Crece el PBI en Brasil, pero también el “malestar económico”
El producto bruto interno de Brasil creció 1,2% en el segundo trimestre de este año. Y el desempleo está en los niveles más bajos desde 2015. Pero las buenas noticias con que cuenta el gobierno de Jair Bolsonaro no alcanzan hasta ahora para impulsar su reelección, el 2 de octubre próximo, cuando apenas falta un mes para las presidenciales. El jefe de Estado tiene un techo: 34%, según las últimas encuestas. Su gran competidor, Luiz Inácio Lula da Silva, se mantiene entre 43 y 45 por ciento.
Ese crecimiento de la actividad económica es consistente con lo que Silvia Matos, especialista de la Fundación Getulio Vargas, califica como “miniboom” de consumo de las familias, mayor a lo esperado: 2,6%. Pero nadie puede asegurar que esos números “sean suficientes para mantener a Bolsonaro en el sillón presidencial”. El relativo impacto electoral de ese buen desempeño económico tiene que ver con “los estratos más vulnerables de la población”: para estos sectores la pandemia fue devastadora, y luego sobrevino un alza de precios asoladora como consecuencia de la guerra en Ucrania.
Los datos son contundentes: a pesar de la deflación experimentada en Brasil durante julio y agosto (de 0,68% y 0,7% respectivamente) la suba de precios en los últimos 12 meses aún se mantiene por encima de 10%, y resulta especialmente alta en alimentos y servicios básicos (15%).
Todo esto ofrece un desafío a pesar del mayor dinamismo de la actividad económica y es la “sensación de vulnerabilidad” socialmente imperante, que se traduce en las encuestas en el alto nivel de rechazo al gobierno de Bolsonaro. Esa “sensación” tiene, en Brasil, un indicador específico que comenzó a medirse en 2012. Es el índice de Malestar Económico, también llamado de “índice de miseria”.
Joao Saboia, profesor de economía en la Universidad Federal de Río de Janeiro, incluye cuatro variables en el índice: la inflación; la tasa de subutilización laboral (con menos cantidad de horas laborales que las aspiradas por el trabajador); el rendimiento medio de los ingresos y la tasa de endeudamiento.
Según sus mediciones, el índice de miseria llegó en el segundo trimestre del año a 75,9 (sobre la base de 100 como el peor nivel) y representa el cuarto peor resultado registrado desde el comienzo de su cálculo. El mayor efecto se originó en una caída de los ingresos medios reales de 2,9% en el segundo trimestre de 2022 con relación al mismo lapso del año pasado; y un aumento del empleo que, en realidad, se basó en la informalidad. “Hay una excesiva autopromoción del gobierno cuando dice que el mercado laboral marcha muy bien” advierte Saboia.
Es cierto que la desocupación cayó al nivel más bajo desde 2015, pues está en 9,3%. Pero según el experto “los empleos generados son informales en su mayor parte. Por un lado es bueno, porque la tasa de desempleo es menor; pero muchas de las personas son absorbidas en el mercado laboral en forma precaria”. De hecho, aumentó en niveles récord el número de trabajadores informales según cifras del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE).
A su vez los salarios, sin ajustes, son más bajos que los vigentes hace un año por cuenta precisamente de la inflación. Para Matos, es por eso que el aumento del consumo familiar registrado en el período haya tenido una influencia relativa: “Hay una tremenda desigualdad en el proceso, entre las distintas franjas de ingresos. Las familias más ricas y la clase media, que pudieron ahorrar y mantener las entradas de dinero, pudieron retomar el consumo; especialmente de servicios”. No fue lo que ocurrió con los sectores más vulnerables que “demorarán mucho más tiempo” en recuperar su capacidad de consumo.
Felipe Nunes, director de Quaest, Pesquisa y Consultoría, una de las encuestadoras más conocidas, refirió la curva negativa que vivió el candidato Bolsonaro a partir de agosto. “Hubo una inflexión en las intenciones de voto y buscamos identificar el motivo. Lo que vimos es que (los encuestados) estaban al tanto de las principales medidas del gobierno”. 81% sabía del aumento del Auxilio Brasil que trepó de 400 a 600 reales (80 a 120 dólares); y 42% de los consultados identificó al presidente como el que impulsó la reducción de los precios de los combustibles, uno de los factores que explica la deflación. “Pero más de 62% advirtió, también, que las medidas adoptadas eran para ayudar a la reelección, sabiendo además que el aumento del estipendio Auxilio Brasil duraría nada más que hasta diciembre”. El profesor Saboia concluye: “El PBI no hace milagros: la informalidad es elevada, la renta de los más pobres sigue presionada por la inflación y el endeudamiento de las familias es récord. Entonces es natural que las personas se sientan mal en términos de bienestar”.
CC
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