recibirán asignaciones familiares.

Alejandro Rebossio

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Sergio Massa ha negado desde que llegó en agosto al Ministerio de Economía que quiera candidatearse a presidente, pero los suyos lo sueñan como tal. Claro, primero debe doblegar a la inflación. No le alcanza con haber estabilizado el tipo de cambio y haber evitado una hiperinflación. Y en ese sentido el 6% del índice de precios al consumidor (IPC) de enero ha desinflado sus expectativas de consagrarse como candidato indiscutido del Frente de Todos (FdT). No logró su objetivo de bajarla al 4% el primer mes del año. En la medida en que decrecen sus posibilidades de aspirar a la Casa Rosada, se pintan paredones con la leyenda “CFK 2023”, se pegan afiches que rezongan “¡Proscripción, un carajo!” y sindicalistas como Roberto Baradel, Sergio Palazzo, Abel Furlán, Omar Plaini, Vanesa Siley, Hugo Yasky, Sonia Alesso y Walter Correa, también ministro de Trabajo bonaerense, se reúnen con Máximo Kirchner para pedir que su madre, Cristina Fernández, se postule para volver a ser jefa de Estado. Sus dirigentes más fieles aseguran que los votantes recordarán que en 2015 estaban económicamente mejor que ahora y que en 2019, cuando terminó el gobierno de Mauricio Macri, con Patricia Bullrich como su ministra de Seguridad y Horacio Rodríguez Larreta como su baluarte porteño. Saben que es difícil que gane en segunda vuelta, pero apuestan a que triunfe en la primera: con más del 45% de los votos o con entre 40% y 44% y más de diez puntos de diferencia sobre la dividida oposición.

La reflexión de Massa y su equipo de economistas, incluidos Gabriel Rubinstein, Marco Lavagna y Matías Tombolini, es que el IPC se ha estabilizado en un nivel alto y será difícil que baje en los próximos meses. Por eso, el viceministro Rubinstein ya admitió públicamente que el 3% llegará a fin de año. Ya no hablan de abril. Saben que en marzo al iniciarse las clases y la actividad laboral fuerte tras el verano suelen subir más los precios. También reconocen ahora la complejidad de la economía argentina para bajar la inflación. Sin embargo, el abogado tigrense continúa apostando a un descenso profundo, del 95% en 2022 al 60% en 2023, y por eso en su fuero íntimo no descarta aún una candidatura presidencial. Por supuesto que en público la niega. No podría reconocerla mientras el IPC sigue alto, mientras la mayoría del FdT continúa fiel a Cristina Kirchner y mientras Alberto Fernández persiste en perseguir su difícil sueño reeleccionista.

Entre los impulsores de Massa, que por ahora se circunscriben al Frente Renovador y no incluyen ni kirchneristas, ni albertistas ni gobernadores peronistas, celebran que de momento no hay nada definido en cuanto a candidaturas presidenciales de nadie en el FdT. Reconocen que el jefe de Estado quiere repetir mandato y que la vicepresidenta se ha bajado tras el fallo judicial no firme y apelable que le prohibió el ejercicio de cargos públicos pero aún no ha cerrado la posibilidad de cambiar de idea. Los seguidores más cercanos a la ex presidenta no suelen clamar sin alguna venia de ella.

“El 6% de inflación de enero no liquida la candidatura de Massa, pero tendrá que bajarlo”, admite uno de sus promotores, que atribuye el salto de principios de año a cuestiones “estacionales” como la sequía que dañó la producción de frutas y verduras, el boom turístico que encareció los viajes de verano y los aumentos dispuestos para el colectivo, el gas y el agua. “Sergio siempre quiso ser presidente, fue candidato en 2015, pero hoy no puede postularse mientras pelea contra la inflación. Su valor ha sido estabilizar una economía complicada. Pero ahora no puede lanzar en plena campaña un plan de shock en serio contra la inflación, que incluye más ajuste fiscal y monetario. Hoy puede apostar a Precios Justos, que apuntan a bajar la inflación de a poco”, agrega el interlocutor.

Rubinstein agregaría que también se apela a una reducción gradual del déficit fiscal y de la emisión monetaria para financiarlo, a altas tasas de interés y a la estabilidad relativa de los tipos de cambio oficial y paralelo. Eso sí, el Banco Central optó por mantener las tasas, descartó subirlas tras el 6% de enero. En el organismo que preside Miguel Pesce afirman que analizan procesos y no reaccionan a datos aislados, como cuando el IPC bajó en noviembre y diciembre, ni tampoco ahora que repuntó. Mientras algunos economistas ortodoxos piden subir más los intereses, otros advierten que esa medida pretendidamente antiinflacionaria puede provocar subas del IPC más pronunciadas porque agigantaría los rendimientos que habría que afrontar tanto en los plazos fijos como en las letras y bonos del Estado y, por ende, la bola de pesos en la economía.

Un día antes de anunciarse el martes pasado el 6% de enero, cuando Massa informó rebajas en la carne, prometió también que a lo largo de la semana iba a detallar más medidas contra la inflación. Pero no lo hizo. Quizá no supo qué anunciar. Solo se le ocurrió ampliar las asignaciones familiares a 600 mil empleados en blanco que no las recibían, un beneficio importante pero que no soluciona la inflación sino que ayuda a sobrellevarla.

Se posterga, mientras tanto, el anuncio de un crédito Repo (acrónimo en inglés de “acuerdo de recompra”) de bancos internacionales, que se viene meneando desde que Massa llegó a ministro. El préstamo iría al Tesoro, pero permitiría recuperar las alicaídas reservas del Central, necesarias para la lucha contra la inflación. Aunque en el Gobierno afirman que recibieron siete ofertas por más de US$ 1.000 millones a un plazo de dos años y con una tasa de interés de menos del 10%, en un banco foráneo afirman que no están autorizados por sus directivos a presentar propuestas porque los bonos que se entregarían como garantía valen muy poco y se desconoce si servirían para repagar impuestos o girar divisas al exterior. Por eso opinan que el Repo “está verde”, igual que advierten otros actores del Gobierno por fuera del Ministerio de Economía.

“En el Gobierno pensaron que el ambiente entre los inversores de afuera estaría mejor para la Argentina porque recuerdan que en 2015 entró plata pensando en un cambio político y ahora podría pasar lo mismo, aunque no sean ellos el motivo que ilusiona a los mercados”, analizan en el banco. “Entonces nos dijeron: 'Sabemos que no confían en nosotros, pero hay fondos de inversión dando vueltas viendo cuándo entrar y nosotros no tememos grandes vencimientos de deuda externa por delante'. En el Gobierno necesitan el Repo para mostrar que recuperan confianza, que hay más reservas y así podrían refinanciar la deuda doméstica en pesos. Igualmente, a los bancos que tienen deuda en pesos tampoco les conviene que explote la bomba de la que habla la oposición porque tienen mucha plata metida. Incluso entre los bancos internacionales que tienen una casa matriz que los retacea. Están secuestrados y es mejor tomar mate con el secuestrador. Por eso, la bomba no va a explotar. La explosión no le conviene a nadie. Si hay un cambio político este año, es mejor quedarse, estirar la mecha. Y entre la recompra de deuda y el Repo, el Gobierno busca trucos para estirar la mecha. Tampoco el Gobierno permitirá una devaluación ahora porque el horizonte de recuperación de la economía después de una 'deva' supera los seis meses que faltan para las primarias. Y el dólar paralelo tampoco se disparará porque no está tan atrasado como para salir a comprar a 400 pesos. El dólar de equilibrio debería estar a 250 pesos sin cepo”, completan en la entidad extranjera.

AR

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