Anna López Ortega, politóloga y periodista por la Universitat de València, experta en ultraderecha en Europa y España, lleva años advirtiendo de la ola que ya ha llegado y que ha cristalizado en Torre Pacheco esta semana, con grupos violentos y mensajes de odio y racismo. Explica que las redes sociales amplifican, pero que son las estructuras de grupos locales ultras las que hacen que todo explote, como en Paiporta tras la dana.
Lo que hemos visto en Torre Pacheco, ¿de dónde viene?
Lo hemos visto en Reino Unido hace un año o hace dos años en Alemania. En España ha habido intentos recientes en Alcalá de Henares. Es decir, este fenómeno ni es nuevo, ni es local, ni los actores han variado mucho. Eso sí, se han unido muchos más y algunos ya tienen altavoces institucionales. Lo que hemos visto en Torre Pacheco ya podría constituirse como terrorismo de extrema derecha, que es algo de lo que todos los informes de seguridad de la Unión Europea y en Estados Unidos están alertando. En 2021, el Ministerio del Interior de Alemania ya consideró que el terrorismo de extrema derecha escala posiciones. También en Estados Unidos el FBI calificó el supremacismo blanco como la mayor amenaza. Esto se enmarca dentro de este terrorismo de extrema derecha, que es permanente.
¿Por qué Torre Pacheco?
La desinformación, aunque es permanente, tiene picos temáticos de los que estos grupos se aprovechan. Vimos teorías de la conspiración vinculadas con temas del cambio climático y sanitarios a raíz de la pandemia o la dana. Están permanentemente lanzando estos mensajes a través de plataformas, de redes sociales, a través de espacios como los videojuegos, a través de los gamers... Cuando llega una oportunidad en la que su mensaje puede causar un incendio con la excusa de una agresión, aprovechan.
Ya no solo son las teorías del supremacismo clásico, sino estas teorías conspiranoicas, teorías incel las que están capitalizando de nuevo estas frustraciones que la democracia no ha sabido resolver, especialmente en los jóvenes: la precariedad, la falta de oportunidades
Por ejemplo, hemos detectado que aumenta el contenido racista de la desinformación en verano. ¿Por qué? Porque van a llegar pateras y saben que lo pueden aprovechar. Y luego hay novedades respecto a campañas racistas de los años 90, cuando también había terrorismo de extrema derecha. Una es la normalización política de este discurso, cuya máxima expresión es Donald Trump indultando a quienes asaltaron el Capitolio, y esto es un mensaje muy potente porque está legitimando la violencia como respuesta política. La segunda, que ha aumentado el número de actores de extrema derecha, con think tanks, empresas o grupos de poder. Ya estamos hablando de que es un negocio para algunos de ellos.
¿Cuál es el negocio?
El negocio del odio es que moviliza propaganda, moviliza empresas. Conlleva a que la sociedad perciba que hay una amenaza y que tú contrates, por ejemplo, más seguridad privada. También hablo de laboratorios políticos, fundaciones que imparten cursos. Lo hemos visto en unos cursos de verano de El Escorial que organizaba Rafael Bajardí, ideólogo que se pasó de Aznar a Vox. Y en este curso, por ejemplo, participaba Timo Soini, que es el principal líder de la ultraderecha finlandesa.
En las manifestaciones en Ferraz vimos a Falange, a los neonazis y a los de traje de corbata de Vox juntos. Se unieron con un objetivo común, que era acabar con el gobierno socialista. Ahora hay más cabezas, nuevas temáticas, nuevos líderes
Ya no hablamos de estética neonazi o simbología de Hitler, ahora llevan traje de corbata, ahora además son empresarios y personas con poder e influencia y es muy peligroso, porque no solo son las teorías del supremacismo clásico, sino estas teorías conspiranoicas, teorías incel que están capitalizando de nuevo estas frustraciones que la democracia no ha sabido resolver, especialmente en los jóvenes: la precariedad, la falta de oportunidades. Es un caldo de cultivo perfecto.
¿Quién tiene más poder ahora en el ámbito ultra, los partidos o estos nuevos grupos al calor de Internet?
Es difícil cuantificar, pero la normalización en el espacio público de este discurso es fundamental para atraer a nuevos nuevos votantes. Las extremas derechas y los grupos neonazis fueron los primeros en utilizar las ventajas de Internet a través de blogs, música, merchandising, pero el salto cualitativo es cuando ese discurso está en el centro de la agenda política y mediática, cuando incluso se legitima la violencia, algo que acabamos de ver en Torre Pacheco, pero que ya vimos en Ferraz.
¿Son las manifestaciones de Ferraz el momento en el que la ultraderecha tradicional se une con los partidos legitimadores y los agitadores?
En las manifestaciones en Ferraz vimos a Falange, a los más neonazis y a los de traje de corbata de Vox juntos. Se unieron con un objetivo común, que era acabar con el gobierno socialista. Ahora hay más cabezas, nuevas temáticas, nuevos líderes. Pero yo creo que desde que 2018, cuando se hace la moción de censura, por primera vez se aglutina toda la extrema derecha: la que está marginal, la que opera bajo el radar a través del activismo con pintadas y la de traje de corbata.
¿Es esta última más peligrosa que la de embozados con palos?
Es más peligrosa la que lleva traje de corbata que la de las cabezas rapadas, porque opera bajo radar. La Fiscalía y los agentes sí que monitorizan a esos cabezas rapadas, esos foros, y lo estamos viendo ahora mismo. El problema es que es muy difícil operar sobre estos discursos de odio cuando se validan desde las tribunas políticas. La investigación que se ha iniciado contra el líder de Vox en Murcia podría marcar un punto de inflexión para ver que la impunidad no es total, pero ese odio se ha institucionalizado y se ha normalizado, porque el otro lo tenemos monitorizado y tenemos una legislación que actúa de manera contundente.
Recordemos que Anders Breivik comete el atentado en la isla de Utoya y un año después en Baleares se detiene a un joven que quería operar de la misma manera con 100 explosivos, adoctrinado por redes sociales. Es decir, tenemos muchos casos que se han desactivado. El problema es cómo desactivamos a aquellos que están normalizados en las tribunas políticas o que imparten cursos en las universidades de verano.
¿La extrema derecha española tiene conexiones reales con otros países o simplemente utiliza el marketing o los nombres de otros grupos?
Sí que hay conexiones. Por una parte, ideológicas: Breivik publicó un manifiesto en el que hacía un diagnóstico de la extrema derecha española, con referencias a España 2000. Comparten ese ADN racista y misógino, homófobo. Pero también hay conexiones económicas, y lo vemos en la organización de charlas con invitados ultra de distintos países, en el CPAC estadounidense...
En España, la política del Ministerio del Interior es no publicar nada porque no quiere envalentonarlos ni hacerles propaganda, pero tampoco nos deja ver la realidad de un problema que escala
El 10 de junio Alemania publicó un informe de monitorización del extremismo que reveló que hay 50.000 militantes de extrema derecha en Alemania, un 23% más que el año anterior, con conexiones internacionales, y que se reúnen en actos y conciertos.
En España, la política del Ministerio del Interior es no publicar nada y entonces parece que no tengamos tanta actividad de extrema derecha o conexiones fuera. No quiere envalentonarlos ni hacerles propaganda, pero tampoco nos deja ver la realidad de un problema que escala, que opera en redes sociales pero también opera a nivel local.
¿Dónde es más fácil que surja esta chispa violenta ultra?
Donde hay una extrema derecha organizada en el territorio. Por ejemplo, en Paiporta tras la dana. ¿Por qué? Porque el grupo España 2000 lleva operando desde el año 2000 en València. En Alcalá de Henares es lo mismo, lo vemos en los resultados electorales. Ojo con pensar que el problema es global o nacional, porque hay una implantación territorial muy importante, pero que evidentemente está amplificada por las redes sociales, que les ayudan a movilizarse y a organizarse rápidamente, como no eran capaces de hacer en los años 90.
Precisamente las redes sociales han sustituido en gran parte a los medios de comunicación, sobre todo para la gente más joven, que está más radicalizada a la derecha, según las encuestas. ¿Cómo se ataca esto?
Esta es la gran pregunta. Tenemos una legislación a nivel europeo que se aprobó el año pasado y que por primera vez propone sanciones a las plataformas (la DSA), pero los estados de la UE pueden hacer mucho más. Y luego tenemos un gran problema con el que nos hemos encontrado en el segundo mandato de Trump, que es la impunidad y la falta de moderadores.
El último informe de transparencia publicado por Facebook es del año 2020 y dice que en el primer trimestre se habían retirado cada día 9,6 millones de publicaciones que fomentaban el odio. Ya nunca más hemos tenido este informe de transparencia. Ahora nos enfrentamos a un problema todavía mayor, porque se ha eliminado la moderación de contenido.
La impunidad en las redes sociales, las leyes que todavía no están desplegando sus efectos y el marco de información de los jóvenes son un cóctel muy peligroso. Para mejorarlo tenemos que hacer proyectos que van desde alfabetización mediática como hace Finlandia a programas para desarrollar el pensamiento crítico, para detectar bulos, para trabajar la empatía. Y el trabajo de los medios de comunicación es esencial, también deben adaptarse a los nuevos lenguajes de los jóvenes para poder alcanzarlos.