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Entrevista

Sarghini, diputado lavagnista: “No es momento de actualizar tarifas, pero hay que tener un horizonte de salida del problema”

Jorge Sarghini, diputado del peronismo que quedó en medio de la grieta.

Alejandro Rebossio

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En medio de la grieta política argentina, algunos economistas apuestan por una tercera vía. Es el caso de Jorge Sarghini, uno de los tres diputados de Consenso Federal, el bloque que responde a Roberto Lavagna. Secretario de Hacienda del gobierno de Eduardo Duhalde, antes había sido ministro de Economía bonaerense y después llegó a presidir la cámara baja de la provincia. De 67 años, prefiere atender a elDiarioAR por Zoom porque aún no fue vacunado.

¿Qué hay que hacer para bajar la inflación?

Si no se tiene un diagnóstico correcto, es muy difícil aplicar una medicina correcta. Es un fenómeno multicausal, macroeconómico. Se le agregan cuestiones vinculadas a la puja distributiva. Pero no hay ninguna forma de encontrar una salida al problema inflacionario si no es generando las condiciones de equilibrio macroeconómico. Si volvemos al momento más cercano de crecimiento con estabilidad, lo vamos a encontrar desde mediados de 2002 hasta 2006, período de superávits gemelos como base de la política macroeconómica, con estabilidad en un nivel de tipo de cambio competitivo. Cuando se rompe eso, aparecen los desequilibrios macroeconómicos y la inflación. Ninguna de las visiones extremas encuentra la salida. Están tan equivocados los que creen que la inflación es exclusivamente un fenómeno monetario, como aquellos que creen que es absolutamente independiente de la política monetaria. 

El ministro de Economía, Martín Guzmán, también sostiene que es multicausal, que es un fenómeno macroeconómico, pero que igualmente hay que tomar otras medidas heterodoxas porque la macro está alineada. ¿Usted qué opina?

Hay una diferencia entre lo que es el discurso del ministro Guzmán, que es un discurso profesional, y las acciones del Gobierno. En el Gobierno se nota una contradicción interna respecto de cuál es el camino. No encaja con el discurso de Guzmán el control de precios, la restricción a las exportaciones, el discurso de la Secretaría de Comercio. Más allá de algunas señales en el plano fiscal, que son muy tempranas y frágiles, no alcanzan para cambiar las expectativas porque se observa un gobierno que no tiene un claro rumbo económico. Hay condiciones generales que están por afuera de la política económica. El propio discurso de Guzmán tiene sus contradicciones. El presupuesto está apoyado sobre una hipótesis de inflación del 29%, cuando es muy difícil imaginar que en los primeros cinco meses del año no lleguemos al 20%. Por lo tanto, es un plan económico que ya muestra sus debilidades. Cuando la política sanitaria lo permita, encontrar un camino de crecimiento sostenido, apoyado en la competitividad, en la productividad, exige una política coherente en materia económica, fuertes consensos sobre un diagnóstico común y sobre las políticas necesarias. Pero se va en sentido contrario. Tuvimos un espejismo en el inicio de la pandemia de que ante este terrible fenómeno podíamos generar ciertas condiciones para ir saliendo de la grieta política que ha caracterizado a la Argentina en los últimos tiempos y que le ha sido tan funcional a una u otra parte de la grieta. Pero ahora la agenda está dominada por las posiciones más extremas del oficialismo y de la principal fuerza opositora. Y eso obtura toda posibilidad de consensos mínimo básicos. Yo no le pido al Gobierno que en el medio de esta pandemia logre los equilibrios macroeconómicos. Sería exigirle demasiado e ignorar el contexto que recibió, no tenía ninguno de los de los instrumentos para financiar las exigencias de la pandemia. Ahora, aún en medio de una crisis, un gobierno da señales de hacia dónde quiere ir. Y esas señales no son claras. Esas señales son las que no permiten generar expectativas de estabilidad, a la que el ministro de Economía dice que tiende. Hay una tendencia a echarle las culpas a los sectores empresariales. Y la principal responsabilidad siempre la tiene la política, que es la que tiene que generar las condiciones para que las cosas en materia económica se hagan bien.

Para bajar la inflación, ¿debería bajarse más el déficit fiscal, debería subirse la tasa de interés?

El Gobierno, sin decirlo, porque le cuesta mucho decirlo, está ajustando donde más duele. Si uno analiza las cuentas fiscales de lo que va del año, ha habido una reducción importante del déficit financiero, que es el que hay que mirar. Y eso fue por la caída en el pago de intereses producto de la renegociación, que no ha traído ninguna de los beneficios que se decía que iba a traer, pero fue adecuada. Pero el gasto corriente está creciendo en términos reales básicamente por los subsidios, con el consiguiente atraso tarifario, y por los gastos vinculados a la política social, que es lógica. Pero están cayendo en términos reales las jubilaciones y las remuneraciones, trayendo como consecuencia un mejor resultado fiscal. Ahora, ¿esto es sostenible en el tiempo? Yo creo que no. Para mí, el sistema fiscal argentino, tanto por el lado del gasto como por el de los ingresos, tiene un talón de Aquiles: la informalidad de la economía, algo de lo que se habla muy poco. Del gasto, el principal componente que hay que observar, más allá de la coyuntura que exige la pandemia, es el tema previsional. El sistema previsional está quebrado porque el número de trabajadores informales es elevadísimo. ¿Cómo equilibrar el sistema previsional? El único camino que ha encontrado el Gobierno es ajustar el gasto por debajo del crecimiento de la inflación. Esto no es sostenible en el tiempo. Deberíamos ir a una reforma tributaria basada en la equidad, la eficiencia, que como resultado final traiga una caída en la presión tributaria. Nuevamente, el problema de la informalidad vuelve a estar presente. Lo que no se puede es seguir aumentando la presión tributaria al sector formal de la economía.

En una reciente entrevista, el presidente de la Fundación Pensar, Francio Moccia, decía que se debía ajustar el gasto público, en especial los subsidios. ¿Comparte eso?

Son los dilemas de no poder tener una política fiscal expansiva en los momentos de tanta recesión por no tener espalda. Luego yo escucho en el Congreso algunos debates cuando van funcionarios del Gobierno y plantean que en materia impositiva estamos discutiendo lo que se discute en el mundo. Pero tenemos muchas diferencias con países desarrollados. A nosotros nos agarra la pandemia después de una década de estancamiento y los últimos dos años de caída de la economía, con un alto déficit fiscal, alta inflación y una deuda impagable en términos de liquidez. Esa situación le da a la Argentina como única salida para financiarse en un momento de caída en la economía y, por ende, de la recaudación la emisión. Entonces eso limita una política fiscal expansiva. La tarifa encaja en esta idea general. Está claro que un momento de caída de ingresos como éste no es el momento de la actualización. Ahora, también hay que tener en cuenta que hay que medir los rezagos porque después se acumulan y lo que hay que obtener es cuál es el horizonte de salida. A nadie le va a espantar cierto rezago en las tarifas y que se sostengan con subsidios si se sabe que hay una clara política de salida de esta problemática. Lo que sucede es que la visión que que se tiene es que el Gobierno está sólo pensando en la próxima elección. “Contengamos la tarifa y el tipo de cambio lo más posible, tratemos de ponerle oxígeno al consumo y después vemos.” Y en ese “después vemos” surgen las dudas. Es fácil decir que hay que llevar las tarifas a tal nivel, ¿pero este es el momento o no? ¿Cómo se financia? Estamos como el perro que se quiere morder la cola. Si se cumplieran los pronósticos del presupuesto, en 2023 terminaríamos el gobierno de Alberto Fernández con los argentinos en promedio un 15% más pobres que en 2011, con una distribución regresiva del ingreso. Si esto no nos interpela, ¿qué nos puede interpelar? La pobreza está por arriba del 40%.

¿Qué se puede hacer en materia económica ante la segunda ola del coronavirus?

No hay mucho para inventar. Hay que sostener lo que más se pueda a familias y empresas. Y la única manera de financiar esto, más allá de los recursos que se pueden obtener con la recaudación o en el mercado local, es lamentablemente la emisión. El tema es cómo salimos, hacia dónde vamos cuando haya que dejar de hacer esto. Pareciera a veces que algunos funcionarios dicen que hay que hacer lo contrario a la política de Macri. Pero Macri se puede parecer a la política económica del segundo gobierno de Cristina. Los dos son responsables de habernos traído hasta aquí.

Usted apoyó el aporte solidario de los más ricos. ¿Podría repetirse ante la segunda ola?

No hay más margen. Yo acompañé el impuesto a los grandes patrimonios porque asumí un compromiso cuando pedí ciertas modificaciones a un proyecto que para mí era mucho peor. Yo no sé por qué el Gobierno lo demoró tanto. Pero ya no hay más margen para asumir más presión tributaria en ningún lado. En los puntos más críticos de la crisis, las acciones de gobierno tienen que arbitrar lo más equilibradamente el presente con el futuro y no se pueden seguir tomando medidas que sean absolutamente contrarias a lo que el futuro demanda. Con este nivel de presión tributaria y con este bajísimo nivel de inversiones, no es conveniente nada que aumente la presión ni que atente contra las condiciones óptimas a futuro para las inversiones. Hay que tener mucho cuidado cuando uno toma decisiones en el medio de la crisis, empujado por las necesidades de la crisis, y se olvida que hay una post crisis. La presión tributaria es el 24% más alta que en 2004 y tenemos el más bajo nivel de inversión respecto del PBI, que apenas supera el 13%, ocho puntos por debajo de lo que fue en 2011, que superó el 21% y todavía sonaba insuficiente. Hoy es casi la mitad de lo que haría falta en un futuro para que haya un crecimiento sostenido, mayor productividad, mayores empleos y mayores salarios. No hay medida de justicia social más revolucionaria hacia futuro que la de generar empleo, y empleo de calidad. 

¿Hay espacio para una tercera vía política?

Mi historia reciente me indica lo complejo que es generar alternativas a una grieta que parece que se lleva todo. Pero hay que intentarlo. Yo no estoy pensando en mi futuro político de ninguna manera. Estoy pensando en lo útil que sería para la sociedad y para la etapa que viene que en el Congreso hubiera una tercera fuerza más fuerte. Lo somos nosotros. El fiel de la balanza que no permita que los extremos de la grieta manejen la agenda política y parlamentaria. Sé que hay voluntades para hacer esa construcción. La primera reunión que hubo entre el Gobierno y Juntos por el Cambio para demorar las PASO formaba parte de un acuerdo de conveniencia de las dos fuerzas políticas. Después se complicó porque este gobierno tiene una enorme facilidad para tensar y el extremo más duro de Juntos por el Cambio tiene una enorme facilidad para responder con la misma virulencia. La grieta se agudizó. Finalmente se encontró el punto de acuerdo porque le conviene a las dos fuerzas para seguir manteniendo fuera otra identidad. Ha quedado demostrado que las PASO capturan la posibilidad y crecimiento de las terceras fuerzas. Toda tercera fuerza tuvo en las PASO una adhesión mayor a la que tuvo en las generales. ¿Por qué? Porque las PASO juegan una suerte de primera vuelta y luego viene el voto negativo, mal llamado voto útil. ¿Qué es? No quiero que gane el otro. Pero la voluntad de un sector de la dirigencia argentina es construir esa tercera vía. Creo que está en la demanda de la sociedad. Lo que no ha encontrado todavía es una oferta que la exprese. Y me hago cargo porque yo he estado en ese lugar de la política en los últimos años.

AR

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