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Música

Se extingue la voz de A-ha, el grupo más importante del pop noruego que es mucho más que el autor de 'Take on me'

Morten Harket, Magne Furuholmen and Paul Waaktaar-Savoy, miembros de A-ha, en una fotografía tomada al principio de su carrera

Ramón Argelina

12 de junio de 2025 14:39 h

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A-ha, la banda noruega más importante de todos los tiempos, volvió a ser noticia. No porque estén trabajando en un nuevo disco o tengan prevista una gira mundial, sino porque su cantante, Morten Harket, anunció la semana pasada que padece Parkinson y que los tratamientos para ralentizar el avance de esta enfermedad neurológica le afectaron la voz. Desde entonces, los fans se preguntan si es este el final de A-ha y, el público general, si este grupo no eran aquellos del himno de los 80 Take on me y cómo es posible que siguieran activos desde entonces.

Cuatro décadas antes de este anuncio, en una tarde de verano de esas que parecen repetidas, un grupo de chicas adolescentes se va, antes del cierre de la pileta, del barrio recién estrenado en el que viven, a las afueras de una gran ciudad. Pertenecen a familias que dejaron olvidada en el camión de mudanza su condición de clase trabajadora, para convertirse en clase media. Nuevas comodidades, antes soñadas y ahora cotidianas, lo hacen posible.

En casa de una de ellas, alrededor de un televisor de muchas pulgadas conectado a un reproductor VHS, se distribuyen las chicas para devorar y diseccionar videos musicales de artistas que forran sus carpetas de clase y las paredes de sus habitaciones. Entre todos ellos, brilla el de una canción titulada The Sun Always Shines on TV. La interpreta rodeado de cientos de inquietantes maniquíes un exótico conjunto noruego llamado A-ha, compuesto por Morten Harket como cantante, Paul Waaktaar Savoy, como guitarra y compositor principal, y Magne Furuholmen a los teclados. Tres chicos ideales que practican un pop luminoso con arreglos electrónicos, que suena de maravilla en los walkman de tantas y tantos jóvenes para quienes, entonces, todo sí era posible.

Ese videoclip continúa narrativamente otro anterior del mismo grupo, el de la archiconocida canción Take on me, con el que A-ha se dio a conocer al mundo en 1985. Se puede casi decir que fue un video con canción, en lugar de lo contrario, por la influencia decisiva que tuvo en la promoción del single, gracias a la creatividad de su director, Steve Barron, que empleó la técnica del rotoscopio para contar la clásica historia con final feliz de un chico y una chica, pero con la estética de un cómic animado dibujado a lápiz sobre imágenes reales.

Take on me representa el paradigma del videoclip; esa herramienta de marketing y nueva forma de expresión artística que inventó la televisión MTV a inicios de los ochenta y que puso a disposición de la industria musical, posibilitando que sus artistas alcanzaran una dimensión global y se convirtieran en parte de la cultura popular occidental. A-ha, desde luego, supo aprovechar todo ese potencial creando una obra maestra audiovisual, con la que consiguieron seis MTV Video Music Awards en 1986.

No solo estamos hablando de uno de los mayores hits de la historia de la música, sino que su melodía llegó a formar parte del imaginario colectivo como sinónimo de toda una época. Por eso Take on me no puede faltar en ninguna radio nostálgica, playlist o fiesta de temática ochentera que se precie. Sus notas de sintetizador rezuman el optimismo predominante que recorría occidente desde el final de la II Guerra Mundial, marcado en parte por la creencia generalizada de que abrazando la tecnología, nuestras vidas serían cada vez mejores.

Y así fue, desde luego, para A-ha. Alcanzaron el éxito gracias precisamente a que dieron un golpe de timón —junto a Warner, su discográfica— en la parte de la creación musical con mayor peso de la tecnología: la producción. Así, Take on me evolucionó desde una canción que pasó sin pena ni gloria en 1984, a convertirse solo un año después en el número uno que conocemos hoy, gracias a la mano del productor Alan Tarney. Ninguno de los miembros de A-ha sabía muy bien qué hacía un productor musical hasta ese momento. Si alguien también se pregunta por qué su trabajo tiene tanta importancia para que una canción guste o no al gran público, aquí encontrará un gran ejemplo.

Así se fraguó la carta de presentación de Morten, Paul y Magne, que dejaron Oslo para probar suerte con su música desde Londres, porque Noruega se quedaba demasiado pequeña para todo su talento. No fue llegar y besar el santo, desde luego, ya que llegaron a vivir cerca del umbral de la pobreza, pero al final consiguieron lo que buscaban: convertirse en estrellas mundiales. El problema es que lo hicieron con un pelotazo de tales dimensiones que, desde entonces y a ojos de demasiada gente, se convirtieron sin serlo en un one hit wonder, una banda de un solo éxito.

Es verdad que, si nos basamos en los datos de reproducciones de las canciones de A-ha en Spotify o YouTube, es complicado sostener esta negación. Take on me supera los dos mil millones de reproducciones y la canción que le sigue (The Sun Always Shines on TV) está solo ligeramente por encima de los cien millones y, de ahí, bajando el resto de sus temas. Es probable que la aparición de este hit en series que triunfaron recientemente entre el público joven —que así pudo descubrirlos—, como Adolescencia o The Last Of Us (también en el videojuego), haya acrecentado esta brecha y, por tanto, la etiqueta que acompaña a este grupo.

Sin embargo, dentro de una carrera que supera ya las cuatro décadas, con once álbumes de estudio publicados, que vendieron más de 50 millones de copias en todo el mundo, se pueden encontrar canciones que aguantan la mirada a Take on me sin pestañear. Solo con escuchar sus primeros tres discos, lanzados entre 1985 y 1988, tenemos un repoker imbatible: la ya mencionada The Sun Always Shines on TV, con su épico solo de violines que solo a ellos les podía quedar así de bien todavía hoy; la poderosa y elegante como ella sola I’ve Been Losing You; Scoundrel Days, en la que demuestran que también sabían ponerse oscuros, y las baladas Hunting High and Low, con una lección magistral de lo que aporta estructuralmente el puente —ese conector entre dos partes de una canción que la música actual dejó en peligro de extinción—, en la emoción de una canción pop; y Stay on These Roads, que recuerda que cualquier adiós abre siempre la posibilidad de un reencuentro.

Con elegancia nórdica innata, el trío supo estar a la altura cuando crearon bajo encargo la canción que fue banda sonora de la película de la saga James Bond estrenada en 1987, con la que comparte título: The Living Daylights. Aunque no le faltan los arreglos orquestales estilo 007, la canción es puro A-ha, y una de las mejores en sus directos, por los coros que levanta puntualmente entre el público.

Respondieron con la misma solvencia al recibir la llamada para actuar en el concierto del Premio Nobel de la Paz de 1998, en el que presentaron el tema Summer Moved On, que contiene un infinito solo vocal de Morten, capaz de hacerlo con idéntica duración en los directos. Terminaron así cuatro años de silencio desde su ruptura en 1994, tras publicar la discreta Shapes that Go Together, como canción oficial para los Juegos Paralímpicos celebrados ese año en Lillehammer.

Caprichosa metáfora que el grupo se reuniera en torno a la entrega de este premio —repitieron en 2015—, aparcando las diferencias y tensiones internas que siempre los acompañaron y que tampoco escondieron. En 2021 se estrenó el documental A-ha: the movie (Prime Video), en el que Morten, Paul y Magne hacen todo un ejercicio de honestidad al contar abiertamente que durante mucho tiempo llegaron a no soportarse. Los motivos: desde una lucha de egos por ver quién llevaba el volante artístico, hasta fuertes discrepancias sobre la titularidad de los derechos de las canciones. Su fotógrafo oficial desde 1985 llega a reconocer en esta película lo difícil que fue en muchas ocasiones fotografiar a tres personas que no querían estar juntas. Nunca sabremos si esta tensión creativa y competitiva fue un acicate para su producción artística o una rémora en su carrera, con despedidas —en 2010 llegó a haber un Farewell Tour de A-ha— y reencuentros múltiples.

En lo que siempre estuvieron de acuerdo estos tres músicos noruegos es en la necesidad de alejarse de una imagen y sonido demasiado comercial, que impidiera que se los tomara en serio. La ligereza de Take on me, algunos de sus primeros videos, como el de Touchy! o You Are The One, más alguna ruborizante sesión de fotos promocionales encendieron pronto esa luz de alerta. De ahí que muchas veces hayan contrarrestado con un sonido más duro, al tiempo que luchado por el lanzamiento de singles con los que su discográfica no estaba de acuerdo, como con el caso de la desgarradora y rabiosa Manhattan Skyline.

A-ha y sus fans

Aunque nunca se desvivieron por sus fans, a lo largo de estos cuarenta años, A-ha actuó en más de 600 conciertos celebrados en 38 países. Uno de ellos tuvo lugar en Brasil, donde sus fans son legión. Fue en el estadio de Maracaná de Río de Janeiro en 1992 ante 198.000 personas y todavía tiene el Récord Guiness de la mayor audiencia mundial de un concierto de pago.

El pasado 4 de junio conoció la noticia de la enfermedad de Morten. Difícil de asumir algo así para quienes, cada vez con mayor frecuencia, asisten a cómo sus héroes van envejeciendo y se convierten en personas vulnerables.

“Cuando me enteré de que Morten tenía Parkinson, sentí una sensación de tristeza y de derrota... una enorme desilusión como si fuera una niña pequeña, porque tal vez ya no pueda volver a verlos actuar. Aunque mantengo una pequeña esperanza. A lo mejor vuelven a dar algún concierto, más íntimo, solo en su país… pero algo”, explica Elia, una fan española, emocionada.

La misma resiliencia demostró el propio Morten Harket al hablar públicamente sobre su enfermedad: “No tengo ningún problema en aceptar el diagnóstico”. Aunque también fue muy claro en cuanto a lo que el Parkinson le supone: “No tengo ganas de cantar, y para mí eso es una señal; los problemas con mi voz son uno de los muchos motivos de incertidumbre sobre mi futuro creativo”. “Sé que hay muchas opiniones y teorías alternativas, pero necesito escuchar a los profesionales que tengo a mi disposición”, reconoció el cantante de A-ha.

Morten nunca quiso escuchar a ninguna persona que le diera consejos sobre su voz, porque nunca le valieron de mucho. Nadie le exigió tanto como lo hizo él mismo. Y es que desde muy niño fue consciente de que tenía un don: su voz eran sus alas con las que cantar. Su capacidad para alcanzar una escala tonal fuera de lo común hizo que Morten Harket haya contado siempre con una gran seguridad en sí mismo. Su voz, su imagen y su actitud hicieron que fuera el frontman perfecto y concentrara la mayor atención mediática y de los fans, algo que tradicionalmente quitó un peso de encima a sus compañeros.

En 2012, los tres miembros de A-ha se convirtieron en caballeros de la Real Orden de San Olav, la máxima distinción civil que se otorga en Noruega, por su “sobresaliente contribución musical”, gracias a unas señas de identidad que son marca registrada. Aunque podemos verlas también en otras bandas posteriores como Keane o los mismísimos Coldplay, a quienes claramente influyeron. Pero lo que no encontraremos por mucho que busquemos es una voz como la de Morten, capaz con su característico falsete de llegar hasta las notas más altas y sostenerlas hasta detener el tiempo.

“No espero alcanzar un control técnico completo. La pregunta es si puedo expresarme con mi voz. Tal como están las cosas ahora, eso es imposible. Pero no sé si podré lograrlo en el futuro”, respondió Morten ante la gran pregunta de si podrá o no cantar.

Cuando parecía que había llegado su final, A-ha levantó el vuelo muchas veces. Parece complicado que Morten Harker pueda volver a utilizar sus alas, y entonces necesitará expresar su arte sin su voz única. Al fin y al cabo, nunca se vio únicamente como un cantante. Lo que sí sabemos es que cuenta con muchas canciones de A-ha con las que seguir creando belleza. Porque Take on me tan solo fue la primera.

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